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Civilización y barbarie en Hispanoamérica (3ª parte)

   por Víctor Zorrilla, filósofo

Tras la independencia argentina, obtenida efectivamente en 1810 y declarada oficialmente en 1816, la sociedad se dividió en bandos de unitarios y federales, los primeros abogando en pro del control de las provincias interiores por parte de Buenos Aires —sustituyendo así esta última al gobierno español—; los segundos oponiéndose a este control. La contienda se saldaría con el triunfo de los federales y el ascenso al poder del estanciero Juan Manuel de Rosas, quien tiranizaría al país durante veinte años antes de ser derrotado por Justo José de Urquiza en 1852.

La descripción de la pampa y su gente funge para Sarmiento como introducción al drama que pretende narrar, el de la vida y muerte del caudillo riojano Juan Facundo Quiroga. A través de la biografía de Facundo, Sarmiento ofrece al lector el aspecto de la facción triunfadora en Argentina, la de la barbarie, representada por Facundo, Rosas y los gauchos. La obra se constituye, así, en un arma propagandística contra la dictadura. Sarmiento elije a Facundo para que revele a Rosas y a la barbarie que su gobierno encarna[1]. El personaje ofrecía, además, a diferencia de Rosas, la ventaja de haber muerto. Aun así, Facundo, salvaje, campestre y rudimentario, no pasa de ser un barrunto del dictador. La crueldad y la violencia, que en Facundo eran meramente instintivas, se hallaron en Rosas perfeccionadas y sistematizadas[2].

La juventud de Facundo, transcurrida entre juegos de apuestas, cuchilladas y algún trabajo ocasional como peón, da un vuelco cuando participa en la represión de un motín en la prisión de San Luis, donde a la sazón se hallaba recluido[3]. Reivindicado así ante el poder oficial, inicia una carrera ascendente característica en la que este poder, crónicamente débil y temeroso de los caudillos, les proporcionará cargos en la campaña —en el caso de Facundo, el de sargento mayor de las milicias de Los Llanos— para mantenerlos en su favor. Este procedimiento prepararía el triunfo de los caudillos y, a la postre, el ascenso de Rosas al poder.

La información anecdótica que Sarmiento ofrece sobre la vida y avatares de Facundo es amplia y rica en detalle; ahorraré aquí la narración de las numerosas muertes, fusilamientos, extorsiones, torturas y atrocidades perpetradas por el personaje. Su sistema —si cabe llamarlo así— consistía en la opresión; su éxito se basaba en el terror:

He aquí su sistema todo entero: el terror sobre el ciudadano, para que abandone su fortuna; el terror sobre el gaucho, para que con su brazo sostenga una causa que ya no es la suya: el terror suple a la falta de actividad y de trabajo para administrar, suple el entusiasmo, suple a la estrategia, suple a todo. Y no hay que alucinarse: el terror es un medio de gobierno que produce mayores resultados que el patriotismo y la espontaneidad. […] Es verdad que degrada a los hombres, los empobrece, les quita toda elasticidad de ánimo, que en un día, en fin, arranca en los estados lo que habrían podido dar en diez años: pero ¿qué importa todo esto al Zar de la Rusia, al jefe de los bandidos o al Caudillo argentino?[4]

En la obra de Sarmiento, Facundo aparece revestido de caracteres que lo convierten en el arquetipo de un personaje americano —y no solo argentino— típico: el caudillo[5]. Facundo representa al hombre, al “macho” latinoamericano, que se gloría de su valentía, su fuerza física y, sobre todo, su capacidad de someter a las personas a su voluntad arbitraria. Octavio Paz alude a este fenómeno en su famosa disquisición sobre el macho:

El “Macho” es el Gran Chingón. Una palabra resume la agresividad, impasibilidad, invulnerabilidad, uso descarnado de la violencia, y demás atributos del “macho”: poder. La fuerza, pero desligada de toda noción de orden: el poder arbitrario, la voluntad sin freno ni cauce.[6]

Se trata, en fin, del criminal sanguinario y despiadado que, incomprensiblemente, es admirado por el vulgo, que lo ve con asombro, temor y admiración[7]. Pero un mundo de machos trae consigo otros males sociales:

en un mundo de chingones —explica Octavio Paz—, de relaciones duras, presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco. Lo único que vale es la hombría, el valor personal, capaz de imponerse.[8]

Un mundo de machos perjudica no sólo al ámbito económico o productivo, sino que mina también las bases sociales de la democracia y del genuino debate político, al propiciar el servilismo ante los poderosos, especialmente en la casta política. El chingón se rodea de una mesnada de lambiscones que suelen tener todos los rasgos de los aduladores. La vida política —explica Paz— se resiente de una deplorable consecuencia de esta situación: la adhesión a las personas y no a los principios o ideas[9]. No es fácil encontrar otra explicación para el hecho de que los grandes debates ideológicos de la política europea del siglo XX hayan estado en buena medida ausentes, por ejemplo, en la política mexicana. El discurso oficial subrayaba el carácter único del sistema político mexicano, insinuando que este no era una copia servil de algún modelo extranjero sino una creación propia, original y adaptada a la indiosincracia del país. Ya Sarmiento nos hizo ver el peligro inherente en esta concepción ingenua y sentimentalista de la nacionalidad, que tiende a desembocar en el desprecio aldeano de lo extranjero y el empobrecimiento cultural e intelectual[10].

Es cierto que la noción de lo “americano” —y, para el caso, lo indígena— tiene para Sarmiento una connotación negativa, yendo casi siempre asociada a la barbarie. Pero, como comenta R. Yahni, la separación entre civilización y barbarie en el Facundo es porosa, como lo es la división entre federal y unitario[11]. En realidad, Sarmiento no aboga por la negación o la anulación de lo americano, sino por su perfeccionamiento en el seno de la civilización moderna[12]. En este sentido, Sarmiento es ajeno a todo provincianismo y a todo espíritu de aldea: “[s]abe que nuestro patrimonio —explica Borges— no debe reducirse a los haberes del indio, del gaucho y del español; que podemos aspirar a la plenitud de la cultura occidental, sin exclusión alguna”[13]. Esta actitud, claro está, lo distancia de una buena parte del pensamiento hispanoamericano desde José Martí.

Martí consideraba que, para librar a un país de la tiranía, había que conocerlo y gobernarlo conforme a este conocimiento. Por ello, era fundamental el análisis de los rasgos peculiares de los pueblos americanos y de los factores que intervienen en cada país. “A adivinar salen los jóvenes del mundo —se queja— con antiparras yankees o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen”. Para resolver un problema, hay que conocer sus elementos. Hasta aquí, Martí concuerda con Sarmiento; este último pretende, justamente, estudiar la sociedad argentina en sus elementos integrantes para poder entender los males que la aquejan. Pero el discurso de Martí da un giro que lo lleva a un punto en el que nunca encontraríamos a Sarmiento:

La Universidad europea ha de ceder a la Universidad Americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de remplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas.[14]

Extraña paradoja: ¿de dónde aprendió el mundo qué es la democracia, si no de Grecia, único reducto en el mundo antiguo sustraído al despotismo? El estudio de las teocracias imperiales inca y azteca ¿constituye acaso la mejor escuela para el ejercicio de las libertades ciudadanas? No queda claro, por lo demás, a qué viene la distinción que hace Martí entre “Nuestra Grecia” y “la Grecia que no es nuestra”: hijo de españoles, educado en la sociedad colonial, con estudios en la Universidad de Madrid y licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza, no resulta fácil adivinar en qué sentido pudiera haber, para él, más de una Grecia. Finalmente, en un autor hispánico que emplea el discurso racional y la argumentación para promover sus opiniones políticas, y que considera a la universidad como un órgano adecuado para la difusión de las mismas, es de suponerse que el tronco cultural sea occidental.

En este sentido, Sarmiento puede enseñarnos a ampliar la perspectiva y a superar los complejos de inferioridad y de pretendida “periferia” que tanto han aquejado a algunos de nuestros intelectuales, para revalorar la riqueza de una tradición que es nuestra por herencia y que no tendría por qué no serlo también por elección. Para quienes acusan a Sarmiento de “europeizante”, José Vasconcelos explica oportunamente que[p]or europeizar entendía Sarmiento imponer en la América las reglas del gobierno civilizado sobre el furor destructivo de los caudillos, castigar el asesinato en vez de premiarlo con la Presidencia, normalizar el ejercicio del voto para la designación del gobernante, dulcificar las costumbres, otorgar garantías al trabajo y a la vida, difundir la ilustración, combatir la ignorancia y extirpar la tiranía.[15]

En suma, se trataría de, atendiendo a las características propias de cada país, asumir los valores y gozar de los beneficios de la cultura europea y universal. Sarmiento deplora la decadencia de las ciudades, del comercio y de la industria argentinas a causa de la violencia y la ambición de los caudillos, que imponen efectivamente una especie de gobierno sin ley. La clase media conformada por profesionistas, abogados, médicos, comerciantes, industriales, propietarios, ha tenido que exiliarse o ha visto interrumpidas sus empresas por las guerras continuas y la inseguridad. Instalado Rosas en el poder, la economía argentina involuciona por causa de un gobierno miope y represivo que impide la navegación de los ríos, suprime los correos y monopoliza las rentas del puerto de Buenos Aires. Entre tanto, la sociedad argentina, asentada en un territorio rico y abundante en recursos naturales, languidece en el atraso, la pobreza y la inacción[16].

No puedo dejar de señalar en el Facundo otro aspecto digno de atención: el recurso a la bandera de la religión —incluso en un sentido literal— con oscuros propósitos partidistas: “Religión o Muerte” rezaba, bajo una calavera, el lema en la divisa de Facundo. No se trata, sin embargo, de un aspecto privativo de Facundo: mientras enviaba a sus hordas de mazorqueros a asesinar y a aterrorizar, Rosas ponía su propia imagen en los altares y se hacía cantar tedéums en las iglesias[17]. Puede tratarse de un caso típico, casi universal, diríamos, de instrumentalización de la religión con fines políticos. Pero en la América hispánica este uso, que se extiende mucho más allá de la política, parece adquirir un tinte peculiar y siniestro, no exclusivo de los caudillos argentinos del diecinueve ni de la dictadura de Rosas. Lo vemos, recientemente, en los groseros cultos “sincréticos” de los criminales mexicanos —que tanta fascinación han despertado, por alguna razón, en antropólogos nacionales y extranjeros— y en la aberrante devoción mariana de los narcotraficantes y sicarios colombianos[18].

Conclusión

La historia de los países hispanoamericanos hasta la fecha muestra que el Facundo siempre fue, y sigue siendo, actual y relevante. El Facundo, lamentablemente, nos describe aún. Que una obra literaria o ensayística mantenga su relevancia y actualidad suele constituir un título honroso para ella misma y para la cultura que la produjo. Más honroso sería para Hispanoamérica que esta obra pasara a representar un pasado asimilado y superado, y que nos interesara solo por su calidad litararia y su valor como retrato de una época pretérita, más primitiva, en la que nos aquejaban males propios de sociedades poco evolucionadas, que no gozan aún plenamente de los beneficios de la civilización. Sin embargo, la impunidad insolente y descarada, el despotismo, el poder ejercido sin formas y sin transparencia, el desprecio del trabajo arduo y honrado y de la convivencia pacífica fundada en la justicia, males todos ellos que describe y deplora el Facundo, siguen siendo nuestros males.

Algunos señalan como raíz de los mismos a la colonización española. Ingenua impertinencia: ningún país americano ha estado políticamente sometido a España en más de cien años; en la mayoría de los casos, casi doscientos años han transcurrido ya desde la independencia. Por otro lado, la diferencia entre España y las culturas hispánicas de América es tal que, a día de hoy, carece casi de sentido referirse a la Hispanidad como si esta constituyera una unidad cultural[19]. La servidumbre pudo ser impuesta en otra época, a otras generaciones; el servilismo, en cambio, emana de una decisión personal y moralmente responsable. De igual manera, no puede imponerse a una persona el concepto que ha de formarse de sí misma: el complejo de inferioridad, que hace que el despotismo sea tolerable y aun deseable, se cultiva voluntariamente. Los pueblos hispanoamericanos tendríamos que hacernos cargo de lo que somos y de nuestro destino. Sin constituir un recetario de soluciones, el Facundo mantiene su capacidad original de mostrarnos la dramática alternativa que aún enfrentamos y de sugerirnos el camino a seguir. Ya había advertido Borges que, “si lo hubiéramos canonizado como nuestro libro ejemplar, otra sería nuestra historia y mejor”[20]. Ojalá que sepamos hacernos eco del consejo de este otro argentino universal. Así, la barbarie dejará de ser, deseablemente, la protagonista constante de nuestra historia.

[1] La vida de Facundo —explica R. Yahni— interesa a Sarmiento “en cuanto ella es la revelación, la demostración del secreto de la barbarie”. R. Yahni, “Introducción” a D. F. Sarmiento, Facundo, p. 16.

[2] “Facundo […] está vivo […] en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado en este otro molde más acabado, más perfecto; y lo que en él era sólo instinto, iniciación, tendencia, convirtióse en Rosas en sistema, efecto y fin; la naturaleza campestre, colonial y bárbara, cambióse en esta metamorfosis en arte, en sistema y en política regular”. D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 38-39. “Facundo es un tipo de la barbarie primitiva: no conoció sujeción de ningún género; su cólera era la de las fieras […]; en todos sus actos mostrábase el hombre bestia aún, sin ser por eso estúpido, ni carecer de elevación de miras.” D. F. Sarmiento, Facundo, p. 141. Evidentemente, Sarmiento no niega que Facundo haya sido poseedor de un gran talento: sin él, le hubiera sido imposible elevarse hasta donde llegó, quedándose, como mucho, en un malhechor común. Las particulares circunstancias de la geografía y la sociedad argentinas lo impulsaron a convertirse en el caudillo y criminal de alto calibre: “En todas las sociedades despotizadas —explica Sarmiento—, las grandes dotes naturales van a perderse en el crimen […]. Hay una necesidad para el hombre de desenvolver sus fuerzas, su capacidad y su ambición que cuando faltan los medios legítimos, él se forja un mundo con su moral y con sus leyes aparte, y en él se complace en mostrar que había nacido Napoleón o César.” D. F. Sarmiento, Facundo, p. 101.

[3] D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 138-139.

[4] D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 227-228.

[5] “Facundo, expresión fiel de una manera de ser de un pueblo, de sus preocupaciones e instintos […] es el personaje histórico más singular, más notable, que puede presentarse a la contemplación de los hombres que comprenden que un caudillo que encabeza un gran movimiento social no es más que el espejo en que se reflejan en dimensiones colosales las creencias, las necesidades, preocupaciones y hábitos de una nación”. D. F. Sarmiento, Facundo, p. 48.

[6] Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Cátedra, Madrid, 2004, p. 219.

[7] “Rodeábase [Facundo] de misterios y haciéndose impenetrable, valiéndose de una sagacidad natural, una capacidad de observación no común, y de la credulidad del vulgo, fingía una presciencia de los acontecimientos, que le daba prestigio y reputación entre las gentes vulgares”. D. F. Sarmiento, Facundo, p. 142. “[Los hechos de Facundo] han servido eficazmente para labrarle una reputación misteriosa entre hombres groseros, que llegaban a atribuirle poderes sobrenaturales.” D. F. Sarmiento, Facundo, p. 144.

[8] O. Paz, El laberinto de la soledad, p. 216.

[9] Ibidem.

[10] D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 338-339.

[11] R. Yahni, “Introducción”, pp. 14-16. “Son los vasos comunicantes [entre civilización y barbarie] aquello que permite comprender la historia argentina y la biografía de Facundo Quiroga, al mostrar que las fuerzas de la barbarie sirvieron también para corregir (nivelar) los errores culpables que la fantasía de unos intelectuales ilustrados cometieron [sic]”. Ibid., p. 16.

[12] “Cuando haya un gobierno culto y ocupado de los intereses de la nación, ¡qué de empresas, qué de movimiento industrial! Los pueblos pastores ocupados de propagar los merinos que producen millones y entretienen a toda hora del día millares de hombres; las provincias de San Juan y Mendoza consagradas a la cría del gusano de seda, que con apoyo y protección del Gobierno carecerían de brazos en cuatro años para los trabajos agrícolas e industriales que requiere; las provincias del Norte entregadas al cultivo de la caña de azúcar, el añil que se produce espontáneamente; los litorales de los ríos, con la navegación libre que daría movimiento y vida a la industria del interior. En medio de este movimiento, ¿quién hace la guerra, para conseguir qué? A no ser que haya un gobierno tan estúpido como el presente que huelle todos estos intereses, y en lugar de dar trabajo a los hombres, los lleve a los ejércitos a hacer la guerra al Uruguay, al Paraguay, al Brasil, a todas partes en fin.” D. F. Sarmiento, Facundo, p. 369 (subrayado en el original).

[13] Jorge Luis Borges, “Prólogo” a D. F. Sarmiento, Recuerdos de provincia, Emecé, Buenos Aires, [1944], p. 13.

[14] José Martí, “Nuestra América”, en Leopoldo Zea (comp.), Fuentes de la cultura latinoamericana, vol. 1, FCE, México, 1993, p. 123. El texto es de 1891.

[15] José Vasconcelos, Indología, en id., Obras completas, vol. 2, Libreros Mexicanos Unidos, México, 1958, p. 1237.

[16] D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 275-279.

[17] D. F. Sarmiento, Facundo, 315-318.

[18] En su autobiografía, Ernesto Cardenal aporta este notable testimonio: “Colombia es país más católico de América Latina. Los conservadores tenían su Virgen, que era la Virgen del Carmen, y los liberales tenían otra […]. Y los dos partidos se mataban entre sí. Y se siguen matando. Y cada uno con su Virgen, supongo. En los pueblitos la persona más importante es el cura; y la casa mejor es la del cura. Un sacerdote, Camilo Torres, creó un movimiento de liberación, y después fue guerrillero. Más tarde otro sacerdote, el padre Pérez, fue el jefe de esa guerrilla. Mientras el cardenal de Bogotá era mariscal de las fuerzas armadas. Un país en concordato con el Vaticano, cuando yo creo que no hay más países con concordato. Un país mariano, de devoción al Corazón de Jesús, de primeros viernes, de promesas, de peregrinaciones, de procesiones, escapularios, rosarios de la aurora a las cuatro de la mañana, adoración al santísimo, los niños en uniforme yendo a misa obligatoria los domingos, en algunos colegios a misa diaria, entierros solemnes con varios sacerdotes cantando hasta el cementerio, y campanas por dondequiera, y todas las órdenes religiosas imaginables, y por todas partes noviciados y seminarios. Colombia es el país más católico de América Latina, y Antioquia, donde nosotros estábamos, es el departamento más católico de Colombia. Allí la interjección más común de los hombres es “¡Ave María!” Allí en casi todas las casas se reza todas las noches el rosario y muchas oraciones más y también novenas […]. Antioquia es el lugar de las buenísimas empanaditas de maíz, que las señoras venden en los atrios de las iglesias para recaudar fondos para la parroquia. Y allí se ha visto a un cura cargando una gran cruz en la que clava los billetes que le dan hasta que la cruz queda toda cubierta de billetes. Y allí en el futbol el portero descuida la defensa ante la bola que se acerca por estarse persignando y besando la cruz que hace con los dedos. Y actualmente con el narcotráfico, los llamados sicarios, los niños organizados para asesinar, son devotos de la Virgen de Sabaneta, su patrona, y van a ella a rezarle (como los toreros a la Macarena antes de la corrida) para que no les falle la puñalada o el tiro. ¡Cuánta religiosidad ha habido en Antioquia, ave María!” Ernesto Cardenal, Memorias, 2. Las ínsulas extrañas, FCE, México, 2003, pp. 14-15.

[19] Véase un comentario muy interesante al respecto en Miguel Saralegui, “España y Latinoamérica: identidades y diferencias”, Revista de Occidente, 419 (abril 2016), pp. 70-83.

[20] J. L. Borges, Prólogos, p. 213.

¡Santiago y cierra España!

por Álvaro Sureda, historiador

De entre la obra pictórica de Augusto Ferrer-Dalmau[1] llama especialmente la atención uno de sus lienzos. El que representa a un jinete del ejército español cargando contra el enemigo bajo el título de «Santiago y cierra España». Una proclama que, durante siglos, ha formado parte de la tradición castrense y que hoy no parece ajustarse al discurso de lo políticamente correcto. Todo ello a pesar de la más amplia significación que alberga esa histórica arenga.

Cualquier divisa de este estilo expresa siempre una aspiración o ideal; un pensamiento que sirve como guía de conducta. Hoy en día, podemos ver cómo abundan todo tipo de lemas, desde marcas deportivas a slogans personales o de empresas que han pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana, como por ejemplo: Impossible is nothing[2], Think different[3]  o el Dios ha muerto de Nietzsche. Como es lógico, dentro del mundo militar, también podemos encontrar algunas expresiones propias: Desperta ferro[4], Legionarios a luchar, legionarios a morir[5] o el Semper fidelis de los marines americanos.

La historia del grito de Santiago y cierra España se remonta a la batalla de las Navas de Tolosa de 1212[6]; aunque también es posible que la recordemos por acontecimientos posteriores. Estas palabras, resonaron en boca de grandes personajes de la Historia de España como Miguel de Cervantes, don Juan de Austria o Álvaro de Bazán momentos antes de entrar en combate contra el ejército otomano en el Golfo de Lepanto. Asimismo, queda consignada en algunos personajes de la literatura como Sancho Panza[7] u otras obras como la Araucana[8].

¿Pero cuál es su significado? analicemos cada uno de sus vocablos:

Santiago se refiere a Santiago el Mayor, uno de los tres apóstoles predilectos, junto con San Juan y San Pedro, del grupo de los más directos seguidores de Cristo. Según la tradición, el apóstol fue el primero en recalar en tierras hispanas para propagar el Evangelio. Según este relato, tras su martirio en Palestina el cuerpo fue trasladado a España para ser depositado en el “Campo estrellado”; lo que hoy conocemos como Santiago de Compostela. El hecho de mencionar el nombre del apóstol, tiene un significado religioso y  a la vez  de protección. Años antes de la batalla de las Navas de Tolosa, tal como narra la leyenda, la noche previa a la batalla de Clavijo, el apóstol se le apareció a Ramiro I para comunicarle que Dios le había nombrado patrón de las Españas. La tradición también subraya que el apóstol apareció durante la contienda sobre su caballo blanco y cargó contra los abanderados de la media luna, “ganándose” el título de Santiago Matamoros.

En cuanto al significado de Cierra, es preferible ceder la palabra al periodista García Serrano[9]: “voz castrense mediante la cual se ordenaba cerrar el cuadro de las formaciones de infantería y de las brigadas de caballería buscando acometer al enemigo, acortar distancias con él y trabar combate”. Concluye, además, que se le puede atribuir un claro significado en defensa de la cultura y, por tanto, de unos fundamentos religiosos sobre los que se asienta el sentido de la libertad y el código de valores morales de una civilización.

Por último, España; una invocación a la patria que remite etimológicamente al patrimonio o herencia trasmitida por los padres, es decir, al legado de las generaciones pretéritas. Un depósito de principios, valores y esfuerzos que imprimen la exigencia ética de su preservación y mejora. El empeño que implica esta dedicación reside en la virtud de sus presupuestos. Éstos radicarían −en última instancia− en una concepción cristiana de la vida, procurando consiguientemente el bien integral de la persona como portadora de unos valores eternos que la dignifican. Este ideal vertebraría la acción solidaria y el vínculo de unidad entre los reinos cristianos peninsulares, claramente reflejado en las Navas de Tolosa con la confluencia de todas las armas. Castilla, Navarra y la Corona de Aragón (incluidos los condados catalanes) concurrirían en esa misma empresa colectiva. En realidad proyectaban sobre el terreno ese principio de unidad, basado en una creencia religiosa común, asumida por la Monarquía desde el III Concilio de Toledo durante el reino visigodo. Esto explica la invocación colectiva a Santiago, convertido en icono de una lucha e ideal común a partir de la variedad de reinos. Santiago representa esa unidad suprema (la restitución del imperium cristiano-visigodo), dentro de la diversidad de las colectividades nacidas después del 711 con la invasión musulmana de la Península.

Tal como señala García Serrano, a lo largo del tiempo algunos autores han intentado cambiar el significado de dicho lema. En su obra Luces de Bohemia Ramón María del Valle-Inclán contrapuso a la proclama tradicional aquella otra proferida por uno de sus personajes, Dorio de Gádex: «Santiago y abre España, a la libertad y al progreso»[10]. A pesar de su intención por presentarla como alternativa frente a hipotéticas desviaciones cerriles, se ha dicho que la expresión del escritor gallego no tiene porqué contravenir el anhelo de aquel clamor genuino en la búsqueda y defensa de una amplia libertad, enraizada en los presupuestos humanistas del cristianismo.

Cuando ahora parecen zozobrar estos principios que forjaron la identidad hispánica −en su manifestación europea y luego americana−, quizá resulte oportuno recordar esta significación. El valor de la persona humana, dignificada por su naturaleza racional y trascendente, generó todo un modelo de organización sociocultural abierto y acogedor del hecho religioso. Los caballeros del siglo XIII ya barruntaban ese ideal como unidad de destino. Muchas de las demandas de nuestro tiempo encontrarían respuesta en esas pautas humanistas que aportó España a Occidente y que siguen contenidas en esa sentencia lapidaria de ¡Santiago y cierra España!

[1] http://augustoferrerdalmau.com/

[2] Adidas

[3] Apple

[4] Lema de los soldados almogávares

[5] Legión española

[6] P. Lanini, Coedia famosa, la batalla de las Navas de Tolosa y el rey D. Alfonso el Buenos imprenta Joseph de Orga, 1761.

[7]  Sanz Camañes, Porfidio, La monarquía hispánica en tiempos del Quijote, Sílex, Madrid, 2004.  pág. 192

[8] Ercilla y Zúñiga, Alonso de La Araucana,, Parte 2,Imprenta Nacional, 1866. pág. 170

[9] García Serrano, Eduardo Gaceta, 2015.

[10] García Serrano, Eduardo Gaceta, 2015.

Las consecuencias políticas de las elecciones en Reino Unido

  por Patrick Breeze, filósofo

Las elecciones convocadas por la Primera Ministra británica, Teresa May, parecían objetivo fácil para el partido conservador. En primer lugar, debido a las encuestas que daban la victoria por asegurada. En segundo término, por la política de extrema izquierda propuesta por el liderazgo de Corbyn en el partido laborista y, en última instancia, por la popularidad personal de la que gozaba May, según las encuestas. Lo principal a destacar es la gran volatilidad del electorado.

Es muy probable que las elecciones hayan sido convocadas a causa del choque frontal entre la Primera Ministra y la líder del gobierno regional de Escocia, Nicola Sturgeon. En este sentido, cabe destacar que el partido conservador ha obtenido rotundas victorias al norte de la frontera inglesa. Los tories han conseguido 13 miembros del parlamento de Westminster por Escocia, algo inaudito para la época en la que vivimos (antes tan sólo contaban con un parlamentario). Los motivos del enfrentamiento, convocar otro referéndum sobre la independencia y el pro-europeísmo de Sturgeon.

Por tanto, el proyecto de un segundo referéndum sobre la independencia escocesa queda cancelado. Todo esto constituye una victoria clara en Escocia para los conservadores.

El resultado en Inglaterra ha sido malo para Teresa May, los conservadores han perdido 14 asientos en la cámara de los comunes. Ha sido una campaña marcada, en primer lugar, por los terribles atentados perpetrados por el terrorismo islámico radical. A esto se unió la acusación de que la señora May había recortado el gasto en defensa y fuerza policial cuando ocupó la cartera de interior. Además de unas propuestas electorales poco inspiradas y que parecían amenazar muchos servicios sociales.

Cabe destacar que la Primera Ministra sólo dimitirá si es su propio partido el que la expulsa. Esto se inicia si al menos 43 miembros del partido conservador comienzan el proceso para elegir un nuevo líder. La Primera Ministra ha asegurado su liderazgo y ha propuesto a la Reina un nuevo gobierno en alianza con el partido Unionista del Norte de Irlanda. El partido Unionista del Ulster es un partido con sólidos fundamentos cristianos, si bien está marcado por un pasado violento en los enfrentamientos entre católicos y protestantes.

En definitiva, la continuidad de la Primera Ministra se ve gravemente amenazada, las negociaciones con la EU van a ser difíciles, al tiempo que nos encontramos de nuevo con un gobierno de coalición.

Son multitud las preguntas que nos podríamos hacer. Pero parece que se podrían plantear las siguientes en el marco político de construir una sociedad más ajustada a la misma naturaleza humana. Entonces ¿cuáles deberían ser las prioridades políticas para construir una sociedad justa? ¿tan difícil es que exista un partido nacional que no acribille a impuestos? ¿dónde está la preocupación por los pobres y rechazados? ¿dónde están los principios no negociables propuestos por Benedicto XVI?

En Europa, el único país que parece estar dando grandes pasos en el sentido de organizar una sociedad más vertebrada según dichos principios es Polonia. Sería deseable que el Reino Unido emprendiera una senda similar para corregir muchos desajustes y problemas acumulados desde hace tiempo.

Las elecciones británicas

      por Patrick Breeze, filósofo.
          El próximo Mes de Junio, la Primera Ministra ha convocado elecciones en Reino Unido. La verdad es que este está siendo un tiempo convulso en la política Europea. No obstante, la Primera Ministra cuenta con el respaldo del electorado. Las recientes elecciones en Stoke-on-Trent, fueron una victoria sin precedentes para el partido de Teresa May. Una y otra vez la primera ministra ha insistido en que no iba a convocar elecciones. De esta manera se guardaba sus cartas sin ceder ante la presión de la prensa.

Estas elecciones se convocan ahora para dar gran respaldo a la Primera Ministra en sus negociaciones para salir de la UE. Negociaciones en las que se ha entrometido el parlamento Británico, reclamando poder que debería pertenecer al ejecutivo, la llamada prerrogativa Real.

Por otra parte parece que va a ser decisivo para el liderazgo de Jeremy Corbyn, político del ala izquierda del partido laborista que no cuenta con el apoyo de un sector notable de su partido. Su propuesta política tampoco parece gozar de mucha popularidad entre el electorado. Se trata de un líder veterano en la cámara de los comunes, pero que no cede ante las presiones internas y de los medios de comunicación. Se prevé una debacle del partido laborista Británico.

El partido que presionó para el referéndum, el UKIP, está también atravesando unos momentos difíciles en lo que se refiere a su identidad como partido. Por un lado el nuevo liderazgo no parece que haya dado frutos. Algunos comentaristas han opinado que al tratarse de un partido de protesta, una vez que la cuestión Europea haya sido resuelta, quizá sea un partido que directamente desaparezca del mapa.

          Por otra parte el SNP, partido nacionalista Escocés, apunta a que probablemente mantenga sus representantes. La lucha de los conservadores en Escocia va a ser decisiva, puesto que se trata tradicionalmente de un bastión del laborismo. Cabe añadir que en Escocia el único partido que defiende la unión del Reino Unido es el partido conservador.

Todo parece indicar que el resultado electoral va a dar gran respaldo a la Primera Ministra. Otoño de 2017 será un tiempo decisivo para la Unión Europea. La Primera Ministra contará con el respaldo del electorado y podrá definir la situación del Reino Unido en relación con la UE y el resto del mundo.

España, evangelizadora de la mitad del orbe

    por Álvaro Sureda, historiador

           “Hablo en italiano con los embajadores, en francés con las mujeres, en alemán con los soldados, en inglés con los caballos y en español con Dios”. Con estas palabras el emperador Carlos I de España y V de Alemania mostraba no sólo su manejo de las lenguas, sino la importancia que concedía a cada una de ellas. Que el español sea la lengua utilizada para dirigirse a Dios, no es mera casualidad, ya que en esta época el papel de gran defensor del cristianismo había sido transferido de los franceses a los españoles. Desde el gobierno de los reyes Católicos hasta la muerte de Carlos II, “el hechizado” (periodo hegemónico del Imperio español), España se alzó con un estandarte: no sólo detuvo el avance islámico y protestante en Europa, sino que se erigió en evangelizadora de buena parte del mundo. Desde las selvas remotas de Sudamérica hasta los confines de  Asia, (en tierras filipinas o la isla de los samuráis), grandes evangelizadores dieron la vida en esta empresa. Algunos de los cuales son reconocidos hoy, más por los descendientes de aquellos nativos que por los propios españoles. Como es el caso de San Junípero Serra o San Francisco Xavier, entre muchos otros.

San Junípero Serra es el único europeo representado en las 100 estatuas que forman la rotonda de la sala del Capitolio estadounidense. Unas estatuas que manifiestan la importancia de los personajes más sobresalientes de cada uno de los estados americanos. San Junípero, propuesto por el estado de California, fue un franciscano de Petra (Mallorca), que partió a las Indias con la intención de evangelizar a los nativos del lugar. A él se le atribuye la fundación de las misiones de  San Diego, San Carlos en Carmelo, San Antonio, San Gabriel y San Luis Obispo; más tarde le seguirán las de San Francisco, San Juan de Capistrano, Santa Clara y San Buenaventura. Además, se inicia la fundación de Santa Bárbara, que el P. Serra no llegará a ver coronada, porque le visitará antes la hermana muerte[1]. Misiones que más tarde se convirtieron en ciudades. Ciudades que hoy en día son universalmente conocidas.

Otros ejemplos reseñables son Martín de Rada y Jerónimo Martín, miembros de la orden agustiniana, considerados como los primeros evangelizadores de origen español que llegaron a tierras chinas en 1575[2].  En opinión de muchos,  Martín de Rada, ha pasado a la historia como un defensor de los derechos indígenas, un Las Casas asiático[3]. En un plano de mayor internacionalización, destaca otro nombre propio: Fray Bartolomé de las Casas, reconocido por su labor en la defensa de los indígenas americanos. Éste seguiría los preceptos de las leyes de Burgos de 1515, promulgadas por los Reyes Católicos; un hecho sin antecedentes en cualquiera de los imperios occidentales. También San Francisco Xavier, jesuita y nuncio de los territorios de la India y el Pacífico de la corona portuguesa, jalona este elenco de misioneros ilustres. Fue el primero en difundir el Evangelio por tierras niponas. La muerte le sobrevino cuando se disponía a cruzar el mar del Japón para llegar a tierras chinas.

Estos ejemplos, al igual que otros muchos no citados, son muestra de que no siempre contamos con ellos a la hora de presentar la historia de España en su integridad. Gracias a estos evangelizadores pudieron constituirse los pilares que permitieron a la corona española establecer relaciones internacionales con comunidades del extrarradio europeo. De este modo, se logró que el mensaje cristiano, con sus principios y costumbres radicados en la dignificación de la persona como reflejo de Dios, se transmitiera en muchos lugares del mundo. De hecho, cuando se propuso a Felipe II el abandono de Filipinas por su falta de rentabilidad económica, el monarca sentenció que España no estaba sólo presente por las riquezas, sino fundamentalmente para propagar la fe en Asia. Una decisión que prolongó la presencia española hasta 1898.  En palabras de Ollé: para los colonos novohispanos de las islas, muchos de ellos aún con el recuerdo de la conquista de México a partir de la Española, las Filipinas constituían un poco esas Antillas asiáticas que les permitirían dar el salto al continente (asiático)[4]

Resulta incomprensible, por tanto, que no se conceda la debida importancia a estos hechos, incurriendo en ocasiones en una historia tergiversada, alejada de los datos reales y debidamente contrastados. Es entonces cuando se desvirtúa la historia, convertida en altavoz de leyendas e ideologías.

[1]      http://www.franciscanos.org/santoral/junipero02.html

[2] Carta de Martín de Rada a Felipe II Manila, 1 de mayo de 1576, conservada en el Archivo General de Indias. Signatura: Audiencia de Filipinas, Filipinas 84. Localizada y transcrita por Dolors Folch Fornesa.

[3] Alonso, Luis (2008). «Martín de Rada en el laberinto asiático». Revista Huarte de San Juan, Geografía e Historia, 15, 77-89.

[4] Ollé, Manel, La invención de China. Percepciones y estrategias Filipinas respecto a China durante el siglo XVI, Wiesbaden, Harrassowitz Verlag, 2000.

Civilización y barbarie en Hispanoamérica (2ª parte)

   por Víctor Zorrilla, filósofo

Como dejamos dicho en el artículo anterior, para Domingo Faustino Sarmiento la alternativa en la que se debate la República Argentina es la de la civilización o la barbarie. La primera, representada por las ciudades, el comercio, las instituciones civiles y, en general, los valores de la cultura occidental[1]. La segunda, representada por el desierto o la pampa, esa enorme extensión —mucho mayor aún en la primera mitad del siglo XIX— vacía y agreste.

La pampa no carece del todo de habitación humana: además de surcarla la solitaria caravana, acechada por fieras y tribus salvajes[2], se encuentran en ella las estancias ganaderas de los gauchos. Estas no constituyen, bajo casi ningún concepto, una comunidad propiamente dicha y mucho menos una sociedad civil. La gigantesca distancia que separa una habitación familiar de otra —que suele extenderse varias leguas— impide la conformación de instituciones: la educación escolar y la vida política —aun la del cabildo municipal— se hacen imposibles. No solo carece el gaucho de estas instituciones de la vida social sedentaria, sino que también echa en falta, por lo mismo que él es sedentario, la sociedad de la tribu nómada. Así, aun siendo pastor, no goza del beneficio de la comunidad trashumante. La pampa es el reverso del municipio romano: en este, los ciudadanos se organizaban en torno a un núcleo urbano y de ahí salían a trabajar las tierras; en la pampa, la extensión impide esta organización. Se asemeja a la comunidad despótica tradicional de los esclavones, en Croacia, con la diferencia de que esta era agrícola y, por tanto, más susceptible de gobierno: la población no se hallaba tan desparramada. Lo más parecido a la pampa sería, quizá, la sociedad feudad de la Edad Media, en la que la nobleza vivía en el campo recluida en sus castillos; pero, a diferencia de la Edad Media, aquí no hay castillos ni nobles. En suma, la sociedad en la pampa es nula. En tales condiciones resulta imposible formar un gobierno, tratar asuntos públicos, hacer justicia y promover el desarrollo moral[3].

En la soledad de la campaña se desarrolla, eso sí, el tipo de gobierno despótico y absoluto que suele surgir espontáneamente en tales escenarios: el capataz de la caravana impone su autoridad a los subordinados —cuya insolencia ha de reprimir él solo en el desamparo del desierto— por medio de su temible audacia y la superior destreza con la que sabe manejar el cuchillo[4]. El juez de campaña —un famoso de tiempo atrás a quien la edad o la familia han llamado a la vida ordenada— administra una justicia arbitraria y sin formalidades que se acata sin contestación alguna. Todo esto forma ideas en el pueblo sobre el poder de la autoridad. De ahí resulta que el caudillo, una vez que se eleva, posee un poder terrible y sin contradicción[5].

El gaucho, por su parte, lleva una vida caracterizada por la dejadez. La crudeza de su vida y las inevitables privaciones traen consigo la rudeza y la incuria[6]: el gaucho —observa Sarmiento— “es feliz en medio de su pobreza y de sus privaciones, que no son tales para el que nunca conoció mayores goces, ni extendió más alto sus deseos”[7]. Si bien es posible levantar un palacio en un lugar desierto, en la pampa no se da la necesidad de mostrarse dignamente que surge en las ciudades. Así, la falta de estímulo marca la la vida del gaucho y la dota de las manifestaciones exteriores de la barbarie[8]. Resulta muy elocuente la comparación que hace Sarmiento de las colonias europeas de Buenos Aires con las villas campestres de la pampa:

Da compasión y vergüenza en la República Argentina comparar la colonia alemana o escocesa del Sur de Buenos Aires, y la villa que se forma en el interior: en la primera las casitas son pintadas, el frente de la casa siempre aseado, adornado de flores y arbustillos graciosos; el amueblado sencillo, pero completo, la vajilla de cobre o estaño reluciente siempre, la cama con cortinillas graciosas; y los habitantes en un movimiento y acción continuo. Ordeñando vacas, fabricando mantequilla y quesos, han logrado algunas familias hacer fortunas colosales y retirarse a la ciudad a gozar de las comodidades. La villa nacional es el reverso indigno de esta medalla: niños sucios y cubiertos de harapos viven en una jauría de perros; hombres tendidos por el suelo en la más completa inacción, el desaseo y la pobreza por todas partes, una mesita y petacas por todo amueblado, ranchos miserables por habitación, y un aspecto general de barbarie y de incuria los hacen notables.[9]

En realidad, el gaucho no precisa la laboriosidad: sus ganados se reproducen solos, con lo que el aumento del patrimonio no requiere de su iniciativa ni su industria. Tampoco puede emplear provechosamente las energías que economiza de esta manera, pues no hay asociación, artes ni cosa pública en que ocuparse[10]. Esta disolución de la sociedad, explica Sarmiento, “radica hondamente la barbarie por la imposibilidad y la inutilidad de la educación moral e intelectual”[11].

Sarmiento no niega, por lo demás, que la vida gaucha tenga sus propias instituciones y su modo de cultura, que él admira y describe con detalle. La educación de los varones gira en torno a la equitación y el manejo del ganado, actividades en las cuales el gaucho alcanza un nivel casi inverosímil de destreza. Una buena parte del día se dedica a las correrías por placer, al juego y a las demostraciones de habilidad ecuestre, en las que el gaucho a veces se juega la vida[12]. El valor varonil, la fuerza y la destreza constituyen los máximos, por no decir los únicos valores del gaucho[13]. Los niños aprenden a ensillar, a montar y a usar el lazo y las boleadoras apenas saben andar. Algo más adelante, se ejercitan en el campo esquivando madrigueras y salvando precipicios. En la pubertad prueban sus fuerzas domando potros salvajes. Al alcanzar la primera juventud han terminado su eduación y acceden a la completa independencia y la desocupación. El trabajo doméstico, que constituye casi la totalidad del trabajo en la pampa, corre por cuenta exclusivamente de las mujeres[14].

Huelga decir que el gaucho ve con compasivo desdén al hombre de la ciudad, que puede haber leído muchos libros, pero no sabe derribar y matar a un toro bravo, proveerse de caballo a campo abierto ni defenderse de un tigre en el desierto[15]. En el fondo, esta oposición entre el gaucho y el hombre de ciudad[16] refleja la fisura más profunda en la sociedad argentina desde antes de la independencia, que Sarmiento describe en estos términos:

Había antes de 1810 en la República Argentina dos sociedades distintas, rivales e incompatibles; dos civilizaciones diversas; la una española europea culta, y la otra bárbara, americana, casi indígena; y la revolución de las ciudades [= la guerra de independencia] sólo iba a servir de causa, de móvil, para que estas dos maneras distintas de ser de un pueblo se pusiesen en presencia una de otra, se acometiesen y después de largos años de lucha, la una absorbiese a la otra[17].

[1] “La ciudad es el centro de la civilización argentina, española, europea; allí están los talleres de las artes, las tiendas del comercio, las escuelas y colegios, los juzgados, todo lo que caracteriza, en fin, a los pueblos cultos. La elegancia en los modales, las comodidades del lujo, los vestidos europeos, el frac y la levita tienen allí su teatro y su lugar conveniente. [A]llí están las leyes, las ideas de progreso, los medios de instrucción, alguna organización municipal, el gobierno regular”. D. F. Sarmiento, Facundo, p. 66.
[2] D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 56-57.
[3] D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 68-69. La composición racial del gaucho es variada y va desde la raza española hasta la indígena pura, con todos los matices intermedios. D. F. Sarmiento, Facundo, p. 63.
[4] D. F. Sarmiento, Facundo, p. 62.
[5] D. F. Sarmiento, Facundo, p. 101-102.
[6] “[D]esde la infancia están habituados a matar las reses, y […] este acto de crueldad necesaria los familiariza con el derramamiento de sangre y endurece su corazón contra los gemidos de las víctimas. La vida del campo […] ha desenvuelto en el gaucho las facultades físicas, sin ninguna de las de la inteligencia. Su carácter moral se resiente de su hábito de triunfar de los obstáculos y del poder de la naturaleza: es fuerte, altivo, enérgico. Sin ninguna instrucción, sin necesitarla tampoco, sin medios de subsistencia como sin necesidades”. D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 73-74.
[7] D. F. Sarmiento, Facundo, p. 74.
[8] D. F. Sarmiento, Facundo, p. 68.
[9] D. F. Sarmiento, Facundo, p. 64.
[10] D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 69-70.
[11] D. F. Sarmiento, Facundo, p. 74.
[12] D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 96-97, 100.
[13] D. F. Sarmiento, Facundo, p. 98.
[14] D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 71-72.
[15] D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 72-73.
[16] “Saliendo del recinto de la ciudad todo cambia de aspecto: el hombre del campo lleva otro traje, que llamaré americano por ser común a todos los pueblos; sus hábitos de vida son diversos, sus necesidades peculiares y limitadas: parecen dos sociedades distintas, dos pueblos extraños uno de otro. Aún hay más; el hombre de la campaña, lejos de aspirar a semejarse al de la ciudad, rechaza con desdén su lujo y sus modales corteses; y el vestido del ciudadano, el frac, la silla, la capa, ningún signo europeo puede presentarse impunemente en la campaña. Todo lo que hay de civilizado en la ciudad está bloqueado allí, proscrito afuera; y el que osara mostrarse con levita, por ejemplo, y montado en silla inglesa, atraería sobre sí las burlas y las agresiones brutales de los campesinos.” D. F. Sarmiento, Facundo, pp. 66-67.
[17] D. F. Sarmiento, Facundo, p. 104.

Le Front National de Marine Le Pen (français/español)

Le triomphe du Front National de Marine Le Pen lors du premier tour des élections régionales françaises a provoqué tout un tsunami de déclarations concernant le succès d’un parti d’extrême droite. La première remarque, consiste en ce que s’il est vrai que le FN a son origine dans le domaine de la droite radicale, maintenant il appartient à un espace et à un moment de classification difficile, qui s’ajuste plus à le configurer comme un « péronisme » européen. Le succès de Jean-Marie Le Pen a été celui de réussir à fédérer dans une option électorale des monarchiques, des catholiques traditionnels, des néofascistes, des nostalgiques de Vichy, et des pieds-noirs (des algériens d’origine européenne) qui ont été expulsés lors de l’indépendance. Sa réputation en tant qu’ancien député de droite (poujadiste) et sa participation dans la guerre d’Algérie (officier parachutiste) lui a donné une grande popularité dans le domaine de la droite française. Cependant, son succès s’est limité à obtenir 10 % de l’électorat dans les élections européennes, empêché par le système majoritaire à triompher dans le reste des élections. Dans la tentative d’abandonner la marginalité politique, il n’a pourtant pas réussi à avoir des possibilités devant le cordon sanitaire de droite et de gauche du système qui encourageaient ses candidats, pour éviter la proclamation des lepénistes.

La rénovation effectuée par la fille de Le Pen, Marine, a supposé une tentative d’intégration de FN à l’intérieur de l’arc républicain français, comme l’élément le plus nécessaire du système. Son discours, moins extrémiste, est allé dans la direction d’une jeunesse laïque, au chômage et opposée au système régnant. De la même façon, sa catégorie féminine l’a aidé à augmenter le nombre de votes féminins d’une formation hégémoniquement masculine. L’assomption du discours républicain laïque français, le souverainisme gaulliste et un programme économique interventionniste, contraire au néolibéralisme régnant dans l’Union Européenne, lui a donné un rôle principal dans l’espace modéré de la droite et dans la gauche ouvrière. Pour éviter la perte du vote traditionnel du FN, sa nièce Marion Marechal-Le Pen, a continué avec le discours de son grand-père : pro-vie, l’antimariage gay et défenseur de toutes les mesures favorables à la famille. C’est pourquoi, Marine s’est présentée dans la région du nord, une zone désindustrialisée avec un taux de chômage très élevé et un ancien rempart de la gauche, alors que Marion le fait dans le sud rural et conservateur, avec une intense immigration algérienne.

Le vote au Front National, qui a tant alarmé à quelques chancelleries européennes, n’est pas dû au fait d’être d’extrême droite ou au fait d’en avoir cessé de l’être. La nouvelle image d’un FN moderne, intégré dans le système républicain, où ont été éliminés les anciens chefs d’un passé néofasciste, a réussi à faire que l’électorat rural conservateur, préfère la blonde Marine qu’à l’ami d’une grande fortune française: François Fillon. Le vote jeune de protestation, le vote rural des zones délocalisées de services sociaux, et l’urbain périphérique qui se trouve marginalisé par l’administration au profit des nouveaux pauvres, cherchent un nouveau populisme gaulliste qu’ils ne trouvent pas dans le message ultralibéral d’un Fillon ou Sarkozy qui sont amis d’Angela Merkel.

Les zones où le nouveau FN dépasse la barrière de 40 % sont la région méditerranéenne de la PACA et le bassin rural du Rhône, peuplées par des anciens expulsés d’Algérie. Mais aussi les zones désindustrialisées de l’Alsace, du Nord-Ouest flamand et de la zone de Calais s’y sont ajoutées.

Le nouveau FN a réussi à atteindre la limite de 30 % des votes, en absorbant le vote souverainiste d’une droite opposée à l’européisme des républicains –la formation du centre-droit de Les Républicains–, mais en supprimant le vieux parti communiste des quartiers ouvriers. Le FN a trouvé son créneau de vote chez les ouvriers industriels, les chômeurs (sans emploi) et les jeunes sans possibilité de trouver un emploi. Un sondage récent d’Ipsos/Sopra Steria publié avant les élections sur un échantillon de 8.000 personnes, montrait que le FN était le premier parti ouvrier : avec 43 %. Il était aussi la première option entre les jeunes de 18 à 24 ans, avec 35 %.

José Luis Orella, doctor en Historia.

VERSIÓN ESPAÑOLA:

El triunfo del Frente Nacional de Marine Le Pen en la primera vuelta de las elecciones regionales francesas causó todo un tsunami de declaraciones sobre el éxito de un partido de extrema derecha. La primera puntualización, es que si es cierto que el FN tiene su origen en el área radical de la derecha, ahora pertenece a un espacio y un momento de difícil clasificación, que se amolda más a configurarlo como un “peronismo” europeo. El éxito de Jean Marie Le Pen fue lograr federar en una opción electoral a monárquicos, católicos tradicionales, neofascistas, nostálgicos de Vichy, y pied noirs (argelinos de origen europeo) que fueron expulsados cuando la independencia. Su fama como antiguo diputado derechista (poujadista) y su participación en la guerra de Argelia (oficial de paracaidistas) le dio popularidad en el campo de la derecha gala. No obstante, su éxito se limitó a obtener un 10 % del electorado en las elecciones europeas, imposibilitado por el sistema mayoritario a triunfar en el resto de las elecciones. Sus intentos de abandonar la marginalidad política no tuvo posibilidades ante el cordón sanitario de la derecha y la izquierda del sistema que aupaban a sus candidatos, evitando la proclamación de los lepenistas.

La renovación efectuada por la hija de Le Pen, Marine, ha supuesto un intento de integración de FN dentro del arco republicano francés, como un elemento más necesario del sistema. Su discurso, menos extremista, ha ido en dirección a una juventud laica, parada y contraria al sistema imperante. Del mismo modo, su categoría femenina le ha ayudado a aumentar el número de votos femeninos de una formación hegemónicamente masculina. La asunción del discurso republicano laico francés, el soberanismo gaullista y un programa económico intervencionista, contrario al neoliberalismo imperante en la Unión Europea le ha dado un protagonismo en el espacio moderado de la derecha y en la izquierda obrera. Para evitar la pérdida del voto tradicional del FN, su sobrina Marion Marechal-Le Pen, ha continuado con el discurso de su abuelo, próvida, antimatrimonio gay y defensora de todas las medidas favorables a la familia. Por eso, Marine se presentó en la región del norte, una zona desindustrializada con enorme paro y antiguo baluarte de la izquierda, mientras que Marión lo hace por el sur rural y conservador, con una intensa inmigración argelina.

El voto al Frente Nacional, que tanto ha alarmado a algunas cancillerías europeas, no es tanto por ser la extrema derecha, como por haber dejado de serlo. La nueva imagen de un FN moderno, integrado en el sistema republicano, eliminados los antiguos caudillos de un pasado neofascista, ha proporcionado que el electorado rural conservador, prefiera a la rubia Marine, que al amigo de las grandes fortunas francesa, François Fillon. El voto joven de protesta, el rural de las zonas deslocalizadas de servicios sociales, y el urbano periférico que se ve marginado por la administración en beneficio de los nuevos pobres, buscan un nuevo populismo gaullista que no encuentran en el mensaje ultraliberal de un Fillon/Sarkozy amigo de Angela Merkel. Las zonas donde el nuevo FN está superando barreras del 40 % es la región mediterránea de la PACA y la cuenca rural del Ródano, pobladas por antiguos expulsados de Argelia. Pero también se han sumado las zonas desindustrializadas de Alsacia y del Noroeste flamenco y zona de Calais.

El nuevo FN ha conseguido llegar al límite del 30 % de los votos, absorbiendo el voto soberanista de una derecha contraria al europeísmo de Los republicanos, la formación de centroderecha de François Fillon, pero eliminando al viejo partido comunista de los barrios obreros. El FN ha encontrado su nicho de voto en los obreros industriales, los parados (cesantes) y los jóvenes sin posibilidad de encontrar empleo. Un estudio reciente de Ipsos/Sopra Steria publicado antes de las elecciones sobre una muestra de 8.000 personas, señalaba que el FN era el primer partido obrero: con un 43%. También era la primera opción entre los jóvenes de 18 a 24 años, con un 35%.

El solidarismo francés

   por Edison Tabra, jurista

En Francia se desarrolló una corriente académica llamada “solidarista” como alternativa al capitalismo y al marxismo[1]. Tuvo como exponente principal a Leon Bourgeois, quien sistematizó el pensamiento solidario en toda su plenitud. Con él la solidaridad adquirió una importancia cada vez más creciente en el mundo.

Pierre Leroux, Constantine Pequeur y Charles Fourier

     Para Pierre Leroux la solidaridad es producto de la evolución del cristianismo[2], el cual creó la caridad cristiana. Es el principal instrumento de organización e innovación en el interior de las sociedades. Con su ejercicio el ser humano cumple con su rol dentro de la sociedad y solo necesita reconocer la igualdad de derechos y de condiciones en otros seres humanos y que ellos, a su vez, se las reconozcan. Por tanto, es un deber.

     Por su parte, el aporte principal de Constantine Pequeur es incluir la dependencia constante entre los seres humanos como parte de la solidaridad. La dependencia plantea el deber de colaboración recíproca con los otros para su desarrollo y bienestar en común: la dependencia natural, necesaria, íntima, continua, absoluta, ilimitada, que son uno y los otros seres humanos en general para su desarrollo individual, moral y física; para su bienestar, su libertad, su desarrollo y felicidad […]. Esta de- pendencia es recíproca, incesante, entre ricos y pobres, entre fuertes y débiles, así como a los pobres a los ricos, los débiles los fuertes. Nadie puede escapar con impunidad, por la naturaleza de las cosas[3]

     En Charles Fourier, el proceso de intercambio es el medio de adquisición de los bienes y los servicios esenciales para el desarrollo de las personas y de la sociedad. La solidaridad es el resultado de la cohesión de los seres humanos por medio del “intercambio de las ideas, los servicios, los bienes, la mano de obra, las virtudes y los vicios”, lo cual les permite constituirse en familia[4]. Como la cohesión entre los seres humanos es esencial, la solidaridad se constituye en el deber de procurarla.

     De esta manera gracias a la solidaridad, la comunidad tiende al progreso y tiene la fuerza moral para restringir y eliminar cualquier acto que la perjudique.

Frederic Bastiat y Charles Renouvier

     Frederic Bastiat cree en la solidaridad como símbolo del intercambio y de la fuerza moral, porque restringe y destruye cualquier acto perjudicial para la comunidad. Con Bastiat ya surge el concepto de solidaridad como “fuerza progresiva”[5].

     En el caso de Charles Renouvier, se distinguen dos tipos de solidaridad: la social, caracterizada por unir a los seres humanos en el tiempo y el espacio, e influenciada por el ejemplo. La educación debe tener como función la transmisión de los actos justos. La otra forma solidaria es la “solidaridad personal”, que convierte a la persona en tributaria de sus costumbres y de sus acciones pasadas. Este segundo tipo constituye la identidad de un individuo por medio de las elecciones voluntarias que pudo y puede hacer, pero también inconscientemente bajo el efecto de las costumbres que dan forma a la naturaleza moral de la “persona”. Al socialismo no se le combate; y esta opinión, de que antes se hubieran reído los espíritus fuertes, no causa risa ya en Europa ni en el mundo; si se quiere combatir al socialismo, es preciso acudir a aquella religión que enseña la caridad a los ricos, a los pobres la paciencia: que enseña a los pobres ser resignados y a los ricos a ser misericordiosos. Por la solidaridad, el hombre, levantado a mayor dignidad y a las más altas esferas, deja de ser un átomo en el espacio y un minuto en el tiempo; y anteviéndose y sobreviviéndose a sí mismo, se prolonga hasta donde los tiempos se prolongan, y se dilata hasta donde se dilatan los espacios. Por ella se afirma, y hasta cierto punto se crea la humanidad, con cuya palabra, que carecía de sentido en las sociedades antiguas, se significa la unidad sustancial de la naturaleza humana, y el estrecho parentesco que tienen entre sí unos con otros todos los hombres. Indirectamente, en Renouvier la solidaridad es tomada como una virtud generada por la educación y por las costumbres.

     También critica la concepción del contrato social, ya que este ignora las leyes solidarias existentes. Su concepción sobre la deuda social es otro punto importante en su pensamiento, pues menciona la idea de un “sentimiento de deuda” plasmado en tres acepciones: el sentimiento de haber recibido algo, la capacidad de valorar o estimar lo recibido y la obligación de devolver el equivalente a cambio. Esto se debe a que la solidaridad es un factor existente desde la aparición del hombre y que se ha plasmado en la obligación de cuidar lo heredado y mejorarlo para el uso de la siguiente generación. De este modo, Renouvier plantea la noción de solidaridad como deber u obligación, la cual más adelante Bourgeois utilizará para elaborar su programa ideológico de la solidaridad.

[1] Arenas, R. (1986), p. 1.

[2] Leroux menciona: Tomé la idea de solidaridad, del mundo del derecho, para presentar en el mundo de la filosofía como la religión del futuro. Mi propósito era reemplazar la caridad cristiana por la noción de solidaridad humana. Véase Fouillée, A. (1928), pp. 301-302.

[3] Blais, M. (2007), p. 97.

[4] Blais, M. (2007), p. 110

[5] Borgetto, M. (1993), pp. 352-353.

La filosofía como coherencia de pensamiento y vida

  por María del Sol Romano, filósofa

Simone Weil (1909-1943), al igual que los grandes pensadores del mundo antiguo, practicó una filosofía existencial, entendida como una vocación por encarnar el propio pensamiento en la vida y simultáneamente como una reflexión sobre lo que la experiencia hace vivir. Su deseo de verdad y de justicia no permanecen en el plano intelectual, S. Weil reflexiona a partir de una filosofía entendida como sabiduría, como una inagotable búsqueda de verdad y bien. Por esta razón consagró su pensamiento y su acción para encontrar un remedio a los problemas que aquejan a la humanidad y que causan la desdicha humana, como es el caso de la opresión social y la barbarie. S. Weil muestra de este modo que la filosofía no solamente se relaciona con la parte reflexiva del ser humano, sino también, con su sensibilidad y con su acción: “una filosofía es una cierta manera de concebir el mundo, los hombres y a sí mismo. Ahora bien, una cierta manera de concebir implica una cierta manera de sentir y una cierta manera de actuar”[1].

     De acuerdo a esto, S. Weil no puede considerarse como una intelectualista que elabora teorías abstractas o que reflexiona fríamente sobre la cuestión de la condición humana. Tampoco puede ser vista como vitalista, en tanto que no busca exaltar la vida olvidándose de la verdad. La autora tiene simultáneamente una inclinación anti-intelectualista y anti-vitalista, puesto que propone una filosofía que mantiene un equilibrio entre el ámbito del pensamiento y de la experiencia; lo que posibilita la armonía entre el pensamiento y la vida sin mezclarlos ni confundirlos y dando su justo sitio a cada uno.

     Una filosofía entendida como una unidad entre el pensamiento y la vida, hace que quien la practique comprenda mejor el mundo y vea de otra manera la realidad y, al mismo tiempo, ayuda a realizar una transformación no solo del propio pensamiento, sino también de la vida, con el fin de comprometerse en el mundo. Para que la reflexión filosófica sea auténtica debe encarnarse en la experiencia, en esta vida, pues –como subraya Simone Weil– tiene “por objeto una manera de vivir, una mejor vida, no en otro lugar, sino en este mundo y enseguida”[2].

     Por lo tanto, la filosofía –como la concibe Simone Weil– no consiste en una pura “adquisición de conocimientos” sino en un “cambio de toda el alma”[3]. La filosofía no es solamente reflexionar y contemplar, sino también, es mejorarse a sí mismo. La filosofía debe aspirar a una transformación de todas las dimensiones del ser humano. Como afirma la autora, “no hay reflexión filosófica sin una transformación esencial en la sensibilidad y en la práctica de la vida, transformación que tiene igual alcance respecto a las circunstancias más ordinarias y más trágicas de la vida”[4]. La existencia debe estar encaminada hacia una continua transformación, hacia un constante cambio de sí. Como lo manifiesta Simone Weil: “Existir, para mí, es actuar (…) actuar no es otra cosa para mí más que cambiarme a mí misma, cambiar lo que sé o lo que siento”[5].

     Por consiguiente, la filosofía debe ser –siguiendo a S. Weil– una “búsqueda de la sabiduría” y, al mismo tiempo, una virtud que consiste –según los términos de Platón– en un “cambio de toda el alma”[6], en una “transformación del ser”[7]. La filosofía es pues un ejercicio en donde el filósofo hace un trabajo sobre sí mismo uniendo su pensamiento y vida con la finalidad de transformarse. La transformación a la que conduce la filosofía expresa su enfoque ético y el progreso moral que hace experimentar a quien la practica. Este progreso moral que tiene su origen en un deseo natural de verdad y bien inscrito en todo hombre, implícitamente es una respuesta al amor de Dios que es la Verdad y Bien absoluto. Cuando este deseo es auténtico inspira a quien lo experimenta a unir su pensamiento y vida, y más particularmente, a hacer descender el espíritu de verdad y de justicia en el mundo.

 

[1] S. Weil, “Cahier inédit I”, [1940], en Œuvres complètes, t. VI vol. 1, Gallimard, Paris, 1994, p. 176. En adelante se usará la abreviatura OC, tomo, volumen y página.

[2] S. Weil, “Quelques réflexions autour de la notion de valeur”, [1941], OC, IV 1, p. 58.

[3] S. Weil, “Quelques réflexions autour de la notion de valeur”, [1941], OC, IV 1, p. 57.

[4] S. Weil, “Quelques réflexions autour de la notion de valeur”, [1941], OC, IV 1, p. 57.

[5] S. Weil, “Du temps”, [1929], OC, I, p. 142.

[6] Platón, República, VII, 518 c.

[7] S. Weil, “Cahier inédit I”, [1940], OC, VI 1, p. 174.