por Juan Antonio Gallardo, filósofo
Tomás de Aquino, necesario y actual
En este 2025, en el incomparable marco del Jubileo de la Iglesia Católica, cerramos el triple aniversario —también jubilar— en torno a la egregia figura de Santo Tomás de Aquino. En 2023 celebrábamos los siete siglos de su canonización, en 2024 los 750 años de su muerte, y este año ocho siglos de su nacimiento.
En este trienio jubilar he rememorado personalmente mi encuentro con Santo Tomás. A lo largo de mis estudios de juventud, la mayor parte de las veces, la Escolástica o el tomismo aparecían en las explicaciones como un método más entre los existentes en el pasado, o mejor dicho, como algo pasado. Algún profesor “de la vieja escuela” nos advertía de la importancia del Aquinate y eso me tenía inquieto.
Después de los estudios de filosofía y teología, con la lectura de La vida intelectual[1] de Sertillanges, me topé con una visión del tomismo
totalmente distinta. En este libro pude asomarme y contemplar un hermosísimo horizonte donde el pensamiento de Santo Tomás se me descubría, no como una filosofía más —caducada—, sino como la sistematización más acertada y profunda del conocimiento de las cosas, del orden y fin del universo y del lugar que la persona ocupa en él, llamado a conocer y proclamar la verdad. Fue una gran revelación.
Muchos intelectuales[2] de gran altura han escrito para conmemorar esta feliz celebración de toda la Cristiandad, del don al mundo del «Doctor Humanitatis»[3]. Yo me sumo con esta pequeña aportación para homenajear al «más santo de los sabios y el más sabio de los santos»[4], y a todos los que me hablaron de él en la Escuela Tomista de Barcelona[5], mis maestros, a los que estaré siempre agradecido.
No conocí personalmente al Padre Ramón Orlandis S. I., ni a Jaume Bofill., o a Francisco Canals, pero llegué a saborear su tomismo gracias a la lectura y estudio de maestros como Eudaldo Forment Giralt o Enrique Martínez García, para después estudiar en profundidad su magisterio, acudiendo directamente a Santo Tomás. Tengo que añadir que la lectura de Sobre la Esencia del Conocimiento[6] cambió mi vida.
Hace unos años, el 24 de junio de 2011, tuve el honor de conocer personalmente al Padre Abelardo Lobato O.P[7]., en la I Jornada Tomista
de la Cátedra Santo Tomás de Aquino —que el sabio Lobato presidía— de la Universidad Católica de Murcia. Quedé admirado por la sabiduría y humildad del venerable padre dominico. Menciono este acontecimiento porque lo más atrayente de la doctrina de Santo Tomás es su humildad; el respeto por la realidad y por los hombres es el presupuesto necesario del realismo filosófico. El pensamiento realista es esencialmente humilde, sino no sería realista. Qué bien expresó esto García Morente, al referirse al «clasicismo de Santo Tomás»:
El respeto a la objetividad. El clásico (…) no finge, no inventa la realidad, sino que la acata y recibe respetuosamente, porque la considera creada por Dios. Por ello, aún más que respeto llamaríamos humildad a esta actitud del clásico (…). El clásico es pensador humilde[8].
Precisamente esta humildad impulsaba al Angélico a buscar desinteresadamente, y con todas sus fuerzas, la verdad[9], lo que le llevaba a ordenar armónica y arquitectónicamente todo el patrimonio del saber. Así lo explicaba el Padre Santiago Ramírez: «Nada más lejos de
él que el eclecticismo o el mero papel de compilador. Domina sus fuentes de información, las organiza, las completa y las perfecciona con su propio trabajo personal»[10]. Por esta novedosa sistematización puede Santo Tomás ser considerado como «creador de una nueva corriente doctrinal conocida con el nombre de tomismo»[11], «una síntesis superior en donde se coordinan y unifican todos los conocimientos verdaderos»[12].
Es en el realismo donde la teología católica tiene su presupuesto fundamental, y santo Tomás de Aquino ha sido el que mejor ha profundizado en los primeros principios del conocimiento, arraigados en el ser, en la humilde actitud del que contempla la realidad con todo su contenido y sin prejuicios.
Por la consideración de estos presupuestos ontológicos de la
concepción católica de la materia, que se arraiga en la unidad de las cosas creadas, habló San Josemaría Escrivá de Balaguer de la «materialización de la santidad[13]», que es la afirmación de la aptitud de las cosas ordinarias para ser elevadas por el trabajo de los hombres y la acción de la gracia:
No hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que necesita nuestra época devolver —a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares— su noble y original sentido, ponerlas al servicio del Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro encuentro continuo con Jesucristo.
El auténtico sentido cristiano —que profesa la resurrección de toda carne— se enfrentó siempre, como es lógico, con la desencarnación sin temor a ser juzgado de materialismo. Es lícito, por tanto, hablar de un materialismo cristiano que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu[14].
Se trata de una cuestión de nuclear importancia, centrada en la «original visión optimista de la creación, “el amor al mundo” que late en el cristianismo»[15], para devolver a la materia «su noble y original sentido», ordenada al Reino de Dios. No es posible la teología si esta inteligencia de la dinámica de la Encarnación no es la que informa la reflexión cristiana. Sin una recta inteligencia de la realidad creada, es fácil caer en un gnosticismo. Así lo explica Stefano Abbate:
Una interpretación sesgada de la naturaleza que no puede recibir la gracia por no estar suficientemente predispuesta a hacerlo, a causa de una deficiencia ontológica que impide la sanación de un orden esencialmente malo[16].
Se comprende, pues, que San Pío X, en la Encíclica Pascendi, advirtiera que «apartarse aunque sea un poco del Doctor de Aquino, en especial en las cuestiones metafísicas, nunca dejará de ser de gran perjuicio»[17]. Por ello, la primacía de la doctrina del Doctor Angélico ha sido un empeño constante en el Magisterio de los Papas, ya que está en juego la inteligencia misma de la Salvación.

Santo Tomás es un intelectual valiente, no teme a la realidad con la que entabla un verdadero diálogo, ni a los que piensan de modo distinto, a los que escucha con atención acogiendo la verdad venida de ellos, porque «omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est»[18] (toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo). No se trata de imponer lo que uno piensa, sino de escuchar a las cosas y a los demás. Así lo decía San Juan Pablo II en su discurso a los participantes en el VIII Congreso Tomista Internacional:
En el saber filosófico, antes de escuchar cuanto dicen los sabios de la humanidad, a juicio del Aquinate, es preciso escuchar y preguntar a las cosas. «Tunc homo creaturas interrogat, quando eas diligenter considerat; sed tunc interrogata respondent» (Super Job, XII, lect. 1).» La verdadera filosofía
debe reflejar fielmente el orden de las cosas mismas, de otro modo acaba reduciéndose a una arbitraria opinión subjetiva. «Ordo principalius inventiur in ipsis rebus et ex eis derivatur ad cognitionem nostram» (S. Th. II-IIae, q. 26, a. 1, ad 2). La filosofía no consiste en un sistema construido subjetivamente a placer del filósofo, sino que debe ser el reflejo fiel del orden de las cosas en la mente humana[19].
Hoy somos testigos de todo lo contrario. Recogemos los frutos amargos de un proceso histórico de raíces profundas. La negación de la verdad objetiva y de la posibilidad de su conocimiento tiene como
presupuesto la escisión entre el entendimiento y la realidad; se trata del vaciamiento del ente, de las cosas, con la consecuente negación de la realidad objetiva, y la sustitución de la verdad por ideología. Es una crisis metafísica, que da paso a lo que señalaba Joseph Ratzinger: «una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos»[20].
La cuestión metafísica es irrenunciable. San Juan Pablo II insistía en ello en la Encíclica Fides et Ratio:
Si insisto tanto en el elemento metafísico es porque estoy convencido de que es el camino obligado para superar la situación de crisis que afecta hoy a grandes sectores de la filosofía y para corregir así algunos comportamientos erróneos difundidos en nuestra sociedad[21].
Aunque es verdad que la Encíclica Fides et Ratio «no indica como único camino, para llevar a cabo la tarea fundamental de abrir un espacio a la trascendencia, el sistema tomista, desplegado y defendido por la escuela tomista, sino que invita a reapropiarse del potencial teorético constituido por los más profundos descubrimientos metafísicos de Santo Tomás»[22].
En efecto, San Juan Pablo II no indica como único camino el tomismo. Pero si esto es así, también lo es que la teología no puede prescindir de la filosofía cristiana —porque no habría posibilidad de teología—, y la filosofía cristiana no puede prescindir de los descubrimientos metafísicos de Santo Tomás, de la filosofía del ser, «que ve la realidad en sus estructuras ontológicas, causales y comunicativas»[23].
La filosofía de Santo Tomás merece estudio atento y aceptación convencida por parte de la juventud de nuestro tiempo, por su espíritu de apertura y de universalismo, características que es difícil encontrar en muchas corrientes del pensamiento contemporáneo. Se trata de la apertura al conjunto de la realidad en todas sus partes y dimensiones, sin reducciones o particularismos (sin absolutizaciones de un aspecto
determinado), tal como lo exige la inteligencia en nombre de la verdad objetiva e integral, concerniente a la realidad. Apertura esta que es también una significativa nota distintiva de la fe cristiana, de la que es signo específico la catolicidad. Esta apertura tiene su fundamento y su fuente en el hecho de que la filosofía de Santo Tomás es filosofía del ser, esto es del «actus essendi», cuyo valor trascendental es el camino más directo para elevarse al conocimiento del Ser subsistente y Acto puro que es Dios. Por este motivo, esta filosofía podría ser llamada incluso filosofía de la proclamación del ser, canto en honor de lo existente[24].
El filósofo Mario Pangallo a propósito de la filosofía del ser de Santo Tomás nos dice:
Ahora bien, la metafísica del acto de ser es la característica fundamental de la ontología tomista, gracias a la cual es posible llevar a término ese “paso del fenómeno al fundamento”, considerado necesario por el Papa en el n. 83 de la Fides et Ratio, parágrafo dedicado por completo a la recuperación de la dimensión metafísica de la filosofía[25].
Fr. Santiago Cantera O.S.B. mete el dedo en la llaga al señalar
directamente como «una de las mayores pérdidas que la civilización cristiana occidental ha sufrido en los últimos años, aproximadamente a partir de los 60 del siglo XX, ha sido la originada por una especie de derrumbe de la Escolástica y del tomismo»[26], y «este desplome ha sido patente de un modo muy particular en la Iglesia Católica»[27].
Como vemos, esta cuestión es clave en la urgente reflexión sobre la realidad misma, que hoy es reducida al ámbito de lo subjetivo o negada. La teología tiene como misión mostrar a Aquel que es «Via et Veritas et Vita (el Camino, y la Verdad y la Vida)[28]», y que nos ha revelado el sentido verdadero de la existencia de la creación. En los años postconciliares del Vaticano II se produjo una decadencia intelectual[29], una crisis metafísica que se acentuaba por ser río revuelto, donde las ideologías ateas se apresuraban a echar sus redes, deformando la doctrina conciliar para promover una lectura de la misma absolutamente contraria a su espíritu.

La incursión de las corrientes de la Nueva Teología y de otras provenientes del protestantismo e incluso de fuentes ideológicas totalmente ajenas a la fe, trajo su casi desaparición [de la Escolástica y del tomismo] entre los teólogos católicos y en los centros de formación, seminarios diocesanos y universidades, para dejar paso a nuevas formas de enseñanza, de exposición y de investigación cuyos resultados, sobre los que hoy se puede ya realizar un juicio bastante certero, han sido en general desastrosos: caída del nivel de conocimientos, incapacidad para el debate por el abandono del método deductivo y dialéctico propio de la Escolástica, errores doctrinales y un largo etcétera, que va haciendo conveniente subsanar pronto[30].
El tomismo, hoy
Sin embargo, fue el Concilio Vaticano II una solmene invitación a volver al Doctor Angélico[31]. Algunos peces fueron arrastrados por la corriente. Pero otros siguieron nadando contra corriente, y así «el tomismo sigue teniendo gran fuerza, tanto entre numerosos eclesiásticos y en bastantes centros de estudios, como quizá más todavía entre destacados filósofos seglares de hoy. Tal es el caso, en España, de la conocida Escuela Tomista de Barcelona»[32], donde destacados tomistas desarrollan una labor de profundización y divulgación científica para bien de todos; bajo el influjo de destacadísimos maestros que nos dejaron, como Ramón Orlandis, Francisco Canals, Jaume Bofill, José María Petit, actualmente blanden su pluma intelectuales de la talla de Eudaldo Forment, José María Alsina, Antonio Prevosti, Enrique Martínez, Martín F. Echavarría, Xavier Prevosti, Lucas Prieto, Stefano Abbate, Mariano Bártoli, Miguel Ángel Belmonte, Emili Boronat, entre otros, y desarrollan gran parte de su magisterio en el Instituto Santo Tomás de Aquino[33] en la Fundación Balmesiana, con regulares publicaciones en la revista Espíritu y en la revista Cristiandad, y con una gran actividad en la Sociedad Internacional Santo Tomás de Aquino. Hay que mencionar a la Fundación Speiro, que difunde su labor intelectual en la revista Verbo, con sede en Madrid, actualmente bajo la dirección del profesor Miguel Ayuso[34].
Hoy hemos salido de una crisis y miramos al futuro con gran esperanza, para afrontar los nuevos retos y seguir el ejemplo perenne de Santo Tomás, que es el «Apóstol de la verdad»[35], y luz para el tiempo presente, desde «la apertura plena y global hacia la realidad entera, superando cualquier límite hasta llegar a Aquél que lo perfecciona todo»[36].
[1] Sertillnages, A. D., La vida intelectual, Ediciones Encuentro, Madrid 2003.
[2] Cf. Revista Suroeste. Actualidad con Identidad. Santo Tomás de Aquino. Edición especial. Ed.Comunidad y Justicia, Suroeste. Marzo 2025. http://www.comunidadyjusticia.cl, www.revistasuroeste.cl
[3] Cf. Juan pablo ii. Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a los participantes en el VIII Congreso Tomista Internacional, n. 3. Castelgandolfo, 13 de septiembre de 1980. En: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1980/september/documents/hf_jp-ii_spe_19800913_congresso-tomistico.html (17/03/2025).
[4] Cf. Ramírez, Santiago, Introducción a Tomás de Aquino. Biografía Obras. Autoridad doctrinal. Ed. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1975, pág. 213.
[5] Cf. https://revistasuroeste.cl/2023/07/18/la-escuela-tomista-de-barcelona/, https://istomas.org/el-instituto/ (18/03/2025).
[6] Cf. Espíritu XLI (1992) 57-62, en: https://revistaespiritu.istomas.org/sobre-la-esencia-del-conocimiento-de-francisco-canals-vidal/ (17/03/2025). Canals Vidal, F., Sobre la esencia del conocimiento, Promociones Publicaciones Universitarias, Barcelona 1987.
[7] 20 de enero de 1925 – (†)18 de mayo de 2012. Cf. Lobato, A. (Dir)., El retorno de la filosofía. Jornada Tomista (Actas), Ed. UCAM Publicaciones, Murcia 2013.
[8] García Morente, M., El clasicismo de Santo Tomás de Aquino. Conferencia en la Universidad de Valladolid en la fiesta del Santo, Valladolid 1941. Citado en: Forment, E., La interpretación de Santo Tomás en García Morente, Espíritu XXXV (1986) 13-34.
[9] Cf. San Juan Pablo II, Carta Encíclica Fides et Ratio, n. 44.
[10] Ramírez, Santiago, Introducción a Tomás de Aquino. Biografía, op. cit., pág. 110.
[11] Ibidem.
[12] Grabmann, M, Das Seelenleben des hl. Thomas von Aquin, traducción española de Octavio N. Derisi, La vida de Santo Tomás, p. 147-148. Citado en Ramírez, Santiago, Introducción a Tomás de Aquino. Biografía. Op. Cit. p. 111.
[13]Cf. Luciani, A., Buscando a Dios en el trabajo diario. Artículo publicado por el Cardenal Albino Luciani (Beato Juan Pablo, Papa), en el diario veneciano Il Gazettino, 25 de julio de 1978.
[14] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Amar al mundo apasionadamente, Ed. Rialp, Madrid 2007, pp. 19-20. (Homilía pronunciada en el campus de la Universidad de Navarra el 8-X-1967). En: https://opusdei.org/es-es/article/amar-al-mundo-apasionadamente-4-2/#homilia (20/03/2025).
[15] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Forja, n. 703, en Camino, Surco, Forja. Ed. Rialp, Madrid 2007, pág. 901. Esta cuestión ha sido profundizada por Sanz Sánchez, S. en L´ottimismo creazionale di San Josemaría, Edizioni Università della Santa Croce, Roma 2014, págs. 217-254. En https://cedejbiblioteca.unav.edu/web/centro-de-estudios-josemaria-escriva/biblioteca-virtual/details.vm?w=sortAuthorities%3A%22Simposio+San+Josemaría+e+il+pensiero+teologico%22&view=global&lang=es&t=-modification&s=1 (6/04/2025)
[16] Abbate, S., La destrucción de la naturaleza por parte de la gnosis. Dios, cosmos, hombre, Revista Espíritu LXVI (2017), n.º 154, p. 415. En: https://revistaespiritu.istomas.org/la-destruccion-de-la-naturaleza-por-parte-de-la-gnosis-dios-cosmos-hombre/ (20/03/2025).
[17] Pío X. Carta Encíclica Pascendi, n. 46.
[18] Santo Tomás de Aquino, Super Job, lect. 3, núm. 103.
[19] JUAN PABLO II. Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a los participantes en el VIII Congreso Tomista Internacional, op. cit., n. 3
[20] Joseph Ratzinger, Homilía del Cardenal Joseph Ratzinger, Decano del Colegio Cardenalicio en la Misa «PRO ELIGENDO PONTIFICE», (Lunes, 18 de abril de 2005). En http://www.vatican.va/gpII/documents/homily-pro-eligendo-pontifice_20050418_sp.html
[21] Fides et Ratio, n. 83.
[22] Sanchez Sorondo, M. Per una metafisica aperta alla Trascendenza, en Grande Enciclopedia epismemologia, n. 119, pág. 45. Citado en Clavell Ll. El pensamiento de Santo Tomás de Aquino en la Encíclica Fides et Ratio. Tópicos, Revista de Filosofía, 19 (1), 35-49, pág. 48. https://doi.org/10.21555/top.v19i1.334
[23] Fides et Ratio, n. 97.
[24] San Juan Pablo II, Discurso al Pontificio Ateneo Angelicum (17 de noviembre de 1979), n. 6. En: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1979/november/documents/hf_jp-ii_spe_19791117_angelicum.html
[25] Pangallo, M., Tommaso d´Aquino nell´ Enciclica, en Grande Enciclopeidia epistemológica, n. 119, pág. 36, citado en: Clavell Ll. El pensamiento de Santo Tomás de Aquino en la Encíclica Fides et Ratio. Tópicos, Revista de Filosofía, 19 (1), 35-49, pág. 43. https://doi.org/10.21555/top.v19i1.334
[26] Cantera Montenegro, S., La crisis de Occidente. Orígenes, actualidad y futuro. Ed. Sekoita, 2020, pág. 27.
[27] Ibidem.
[28] Jn, 14, 6.
[29] Fides et Ratio, n. 61.
[30] Cantera Montenegro, S., La crisis de Occidente. Op. cit., págs. 27-28. Fr. Santiago Cantera pone aquí en nota al pie: Para las cuestiones a las que nos referimos aquí, pueden ser interesantes los apéndices de la obra del filósofo y teólogo dominico Rodríguez, Victorino (O.P.), El conocimiento analógico de Dios, Madrid, Speiro, 1995; especialmente el apéndice VI, «El método teológico después del Concilio Vaticano II», pp. 300-328.
[31] Cf. Fides et Ratio, n. 61.
[32] Cantera Montenegro, S., La crisis de Occidente. Op. cit., págs. 29-30.
[34] Cf. Cantera Montenegro, S., La crisis de Occidente. Op. cit., págs. 30.
[35] Pablo VI, Carta Apostólica Lumen Ecclesiae (20 de noviembre de 1974). Citada en: Fides et Ratio, n. 44.
[36] Fides et Ratio, n. 97.

contemporáneos, que lo fue esencialmente como epopeya. Un término éste, por cierto, tan raro ya en nuestra habla como en el propio libro. Y eso, a pesar de que tres de los catorce textos que se analizan se puedan considerar como poemas explícitamente épicos, de que dedique su ensayo más extenso, el de Carmen Benito-Vessels, a ese tema de manera oblicua (pues utiliza el género literario de La Florida de Escobedo para abordar su problematización epocal: “entre la Edad Media y la temprana Modernidad”) y de que en las otras ponencias no deje de subrayarse la dependencia de los relatos de aquellas andanzas (de la de Cabeza de Vaca a la de los mártires de Florida, de la de fray Marcos de Niza a la de Menéndez de Avilés, de la de Hernando de Soto a la del padre Benavides) de la épica medieval, de los cantares de gesta, de la literatura peninsular de frontera, a fin de cuentas, que estaban recibiendo nueva savia de los experimentos literarios renacentistas, tanto españoles (la novela de caballerías desde el Tirante y el Amadís al Quijote) como italianos (baste recordar el éxito de la traducción de Urrea del Orlando de Ariosto).

correcto ejercicio del pensamiento y que guiarán el espíritu hacia la verdad
por Antonio Cañellas, presidente del CIDESOC
me invitó al evento. Aunque ya conocía en buena medida la obra de don Luis, me admiró su claridad expositiva ˗más si cabe tratándose de un octogenario˗, su capacidad de síntesis y lo ameno de su discurso. Su intervención duró una hora exacta, pero tuve la sensación de que apenas habían transcurrido veinte minutos. El contenido versó sobre la aportación de España y de la Iglesia a la cultura occidental. Una temática que poco después recogería en dos títulos publicados en 2012.
Allí pude contactar con Suárez, que me atendió con amabilidad. Le propuse participar en una obra colectiva que, volviendo sobre el hilo de su conferencia, subrayara las mutuas aportaciones de España y América. Se trataba de abundar en la verdad histórica ante los mitos y las leyendas oscurantistas que rebrotaron en medio de aquella efeméride. No le tuve que insistir dos veces. A las pocas semanas recibí un texto mecanografiado que se convirtió en el primer capítulo del libro América y la hispanidad. Historia de un fenómeno cultural, editado por eunsa en 2011.
que su labor docente había sido el motivo de su condena por parte de los revolucionarios. Esta espiral de odio y persecución, que escribió el prólogo de la guerra civil (1936-1939), resultó crucial en su vida. Según sus palabras, aquella tragedia gestaría un proceso interior que culminaría poco más tarde con una doble vocación, personal y profesional. La demanda perentoria por hallar las causas más profundas de esa crisis le encaminó al conocimiento exhaustivo de la historia y a la gradual asunción de la fe católica como fuente de verdad de la que manaría el perdón y la convivencia, ejemplificados por los mártires de Turón. La posterior experiencia de la guerra civil convencería a Suárez de los efectos perniciosos del totalitarismo, particularmente en su expresión marxista. Para él, el estallido de 1936 era consecuencia del capítulo revolucionario de 1934. La incomprensión y el afán por patrimonializar la República, despojándola de su condición de forma de Estado para confundirla con un régimen político −y, por tanto, identificándola con una única ideología− fueron, a su juicio, los principales errores en los que incurrieron sus artífices.
adentró en el estudio de la Historia Moderna, animado por el impulso del catedrático Joaquín Pérez Villanueva, director del Instituto de Historia Jerónimo Zurita del CSIC. Poco a poco Luis Suárez perfiló su tesis doctoral, defendida en 1946. Bajo el título España frente a Richelieu, ahondó en las relaciones internacionales de la Monarquía hispánica durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648).
de la editorial Rialp. Una iniciativa sugerida por monseñor Escrivá de Balaguer y dirigida por el catedrático andaluz Florentino Pérez Embid
pudo participar en el proceso de apertura del régimen de Franco con la tramitación de la ley orgánica del Estado o la ley de representación familiar. No obstante, fue la votación que proclamó al príncipe Juan Carlos de Borbón sucesor a título de rey en la Jefatura del Estado en 1969 la jornada más trascendente para Suárez, a tenor de su significación histórica. Quedaban sentadas las bases para la instauración de la monarquía. La positiva valoración de Suárez residía en la capacidad integradora que atribuía a la Corona. En su opinión, era una oportunidad que permitía entroncar la historia con un futuro mejor
en un referente obligado, precisamente por la riqueza de sus fuentes, hasta que se permitió la consulta directa a otros investigadores, sobre todo al concluirse la digitalización del archivo en torno al año 2000. Fecha en la que Suárez iría revisando su obra con nuevas citas bibliográficas y documentales, que reuniría en la colección Franco. Crónica de un tiempo. Esto explica que la Real Academia de la Historia −a la que se había incorporado en 1994− le solicitara la redacción de la voz
de la II República como único antecedente legítimo de la democracia (fundamento de las leyes de memoria), se desechó la validez del aperturismo franquista en el reconocimiento progresivo de las libertades públicas y en la reactivación del sistema parlamentario, al tiempo que se cuestionaba la monarquía. Es por razón de esta circunstancia que la mayoría de los medios de opinión no admitió el término autoritarismo al que recurrió Suárez, en vez de totalitarismo, para definir políticamente al régimen de Franco. Se pretendía una equiparación con el nazismo. En su exposición, Suárez no hizo más que abundar en la historiografía y politología predominante hasta mediados de los años noventa. Según esta línea interpretativa, sintetizada por Suárez, la fórmula autoritaria “sometía todas las opciones políticas al poder del Estado, en el que reside toda autoridad”
Franco. Autoritarismo y poder personal, editado por Taurus en 1985. Por el contrario, y siguiendo dicho análisis, el totalitarismo se distinguiría por entregar el Estado y la sociedad a un partido único. De aquí que Suárez se resistiera a calificar el régimen de Franco de simple dictadura. No por falta de su componente autoritario que, como se ha visto, consignaba conforme a la realidad de los hechos, sino para diferenciarlo de fórmulas provisionales con plenos poderes desprovistas de intención fundacional
por Guillermo Arquero, historiador

. El franciscano Juan de Gales exaltaba la filosofía como saber supremo, pues era “el arte de las artes, la disciplina de las disciplinas […] la filosofía es el conocimiento de las cosas humanas y divinas, con el empeño de vivir bien”
ellos, queremos al final de esta Partida hablar de los estudios”, algo que los compiladores de este código hubieron de tomar casi directamente del Privilegium Scholasticum de Federico I (“consideramos oportuno que aquellos lugares, desde los cuales las tierras son iluminadas por la ciencia para obedecer a Dios y a Nos, su ministro, sean amparados con nuestra alabanza y protección a los que obran bien, para que la vida de los súbditos sea formada, y para que los defendamos, con especial afecto, de toda injusticia”
por Víctor Zorrilla, filósofo
dieran una solución distinta a la de Santo Tomás. En realidad, ellos no se plantearon ni se habrían planteado siquiera semejante problema. Aristóteles consideraba al comercio antinatural, innecesario e incompatible con la virtud, alegando, además, que no debía permitirse a jornaleros y campesinos entrar al ágora salvo que un magistrado los convocase. Así como el trabajo físico era asunto de esclavos, el comercio en la Grecia clásica era coto de extranjeros
vida cristiana
adquirían nuevas tierras. Los monasterios educaban a los talentos más aptos para desempeñar los cargos directivos y administrativos clave, seleccionándolos de entre su abundante y altamente motivado capital humano. Al final, los monasterios brindaron el modelo de negocio que habrían de seguir las grandes firmas y bancos italianos de la Edad Media, que fueron las primeras empresas capitalistas multinacionales de la historia
natural o una guerra, hay gran carestía de alimentos. Organizándose con otros mercaderes, él empaca trigo en costales o petacas, prepara a sus animales de carga y emprende el viaje. Como a sus compañeros, lo anima el deseo de aventura, el afán de lucrar, el impulso de socorrer al necesitado, la curiosidad del viaje. Poco a poco, sin embargo, los compañeros se van rezagando. Uno se demora visitando a un pariente. A otro le arredran las incomodidades y peligros del viaje. Otros más se entretienen en las tabernas. Nuestro protagonista, en cambio, duerme seis horas, se levanta de madrugada y se arma para defenderse de los salteadores. Despreciando las dificultades, y recordando al hijo enfermo que ha dejado en casa, emprende cada día el camino antes de despuntar el alba. Gracias a su diligencia y tesón, llega al destino justo a tiempo para salvar a un niño, un enfermo o un anciano que, de no recibir el alimento que él trae, habría muerto de inanición.
como Santo Tomás y muchos otros habitantes de la Europa medieval— de un régimen de libertad
pierda abiertamente y de repente. Resulta mucho más probable que ésta se erosione poco a poco entre brillantes promesas y expresiones de nobles ideales”
por Juan Antonio Gallardo, filósofo
presentó el vocablo Hispanidad como “una unidad de provenir”, con la que “incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que ha hecho el alma terrena y a la vez celeste de Hispania”. La lengua romance nacida en la región de Castilla, enriquecida y desarrollada en su proceso de crecimiento y expansión, acabaría por expresar toda una cultura y concepción de la realidad que José María Pemán vincularía al “hecho” idiomático español
adoptara estas dos acepciones de la palabra Hispanidad -1º: el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico, diseminados por Europa, América, África y Oceanía, 2º: el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos de estirpe y cultura hispánica”. La propuesta fue aceptada
civilizadora de España allende los mares
compilación de otros sucesivos publicados entre 1932 y 1933, surgiría la obra Defensa de la Hispanidad, reeditada en 1938, durante la Guerra Civil
con los primeros principios del conocimiento. Esta ordenación al fin último de la vida humana apunta a la Bondad Divina que nos atrae gratuitamente. De esta tendencia a la unificación sintética es confirmación y resultado aquel continuo recurso a lo que en la vida psico-moral es motor primero y norma suprema de todo sentimiento y afección, de toda determinación libre y de toda actividad práctica: el fin último de la vida humana
por Álvaro Sureda, historiador



por Luis Suárez, Real Academia de la Historia
el alejamiento de esta supuesta fuente con resultados que, muchas veces, precipitan divisiones y enfrentamientos. En este sentido, la idea de pacto que hemos abordado cede a la del pacto social, planteado en el siglo XVIII, expresado por la voluntad general ˗sinónimo de mayoritaria˗ como criterio de verdad, incluso en aspectos sustanciales. Es aquí donde se pierde su valor absoluto y decaen las certezas para un auténtico entendimiento y desarrollo de la comunidad política.
por Fernando Riofrío, filósofo