por Juan Carlos Rodríguez, historiador
Presentación
Ante el debate abierto en torno al cambio climático, sus causas y posibles consecuencias, nos proponemos llevar a cabo un análisis basado en la historia climática reciente de nuestro planeta, desde los albores de la civilización hasta el presente. Asimismo, haremos referencia a datos climáticos contemporáneos y a investigaciones científicas para confirmar datos y desmontar imprecisiones o falsedades si procediera.
Es fundamental evitar basarnos en opiniones o creencias arraigadas para comprender la evolución del clima, y tampoco debemos dejarnos influenciar por lobbies o prensa sensacionalista, ya que podrían sesgar nuestro entendimiento de este apremiante desafío del siglo XXI.
¿Qué es el cambio climático?
El cambio climático es un fenómeno complejo y global que abarca la transformación progresiva y significativa de los patrones climáticos en nuestro planeta a lo largo del tiempo. Esta variación se manifiesta con modificaciones notables en las temperaturas promedio, la precipitación, los vientos y la frecuencia de eventos extremos. Si bien el cambio climático ha sido una característica inherente de la historia de la Tierra, a medida que avanza el siglo XXI se señala a las actividades humanas como el máximo responsable de su aceleración[1].
Para entender el clima pasado y realizar predicciones de futuro, los científicos deben de recopilar evidencias geológicas a partir de sondeos geotécnicos de perfiles térmicos, testigos de hielo en glaciares, registros de los niveles del mar del pasado, de la flora y fauna (como el crecimiento de anillos en los árboles), análisis isotópico y de las capas de sedimento[2].
¿Cuántos cambios climáticos ha habido en la historia y cómo fueron?
Los cambios climáticos han existido desde el inicio de la historia de la Tierra. Han sido graduales o abruptos y se han debido a causas diversas, como las relacionadas con los cambios en los parámetros orbitales, variaciones de la radiación solar, la deriva continental, periodos de vulcanismo intenso, procesos bióticos o impactos de meteoritos[3].
Nuestro objetivo no será hacer un estudio pormenorizado de cada una de las etapas geológicas del planeta Tierra desde su creación c. 4.600 millones de años, sino que, iniciaremos el estudio, dando algunos datos ilustrativos a partir del Cenozoico y más concretamente, del Cuaternario que, corresponde a la aparición de los homínidos, es decir, nuestros antepasados. Sí que profundizaremos en ese estudio, con la aparición de la escritura y las primeras civilizaciones de la edad antigua.
Para los que estén más familiarizados con la paleontología, sabrán que sin el pertinente cambio climático del Plioceno, no hubiese sido posible la evolución humana. En los últimos 5 millones de años, donde se enmarca la evolución humana, se han ido sucediendo los períodos de las glaciaciones (eras del hielo) y períodos interglaciares (períodos más cálidos entre las glaciaciones). Durante las glaciaciones, grandes extensiones de tierra estaban cubiertas de hielo, lo que provocaba una disminución significativa de la temperatura global. Por el contrario, en los períodos interglaciares, las temperaturas eran más cálidas y el hielo se retiraba.
Según Peter de Menocal, mediante el estudio del Atlántico Norte, pudo comprobar cómo su enfriamiento influía sobre los monzones de África. Hace unos 2,8 m. a. se produjo un fenómeno que cambió de forma decisiva la historia climática del hemisferio norte (glaciación) y afectó a los ecosistemas en los que se desarrollaba la evolución de nuestros antepasados. Las pertinentes capas de hielo permanente, que afectaron al hemisferio norte, provocaron una serie de monzones africanos de veranos más fríos y menos húmedos que condujeron al retroceso de los bosques tropicales del África Oriental, en beneficio de las sabanas y del aumento de la aridez[4]. La progresiva adaptación a medios más secos y menos densamente arbolados, produjo una serie de cambios fundamentales en los homínidos que habitaban esas latitudes. El bipedismo y la postura erecta, unidos a un forzado cambio de dieta, fueron determinantes para nuestro desarrollo. Dicha crisis climática contribuyó a la desaparición del Australopithecus africanus (ligado a ambientes forestales) y propició la aparición del género Homo, especie adaptada a medios más abiertos. La marcha bípeda fue muy beneficiosa para nuestro género, ya que no únicamente podía recorrer largas distancias minimizando la radiación solar, sino que, le daba una visión del horizonte más amplia y le capacitaba para transportar objetos con las extremidades superiores, mientras caminaba. El homo habilis fue el primero en fabricar herramientas, pero ello no hubiese sido posible sin una mayor densidad craneoencefálica relacionada por la aportación de carne (aunque fuese mayoritariamente de carroñeo) a su dieta.
Otro momento clave para nuestra evolución aconteció en el Pleistoceno Medio, junto a otro cambio climático, que supuso el inicio de un estadio cálido del clima (quizás aún más que el actual) hace unos 127.000 años, correspondiente al estadio isotópico 5 (Marine Isotope Stages). Es cuando se gestan las dos especies humanas que conocemos mejor: los neardentales y nuestra propia especie.[5]
Gracias a las curvas de paleotemperaturas se ha dividido el Pleistoceno (de los 2,5 m. a. a los 11.700 años) junto al Holoceno (desde hace 11.700 años) en una serie de estadios isotópicos también denominados MIS (Marine Isotope Stages), que se numeran desde el actual hacia atrás. El presente corresponde al estadio isotópico 1. Los números impares representan períodos interglaciares, cuando las temperaturas eran relativamente cálidas, y los números pares representan períodos glaciares, cuando las temperaturas eran más frías y había una mayor extensión de hielo en la Tierra. En los interglaciares subía el nivel del mar, mientras que en los glaciares, descendía.
En la última gran glaciación, hacia el Würm 2 (período que comprende de MIS 4 al MIS 2 y se fecha desde hace 110.000 a hace 11.700 años) enormes masas de heladas llegaron a cubrir buena parte de la Tierra, desde los polos hasta aproximadamente la latitud de Berlín y, el nivel bajó unos 120 m. respecto a la actualidad. Así, se pudieron crear puentes de hielo entre distintas áreas separadas normalmente por el agua, como por ejemplo el estrecho de Bering, o quedar otros sobre la superficie, como el Canal de la Mancha. Constituyeron entonces rutas de migraciones para aquellos cazadores-recolectores, que debían de recorrer grandes distancias para poder encontrar presas con las que sobrevivir.
El actual interglacial empezó hace unos 11.700 años, gracias al cual pasamos de ser una sociedad cazadora-recolectora a una sociedad agropecuaria. La subida de las temperaturas facilitó la factibilidad del cultivo y lo que ello conllevó para la humanidad. La práctica de la agricultura posibilitó el sedentarismo y la aparición de las primeras civilizaciones (Mesopotamia, Egipto, China o Grecia).
Desde entonces la historia del clima ha mantenido una cierta estabilidad hasta nuestros días, presentando asimismo ciertas variaciones que, no por ser menores, serán menos importantes.
En el ámbito temporal del Holoceno se señalan tres eventos climáticos (RCC -Rapid Climate Change), en torno a 6200 a. C., 2200 a. C. y 1200 a. C., que dieron lugar a cambios relativamente bruscos del clima hacia condiciones más frías y secas, en especial el último, a las que tuvieron que adaptarse las civilizaciones mediterráneas. En el período entre 4000 y 2600 a. C. las condiciones climáticas fueron más húmedas que la media, evolucionando a condiciones menos húmedas; sobre todo a partir del 3400 a. C.. A partir de 2600 a. C. y hasta 600 a. C, el clima fue más seco que la media, aumentando la aridez en el Mediterráneo oriental, aunque con algunos períodos más húmedos. Precisamente en la región del Peloponeso se destaca un período húmedo entre aproximadamente los años 340 a. C. y 40 a. C [6]
Según el estudio realizado por Sivana y otros, el nivel del mar en la costa de Israel era entre 3 y 4,5 m más bajo que el actual hace 6000 años, subiendo progresivamente hasta alcanzar valores similares a los actuales hace unos 3000-2000 años[7].
A partir de la investigación realizada sobre el polen y carbón vegetal del sedimento en un núcleo del delta del río Nilo, Christopher Bernhardt pudo corroborar la gran sequía del 2.200 a. C. que hizo sucumbir al Imperio Antiguo de Egipto, como ya era descrito en los jeroglíficos de la tumba del militar Antifi en Hefat. Fue tan largo y letal tal período que, según el arqueólogo Harwey Weiss “Hubo abandonos de asentamientos desde el Mediterráneo hasta el Indo”. Otro episodio similar, será el acontecido en la segunda mitad del siglo XIII a. C., durante el reinado de Ramsés II.
Citando los estudios de Lamb (1997), en torno al siglo V a.C. el régimen climático en el Mediterráneo era probablemente más frío y más lluvioso en invierno que el actual, permitiendo obtener grandes cosechas y la formación de grandes oasis en los desiertos, aunque también eran frecuentes períodos de grandes sequías. En torno al año 300 a. C. existían hayedos en Roma (clima húmedo y frío), e incluso llegó a nevar en la capital italiana durante varios días, helándose el río Tíber.
Uno de los estudios más completos para conocer el clima durante la historia antigua de Roma es el dirigido por el profesor Francis Goelet de Historia Medieval y presidente de la SoHP (Ciencia del Pasado Humano en Harvard)[8]. En él, una red de investigación interdisciplinaria que reunió a genetistas, arqueólogos, climatólogos, científicos ambientales, informáticos y de la información, reconstruye el pasado climático de la civilización de los césares. A partir de la recopilación de datos derivados de anillos de árboles, núcleos de hielo, espeleotemas o varvas lacustres; señala que el llamado Óptimo romano fue un período de estabilidad desde aproximadamente el 100 a. C. hasta el 200 d. C. La evidencia arqueológica de Gran Bretaña, los datos de núcleos de hielo de Groenlandia y los datos dendrocronológicos sobre las temperaturas de verano de Austria coinciden en este sentido, al igual que el hecho de que los glaciares alpinos estaban retrocediendo y, durante los dos primeros siglos d. C., eran relativamente pequeños, probablemente comparables a su extensión en el año 2000 d. C. La evidencia arqueológica de la viticultura romana en Gran Bretaña también sugiere un calentamiento en los primeros años del Imperio. Un indicador sólido de temperaturas cálidas proviene de hallazgos arqueoentomológicos de la Nettlebug (Heterogaster urticae), que en contextos romanos se encuentran mucho más al norte de sus hábitats británicos que hacia la década de 1950[9].
Según la reconstrucción de SST del Canal de Sicilia basada en relaciones Mg/Ca medidas en el foraminífero planctónico Globigerinoides ruber, realizado por los investigadores Isabel Cacho, Giulia Margaritelli y Albert Català, de la Facultad de Ciencias de la Tierra y del Grupo de Investigación Consolidado de Geociencias Marinas de la Universidad de Barcelona[10]; el esplendor del Imperio romano coincidió con el período más cálido de los últimos 2.000 años en la cuenca del Mediterráneo. Las condiciones climatológicas derivaron progresivamente hacia condiciones más áridas y finalmente más frías coincidiendo con el declive histórico del gran imperio. Este nuevo registro se enmarca en el contexto de otros registros de TSM en el Mediterráneo publicados anteriormente en el mar de Alborán, la cuenca de Menorca y el mar Egeo y, también se compara con una reconstrucción de la temperatura del hemisferio norte. Esta comparación de registros muestra al período romano aproximadamente 2 °C más cálido que los valores promedio de los últimos siglos para las regiones de Sicilia y el Mediterráneo occidental. Después del período Romano se desarrolló una tendencia general de enfriamiento en la región con varias oscilaciones menores. Es inequívoco el vínculo potencial entre este Óptimo Climático Romano y la expansión y posterior declive del Imperio Romano.
Asimismo, podemos observar que del 200 al 400 d. C., el clima fue menos estable. La actividad solar indica un episodio de enfriamiento alrededor del año 260 d. C. que coincide con el aumento del hielo marino en Groenlandia. En el siglo IV las temperaturas se estabilizaron, para subir durante la segunda mitad del mismo. La precipitación en Europa central se volvió excepcionalmente variable alrededor del año 250 hasta el año 650. Aconteció una grave sequía que duró casi cuarenta años, del 338 al 377 d. C., una de las peores en 2000 años, documentada por la cronología de anillos de crecimiento de los árboles Dulan-Wulan.
A mediados del siglo V hubo un enfriamiento aunque con altibajos, alcanzando las temperaturas más frías hacia el 540. La tendencia general en el noroeste de Europa indica un período de calentamiento gradual desde aproximadamente el año 650 hasta alrededor del año 750, aunque con cierta variabilidad. Sin embargo, es importante destacar que este período de enfriamiento no tuvo una duración uniforme en toda Europa. Mientras que en Escandinavia el clima comenzó a suavizarse alrededor del año 700, en Centroeuropa la transición desde el clima frío al cálido se retrasó hasta el período correspondiente a mediados del siglo VIII hasta principios del siglo IX, coincidiendo con la época de Carlomagno. Por otro lado, en la península Ibérica, no fue hasta principios del siglo XI cuando se observó una recuperación significativa de las temperaturas.
Hacia el año 700, en las latitudes altas del hemisferio norte, se inició un período de calentamiento notable, que se extendió hasta aproximadamente el año 1200, conocido en climatología como el Pequeño Óptimo Climático o Período Cálido Medieval[11] que en el Sur de Europa duró hasta el 1300. La suavización de las condiciones invernales durante este período permitió a Erik El Rojo, un vikingo procedente de Noruega acusado de asesinato, establecerse en Groenlandia a finales del siglo X. Cuando él y su grupo llegaron a esta nueva tierra la nombraron Groenlandia, que se traduce literalmente como «tierra verde». No es que toda la isla estuviera cubierta de prados verdes, pero la zona costera albergaba este tipo de paisaje, junto con un clima relativamente benigno, lo que permitió a Erik El Rojo y sus seguidores establecer una colonia permanente en el lugar. Hasta hace poco era un auténtico misterio la razón por la que los vikingos abandonaron este territorio, pero todo parece indicar que las condiciones climáticas que les incitaron a instalarse en esta zona pudieron cambiar drásticamente. Un estudio publicado en febrero de este mismo año por la Universidad del Noreste de Illinois confirmó que los vikingos habrían vivido en una Groenlandia más cálida de lo habitual entre el 985 y el 1450 d. C. Estos años coinciden con el período medieval cálido. Y es que se estima que en esa época la temperatura media pudo rondar unos 10ºC. Se cree que ciertos cambios orbitales en la Tierra propiciaron un posterior enfriamiento que acabó expulsando a los vikingos de la región.[12]
La Pequeña Edad del Hielo (1450-1850) es un período de enfriamiento que durará aproximadamente hasta la época de la revolución industrial. Es importante destacar que este cambio climático no fue global y sus efectos apenas se notaron en el hemisferio Sur de la Tierra. Además, la PEH no tuvo una única fecha de inicio y final, ya que varió en diferentes regiones, pero generalmente se considera que el período más frío ocurrió entre 1550 y 1700 (con inviernos largos y muy fríos y veranos cortos y frescos).
Según José Miguel Viñas Rubio[13], físico y comunicador científico, dos causas principales presumiblemente desencadenaron el período frío de la Pequeña Edad de Hielo. En primer lugar, hubo un comportamiento solar anómalo, conocido como el Mínimo de Maunder, que ocurrió entre 1645 y 1715 y se caracterizó por una escasa actividad de manchas solares. En segundo lugar, hubo una mayor actividad volcánica en comparación con la actualidad, con erupciones explosivas como la del Tambora en 1815 y el volcán islandés Laki en 1783. Estas erupciones liberaron grandes cantidades de partículas a la estratosfera y permitieron a Benjamín Franklin establecer una conexión temprana entre los volcanes y el clima.
¿A qué se deben los cambios climáticos?
Hemos de entender los ciclos de Milankovitch con el fin de comprender la causa primordial detrás de las oscilaciones térmicas. Estos ciclos son:
El Ciclo de la Precesión: La precesión se relaciona con el balanceo del eje de rotación de la Tierra. La Tierra es una esfera achatada por los polos que gira en torno al eje imaginario que los atraviesa. La atracción gravitatoria ejercida por el Sol y los planetas sobre esa deformación ecuatorial provoca una lenta precesión de dicho eje (como el que describe una peonza a punto de caer). El ciclo de precesión tiene un período de aproximadamente 21.000 años. Es decir, el eje de rotación terrestre dibuja circunferencias respecto a la referencia de las estrellas lejanas. Actualmente se orienta hacia la estrella Polar pero dentro de 10.000 años apuntará hacia la estrella Vega.
El Ciclo de la Oblicuidad: También conocido como la variación de la inclinación axial, este ciclo se refiere a los cambios en la inclinación del eje de rotación de la Tierra con respecto al plano de su órbita alrededor del Sol. La oblicuidad varía en un período de alrededor de 41.000 años, en la actualidad es de unos 23,5 grados, fluctuando entre 22,1º y 24,5º.
El Ciclo de la Excentricidad: Este ciclo se relaciona con la forma de la órbita de la Tierra alrededor del Sol. La órbita no es perfectamente circular, sino que varía su excentricidad en un período de alrededor de 100.000 años. Cuando la excentricidad es alta, la órbita es más elíptica, y cuando es baja, la órbita es más circular. Estas variaciones en la forma de la órbita afectan la cantidad de radiación solar que la Tierra recibe en diferentes momentos del año.
Con el desarrollo de las escalas paleotérmicas marinas, sobre todo la basada en los isótopos del oxígeno, disponemos de evidencias innegables de que los cambios climáticos siguen oscilaciones cuyos períodos coinciden con la teoría de Milankovic[14]. Ello explica la periodicidad de las glaciaciones cada 100.000 años.
Los ciclos explicados anteriormente corresponderían a cambios progresivos, mientras que otras causas naturales provocaron sucesos catastróficos, rápidos e impredecibles, tales como el impacto de meteoritos gigantes o macroerupciones volcánicas. Como ya se ha mencionado, el factor fundamental del que depende la temperatura de nuestro planeta es la radiación que llega del Sol, y cualquier modificación de ella afectará a dicha temperatura. Uno de los fenómenos que puede ocasionar esas consecuencias son las erupciones volcánicas, ya que además de los efectos a corto y medio plazo de las cenizas volcánicas (que dificultan la irradiación solar mientras están en suspensión), los volcanes expulsan gases y vapores. Al llegar a la estratosfera generan una capa de aerosol a una altura (situada entre 15 y 20 kilómetros de altura) que impide que una parte de la radiación solar llegue a la superficie terrestre, provocando el correspondiente enfriamiento. Así ocurrió en los años siguientes a las erupciones de gran envergadura, como la de Tambora en 1815 o el Krakatoa en 1883.
Otro elemento a tener en cuenta, tanto a nivel meteorológico a medio plazo como en ciclos climáticos, son las corrientes marinas. Éstas regulan el clima y reparten la energía solar en la superficie del planeta, condicionando las temperaturas entre el ecuador y los polos. Podemos diferenciar entre corrientes marinas superficiales y corrientes marinas profundas. Las corrientes marinas superficiales corresponden a los desplazamientos de agua de mar provocados por la circulación atmosférica (vientos) sobre la superficie del Océano. Según su posición sobre el globo terrestre, estas corrientes son cálidas o frías. En cambio, las profundas, fluyen por la cuenca oceánica por debajo de las aguas superficiales, más densas, más cálidas y menos saladas. El frío y la sal aumentan la densidad del agua hasta llevarla a las profundidades.
Los registros climáticos conservados en el hielo de Groenlandia indican que en la última glaciación de la Tierra se produjeron unos 25 períodos de cambios climáticos repentinos: picos bruscos de temperatura en cuestión de décadas, seguidos de un enfriamiento gradual en el Atlántico Norte. La región también experimentó varios períodos extremadamente fríos entre algunos de estos episodios de calentamiento. Las causas de ambos fenómenos siguen siendo objeto de debate, pero las pruebas paleoclimáticas sugieren que el deshielo inyectó abundante agua dulce en el Atlántico Norte, diluyendo la AMOC lo suficiente como para ralentizarlo, o incluso apagarlo, provocando un enfriamiento significativo en todo el Atlántico Norte[15]
Por último, no podemos pasar por alto la influencia de nuestro satélite en el clima. Todos conocemos la influencia que la Luna tiene sobre las mareas, pero esta influencia llega más allá de esto. Las mareas son un factor que influye en el movimiento de las corrientes oceánicas, que mueven agua caliente o fría alrededor de la Tierra. Las fuerzas gravitacionales de la Luna provocan protuberancias y oscilaciones en la atmósfera de la Tierra, similares a las que se observan en el agua. La Luna también estabiliza la inclinación de la Tierra sobre su eje, lo que contribuye a estabilizar el clima. El tambaleo de la inclinación de la Tierra afecta a la distribución de la energía solar por la Tierra y puede influir en el avance o la retirada de las glaciaciones. Sin la Luna los científicos estiman que la inclinación de nuestro planeta podría haber variado hasta 85 grados, provocando grandes oscilaciones climáticas.[16]
¿Son las causas humanas las responsables del cambio climático?
A partir de los diferentes informes que emite el IPCC[17] (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático) avalado por la ONU, podemos tener una cierta idea de cómo se ha comportado el clima durante el último siglo, hacer cábalas de su evolución y cómo ésta puede influir en el Planeta Tierra y en sus habitantes.
En el quinto informe del IPCC, publicado en 2013, corrobora que durante el período 1901-2010, el nivel medio global del mar se elevó 0,19 metros [0,17 a 0,21 metros]. (nivel de confianza alto). Y según el Informe de Síntesis para el Sexto Informe de Evaluación que se llevó a cabo en Suiza en marzo del 2023, se afirma que las actividades humanas, principalmente a través de las emisiones de gases de efecto invernadero, han causado de manera inequívoca el calentamiento global, con la temperatura superficial global alcanzando 1,1°C por encima de los niveles de 1850-1900 en el período de 2011 a 2020.
Los pronósticos de dicha institución varían según los parámetros utilizados y según al informe que hagamos referencia. Según el 5º informe, anteriormente mencionado, el incremento de la temperatura media global estaría entre 1,5-2ºC hacia el 2100. Sin embargo, en el último informe se aventura a pronosticar un aumento mucho más pronunciado de la temperatura global, al igual que del nivel del mar. Para el grupo de expertos responsable del estudio: debido a la profunda incertidumbre relacionada con los procesos de las capas de hielo, no se puede descartar un aumento del nivel medio global del mar por encima del rango probable, acercándose a 2 metros para 2100 y superando los 15 metros para 2300 bajo el escenario de emisiones de GEI muy altas (SSP5-8.5).
Dicha afirmación dista en demasía de los datos aportados en su 5º informe, como se puede observar en el cuadro, aún teniendo en cuenta el escenario más catastrófico y poco probable, que era un aumento de 3,7ºC.
Nos encontramos, pues, ante la disyuntiva de una ciencia que ha podido reconstruir el pasado climático de nuestro planeta y evidencia que la principal característica del clima son sus cambios cíclicos provocados principalmente por la variación en la radiación solar, dependiendo de la órbita terrestre o de su inclinación, entre otros elementos naturales y, por otro lado, el IPCC, formado por un grupo de científicos avalados por la ONU que realiza informes sobre el posible futuro del clima basándose únicamente en el efecto invernadero provocado por los gases ligados a las actividades humanas. Si en los últimos 150 años se ha podido constatar un aumento de la temperatura media global de 1,1ºC+- y una subida del nivel del mar de unos 19 centímetros; el aventurarse a afirmar que en los próximos 80 años la temperatura media va a subir el triple que en el período anterior, puede ser un tanto imprudente, aún más cuando las previsiones meteorológicas a medio plazo (más de 15 días) son todavía un misterio empírico.
El hecho de que la contaminación en grandes ciudades causa el efecto de isla de calor, elevando las temperaturas locales debido a la retención de calor en edificios y carreteras es innegable, al igual que los efectos perjudiciales en la salud humana. Asimismo, lo es el hecho de que los cambios climáticos anteriores a la revolución industrial no fueron causados por las actividades humanas y, algunos de ellos, fueron francamente drásticos.
Conclusión
Hagamos una llamada a la cordura y evitemos posturas sensacionalistas por parte de la prensa internacional, demasiado acostumbrada a envolverse en postulados climáticos catastrofistas sin una base científica sólida. Llevemos a cabo medidas para minimizar la contaminación de nuestro planeta, sin vincularla a unos sectores industriales determinados ni sobre las espaldas de la clase media social, tan maltratada muchas veces.
A pesar de que las actividades humanas del último siglo y medio no hayan sido las detonantes principales de un calentamiento global y, más bien, están acelerando el ciclo natural, vale la pena minimizar nuestras emisiones, aunque solo sea para gozar de un aire más limpio en nuestras ciudades y conseguir unos niveles más saludables. Reducir, reutilizar y reciclar (las tres R), es cuestión de todos, porque reduciendo nuestros residuos podremos legar un mejor planeta a las generaciones venideras.
[1]Sondeos en el casquete glaciar de Groenlandia. La tecnología actual permite extraer y analizar el aire ocluido entre los cristales de hielo, y su estudio sistemático ha permitido obtener una valiosísima información sobre la evolución en la composición de la atmósfera terrestre en tiempos pasados. De estos análisis, resultan especialmente interesantes los resultados del contenido en el aire del isótopo O18.
[2]En la actualidad, existe una inclinación hacia la utilización de las curvas paleotérmicas oceánicas, obtenidas mediante el análisis de los estratos sedimentarios depositados en los lechos marinos. De esta forma, al analizar la proporción de oxígeno pesado en las conchas de los moluscos llamados foraminíferos que pertenecen a una serie estratigráfica determinada, sabemos si esta serie se corresponde a una época fría o templada. Dichos registros marinos exhiben una extensión temporal considerablemente más extensa y continua que sus contrapartes continentales, y proporcionan una representación más confiable de las variaciones térmicas a nivel global.
[3]https://www.ubu.es/adaptacion-al-cambio-climatico-en-las-universidades-accue/el-cambio-climatico/cambio-climatico-e-historia-de-la-tierra
[4]Peter de Menocal, es oceanógrafo y paleoclimatólogo. Es presidente y director de la Institución Oceanográfica Woods Hole (Massachusetts) y, founding director of Columbia’s Center for Climate and Life.
[5]Arsuaga, J. L., & Martínez, I. (1998). La especie elegida: la larga marcha de la evolución humana. Editorial Temas de Hoy.
[6]Finné, Martin (2014). Climate in the eastern Mediterranean during the Holocene and beyond– A Peloponnesian perspective. Department of Physical Geography and Quaternary Geology Stockholm University.
[7]Sivana, D.; Wdowinskib, S; Lambeckc, K.; Galilid,E. y Rabana, A.(2001). Holocene sea-level changes along the Mediterranean coast of Israel, based on archaeological observations and numerical model. Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology 167 pp. 101-117.
[8]McCormick, Michael; Büntgen, Ulf; Cane, Mark A; Cook, Edward R.; Harper, Kyle; Huybers, Peter; Litt,Thomas; Manning, Sturt W.; Mayewski, Paul Andrew; More, Alexander F. M.; Nicolussi, Kurt y Tegel, Willy .Climate Change during and after the Roman Empire: Reconstructing the Past from Scientific and Historical Evidence. The Journal of Interdisciplinary History. Vol. 43, No. 2 (Autumn 2012), pp. 169-220.
[9]Brown, A.G. et al.(2001). “Roman Vineyards in Britain: Stratigraphic and Palynological Data from Wollaston in the Nene Valley, England,” Antiquity, LXXV.
[10]Margaritelli, G., Cacho, I., Català, A. et al. (2020). Aguas superficiales mediterráneas persistentemente cálidas durante la época romana. Informe científico 10 , 10431.
[11]Entre el siglo X al siglo XIV se experimentó un clima extremadamente caluroso en el Atlántico Norte, dicho episodio fue calificado como “Óptimo climático medieval”, por el climatólogo británico Hubert H. Lamb. La producción agrícola aumentó considerablemente, y con ella la población europea, que pasó de unos 40 millones de habitantes el año 1000 a más de 70 el año 1300. El auge cultural de esta época fue de la mano de la prosperidad económica y, el arte románico y gótico, serán sus exponenciales.
[12]https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/desaparicion-civilizaciones-por-cambios-climaticos_14552
[13]Viñas Rubio, José Miguel (2013). El clima de la Tierra a lo largo de la historia. En Clima, naturaleza y desastre
España e Hispanoamérica durante la Edad Moderna, editado por Alberola-Romá, Armando, pp. 225-240. Universidad de Valencia, Servicio de Publicaciones.
[14]Arsuaga, J. L., & Martínez, I. (1998). La especie elegida: la larga marcha de la evolución humana. Editorial Temas de Hoy.
[15]https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2023/08/corrientes-oceanicas-atlantico-relantizan-caos
[16]https://www.nationalgeographic.es/espacio/2019/07/por-que-tenemos-la-luna-y-como-afecta-nuestro-planeta
[17]El IPCC creado en 1988 es el grupo científico reunido por las Naciones Unidas para monitorear y evaluar toda la ciencia global relacionada con el cambio climático. Desde su fundación ha publicado seis informes en los que actualiza y recopila lo más reciente en la ciencia del clima, las amenazas climáticas que ya estamos enfrentando hoy y lo que podemos hacer para limitar los aumentos de temperatura y los peligros que plantea para todo el planeta.