por Antonio Cañellas, historiador
Con motivo de la redada policial en el pub gay Stonewall (Nueva York) el 28 de junio de 1969 surgió un movimiento en defensa de los derechos del colectivo homosexual. En 1970 se produjeron las primeras manifestaciones reivindicativas. Con el tiempo se han ido extendiendo a otros países occidentales. El aumento del apoyo público ˗social y político˗ a dichas demandas no se explica sin unas influencias ideológicas que han determinado un cambio general de mentalidad. Sobre ellas se centrará el siguiente análisis.
La década de la revolución
En ocasiones se ha calificado el decenio de 1960 como el de la eclosión de las ideologías, muchas de ellas asociadas a la rebeldía y la subversión. Una época de descontento, sobre todo entre la generación nacida después de la Segunda Guerra Mundial. La aparición de la cultura hippie como alternativa al mundo bipolar de la Guerra Fría supone una primera mudanza de paradigma. Los conflictos bélicos que enfrentaban en terceros países a las grandes potencias en litigio (EEUU, con su modelo capitalista de libre mercado, y el comunismo de la URSS) suscitaron una reacción pacifista bajo el lema peace and love. La guerra de Vietnam actuó como catalizador de beatniks y hippies frente a la civilización tecnológica y desarrollista del momento[1]. También el grupo de los provos, de ascendencia anarquista, se asociaron a esas otras corrientes que confluyeron en las revueltas estudiantiles de 1968. Con la proclama de prohibido prohibir muchos universitarios se lanzaron a la protesta. El rechazo a la petición de mixtificar las residencias de la universidad pública por parte del gobierno francés fue una de las mechas que precipitaron el levantamiento. Esta demanda, unida a la crítica de la sociedad consumista y a la autoridad, es sintomática del influjo de la llamada revolución sexual, que también estimularía el auge del movimiento LGTB.

La lucha entre el bloque capitalista y el comunista no se circunscribió exclusivamente al campo militar. Los derechos de asociación, de manifestación o de opinión en el denominado mundo libre brindó a sus adversarios la oportunidad de aprovechar esas libertades para erosionar, desde dentro, las democracias occidentales. Esta hipotética debilidad se contraponía a la impermeabilización ideológica dispuesta por las estructuras de partido único de las repúblicas socialistas. De aquí la influencia de los seguidores de Karl Marx, teórico del comunismo, en el ámbito cultural universitario del oeste europeo. Entre ellos cabe destacar a Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Louis Althusser, Livio Maitan o René Étiemble, importador de la doctrina de la revolución cultural de Mao-Tse-Tung. El fundador de la China comunista se empeñó en liquidar cuanto de contenido burgués pudiera albergar todavía el marxismo. En este sentido, debía extinguirse cualquier corriente revisionista y sostener la batalla ideológica contra el capitalismo económico y sus estructuras políticas, sociales y culturales[2]. Esta exigencia ortodoxa encontró un público receptivo entre muchos jóvenes occidentales, desencantados por un sistema que creían deshumanizado por el capital y asfixiado por su pretendida ética.
En este contexto, tuvo lugar la constitución de la National Gay Task Force en Nueva York en octubre de 1973. Durante el encuentro se denunció la injusticia que históricamente había padecido el colectivo. Se cifró la causa principal al predominio dado a la heterosexualidad como única forma de manifestación sexual. El discurso atribuía esa primacía a un modelo cultural enraizado en la moral bíblica del Antiguo Testamento y en el estoicismo. Según su parecer, fue esta corriente filosófica, basada en el dominio de las pasiones y personalizada por Epícteto o Séneca en el siglo I d. C, la que habría alterado el sentido original del amor del cristianismo primitivo[3]. El mandamiento nuevo de que os améis unos a otros como yo os he amado[4] de Jesús de Nazaret sería interpretado de modo discontinuo con el contexto bíblico en el que éste se inserta y alude[5]. Quizá la cultura protestante, mayoritaria en EEUU, con su falta de cánones y libre exégesis de la Biblia, pudo favorecer este tipo de lecturas. Desde esta premisa debía superarse aquella moral y lograr así una más cómoda adaptabilidad a la hora de normalizar otras expresiones del amor de pareja ajenas a la heterosexualidad.
En cualquier caso, la declaración del grupo neoyorquino proclamaba el trato igualitario de las prácticas sexuales. Lo importante sería la autorrealización personal en su tensión con el eros (amor erótico) y, de este modo, poder actuar en la sociedad con equilibrio y afirmación plena de la propia personalidad[6].
Marxismo a la vista
Esta pretensión igualitaria entre todas las conductas y comportamientos sexuales encuentra su raíz más profunda en la relectura de las tesis de Karl Marx (1818-1883), coautor de El Manifiesto Comunista (1848). La crítica que formula al capitalismo por su contenido explotador se imbrica dentro de una lógica dialéctica y materialista. De las contradicciones que de éstas se generan en la historia resulta su progreso, que viene determinado por la fuerza motriz de las voluntades colectivas, hasta alcanzar la revolución. La definitiva habría de ser la comunista, consecuencia de la evolución histórica que alumbraría dos clases sociales antagónicas (burgueses/empresarios y proletarios/obreros), enfrentadas por la disputa de la propiedad. En ella misma radicaría el origen del proletariado, que tomaría conciencia del agravio de sus privaciones, incitándolo al acto revolucionario. Por medio de la violencia y la dictadura de los obreros se impondría la colectivización de la propiedad (todos los bienes compartidos). Sólo así ˗postulaba Marx˗ se acabaría con la división de clases, sobreviniendo una sociedad igualitaria como ideal supremo de la justicia[7]. Esta ruptura con las relaciones de propiedad revertiría necesariamente en la radical modificación de la llamada superestructura (social, política, cultural) emanada de aquéllas. Por eso la revolución comunista significaba el rompimiento absoluto con las ideas y la moral tradicionales[8].
En la elaboración de esta denuncia fue importante la digresión lanzada por Jean Jacques Rousseau en su Discurso sobre el origen de la desigualdad (1755). Para el pensador ilustrado, la sociedad civil se habría formado por acuerdo de las personas que la integrarían. En ese proceso, los sectores más poderosos ˗identificados con la riqueza material˗ aprovecharían su posición para consolidarse como grupo dominante. El autor se limitó a enaltecer su creencia en la bondad natural del ser humano. Este buen salvaje, convertido en referente a preservar[9], se corrompería por la competitividad y el egoísmo de la civilización moderna. Esta crítica al trasfondo capitalista de la cultura la asumiría el marxismo y, más adelante, los impulsores de la ideología de género. En ambos casos, a partir de un alegato humanitario de defensa de los más débiles o marginados (los obreros, por un lado, y las identidades sexuales periféricas; esto es: las ajenas a la heterosexualidad, por otro)[10] se justificaría la revolución o sobresalto de la estructura o construcción cultural y moral de la sociedad burguesa, asociada a la prevalencia del capitalismo y de la heterosexualidad. De este modo, muchos intelectuales marxistas cooptaron el fenómeno homosexual para crear microconflictos sociales que permitieran confeccionar un escenario de lucha revolucionaria[11].
Cuando el Report del National Gay Task Force planteó el supuesto enfrentamiento entre el modo mayoritario de expresión sexual y su contrapunto minoritario no hizo sino extrapolar esa dialéctica clasista del marxismo a otra de índole sexual. La heterosexualidad debía perder su hegemonía, al igual que la burguesía en el discurso comunista, para igualarla a las otras múltiples formas de sexualidad que pudiera plasmar el ser humano. Observemos el paralelismo en el siguiente gráfico:

Al reducir el ser humano a pura materia, increada y autosuficiente, se abjuraba de cualquier abstracción metafísica. Para Marx, la moral y la religión sólo serían formaciones de la mente humana[12] que actuarían como agentes coactivos de la conciencia del proletariado para enajenarlo y someterlo a los intereses de la burguesía. De ahí la urgencia de su supresión, por cuanto obstaculizaba el desenvolvimiento dialéctico de la historia a través de la lucha de clases[13].
Según Marx, en la relación del hombre con la naturaleza existe también una dialéctica del conflicto causada por la alienación en el trabajo. Suprimido el origen de esta enajenación ˗que Marx atribuye a la sobreexplotación económica˗ se restablecería la armonía entre el hombre como sujeto y el trabajo como objeto, hacia el que se dirige y encuentra[14]. Son varias las alienaciones referidas por Marx que repercutirían en el plano psíquico del ser humano. Ciertamente, el marxismo no niega en absoluto esta dimensión, pero la circunscribe estrictamente a las funciones orgánicas del cerebro. Es éste el que determina la existencia de la mente y la conciencia, en cuanto abstracción intelectual, y no a la inversa, según planteó la filosofía aristotélica. Y es que la psiké noética o acción de pensar resultaría ser la causa ordenadora que configuraría esencialmente la sustancia biológica, dotándola de racionalidad[15]. Esta afirmación del carácter primario del espíritu fue desechada por el materialismo[16], ya que la naturaleza se movería por cauces dialécticos y no por vías metafísicas o espirituales. La psicología debía desarrollarse, por tanto, como ciencia positiva destinada al estudio de las mediaciones de la conciencia humana entre la base económica del capitalismo y su superestructura ideológica[17].
Nietzsche: las pasiones desbordadas
Las tesis citadas llegarán a arremolinarse alrededor de la teoría del psicoanálisis, como luego comprobaremos. Sin embargo, a los condicionantes psíquicos deben sumarse los causados por la subversión moral impulsada por Nietzsche. Este otro pensador alemán (1844-1900) basará su filosofía sobre el doble principio de la afirmación vital y su sentido trágico. Entiende que la vida debe vivirse hasta el extremo y, por tanto, sin trabas morales que la limiten. Para el autor, Dionisos ˗dios griego del vino, la embriaguez y la exaltación pasional˗ debía representar el patrón de la conducta humana. De aquí la hostilidad hacia la ética estoica y cristiana, coincidente con la manifestada por el Report de la National Gay Task Force, por cuanto encarnan el ordenamiento racional de las pasiones. Según Nietzsche, esta última concepción imponía una tiranía sobre la naturaleza al asfixiar los instintos animales del hombre. Por esto tildó de falsos a los filósofos socráticos de la Antigua Grecia[18]. Y es que sus postulados implicarían una degeneración de la vida al oponerse ˗en palabras del alemán˗ a la autenticidad de la vida, contenida en la exacerbación instintiva[19]. Con ello se niega cualquier dimensión metafísica o trascendente del ser humano.
A pesar de negar la existencia de la materia, en tanto que se circunscribe a un entramado de energía cósmica e inestable, que identifica con la voluntad de poder[20], no deja de evidenciar otra forma de materialismo. Del mismo modo que Marx, concibe la conciencia humana como un proceso evolutivo de la vida orgánica impulsado por las fuerzas biológicas; aunque ˗en este caso˗ insertas dentro de ese poderío cíclico del cosmos. Concluye, pues, que la conciencia debe hacer instintivo el saber. Es decir, son los instintos animales del hombre los que deben determinar y regir su conciencia moral[21]. Para lograr este cambio de paradigma procederá a una transposición del lenguaje, modificando su sentido original. Así, la virtud ya no significará la libre disposición de la razón humana a orientar habitualmente la voluntad hacia el bien, según el orden moral inherente a la propia naturaleza[22], sino su asimilación al desfogue de las pasiones:
Antes tenías pasiones y las llamabas males. Pero ahora sólo tienes virtudes; nacieron de tus pasiones. Tú colocabas en estas pasiones tu objeto más elevado. Entonces ellas vinieron a convertirse en tus virtudes. Y aun si pertenecías a la raza de los coléricos o de los voluptuosos, de los sectarios o de los vengadores, todas las pasiones acabarían por transformarse en virtudes; todos los demonios, en ángeles[23].
De esta manera, se procede a la ruptura total con la llamada moral de servidumbre o de esclavos, caracterizada por su contención o freno al pleno desarrollo de la autodeterminación humana, que afirma absolutamente su voluntad individual, libre y soberana[24].
A partir de estas premisas se allanaría la desactivación gradual de prejuicios psicológicos o de conciencia. En efecto, al apartar definitivamente esa cultura deudora, que demanda la reparación de las deudas morales, se opera la liberación total de los instintos y su legitimación moral. También en lo referido al instinto sexual. Para el pensador de Röcken, el amor se identifica con la sensualidad y el placer. Una visión erotizada que ˗a su entender˗ supera la fase de “castración” de la naturaleza instintiva que habría ejercido el cristianismo[25]. Al igual que Feuerbach, al que siguen Marx y Engels, el amor sexual constituye una forma culminante de relación que adquiere la categoría de una nueva religión[26], a modo de arrebato místico[27].
Psicoanálisis: hacia la liberación del instinto sexual
En palabras del doctor austriaco Sigmund Freud (1856-1939), el psicoanálisis consiste en “una modalidad de tratamiento médico de pacientes neuróticos”[28]. Esta definición por parte de su impulsor descarta ˗al menos teóricamente˗ cualquier confusión con una posible doctrina filosófica. Nos hallaríamos, por tanto, ante una práctica de la medicina que, conforme a su etimología, procuraría el cuidado, el alivio y la rehabilitación del enfermo. La neurosis es un trastorno mental caracterizado por un nivel elevado de angustia que hipertrofia los mecanismos compensadores de la misma. Sus causas pueden ser variadas. Los afectados suelen recurrir, con mayor o menor conciencia, a distintos mecanismos de defensa que mitiguen sus consecuencias para la salud psíquica.
Según la perspectiva mecanicista de Freud, que concibe la personalidad del ser humano como un entramado de dispositivos psíquico-orgánicos, la causa predominante de una neurosis se encontraría en “la incapacidad para soportar por largo tiempo una estasis libidinal considerable”[29]; es decir, un estancamiento o represión del instinto sexual. Sin embargo, el mismo Freud apunta que para esquivar o superar una dolencia como la neurosis, donde intervenga poderosamente el factor libidinoso, se precisa de su desplazamiento o sublimación. Un acto en el que intervendrían las distintas regiones de la personalidad para posponer el llamado principio de placer ˗hacia donde se dirige la instintividad animal, especialmente la pulsión sexual˗ por el principio de realidad. Éste vendría definido por las convenciones sociales en las que se inserta el individuo y que capta por medio de su inteligencia. De esta manera, los impulsos más primitivos se transformarían en altos ideales de cultura[30]. Con todo, añade Freud, que no todas las personas pueden proceder así y que sería injusto exigirles una idéntica conducta sexual según los patrones de la cultura occidental del momento[31]. Desde bien pronto, desliza que la moral de la cultura cristiana y burguesa acaba excitando en muchos sujetos conflictos psíquicos que derivan en una neurosis.
De esta manera, el principio de realidad se erige para Freud en determinante al analizar su relación con los casos de alteraciones psíquicas en las sociedades modernas. Mucho antes de publicar su ensayo sobre El malestar en la cultura en 1930, había apuntado los efectos de la llamada moral sexual cultural en la proliferación de las neurosis. En Occidente se exigirían una serie de sacrificios al individuo para sublimar su instinto. Sin embargo, esta tensión entre la instintividad y el autodominio psíquico podrían originar daños a la salud mental, como se ha dicho. De aquí que ˗siguiendo al psicólogo Christian von Ehrenfels˗ postulara también la necesidad de reformar esa moral, haciéndola más auténtica y menos hipócrita. Esto implicaba una mayor permisividad social en las conductas sexuales de sus componentes. La crítica a la sobrevaloración de la monogamia de von Ehrenfels, incorporada por Freud, se fundaba ˗por ejemplo˗ en una hipotética parálisis del principio de selección viril[32]. Se percibe claramente la traslación del principio de selección natural de Charles Darwin a este campo y, por supuesto, la crítica del comunismo al matrimonio burgués[33]. Sin embargo, la idealización de este tipo de conductas en el hombre primitivo eludía o no atendía suficientemente las contradicciones resultantes y las angustias propias de la condición y de la existencia humana[34], según revelarían los estudios arqueológicos y antropológicos[35].
Asimismo, a la hora de encarar la génesis de las perversiones sexuales ˗esto es: las transgresiones de la función sexual, tanto en el ámbito del cuerpo cuanto en el del objeto sexual[36]˗ Freud plantea el concurso de varios factores, incluido el cultural. Para el médico austriaco, la cuestión debe analizarse sin prejuicios y a partir de la observación de casos clínicos. A su entender, las llamadas perversiones no serían “bestialidades ni degeneraciones en el sentido patético o conmovedor de la palabra”[37]. Con esta aseveración contribuyó a relativizar las consideraciones morales ligadas a una cultura de raíz cristiana, contraponiéndola a la cultura clásica griega, que creía más aventajada. En ella, la homosexualidad era tolerada e incluso se le atribuían importantes funciones sociales[38]. La afirmación es algo superficial y generalista, por cuanto no atiende a la variedad de opiniones, situaciones sociales y leyes de las ciudades-estado griegas[39], ni a la reprobación generalizada de las relaciones homosexuales entre adultos. Lo aceptado era, más bien, una forma de pederastia consentida en la que algunos maestros introducían a sus jóvenes discípulos ˗miembros de la aristocracia˗ en el conocimiento del eros o del placer sexual[40]. En cualquier caso, sigue Freud, que esas perversiones ejemplificarían “un estadio de una inhibición del desarrollo de la constitución sexual”. La herencia biológica y las influencias accidentales en la vida de un individuo parecerían determinar la manifestación de esas expresiones[41].
En todo caso, en el pensamiento de Freud subyace una óptica inmanentista, por la cual la constitución psíquica individual se convierte en principio de autodeterminación. Es la realidad externa la que, en todo caso, debe adaptarse al deseo (pulsión sexual) del individuo en su búsqueda del placer/felicidad. En esto consiste la modificación de la cultura o superestructura cultural; si se prefiere un término marxista. Esta influencia de Freud caló incluso en los movimientos literarios de vanguardia, particularmente en el surrealismo. El subconsciente del “yo” individual fue interpretado como la auténtica realidad a considerar. La lógica o la razón quedaba así marginada para dar rienda suelta a los impulsos más ocultos de la psique. Las vanguardias, por su rechazo absoluto a la realidad ˗humanamente percibida por los cinco sentidos˗, se erigieron en constructores de una realidad nueva, alternativa y subjetiva. La única válida para ellos, con la consecuente deformación del orden lógico en el arte y la literatura[42]. Esta aspiración por crear un hombre nuevo enlazaría con la utopía socialista. No en balde, muchos surrealistas militaron en las filas del comunismo. Poco a poco las tesis de Freud y Marx fueron ensamblándose con vistas a una estrategia ideológica y política de transformación radical.
La ruptura hecha realidad
El mismo año 1924 en que se publicó el Primer Manifiesto del Surrealismo apareció el Instituto para la Investigación Social, adscrito a la Universidad de Frankfurt. Esta iniciativa de la intelectualidad marxista en Alemania pretendía proyectar los esquemas ideológicos del socialismo en su análisis y valoración de la sociedad capitalista. El grupo, conocido como la Escuela de Frankfurt, alcanzaría su auge a partir de la década de 1950.
La implantación del régimen nazi entre 1933 y 1945 detuvo los trabajos de la entidad, forzando el exilio de varios de sus integrantes. Estados Unidos de América se convirtió en su lugar de acogida. En la ciudad de Nueva York se estableció la sede correspondiente del Instituto, que pronto contó con la presencia de Theodor Adorno o Herbert Marcuse. El paso de estos estudiosos dejó huella en algunas universidades norteamericanas, especialmente la de Berkeley, convertida en centro de irradiación de sus ideas revolucionarias.
La discusión teórica sobre la autoridad y el eros formulada por estos autores se complementaría ˗en cuanto a sus efectos mediáticos˗ con las estadísticas acerca del comportamiento sexual masculino y femenino lanzadas por el zoólogo norteamericano Alfred Kinsey en 1948 y 1953. Las ideas de Freud sobre la libido avivaron el interés de Kinsey por un tema que trataría empíricamente y sin tapujos. Tomando como plataforma el Instituto para la Investigación Sexual, fundado en Indiana en 1947 con el apoyo de la Universidad y de la Fundación Rockefeller, Kinsey emprendió un estudio a partir de unas 12000 entrevistas personales. Se vertió un número considerable de conductas calificadas como atípicas. Entre ellas el porcentaje de la homosexualidad masculina, que se elevaría al 10% de la población. Estas cifras serían revisadas a la baja por otros trabajos como el de la Universidad de Chicago, publicado en 1994 para prevenir la propagación del SIDA. Sin embargo, para Kinsey su investigación demostraría que de esos casos singulares podía extraerse una generalización conductual. De aquí que exigiera el arrumbamiento de toda hipocresía para normalizar socialmente ese tipo de comportamientos. Esta supuesta práctica mayoritaria y la coincidencia con la de otros mamíferos fueron los principales argumentos que alegó para sostener su discurso permisivo. En este sentido, no dudó en equiparar las reacciones biológicas e instintivas del ser humano con las del resto de la especie animal, sin atender debidamente a la racionalidad propia del hombre, a su transcendencia y a su psicología. En definitiva, Kinsey prescindió de un análisis integral riguroso de la persona a la hora de encarar su dimensión sexual. Su visión invertía por completo las categorías morales objetivas del intelecto para asimilarlas con el filosexualismo; es decir, con la validez de todo comportamiento sexual en sí mismo considerado. A efectos prácticos, se promovía nuevamente un idealismo subjetivista de inspiración nihilista o nietzscheana.
El caso de Adorno, es distinto al de Kinsey, pero resulta accesorio por la crítica implícita de éste a la autoridad. Merece destacarse la obra del alemán ˗junto con otros autores˗ relativa a La personalidad autoritaria (1950). Tomando algunos aspectos del psicoanálisis de la obra de Erich Fromm ˗también colaborador del Instituto˗, analizó lo que él consideraba el carácter mayoritariamente autoritario de la sociedad estadounidense. Adorno quería indagar en las causas de esa conducta dentro del modelo capitalista por excelencia. Para él, la estructura patriarcal de las familias explicaría las razones de una educación rígida y represiva que fomentaría actitudes potencialmente violentas. Este enfoque psicológico no desmerecía la influencia de los factores socioeconómicos, aunque sin adentrarse en ellos. Adorno no precisa de ese ejercicio para sentenciar la relación que ˗a su juicio˗ existe entre la personalidad autoritaria y el fascismo. Al presentarlo como una categoría general, agresiva y destructora de las minorías ajenas a dicho cuadro mental, estaríamos ante términos sinónimos. Ambos perfiles evidenciarían una situación de desequilibrio psíquico que exigiría de una acción terapéutica en dicho ámbito. Sin embargo, de acuerdo con la lógica freudiana, su correlación con los esquemas culturales de la sociedad capitalista demandaría también su revisión para subsanar el problema[43].
Se insistiría, pues, en una mudanza que necesariamente debía alterar los fundamentos culturales debido a los trastornos que generan. De nuevo se apela a la supuesta injusticia de una jerarquía autoritaria promovida por la mentalidad cristiana y burguesa; sin incluir aquí la que pudiera albergar el socialismo, presentado como agente liberador. Sus postreras palabras son ilustrativas de cuanto se ha referido sobre los instintos desde la perspectiva freudiana. En efecto, para Adorno el aniquilamiento y el temor constituyen las fuerzas emocionales del fascismo, mientras que el eros pertenecería principalmente a la democracia[44]. Con esta afirmación concibe dicho impulso positivamente, en su doble dimensión de arrebato pasional hacia un deseo elevado y su goce material. Y es que el modelo democrático no debía “limitarse a la razón y la moderación”. De esta manera, su ideal de democracia debía posibilitar una contemporización con un pluralismo de costumbres y formas de vida flexibles, completamente despegadas de cualquier patrón autoritario/fascista.
Esta censura del autoritarismo terminó por erosionar la concepción misma de la autoridad. Las reflexiones de Herbert Marcuse precipitarían esa crisis, plasmada en los episodios contestarios de 1968.
Desde la Universidad de Brandeis (Massachusetts) y luego en la californiana de Berkeley, Marcuse propuso una fórmula de comunismo desgajado del de la Unión Soviética. Aunque los jerarcas comunistas de Moscú lo calificaran como otra expresión revisionista del marxismo, éste concitó mayores adhesiones en Occidente. La cercanía intelectual de Marcuse al mito rousseauniano del buen salvaje ˗en parte compartido por los primeros teóricos comunistas˗ azuzó sus críticas punzantes contra la sociedad industrial. En su opinión, la abundancia material del progreso técnico habría situado a los individuos en una posición de dependencia con respecto a las superestructuras resultantes. De aquí que, en aras de la autoafirmación humana, exigiera la ruptura con este vínculo, que juzgaba como totalitario y represivo. En dicho sentido, el modelo soviético no escapaba tampoco de esta sentencia al compartir los mismos rasgos de la civilización industrial capitalista (burocratización, centralización estatal, etc.). Las formas de control social ligadas al modelo consumista o productivista crearían ˗según su parecer˗ una nueva alienación que identificaría al individuo con los bienes materiales adquiridos. De acuerdo con Sigmund Freud, constata un fenómeno de alteración colectiva en el capitalismo bajo la apariencia de una sociedad libre. Se trataría de un ejemplo más del malestar de la cultura, por cuanto se alentaría la pérdida de sublimación de la libido al mecanizarse las relaciones sexuales y anegarse cualquier trascendencia del eros[45]. Bajo estas condiciones, Marcuse quería denunciar la imposibilidad de una transformación revolucionaria. Para él, sólo a partir de un marxismo pretendidamente humanista podría lograrse el progreso de la libertad de los individuos y de sus sociedades. Esto demandaba la elevación de la erótica hacia la libre autodeterminación personal y política, que acarrearía el quiebro definitivo con un capitalismo coactivo y agresor de esos instintos[46].
Esta arenga revolucionaria, que conjugaba un supuesto marxismo genuino ˗todavía no desvirtuado en su aplicación rusa˗ con las teorías de Freud, halló su acogida entre una parte de la juventud ˗mayormente universitaria˗ poco tiempo después. La asimilación peyorativa de cualquier signo o factor represivo imponía una civilización alternativa en la que fuera posible esa anunciada liberación del cuerpo y el fin de la enajenación del trabajo[47]. A ello se atribuía la construcción de una sociedad madura[48], relajada con respecto a las exigencias productivas ˗más ociosa, en definitiva˗ y plenamente permisiva en cuanto a los instintos sexuales y sus múltiples formas[49]. De esta manera, relegada la represión se conjurarían los cuadros neuróticos, principalmente ocasionados por trastornos asociados a la libido, según sostenía Freud. En este punto, Marcuse enmienda las limitaciones y el pesimismo que ˗pese a todo˗ observaba en el psiquiatra austriaco. Éste no vislumbraba la posibilidad de una sociedad ajena a la coacción en los términos expuestos por Marcuse[50]. Por consiguiente, sus tesis fueron tomadas como referente de la liberación sexual, especialmente en el contexto de las revueltas estudiantiles de 1968. Los lemas: prohibido prohibir o la imaginación al poder ˗ya citados˗ sintetizan bastante bien los presupuestos aludidos. De nuevo se reeditaba el intento de otro idealismo ideológico ˗que Marcuse concentra en la imaginación˗ por cambiar la realidad y modelarla conforme a sus directrices[51].
Conclusión
El diseño de esta civilización radicaba en los presupuestos doctrinarios del comunismo, debidamente aderezados con otras corrientes de pensamiento que aumentaran su eficacia transformadora. La estrategia del oportunismo ilustrado, que activó el marxismo en Occidente para atraer a buena parte de la intelectualidad a su causa[52], remitía al programa delineado por Antonio Gramsci en los años 30. El propósito era claro: generar una suerte de intelectual colectivo que pivotara alrededor del comunismo (llamado eurocomunismo en el oeste del continente desde finales de los años 60 para tomar distancia estratégica del comunismo soviético), y cuya influencia terminó por definir los principios inspiradores de la cultura y, por tanto, de la mentalidad y de las costumbres de la sociedad civil[53]. Se trataba ˗en fin˗ de virar con sutilidad y paulatinamente el rumbo a la izquierda, generando procesos de cambio irreversibles, estimulando los instintos más primarios, hasta operar una metamorfosis completa. Un procedimiento que, al fin y al cabo, se mostraba mucho más efectivo en la permanencia y consolidación de sus objetivos que con la violencia ejercida por medio de la acción revolucionaria directa.
[1] RANDALL, Margaret, Los hippies: expresión de una crisis, Siglo XXI, México, 1968.
[2] Citas del presidente Mao (libro rojo), Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1967, pp. 19-20.
[3] Report (october, 1973) en CAPONE, Domenico, “Reflexión sobre los puntos relativos a la homosexualidad” en AAVV, Algunas cuestiones de ética sexual, BAC, Madrid, 1976, p. 128.
[4] Evangelio de San Juan (Jn 15. 12).
[5] La tradición católica ha hecho notar que el Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz del Antiguo si se quiere alcanzar una comprensión lógica y coherente del texto bíblico. La catequesis cristiana primitiva habría recurrido constantemente a él, como puede observarse en la predicación del apóstol Pablo. Véase Catecismo de la Iglesia Católica, nº 128-129, Editores del Catecismo, 1992, p. 44. También BENEDICTO XVI, Verbum Domini, nº 40-41, 2010.
[6] Report (october, 1973) en CAPONE, ibid…, p. 128.
[7] MARX, Karl; ENGELS, Friedrich, Manifiesto Comunista, Babel, Chile, 1948, p. 48.
[8] Ibidem, p. 47.
[9] ROUSSEAU, Jean Jacques, Discurso sobre el origen de la desigualdad, Aleph, 1999, pp. 128-129.
[10] FONSECA, Carlos; QUINTERO, Mª Luisa, “La teoría queer: la deconstrucción de las sexualidades periféricas” en Sociológica, vol. 24, nº 69, Ciudad de México, enero-abril, 2009, p.43.
[11] MARTÍNEZ GUISASOLA, José Manuel, Neomarxismo. Feminismo, marxismo y género, Sekotia, Córdoba, 2024, p. 174.
[12] MARX, Karl, “Esencia de la concepción materialista de la Historia” en Obras escogidas, tomo 1, Progreso, Moscú, 1980, p. 9.
[13] MARX, Karl; ENGELS, Friedrich, Manifiesto Comunista…, op. cit., p. 46.
[14] MARX, KARL, Manuscritos. Economía y filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 1980, p. 112.
[15] RÍOFRÍO, Fernando, “Mente y cerebro en la vida humana” en CIDESOC, febrero 2021.
[16] ENGELS, Friedrich; MARX, Karl, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Fundación Engels, 2006, pp. 22-23.
[17] PAVÓN-CUÉLLAR, David, “Marxismo y psicología: una visión panorámica” en Teoría y crítica de la psicología, nº 7, 2016, p. 17.
[18] NIETZSCHE, Friedrich, Crepúsculo de los ídolos, Alianza Editorial, Madrid, 2002, p. 44.
[19] Ibidem, pp. 48-49.
[20] NIETZSCHE, Friedrich, La gaya ciencia, Ediciones Librear, p. 73.
[21] NIETZSCHE, Crepúsculo de los ídolos…, op. cit., p. 63.
[22] Vid., ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, Gredos, Madrid, 1106b-35-1107a-5
[23] NIETZSCHE, Friedrich, Así habló Zaratustra, Edaf, Barcelona, 1970, p. 48.
[24] NIETZSCHE, Friedrich, La genealogía de la moral, Alianza Editorial, Madrid, 2005, pp. 78-79.
[25] NIETZSCHE, El crepúsculo de los ídolos…, op. cit., p. 61.
[26] ENGELS; MARX, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana…, op. cit., p. 29.
[27] Sobre este tema, el teólogo y filósofo Joseph Ratzinger ˗ya como Pontífice de la Iglesia Católica˗ refirió que “entre el amor y lo divino existe una relación: el amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, se constata que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia. Esto no es rechazar el eros (éxtasis sensual) ni «envenenarlo» (cita a Nietzsche), sino sanearlo para que alcance su verdadera grandeza”. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, San Pablo, Madrid, 2006, p. 15.
[28] FREUD, Sigmund, “Conferencias de introducción al psicoanálisis” (1915-1916). Partes I y II en Obras Completas, tomo XV, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1991, p. 13.
[29] FREUD, Sigmund, “Conferencias de introducción al psicoanálisis” (1916-1917). Parte III en Obras Completas, tomo XVI, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1991, p. 372.
[30] FREUD, Sigmund, “Tres ensayos de teoría sexual” (1905) en Obras Completas, tomo VII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1992, p. 218.
[31] FREUD, Sigmund, “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna” (1908) en Obras Completas, tomo IX, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1992, p. 172.
[32] FREUD, Sigmund, “La moral sexual cultural…”, op. cit., p. 164.
[33] Para los teóricos comunistas, el matrimonio burgués constituía una comunidad hipócrita en el que la mujer sería valorada como mero instrumento de producción al que explotar. A su juicio, se trataría de una forma de prostitución que debía extinguirse cuando se abolieran las condiciones de producción capitalista. Vid. MARX, Karl; ENGELS, Friedrich, Manifiesto Comunista…, op. cit., pp. 42-43. Después de la Revolución rusa de 1917 y el triunfo de los comunistas, la legislación soviética sobre el matrimonio experimentaría algunos cambios. El Código Civil de 1927 se limitó a considerarlo un asunto privado, sin sanción pública; al igual que el divorcio. De este modo, se despojaría al matrimonio de su carácter institucional y sus efectos civiles. Sin embargo, a posteriori, la ley reconocería los efectos jurídicos de los matrimonios monógamos debidamente registrados y el arbitrio de los tribunales de justicia en las sentencias de divorcio. El cambio revela la condición natural y prepolítica del matrimonio, así como su trascendencia para la organización y progreso de cualquier sociedad. Vid. GARCÍA BARBERENA, Tomás, “El matrimonio en la legislación soviética”, Revista Española de Derecho Canónico, vol. 4, nº 11, 1949, p. 390.
[34] LÓPEZ IBOR, Juan José, La agonía del psicoanálisis, Espasa-Calpe, Madrid, 1973 (1ª ed. 1951), pp. 112-113.
[35] DOMÍNGUEZ RODRIGO, Manuel, El primate excepcional. El origen de la conducta humana, Ariel, Barcelona, 2002, pp. 130-132.
[36] FREUD, Sigmund, “Fragmento de análisis de un caso de histeria. El cuadro clínico” (1905) en Obras Completas, tomo VII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1992, p. 45.
[37] Idem.
[38] Idem.
[39] La reflexión socrática ˗y, por tanto, precristiana˗ sobre el amor confronta dos tipos: el vinculado al deseo de gozo o placer, y el que tiende hacia lo recto y mejor. Sócrates, por medio de Platón, condena ese eros “sin control de lo racional”, especialmente de los maestros sobre sus discípulos, porque “perseguirá el placer más que el bien”, privándole por esa sujeción erótica “de la posibilidad de acrecentar al máximo su saber y buen sentido. En esto consiste la divina filosofía, de la que el amante mantiene a distancia al amado, por miedo a su menosprecio”. PLATÓN, Fedro, Planeta-De Agostini, Barcelona, 1995, pp. 246-248. La declaración contra naturam de Platón sobre la homosexualidad en Las Leyes parece más controvertida por tratarse de una obra póstuma en la que probablemente intervinieron otros redactores. Vid. LISI, Francisco, “Introducción” a Las Leyes (Libros I-VI) en Diálogos, tomo VIII, Gredos, Madrid, 1999, pp. 9-14.
[40] DOVER, J. K, Homosexualidad griega, El Cobre, Barcelona, 2008 (1ª ed. original, 1978), pp. 145-146. Véase la explicación psíquico-sexual de este tipo de conducta entre algunos maestros y sus alumnos efebos en FREUD, Sigmund, “Tres ensayos de teoría sexual” en Obras Completas, tomo VII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1992, p. 131.
[41] FREUD, Sigmund, “Fragmento de análisis de un cuadro de histeria” (1905), op. cit., p. 45.
[42] Véase este fragmento que ilustra lo dicho hasta aquí: “Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”, Primer Manifiesto del Surrealismo (1924) en BRETON, André, Manifiestos del surrealismo, editorial Argonauta, Buenos Aires, 2001 p. 44.
[43] ADORNO, Theodor, “La personalidad autoritaria (prefacio, introducción y conclusión)” en Empiria. Revista de metodología de Ciencias Sociales, nº 12, 2006, p. 199.
[44] Ibidem, p. 200.
[45] MARCUSE, Herbert, El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, Planeta-Agostini, Barcelona, 1993 (1ª ed. 1964), p. 103.
[46] Ibidem., p. 9.
[47] NEGRO, Dalmacio, El mito del hombre nuevo, Encuentro, Madrid, 2009, p. 365.
[48] MARCUSE, Herbert, Eros y Civilización, Sarpe, Madrid, 1983, p. 133
[49] Ibidem., p. 140.
[50] Ibidem., p. 126.
[51] MARCUSE, Herbert, Eros… op. cit., pp. 138, 140, 148.
[52] “La Unión Soviética avasalla, depura a los intelectuales: al menos los toma en serio. Son intelectuales los que dieron al régimen soviético la doctrina, grandiosa y equívoca, de la que las burocracias sacaron una religión de Estado […]. Los Estados Unidos no persiguen suficientemente a sus intelectuales como para ejercer, a su vez, la turbia seducción del terror”. Vid. ARON, Raymond, El opio de los intelectuales, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1979, p. 224.
[53] GÓMEZ PÉREZ, Rafael, Gramsci. El comunismo latino, Eunsa, Pamplona, 1977, pp. 170-171.











por Juan Antonio Gallardo, filósofo
presentó el vocablo Hispanidad como “una unidad de provenir”, con la que “incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que ha hecho el alma terrena y a la vez celeste de Hispania”. La lengua romance nacida en la región de Castilla, enriquecida y desarrollada en su proceso de crecimiento y expansión, acabaría por expresar toda una cultura y concepción de la realidad que José María Pemán vincularía al “hecho” idiomático español
adoptara estas dos acepciones de la palabra Hispanidad -1º: el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico, diseminados por Europa, América, África y Oceanía, 2º: el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos de estirpe y cultura hispánica”. La propuesta fue aceptada
civilizadora de España allende los mares
compilación de otros sucesivos publicados entre 1932 y 1933, surgiría la obra Defensa de la Hispanidad, reeditada en 1938, durante la Guerra Civil
con los primeros principios del conocimiento. Esta ordenación al fin último de la vida humana apunta a la Bondad Divina que nos atrae gratuitamente. De esta tendencia a la unificación sintética es confirmación y resultado aquel continuo recurso a lo que en la vida psico-moral es motor primero y norma suprema de todo sentimiento y afección, de toda determinación libre y de toda actividad práctica: el fin último de la vida humana
por José Luis Orella, historiador
431 rebatió la teoría diofisita de que Cristo existió como dos personas distintas con naturaleza humana y divina, respectivamente. Esta pugna dio con la aparición de la iglesia nestoriana, herética, que procedió a expandirse por el Asia central. Veinte años después, en el concilio de Calcedonia, se respondía a la herejía contraria, el monofisismo, que defendía la existencia de una sola naturaleza en una persona. En esta ocasión, las iglesias que se separaron fueron la Armenia, Copta (Egipto), Etíope y la Siria. Esta separación tuvo éxito por la oposición de los cristianos árabes a las directrices provenientes de Bizancio. Sin embargo, cuando en 1054 Roma y Constantinopla se excomulgaron mutuamente y se materializó la división de los cristianos de occidente y oriente, los últimos formaron la Iglesia Ortodoxa, que mantiene los patriarcados históricos de Constantinopla, Alejandría, Antioquia y Jerusalén.
fueron divididos en protectorados entre las dos grandes potencias europeas. La presencia judía en la vieja Palestina se irá incrementando por la llegada de algunos judíos sionistas, que compraban tierras a los grandes propietarios árabes. Theodor Herzl inició la idea contraria a la asimilación y de crear un hogar nacional judío. Sin embargo, la mayor parte de los judíos europeos no siguieron aquellas ideas y eran contrarios al sionismo, fuesen laicos socialistas o religiosos. El antisemitismo del zarismo ruso propició una amplia emigración, pero que prefirió orientarse a los Estados Unidos y a la Argentina.
auxilio a los países vecinos. Mientras tanto, los judíos proclamaron el Estado de Israel, pidiendo ayuda a los EEUU y a los países europeos. En este momento es cuando se produce la Nabka, favorecida por la matanza de Deir Yassin, donde más de un centenar de árabes de la aldea fueron masacrados por pistoleros del Irgúm y Stern. Centenares de miles de árabes huyeron. En ese instante se levantaron los campos de refugiados, que aún subsisten. Una de sus consecuencias será el grave descenso de la población cristiana. En el momento del derrumbe del Imperio Otomano, los cristianos en Tierra Santa representaban en torno al 11 por ciento de la población. Actualmente no llegan al 2 por ciento. El descenso más significativo se produjo entre 1948-1949, cuando se creó el Estado de Israel y descendió del 8 al 2,3 por ciento por la Nabka. La construcción del Muro a partir de 2002 ha acelerado las salidas al extranjero. Las condiciones laborales se han complicado y el acceso a las celebraciones en Jerusalén son cada vez más difíciles. No sólo se producen salidas desde Cisjordania, en los últimos años también se han marchado de Gaza el 40 por ciento de los pocos cristianos que quedaban en la franja.
iniciaron la denominada Guerra de los Seis Días que fue la mayor derrota militar de los árabes, consiguiendo los israelíes su máxima expansión y unas fronteras naturales al ocupar Gaza, Cisjordania, el Sinaí, los Altos del Golán y Jerusalén Este. En 1973, los árabes volverán a intentar en la guerra del Yom Kippur retomar los territorios, pero volvieron a ser derrotados, aunque con graves bajas por parte israelí. La España gobernada por Franco se declaró a favor del derecho de los palestinos a tener un Estado propio y se prohibió a los estadounidenses el uso de las bases en España en apoyo de Israel.
década después, en los Acuerdos de Oslo, Israel aceptó una Autoridad Nacional Palestina en Gaza y Cisjordania y una desmilitarización progresiva. La época de los atentados de la OLP había pasado. En 1972 Septiembre Negro había asesinado a una decena de atletas del equipo olímpico israelí en los juegos en la ciudad de Múnich. Los secuestros de aviones, atentados a centros israelíes, fueron contestados por el Mossad con la eliminación de dirigentes de la OLP.
produjeron diferentes intifadas o revueltas que cambiaron la opinión pública a favor de los palestinos. La imagen de los terroristas aéreos asesinando personas inocentes fue sustituida por la de adolescentes que se enfrentaban con piedras a los blindados israelíes, que abatieron a centenares de ellos. En 1987 el jeque Ahmed Yasin, que militaba en los Hermanos Musulmanes, fundó Hamás; una cofradía religiosa que recibió apoyo de Israel para dividir a los palestinos políticamente. Sin embargo, Hamás organizó las Brigadas de Ezzeldin Al-Qassam, y emprendió hasta el 2005 una serie de atentados suicidas que ocasionaron más de 480 muertos israelíes.
por Lelia Díaz, jurista
derecho a la vida está protegido desde el momento de la concepción
en el caso de “matrimonios heterosexuales”. Es decir, la filiación es esencialmente heterosexual. Así lo entiende el legislador. Puede decirse que el carácter heterosexual de la filiación pertenece al orden público
procreación y por tanto unión sanguínea, demostrable a través de la prueba de ADN
sobre cosas que no estén fuera del comercio y no sean contrarios a las leyes. El nasciturus no es un bien, es un ser humano. Por otro lado, en segundo lugar, porque se estaría contraviniendo al orden público al transgredir el artículo 10° de la Ley 14/2016 sobre técnicas de reproducción asistida en donde se prohíbe la gestación por sustitución o maternidad subrogada
caso de paradojas y falacias que se ofrecen a las mujeres (las más vulnerables) y que conllevan un nuevo sistema de esclavitud para algunas mujeres en el inicio y desarrollo de este siglo. La comercialización de la maternidad es la principal causa de lesión de la dignidad humana de la madre gestante, dada la indisponibilidad del propio cuerpo, pero no la única”
paternidad y el derecho del menor a conocer su identidad biológica. También menciona que reconocer la filiación determinada por la autoridad extranjera como consecuencia de un contrato de gestación por sustitución es contraria al orden público español. Ese tipo de contratos vulnera gravemente los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución española. Concretamente en el fundamento cinco, el Ministerio Fiscal alega que, a través de la maternidad subrogada, se hace una venta de niños, prohibida en la Convención sobre los Derechos del niño: “Resulta gravemente lesivo para la dignidad e integridad moral del niño (y puede también serlo para su integridad física habida cuenta de la falta de control de la idoneidad de los comitentes) que se le considere como objeto de un contrato, y atenta también a su derecho a conocer su origen biológico”.
Respecto a esto, el Tribunal español en la sentencia mencionada también se ha inclinado por la adopción como solución, en virtud del interés superior del niño. Esa complejidad cada vez está en ascenso, las técnicas de reproducción asistida sin límites han llevado a hacer creer que se tiene derecho a reproducirse, sin límites; cuando realmente es una simple aspiración humana a la maternidad o paternidad
incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres. Este artículo viene relacionado con el art. 7 TUE que impone sanciones en el supuesto de que se constate la existencia de una violación grave y persistente de los derechos humanos por algún gobierno europeo. Lo más sorprendente es que a Polonia y Hungría se les quiera aplicar unas sanciones precisamente por defender art. 2 TUE, que es malintencionadamente interpretado por las instituciones europeas.
después de ser presionada por las instituciones magiares, ante la falta de referencia de una universidad en su país de origen, en este caso, los Estados Unidos. La entidad en realidad se ha dedicado a la formación de activistas para la desestabilización política de países balcánicos y de Asia Central y no a la formación académica, a la que se debe un centro académico superior.
al artículo octavo sobre el derecho al respeto de la vida privada y familiar, que establece que «toda persona tiene derecho al respeto de su vida privada y familiar, su domicilio y su correspondencia». Polonia ha tenido que sufrir el acoso del embajador estadounidense, quien lideró por segundo año un manifiesto suscrito por los diplomáticos europeos occidentales a favor del colectivo LGTB y en contra del Tribunal Constitucional Polaco, que dictaminó que el aborto por malformaciones fetales graves era contrario a la Constitución.
ministra de Justicia de la República de Hungría, Judit Varga, explicaba que la Ley de protección infantil, atacada por las instituciones europeas como discriminatoria, en realidad se enfocaba en garantizar los derechos de los padres a proteger a los menores de edad para que no accediesen a contenidos que pudiesen contradecir los principios educativos que sus padres eligieron enseñarles hasta que ellos mismos se conviertan en adultos. Sin embargo, el derecho de los padres a proteger a sus hijos de amenazas, como la pederastia, no fue reconocida.

los que suscitaron mayor aprecio; sobre todo tratándose de una valoración por parte de quienes desarrollaron estas artes. El mismo Platón infravaloró los oficios manuales, calificando a sus agentes de banausus. Una palabra que podría estar en la raíz del vocablo banal; dicho de aquello trivial, sin importancia o de escaso interés. Es por eso que las minorías intelectuales del mundo griego preferían atribuir a los bárbaros los inventos técnicos, reservándose para ellos las ciencias especulativas como la filosofía en su empeño por alcanzar la sabiduría.
grupos sociales de la Roma Antigua eran los plebeyos quienes se dedicaban a la artesanía, al comercio y a la inversión; que ensalzaron y presentaron como un valor para la sociedad. Mientras tanto, los patricios o nobles mostraron su menosprecio. Seguían las enseñanzas de los clásicos griegos, que atribuían a los oficios un impedimento para el progreso de la virtud, necesaria para los llamados a gobernar. De este modo, la reserva hacia los trabajos manuales no era generalizada y, en todo caso, se fundaba no tanto en el rechazo a esa actividad propiamente dicha como al vínculo de dependencia que podía generar para la subsistencia de muchos.
glesia interpretaron el texto sagrado desde una doble óptica. La primera incidiría en el acto creador de Dios destinado al bien del hombre, que lo guardaría en su Providencia trabajando para su salvación. La segunda, mucho más recurrente, subrayaría la misión de la persona humana en la custodia del universo, revirtiendo en beneficio propio al preservarle de la ociosidad y de las pasiones desordenadas. En este sentido, las primeras comunidades monásticas no dudaron en tomar la agricultura −catalogada como el más servil de los trabajos− como uno de los menesteres de los monjes en esa tarea de garantizar el sustento físico (el alimento) y espiritual (fomento de la virtud frente a los vicios de la desocupación). De este modo, siguiendo el ejemplo de Jesús de Nazaret (Dios hecho hombre), que aprendió el oficio de carpintero que le enseñara quien ejerciera como padre −José− hasta el inicio de su predicación, los monjes también venían a declarar el valor y dignidad de cualquier trabajo que se insertara
dentro del plan divino. Es por este motivo que en la regla de la orden religiosa que fundara san Benito en el siglo VI, iba a subyacer la divisa ora et labora (reza y trabaja) que la hiciera conocida por todos; sobre todo con la reforma del Císter. La vida del claustro anticipaba así la imagen celestial en la que la oración y el trabajo manual se armonizarían conforme a la obra creadora de Dios.
puntaban a la necesaria rentabilidad. En el mundo hispánico, los principales ilustrados (Feijóo, Campomanes y Jovellanos) aceptaron los principios de la ciencia moderna sin por ello renunciar a los basamentos católicos. Es más, todos éstos anteponen los presupuestos morales –el cultivo de la virtud (incluida la de religión)− como fundamento para conseguir la felicidad humana y causa que habrá de estimular el desarrollo ordenado de la ciencia y el progreso. En este nuevo contexto, Feijóo −monje benedictino y profesor en la Universidad de Oviedo− divulgó una de las ideas nucleares de su Orden, según la cual todo trabajo humano resultaría honorable u honroso; no por su naturaleza manual o intelectual, sino en tanto conducente al servicio de Dios (cooperando en su obra creadora) y, en segundo término, al provecho de la nación. Por su parte, Campomanes −formado en esos parámetros− incidiría en los aspectos prácticos al fomentar la industria mediante la liberalización del sector para estimular su competitividad y dinamismo. En continuidad con esta línea, Jovellanos propondría cambios en la
propiedad agraria con los mismos fines. No se trataba tanto de enajenar los bienes de la nobleza ni de la Iglesia, como de acabar con los señoríos, es decir, permitir que sus titulares pudieran disponer de ellos para su venta en lo que se necesitara para garantía de su rentabilidad. De este modo, la legitimidad o fuerza moral de la nobleza debía residir en el mérito y la virtud, demostrada en el trabajo de inversión económica del que derivaría el beneficio para su propio linaje, al tiempo que servía al progreso del país.
Muy recientemente el Papa Francisco ha insistido en ello: no se atiende ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si no son “útiles” para la sociedad o la economía, obsesionadas por reducir costes. Ciertamente, no estamos hablando de objetos. En este sentido, el trabajo debe ser realmente un medio para dignificar a las personas que lo realizan y a quienes se dirige. Ésta ha sido una de las grandes contribuciones del catolicismo a la cultura occidental, especialmente acreditada por su magisterio reciente. Por eso, no cabe considerar como trabajo aquellas ocupaciones que degradan a la persona (apartándola de la virtud), por mucho que entren en la dinámica de la oferta y la demanda.

seguidores de las tesis de la supremacía racial blanca, ha terminado implicando al presidente a quien consideran responsable de alentarlos con sus soflamas. Las tensiones se han agravado especialmente en los Estados del sur que integraron la Confederación durante la guerra civil (1861-1865). Ciertamente, la convivencia entre la población afroamericana y la de origen europeo en dichos territorios sigue sin resolverse. Las acusaciones de unos y otros se entremezclan con cuestiones políticas candentes a la hora de plantear la relación entre ambas comunidades. Con la fundación de Black Lives Matter, después de la muerte violenta del adolescente negro Trayvon Martin, se han recrudecido los enfrentamientos.
de la muerte del afroamericano George Floyd mientras era arrestado por la policía en mayo de 2020. El suceso ha desatado la indignación del movimiento Black Lives Matter, al que se han sumado otras asociaciones con el ataque y derribo de monumentos que vinculan históricamente con el sometimiento o discriminación de la etnia subsahariana.
habitaron al oeste de los actuales Estados Unidos. De este modo, se ha pretendido criminalizar la acción de España en la región de California durante el siglo XVIII. De ahí las agresiones contra las esculturas de fray Junípero Serra
fuentes de bienestar, resultado de la corriente cultural de la Ilustración –confiada en la potencialidad de la razón humana y del consiguiente progreso científico−, despertó la competencia entre los distintos reinos de un mundo todavía eurocéntrico. Un punto que, por otro lado, demostró la fragilidad del principio de equilibrio europeo por el que se rigieron las relaciones exteriores desde el ocaso del siglo XVII.
entrada de España en la guerra se produjo cuando las hostilidades se trasladaron al Caribe con la ocupación británica de las islas francesas de Guadalupe, Martinica y Granada por los perjuicios en las rutas marítimas que esos enclaves −ahora ingleses− ocasionaban a la flota española. La presencia aglosajona suponía un agravio añadido desde que el Tratado de Utrech de 1713 sellara la entrega a Inglaterra de Gibraltar y Menorca, además de conceder el derecho de navío de permiso y el asiento de negros. Fueron las condiciones por las que pudo detenerse la guerra que librara Felipe V de Borbón para ceñirse en paz la corona que le legara en testamento el último Habsburgo español en 1700. De este modo, los ingleses se aseguraron desde el Atlántico el control de la ruta de la seda en el Mediterráneo hacia el Oriente. Asimismo, lograron el reconocimiento legal del fin del monopolio comercial de España con sus virreinatos de América, agudizándose el problema del contrabando en detrimento de las mercancías españolas. Con el contrato o asiento de negros Gran Bretaña se hizo con el control exclusivo del comercio de esclavos desde África hasta la América española.
teólogos de Salamanca abundó en esta consideración progresando hacia una perspectiva paternalista de la servidumbre. Ésta prescindía de cualquier concepción absoluta de la esclavitud, que reducía al sometido a simple mercancía. Desde muy pronto quedó sentado que las circunstancias de los pueblos indios diferían de los subsaharianos al reconocérseles, conforme se argumentara en la Junta de Valladolid de 1551, una racionalidad y libertad ontológica, probada en sus civilizaciones (azteca e inca)
Nuevo Mundo. Esa exhortación de la Iglesia pronto se tradujo en normativas de la Corona a los descubridores para que trataran correctamente a los indios. La permisividad inicial de las autoridades civiles ante la esclavitud de los indígenas –continuación de la inercia de lo acontecido durante el siglo XV en las costas africanas− fue tempranamente rectificada al ordenarse su puesta en libertad y que, en adelante, se considerara libres a los naturales del lugar. Entre otras razones, porque si el principal cometido de aquella empresa radicaba en la propagación de la fe verdadera ésta exigía la aceptación libre y no forzada de sus tomadores, concebida como don gratuito de Dios. Atiéndase que los textos de la época siempre indican el requerimiento de instruir, no de forzar la adhesión a la fe, con las consecuencias que de ella se derivan
XIII recurriría al razonamiento y al diálogo como instrumentos preferentes para alentar la conversión de los no cristianos. Así lo consignó en el Llibre del Gentil. Y es que, de acuerdo con la raíz que definiría el corpus doctrinal de Llull –el lulismo−, sólo el amor que acerca a Dios puede marcar el camino de perfección en la vida cristiana
prueba la documentación referente al trato dispensado a los indígenas y en la organización del sistema de misiones. La expulsión de la Compañía de Jesús de todos los territorios de la Corona española decretada en 1767 por el rey Carlos III –celoso de su autoridad temporal frente al Papado (recuérdese el especial voto de obediencia de los jesuitas al Pontífice)− precipitó que el virrey de Nueva España, marqués de Croix, encargara a los franciscanos la administración de las tierras californianas que rigieran los hijos espirituales de San Ignacio de Loyola. Fue cuando el Visitador del Virreinato, José de Gálvez, atendió la propuesta de la comunidad religiosa del Colegio de San Fernando de México, nombrando a fray Junípero Serra presidente de los misioneros destinados a California
Bucareli, para incrementar el progreso de las misiones y adelantar la presencia de aquel Estado misional católico
insiste en el cuidado y buen trato a los indios, de acuerdo con la filosofía que inspiraba a la Iglesia y, por ende, a la legislación española. Los indígenas sólo podrían permanecer bajo la custodia de los Padres franciscanos, evitando así cualquier abuso o violencia por parte de los militares que defendían las misiones de posibles ataques:
regirse por la caridad
progresivamente adoptada en la conquista de América. Asimismo, se procuraba el conocimiento de familias de cristianos viejos entre los nativos casados, extrañados de la sola presencia de frailes (hombres célibes) en los comienzos de cada misión. Al incentivar los matrimonios mixtos entre soldados y amerindias, fray Junípero aspiraba a que se estrecharan las relaciones humanas entre los súbditos de la Corona e hijos de la Cristiandad, logrando una mayor estabilidad en la organización y estructura de las misiones
pertenece a su raza condenándolo al ostracismo. Todo lo contrario de lo que hiciera fray Junípero y la orden franciscana en California, con la asistencia de las autoridades civiles, procurando la inserción de los aborígenes en la Cristiandad. Un hecho nada baladí, puesto que significaba una toma de conciencia no sólo de la dignidad natural de los indios, sino también sobrenatural al adquirir la condición de hijos de Dios por el bautismo, al igual que los españoles. Que se promoviera el mestizaje entre nativos y europeos es otra muestra clara de la ausencia de racismo. En ningún caso los indígenas sufrieron la persecución y el exterminio que habrían de padecer después –ya a mediados del siglo XIX− con la conquista anglosajona del oeste americano.
ha perdurado hasta fechas relativamente recientes. La crítica a la conculcación del patrimonio nativo –su lengua y costumbres− parece más la manifestación de una de las corrientes ideológicas del indigenismo, radicada en el mito del buen salvaje de Rousseau (opuesto a toda civilización) y próxima al pensamiento marxista aplicado a la lucha de etnias o razas (blancos contra indios y viceversa), que una denuncia real del despojo de los usos nativos y de sus derechos. Un extremo que, como se ha visto, procuró ampararse desde los albores de la conquista americana por la Iglesia y las leyes de la Monarquía. Ésta, por su sentido innato de la continuidad en lo fundamental, permite explicar el reconocimiento de la familia real española a la obra de fray Junípero con la visita a su casa paterna y museo en la localidad mallorquina de Petra el pasado 10 de agosto de 2020.

y católica de los Estados Unidos. A este propósito se dirigen las agresiones a estatuas e iglesias de las misiones californianas