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La conquista de América: unas reflexiones

victor-zorrilla (3)  por Víctor Zorrilla, filósofo

   Hace apenas dos meses Fernando del Pino Calvo-Sotelo publicó el artículo España, un país sin autoestima en su blog. Se trata de un escrito propositivo y polémico que me ha sugerido algunas reflexiones desde un tono personal y espontáneo al que, por otra parte, invita la lectura de aquellos párrafos.

    A nivel fáctico, es fácil constatar que, en general, el artículo es exacto en los datos históricos y las cuestiones de detalle. Donde se queda algo corto es en la propuesta general que le da sentido.

    El artículo toca un tema muy importante actualmente en España, el de la adecuada valoración de su historia. El asunto incide no solo en España sino en el conjunto del mundo hispánico. El autor parte del hecho de la relativa marginación de este mundo en el contexto más amplio de modernidad, dominado por las culturas francesa y —sobre todo en los dos últimos siglos— anglosajona. El problema es, pues, el del sitio de la cultura hispánica en el marco de la cultura occidental moderna.

    Desde las últimas décadas del siglo XVI, la propaganda de las otras potencias europeas incidió en el desprestigio y la marginación de España y de su historia. A partir de aquella época, además, la misma España se fue retrayendo de los principales debates intelectuales y La leyenda negra, la persistencia de los tópicos | Babelia | EL PAÍScientíficos. Ello se debió a varios factores, entre otros, la actitud un tanto militante o combativa con la que se concibió la ortodoxia doctrinal a partir del Concilio de Trento (1545-1563) (este concilio tuvo, por otro lado, una influencia benéfica imponderable en las misiones globales). En cuanto a la propaganda antiespañola, es bien sabido que la historia del colonialismo inglés, francés u holandés fue tan sórdida y brutal como cualquier otra, con la diferencia de que en estas potencias no hubo casi defensores de las poblaciones autóctonas sometidas.

    El artículo tiene el acierto de no aludir al mito de la Hispanidad, que tan ilustres proponentes ha tenido y tan caro ha sido a algunos sectores de la derecha española. Doscientos años de vida independiente han dado lugar a países muy diferentes a España y diferentes también entre sí. A los dos siglos de vida y desarrollo cultural independiente hay que agregar el antiespañolismo autóctono —no aprendido de ingleses ni franceses— sobre el que se fundan y proyectan las modernas repúblicas latinoamericanas.

    En cuanto al tono, el artículo puede parecer algo combativo o polémico, y lo es. Considerando que pasan por aceptables planteamientos tanto o más combativos, pero de signo ideológico opuesto, no veo razón para reprobar particularmente a este artículo. Me refiero a que, en medios yCrítica de 'La sombra de la leyenda negra' de La sombra de la leyenda negra  María José Villaverde y Francisco Castilla: España: modo de empleo |  Babelia | EL PAÍS redes, a veces se oyen —incluso he escuchado a alumnos— decir cosas del tipo: “la conquista fue un genocidio”, o: “los indígenas vivían en una utopía que estropearon los españoles” —proposiciones que, en su expresión, son igualmente combativas, con la relevante diferencia de que en su contenido son falsas. Como siempre en estos casos, las preconcepciones ideológicas suelen ofuscar la interpretación de los hechos; por eso es tan importante bajar a los detalles.

    Aunque viví cerca de seis años en España, llevo ya más de diez años de no estar allá, por lo que no me atrevo a calibrar la relevancia coyuntural del artículo para ese país. Es cierto que hay mucho sentimiento antiespañol exagerado, que obedece a motivos históricos sin relación directa con la conquista americana, como es el caso de los diversos “nacionalismos” (en Hispanoamérica les llamaríamos, y me parece que son propiamente, regionalismos). Sin duda, este es un factor coadyuvante en la baja autoestima que el autor atribuye a España, aunque no es el tema de su artículo. En estos casos, si acaso, la leyenda negra de la conquista solo es instrumentalizada a favor de un programa regionalista o nacionalista que poco o nada tiene que ver con la conquista misma.

    Independientemente de eso, hoy existe otro factor que ha contribuido a la perpetuación de la leyenda negra dentro y fuera de España, y es que la leyenda negra encaja bien con la actual ortodoxia de la corrección Maximiliano María Kolbe – Pensamiento y culturapolítica. Esta ortodoxia hace las veces de placebo para que el hombre-masa se sienta bien consigo mismo sin esforzarse, arriesgando nada y sin poner la mano en el fuego. Identificarse en las redes como “antirracista” o “antinazi” mientras se hace alarde de virtud usando “lenguaje inclusivo” está de moda y queda bien; así se obtienen muchos likes. Lo difícil era hacerlo en la Alemania de 1943. Sophie Scholl lo hizo y ya sabemos cómo le fue. Eso es tener valor. Maximiliano Kolbe sufrió una muerte espantosa en un campo de concentración para salvar a otra persona, sin que nadie le obligara a ello. Esa es la virtud heroica. Lo otro es hipocresía autocomplaciente.

    Por lo demás, como decía arriba, el artículo es relevante no solo para el público lector español (a quien se dirige principalmente) sino también para el hispanoamericano. En mi carrera académica de apenas una década en este hemisferio, pocas cosas me han llamado más la atención que la culpable ignorancia sobre la empresa española en América. Paradójicamente, esta ignorancia suele ser más acentuada y visible en los estudiantes que cursan estudios humanísticos —y en sus profesores—, mucho más ofuscados ideológicamente que los alumnos de otros grados. Si se parte de una visión simplista de la historia, que la divide en opresores y oprimidos, entonces ya solo es cuestión de buscar cuál es cuál, forzando la realidad de cualquier época a las categorías preestablecidas. Se cuenta que, cuando le preguntaron a Hegel: —Georg Wilhelm Friedrich Hegel - Wikipedia, la enciclopedia libreProfesor, y ¿qué pasa si la realidad no se ajusta a su teoría? —Peor para la realidad —contestó él. Así proceden frecuentemente los intelectuales cuando pretenden interpretar la historia. Sin embargo, las categorías conceptuales marxistas, desarrolladas para entender las sociedades industriales de Europa occidental en el siglo XIX, no necesariamente son adecuadas para estudiar la historia de otras sociedades en otras épocas.

    El autor hace una serie de comparaciones entre las culturas del Viejo y del Nuevo Mundo. Su ámbito cronológico y geográfico es amplísimo, pues abarca desde las pirámides de Egipto hasta las catedrales góticas. No creo que este sea el aspecto más importante del artículo. Sin embargo, como sospecho que a muchos lectores les despertará alguna reacción (a favor o en contra), me permito comentar lo siguiente.

  Algunos dirán: “no tiene sentido juzgar a los aztecas solo por los sacrificios humanos, el canibalismo o la tiranía que ejercieron. Tal juicio es burdo y sesgado; hay que valorar el panorama completo de la civilización azteca (o maya, incaica, etc.) en toda su riqueza y complejidad”.

    A esto, debe responderse: “De acuerdo, siempre y cuando se use ese mismo criterio para juzgar a la cultura española del siglo XVI”.

 Lo que no tiene sentido es juzgar a la cultura azteca por Nezahualcóyotl, o a los mayas por su calendario, y al mismo tiempo juzgar a la cultura europea del renacimiento —la más avanzada y sofisticada de su época— por los crímenes de la conquista. En este sentido, hay dos opciones: (a) aplicar un criterio riguroso y exigente a Nezahualcóyotl, Rey de Texcoco - Detalle del autor - Enciclopedia de la  Literatura en México - FLM - CONACULTAtodas las culturas consistentemente, o bien, (b) aplicar un criterio benevolente y caritativo a todas por igual. Lo que no vale es decir cosas como: “hay que situar los sacrificios humanos y el canibalismo en el contexto de su época y en el sistema de creencias de los aztecas, para entenderlos adecuadamente” (criterio benevolente), y, al mismo tiempo, afirmar: “el genocidio de la conquista fue obra de la arrogancia eurocéntrica, la implacable sed de oro y la rapacidad esclavista de los españoles” (criterio riguroso). Sin embargo, muchas personas que sostienen la primera proposición, sostienen simultáneamente proposiciones como la segunda, lo cual denota una grave inconsistencia en la aplicación del criterio de interpretación histórica. Como es bien sabido, los aztecas también fueron etnocéntricos —llamaban despectivamente chichimecas (“perros”) a los nómadas que vivían en Aridoamérica—, acaparadores y esclavistas.

   Muchos datos que menciona el autor, por ejemplo, sobre los aspectos técnicos de ambas civilizaciones —el uso de los metales, la rueda, las armas de fuego o la imprenta— son ampliamente conocidos y, en cuanto tales, no sujetos a interpretación. En el siglo XVI, nada había en el mundo comparable a la cultura europea del renacimiento, en ese y en muchos otros aspectos. Por otra parte, en cuanto a los aspectos morales o de organización política, no vale la pena discutirlos si no nos ponemos de acuerdo sobre cuál criterio vamos a usar —moralmente exigente y riguroso, o bien benevolente y contextualizado—, y lo aplicamos de forma consistente a todas las realidades históricas, tanto del Viejo como del Nuevo Mundo.

   Con todo, como decía, no me parece que este sea el aspecto crucial. Para el público hispanoamericano, lo relevante es el encuadre que el artículo propone. Se trata de revalorar a la cultura hispánica en el conjunto de la modernidad. Como insinuaba acertadamente Vasconcelos en La raza cósmica, no nos haremos cargo de nuestra herencia y nuestra historia mientras no caigamos en la cuenta de que los triunfos de las Navas de Tolosa y de Lepanto son nuestros, lo mismo que son nuestras las derrotas de la Armada Invencible y Trafalgar. La inmensa mayoría de la población latinoamericana participa de una herencia hispánica, occidental y cristiana en la que se encuentran subsumidos y asimilados, desde hace siglos, los elementos indígenas. Plantear el problema —como tradicionalmente se ha hecho, por ejemplo, en México— en términos del supuesto “trauma de la conquista” y del conflicto entre los indígenas y los invasores españoles ha dado lugar, como Vasconcelos ya había advertido, a “un regionalismo sin aliento universal” caracterizado por una “estrechez y miopía de campanario”.

La batalla de Lepanto: dos armadas frente a frente

 Además de superar este característico provincianismo de la intelectualidad mexicana, el mismo rigor histórico exige la ampliación de la perspectiva. Las cosas en el terreno casi siempre fueron más complejas de lo que ha hecho creer aquella demagogia facilona. Como se sabe —y el artículo de Fernando del Pino lo menciona—, los españoles contaron en muchas conquistas con aliados indígenas, que a veces conformaban la mayor parte, numéricamente hablando, del contingente conquistador. En este sentido, la conquista española la hicieron también los indígenas. Ello aplica tanto al conocido caso de los tlaxcaltecas en México como a las arduas y prolongadas guerras que se llevaron a cabo en las zonas fronterizas al norte de la Nueva España y al sur de Chile.

  La maniquea visión tradicional omite otro aspecto fundamental del proceso de conquista, a saber, la tremenda —y frecuentemente exitosa— oposición que ofrecieron algunos grupos autóctonos, sobre todo en las mencionadas guerras de frontera. Philip Powell, el historiador de la guerra chichimeca, califica a esta guerra, que se prolongó durante casiLeyenda Negra, La Un Invento Contra España : Powell, Philip: Amazon.es:  Libros toda la segunda mitad del siglo XVI, como una “segunda conquista”, mucho más ardua y larga que la primera (i.e. la caída de Tenochtitlán). Con todo, la guerra chichimeca palidece frente al interminable purgatorio español que fue la guerra de Arauco —el “Flandes indiano”, en el decir de la época—, cuya duración abarca los tres siglos del virreinato y se prolonga hasta el periodo independiente. Los indios de estas regiones fronterizas mostraron un tesón, una valentía y una capacidad de resistencia que merecieron ser inmortalizadas por los mismos escritores españoles en algunos de los últimos ejemplares de la tradición épica occidental: La Araucana, de Alonso de Ercilla; Arauco domado, de Pedro de Oña; el Purén indómito, de Diego Arias de Saavedra y el poema anónimo Las guerras de Chile. Extrañamente, los enérgicos y arrojados conquistadores españoles encontraron oponentes dignos de ellos no en las grandes civilizaciones andina y azteca —en las que infligieron una derrota fácil y relativamente rápida— sino en las agrestes zonas marginales habitadas por los fieros chichimecas y los indómitos mapuches.

   Si se observa, pues, el panorama completo atendiendo a sus matices, salta a la luz un escenario mucho más rico y complejo que el que ha ofrecido la patriotera perspectiva de la historia oficial (que, en México, ha pasado a ser ya del dominio público): un escenario donde las poblaciones autóctonas, lejos de ser meras víctimas pasivas de la violencia conquistadora, fueron agentes que, con creatividad e iniciativa, supieron muchas veces defenderse eficazmente y, en su caso, negociar, aliarse e integrarse en la hueste conquistadora.

   En vista de todo ello, resulta llamativo, como profesor, observar a estudiantes discutir acaloradamente sobre los crímenes de los conquistadores europeos de hace cinco siglos, denunciando de paso la supuesta destrucción de las culturas autóctonas, todo ello desde la comodidad y seguridad de un aula universitaria y en el contexto de una moderna democracia representativa —dos joyas irremplazables de la cultura occidental, de las cuales al menos la primera entró en América, como recuerda Fernando del Pino, por medio de la civilización hispánica—. En ello hay algo de cinismo y, por lo demás, poca originalidad: ya Bartolomé de las Casas - Wikipedia, la enciclopedia libreBartolomé de las Casas y muchos otros como él habían defendido a los indígenas, con la diferencia de que ellos lo hicieron en el fragor de la conquista y la encomienda, es decir, arriesgando sus vidas. A título de ejemplo, el obispo Antonio Valdivieso, dominico y colaborador de Las Casas, intentó aplicar en su diócesis de Nicaragua las Leyes Nuevas (1542), encaminadas a proteger a los indígenas de la explotación de los encomenderos. Ello lo enfrentó a los potentados de la región, que veían minados sus intereses. Al cabo, los hermanos Pedro y Hernando Contreras, confabulados con otros encomenderos, asesinaron a Valdivieso a puñaladas el 26 de febrero de 1549.

 Como se ve, no necesitábamos ideólogos —marxistas, deconstruccionistas ni de cualquier otra índole—: aquellos prohombres, empapados de auténtico espíritu evangélico, ya nos habían enseñado, de palabra y de obra, el deber de defender a los pobres y vulnerables. Puestos a hablar de indigenismos, resulta difícil concebir uno más congruente. Por su parte, los pueblos indígenas que hoy sobreviven son quizá —afortunadamente— los principales beneficiarios de la moderna doctrina de los derechos humanos, otro fruto invaluable de la tradición intelectual de Occidente, con raíces en el pensamiento medieval y la Escuela de Salamanca.

   En conclusión, es cierto que pocas gestas históricas pueden compararse con la empresa española en América en todos los aspectos: militar, estratégico, civilizador, misional, político… El hecho mismo de que esta empresa conjuntara todas estas facetas ya la hace excepcional. Como señaló Ortega en La rebelión de las masas, imperar es ordenar, o sea, dar quehacer, meter en un destino imponiendo una tarea con sentido,LA REBELION DE LAS MASAS | JOSE ORTEGA Y GASSET | Casa del Libro continuidad y trayectoria —en otras palabras, estructurar, organizar y elevar en función de un proyecto común. Eso lo han sabido hacer muy pocos pueblos en la historia. “Cuando los reyes construyen, tienen que hacer los carreteros”, dice el verso de Schiller. El problema de España actualmente no es tanto la interpretación de su historia, como supone el autor del artículo comentado, sino la desmoralización, es decir, la ausencia de una misión o un proyecto vital, es decir, de valores compartidos (eso sí lo insinúa) que le den dirección y sentido. La España del Siglo de Oro sí tenía un proyecto tal. Este proyecto, consistente en propagar la verdad cristiana por el orbe, elevando a los pueblos conforme a las exigencias evangélicas irrenunciables de justicia, verdad y paz, trasluce en los textos de la época como una idea recurrente, terca y obsesiva. El hecho de que se plantearan y tomaran en serio semejante proyecto, corriendo riesgos increíbles por realizarlo, atestigua la inmensa talla espiritual y moral de muchos de aquellos insignes personajes.

  Si España tuviera ahora un proyecto similar, sabría valorar su incomparable historia. Si en Hispanoamérica percibiéramos el valor y la importancia de haber participado en él, haríamos lo propio con la nuestra, que, en parte, es la misma. Así podríamos, quizá, superar nuestros complejos y traumas para lanzarnos confiadamente hacia el futuro.

La conquista española de California: verdad y mito

 por Antonio Cañellas, historiador

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Actualidad de la cuestión

            Desde 2015 en Estados Unidos ha ido tomando forma un movimiento social opuesto a las directrices nacionalistas y populistas de Donald Trump. La alarma del progresismo ante la proliferación de grupos ultranacionalistas,TikTok y WeChat en Estados Unidos | Donald Trump ordena a las ... seguidores de las tesis de la supremacía racial blanca, ha terminado implicando al presidente a quien consideran responsable de alentarlos con sus soflamas. Las tensiones se han agravado especialmente en los Estados del sur que integraron la Confederación durante la guerra civil (1861-1865). Ciertamente, la convivencia entre la población afroamericana y la de origen europeo en dichos territorios sigue sin resolverse. Las acusaciones de unos y otros se entremezclan con cuestiones políticas candentes a la hora de plantear la relación entre ambas comunidades. Con la fundación de Black Lives Matter, después de la muerte violenta del adolescente negro Trayvon Martin, se han recrudecido los enfrentamientos.

            Las exigencias de este movimiento en la defensa de los derechos civiles de los afroamericanos ha supuesto la pareja vindicación de la memoria de quienes padecieron su conculcación en el pasado. Un extremo que, sin duda, comporta una revisión de la historia que apoye su discurso. En esta línea se inscriben las campañas para la retirada de estatuas de personalidades controvertidas como el general confederado Robert E. Lee, contrario a la concesión del derecho de voto a los esclavos negros liberados tras el fin de la contienda[1]. Petición a la que el alcalde del Partido Demócrata de Charlottesville (Virginia), Mike Signer, dio curso en 2017. Inmediatamente estalló una oleada de protestas protagonizada por los nacionalistas confederados que derivó en un grave altercado. Uno de los manifestantes embistió a la contramarcha con su coche causando un muerto y diecinueve heridos[2]. El choque social ha estallado con toda su magnitud a raízManifestaciones a favor y en contra del movimiento Black Lives ... de la muerte del afroamericano George Floyd mientras era arrestado por la policía en mayo de 2020. El suceso ha desatado la indignación del movimiento Black Lives Matter, al que se han sumado otras asociaciones con el ataque y derribo de monumentos que vinculan históricamente con el sometimiento o discriminación de la etnia subsahariana.

            Sin embargo, el fenómeno no se ha limitado a este colectivo. También se ha extrapolado –por la demanda de algunos de sus descendientes− a las poblaciones indígenas que La estatua de Fray Junípero Serra en San Francisco ya es historiahabitaron al oeste de los actuales Estados Unidos. De este modo, se ha pretendido criminalizar la acción de España en la región de California durante el siglo XVIII. De ahí las agresiones contra las esculturas de fray Junípero Serra[3] y de otras figuras anteriores como Cristóbal Colón o la reina Isabel la Católica[4] en un intento por enmendar la totalidad de la intervención española en América.

            Los párrafos que siguen aspiran a desentrañar la verdad histórica de lo acaecido en California, diferenciando la realidad –documentalmente constatable dentro de su contexto− del mito o leyenda que lo ha acompañado.

Las circunstancias históricas

            Las expediciones de la Corona española al norte del río Bravo fueron consecuencia de la situación internacional del momento. El inicio de la Guerra de los Siete Años en 1756, en la que Francia y Gran Bretaña se disputaron la hegemonía occidental, implicó también a España en su objetivo por recuperar las posiciones perdidas tiempo atrás. Si ésta claudicó en su liderazgo después de la rúbrica del Tratado de Westfalia (1648) y de los Pirineos (1659) a favor de Francia, el Acuerdo de París de 1763 sentenció la primacía de la monarquía británica. Con este conflicto –el primero a escala planetaria, por cuanto involucró a las principales potencias europeas extendiendo la lucha a Asia y América− quedaban orilladas las cuestiones religiosas de las contiendas de antaño para centrarse en los intereses eminentemente comerciales. Es el siglo de La riqueza de las naciones de Adam Smith, fundamento teórico del liberalismo económico posterior. Esta inquietud por el descubrimiento de nuevas INFORMACIÓN: El siglo XVIII como el siglo del mar (I ...fuentes de bienestar, resultado de la corriente cultural de la Ilustración –confiada en la potencialidad de la razón humana y del consiguiente progreso científico−, despertó la competencia entre los distintos reinos de un mundo todavía eurocéntrico. Un punto que, por otro lado, demostró la fragilidad del principio de equilibrio europeo por el que se rigieron las relaciones exteriores desde el ocaso del siglo XVII.

            En el frente americano se trataba de dirimir si las Trece Colonias inglesas −embrión de los futuros Estados Unidos de Norteamérica− quedarían aisladas por la presencia franco-española (coronas aliadas por los Pactos de Familia suscritos por la dinastía Borbón, reinante en ambos países) en el Canadá, la Luisiana y la Florida, territorios colindantes al área anglosajona. La balanza se decantó por los británicos que, con la activa participación de las milicias coloniales, conquistaron el Quebec a los franceses. LaGuerra de los Siete Años – Montando la Historia entrada de España en la guerra se produjo cuando las hostilidades se trasladaron al Caribe con la ocupación británica de las islas francesas de Guadalupe, Martinica y Granada por los perjuicios en las rutas marítimas que esos enclaves −ahora ingleses− ocasionaban a la flota española. La presencia aglosajona suponía un agravio añadido desde que el Tratado de Utrech de 1713 sellara la entrega a Inglaterra de Gibraltar y Menorca, además de conceder el derecho de navío de permiso y el asiento de negros. Fueron las condiciones por las que pudo detenerse la guerra que librara Felipe V de Borbón para ceñirse en paz la corona que le legara en testamento el último Habsburgo español en 1700. De este modo, los ingleses se aseguraron desde el Atlántico el control de la ruta de la seda en el Mediterráneo hacia el Oriente. Asimismo, lograron el reconocimiento legal del fin del monopolio comercial de España con sus virreinatos de América, agudizándose el problema del contrabando en detrimento de las mercancías españolas. Con el contrato o asiento de negros Gran Bretaña se hizo con el control exclusivo del comercio de esclavos desde África hasta la América española.

                El sistema previsto por el derecho hispano establecía estas licencias con compañías particulares por razones consideradas de utilidad pública. Tal había sido el caso a comienzos del siglo XVI. Las bajas entre la población indígena americana a causa de las enfermedades infecciosas importadas por los europeos obligaron a este recurso que, a su vez, buscaba la protección de los indios ante la amenaza de servidumbre[5]. Sin embargo, el tráfico de subsaharianos continuaría por nuevas motivaciones económicas. El hecho de que las Leyes de Indias garantizaran a sus moradores la condición de súbditos de la Corona −libres y sujetos a derecho, al igual que sus homólogos europeos− repercutió necesariamente en las relaciones laborales con exigencias menos gravosas y salarios más elevados. Los productores indianos prefirieron mano de obra esclava, consentida por las autoridades, puesto que su rentabilidad también contribuía a erosionar el comercio ilícito de los contrabandistas ingleses[6]. Aunque la monarquía española nunca gestionó directamente el comercio de esclavos, éste se apoyaba en las tesis desarrolladas por Aristóteles en el siglo IV a. C. Para el filósofo griego, la esclavitud sería de derecho natural en tanto que en la naturaleza se distinguirían seres humanos aptos para autogobernarse por medio de la razón y otros que, aun participando del intelecto, no alcanzarían a poseerlo en plenitud, mostrando una inclinación natural por los trabajos corporales más duros. Éstos serían los esclavos[7]. La complexión física de los pueblos subsaharianos, caracterizados por su primitivismo, –según percibieran la casi totalidad de los europeos hasta bien entrado el siglo XIX− se ofreció idónea para el caso. Cuestión que, al menos para el clásico, no debía significar maltrato o abuso, porque «al señor y al esclavo interesa lo mismo»[8]. Ya en el siglo XVI la Escuela deLa controversia de Valladolid, por Miguel Casado ~ Elba teólogos de Salamanca abundó en esta consideración progresando hacia una perspectiva paternalista de la servidumbre. Ésta prescindía de cualquier concepción absoluta de la esclavitud, que reducía al sometido a simple mercancía. Desde muy pronto quedó sentado que las circunstancias de los pueblos indios diferían de los subsaharianos al reconocérseles, conforme se argumentara en la Junta de Valladolid de 1551, una racionalidad y libertad ontológica, probada en sus civilizaciones (azteca e inca)[9].

América siglo XVIII

        Lo cierto es que, a la altura de 1763, la intervención bélica de España resultó funesta para sus intereses. La firma de la paz forzó la entrega de la Florida. Como compensación, recibió la Luisiana de su aliado francés. Es a partir de este instante cuando se activa todo un operativo destinado a consolidar la presencia española en el lugar; también en el amplio territorio situado al norte de la California mexicana y al oeste del Mississippi. Había llegado la hora de una nueva incursión hacia el Pacífico.

Misiones en la Alta California

            Con la fundación del Colegio Apostólico de la Santa Cruz de Querétaro en las postrimerías del siglo XVII se habían sentado los cimientos de la labor misionera de los frailes franciscanos al norte del virreinato de Nueva España (México). En esta ocasión la iniciativa partió del Padre Antonio Llinás, oriundo de la isla mediterránea de Mallorca (España). Cabe notar la importancia de este origen en la relación misional que sellarían no pocos frailes mallorquines en los años venideros. Fue el Papa Inocencio XI quien en 1682 emitió el Breve creando esta primera institución para la propagación de la fe católica en América. El Pontífice no hizo sino seguir la línea que marcaran sus predecesores desde que Alejandro VI, con motivo del descubrimiento en 1492, proclamara la siguiente necesidad:

Enviar a las dichas tierras firmes e islas hombres buenos, temerosos de Dios, doctos, sabios y expertos, para que instruyan a los susodichos naturales y moradores en la fe católica, y les enseñen buenas costumbres, poniendo en ello toda la diligencia que convenga[10].

            La asignación y reparto del territorio, principalmente en beneficio de la Corona de Castilla, procedía de la potestad que se atribuía el Papa al actuar in nomine Christi, de quien «proceden todos los bienes, imperios y señoríos»[11]. Este derecho contraía, sin embargo, un deber para los reyes: subordinar cualquier interés material al servicio de un bien superior, a saber, la enseñanza de la fe y de las sanas costumbres a la población autóctona. Sólo aquí residía la legitimidad de la conquista americana, como luego subrayarían los tratadistas de la Universidad de Salamanca al calor de los debates acerca de la moralidad de la acción de Castilla en el Alejandro VI - Wikipedia, la enciclopedia libreNuevo Mundo. Esa exhortación de la Iglesia pronto se tradujo en normativas de la Corona a los descubridores para que trataran correctamente a los indios. La permisividad inicial de las autoridades civiles ante la esclavitud de los indígenas –continuación de la inercia de lo acontecido durante el siglo XV en las costas africanas− fue tempranamente rectificada al ordenarse su puesta en libertad y que, en adelante, se considerara libres a los naturales del lugar. Entre otras razones, porque si el principal cometido de aquella empresa radicaba en la propagación de la fe verdadera ésta exigía la aceptación libre y no forzada de sus tomadores, concebida como don gratuito de Dios. Atiéndase que los textos de la época siempre indican el requerimiento de instruir, no de forzar la adhesión a la fe, con las consecuencias que de ella se derivan[12].

            Todas estas provisiones de los Reyes Católicos –título con implicaciones morales concedido por la Santa Sede y que habrían de heredar sus sucesores− conformarían la estructura básica de las Leyes de Indias, que prohibieron expresamente la esclavitud de los nativos americanos. En todo este proceso se habían asentado los contenidos teológicos y filosóficos desplegados desde antiguo por los Padres de la Iglesia y sus primeros Doctores, que incidían en la recepción voluntaria de la fe[13]. Había que atraer a los gentiles (desconocedores del cristianismo) por la fuerza de la caridad y del argumento razonado, inspirados por las exhortaciones del apóstol Pedro a las comunidades primitivas (1Pe 3, 15). La espiritualidad de San Francisco de Asís apuntaló estas directrices, luego desarrolladas por algunos miembros de su orden como Ramón Llull. Este pensador y misionero mallorquín del sigloBiografia de Ramon Llull XIII recurriría al razonamiento y al diálogo como instrumentos preferentes para alentar la conversión de los no cristianos. Así lo consignó en el Llibre del Gentil. Y es que, de acuerdo con la raíz que definiría el corpus doctrinal de Llull –el lulismo−, sólo el amor que acerca a Dios puede marcar el camino de perfección en la vida cristiana[14].

            Con la llegada a México de fray Junípero Serra y otros misioneros mallorquines de la orden franciscana a mediados del siglo XVIII se ratificó esta línea en la acción pastoral emprendida al norte de Sierra Gorda. Formado en los presupuestos lulistas, que enseñaría en calidad de profesor en la Universidad Luliana de Mallorca, el Padre Serra habría de plasmarlos en las misiones californianas[15]. Así lo Junípero Serra - Wikipedia, la enciclopedia libreprueba la documentación referente al trato dispensado a los indígenas y en la organización del sistema de misiones. La expulsión de la Compañía de Jesús de todos los territorios de la Corona española decretada en 1767 por el rey Carlos III –celoso de su autoridad temporal frente al Papado (recuérdese el especial voto de obediencia de los jesuitas al Pontífice)− precipitó que el virrey de Nueva España, marqués de Croix, encargara a los franciscanos la administración de las tierras californianas que rigieran los hijos espirituales de San Ignacio de Loyola. Fue cuando el Visitador del Virreinato, José de Gálvez, atendió la propuesta de la comunidad religiosa del Colegio de San Fernando de México, nombrando a fray Junípero Serra presidente de los misioneros destinados a California[16]. Aunque el mando de las antiguas misiones jesuitas recayera en los comisionados del ejército de la Corona española, que brindaron protección a los Padres franciscanos por medio de presidios o fuertes, la labor de éstos no era tanto reemplazar sin más a los expulsos como dar comienzo real a la obra misional católica en la California Alta[17]. Así las cosas, en poco tiempo se completaron las misiones creadas por los jesuitas, elaborándose un itinerario que debían seguir las expediciones y la forma de realizarse. Entre las primeras se contaron las de San Fernando, San Diego y San Carlos Borromeo, convertida en sede del Padre Serra para el gobierno de aquella empresa.

Propuestas para «la espiritual conquista»[18]

            A la altura de 1773, ya creadas las misiones de San Antonio, San Gabriel y San Luis, fray Junípero se dispuso a redactar unas extensas sugestiones dirigidas al nuevo virrey, Antonio Mª Antonio María de Bucareli y Ursúa - Wikipedia, la enciclopedia libreBucareli, para incrementar el progreso de las misiones y adelantar la presencia de aquel Estado misional católico[19] representado por la Corona en las tierras de la Alta California.

            A lo largo de treinta y dos proposiciones el fraile franciscano se detiene mayormente en cuestiones logísticas, imprescindibles para el buen funcionamiento de las misiones. Ciertamente, después de los elogios a su católica majestad, el rey Carlos III, fray Junípero repasa el estado general de la situación. Las vías de tránsito, tanto marítima como terrestre, son presentadas como asuntos de primer orden para sostener la labor misionera. La provisión de alimentos, utensilios de labranza y ganado se revelan capitales para la subsistencia de sus habitantes, sobre todo los amerindios. Y es que el objetivo de las misiones, diseñadas a modo de pequeñas ciudades, consistía en allegar a la población indígena concentrándola en dichos núcleos a fin de instruirlas en los presupuestos informantes de la civilización cristiana. Para ello debían resultar atractivas, acondicionando las viviendas, talleres y graneros, además de los servicios médicos y catequéticos, con la iglesia-capilla como centro neurálgico de su estructura[20]. Dicho patrón no distaba en exceso del promovido en España por los reinos cristianos durante la Reconquista con las Cartas de Población[21]. Realmente se adaptaba un modelo preexistente a las circunstancias de la California Septentrional:

Es punto importantísimo –escribía fray Junípero− el que se provean las misiones de algunos peones para el cultivo de la tierra y procurar levantar algunas cosechas para su manutención […] vayan en los barcos mozos entre los que se hallarán labradores, vaqueros y arrieros […]; suplico a V.E [el virrey] una nueva fragua con un herrero […] con lo que además de quedar mejor servidas [las misiones] podremos poner muchachos [indios] recién convertidos a que aprendan un oficio[22].

            En este sentido, la misión era la traslación de una imagen celestial: la ciudad de Dios en la tierra frente a un estado inhóspito, apartado del amor divino, el cual ofrece a todos la felicidad y la salvación eterna. Entre la población indígena más joven −generalmente receptiva a la predicación evangélica− se contaban la mayoría de sus moradores; bien como catecúmenos (iniciados en la fe) o recién bautizados[23]. En todo momento el Padre Serra Memoria y defensa de fray Junípero Serra | Alfa y Omegainsiste en el cuidado y buen trato a los indios, de acuerdo con la filosofía que inspiraba a la Iglesia y, por ende, a la legislación española. Los indígenas sólo podrían permanecer bajo la custodia de los Padres franciscanos, evitando así cualquier abuso o violencia por parte de los militares que defendían las misiones de posibles ataques:

Que ningún castigo o maltratamiento se haga en alguno de ellos [los indios], ni por el oficial, ni por soldado alguno sin el dictamen del Padre misionero, por ser lo dicho costumbre inmemorial del reino desde su conquista, muy conforme al derecho natural concerniente a la crianza de los hijos, y circunstancia esencial para la conveniente educación de los pobres neófitos[24].

        Esta concepción paternalista, inserta en algunos planteamientos de la Escuela de teólogos de Salamanca –como se ha visto− y muy presente en el siglo XVIII por la teoría del orden natural (en una familia espiritual como la de las misiones el padre encargado actuaría como cabeza, velando por el bien de los hijos), guio el ánimo de los frailes franciscanos en California. A mediados de la centuria fue muy comentado el Itinerario para párrocos del obispo de Quito, Alonso de la Peña. En sus páginas proponía una relación respetuosa con la dignidad de los nativos americanos, señalando que los sacerdotes no podían actuar como jueces ni infringir directamente castigos físicos a los indios. Llegado el caso, la corrección debíaFray Junípero Serra | Imperio espanol, Español, Imperio regirse por la caridad[25]. Un planteamiento enraizado, por otra parte, en los estándares pedagógicos de la época hasta tiempos recientes. Aunque en las zonas más conflictivas como la misión de San Diego se recomendaran los azotes para templar los ánimos revueltos de algunos pobladores[26], la tónica general fue la benevolencia. De hecho, en las mentadas sugestiones para la conquista espiritual de California, fray Junípero abogó para que se indultara a todos los que hubieran desertado de las misiones, desvaneciendo temores e inquietudes entre «los gentiles y descarriados cristianos»[27].

            Este anhelo por conjurar miedos que retrajeran a los nativos de las misiones se materializó en la petición cursada al virrey para que removiera de la comandancia militar del presidio a Pedro Fages por «el malísimo trato y modales de dicho oficial», cuya conducta había causado serios atrasos a las misiones[28]. Solicitud que fue atendida por Bucareli, nombrando al patrocinado por el Padre Serra: el sargento José Francisco Ortega, por ser «juicioso, prudente y sin exasperación»[29]. De esta manera, resultaría más fácil apartar a los soldados que dieran mal ejemplo a instancias de los Padres encargados de cada misión[30]. En este punto, también la autoridad militar debía sujetarse a las prescripciones eclesiásticas.

            Dentro de este amplio programa, fray Junípero no ignoraba la trascendencia del mestizaje para la supervivencia e impulso de la obra misional. Primero, invitando a algunas familias indígenas a desplazarse a otras misiones donde ya había hogares de españoles o criollos. Se trataba de favorecer la convivencia entre distintas etnias, unidas por una misma fe, de acuerdo con la pauta El mestizaje en America - la Historia sin Historietasprogresivamente adoptada en la conquista de América. Asimismo, se procuraba el conocimiento de familias de cristianos viejos entre los nativos casados, extrañados de la sola presencia de frailes (hombres célibes) en los comienzos de cada misión. Al incentivar los matrimonios mixtos entre soldados y amerindias, fray Junípero aspiraba a que se estrecharan las relaciones humanas entre los súbditos de la Corona e hijos de la Cristiandad, logrando una mayor estabilidad en la organización y estructura de las misiones[31].

            El aprendizaje de las lenguas aborígenes por los franciscanos allanó la aproximación a los indios[32], a quienes también se les enseñara el español para un entendimiento más fluido con el resto de los integrantes de las misiones, igualándolos a su misma categoría. Aunque el desarrollo de todo este cometido deviniera dispar y a veces extremadamente complejo, la actitud de los indígenas fue generalmente de acogida y receptividad, según apuntan las fuentes[33]. Sin este comportamiento parece difícil que las misiones se hubieran diseminado por aquella geografía con relativa celeridad[34], a pesar de la escasez de medios, convirtiéndose en el basamento de las futuras urbes californianas a partir del siglo XIX.

Reflexiones finales

            Por lo dicho hasta aquí resulta evidente que las acusaciones de racismo contra fray Junípero Serra carecen de todo fundamento. Quienes agredieron o destruyeron sus imágenes en pleno frenesí antirracista del movimiento Black Lives Matter ignoran la realidad histórica. Y es que el racista margina y desprecia a quien noAtacan y vandalizan la estatua de fray Junípero Serra en Palma con ... pertenece a su raza condenándolo al ostracismo. Todo lo contrario de lo que hiciera fray Junípero y la orden franciscana en California, con la asistencia de las autoridades civiles, procurando la inserción de los aborígenes en la Cristiandad. Un hecho nada baladí, puesto que significaba una toma de conciencia no sólo de la dignidad natural de los indios, sino también sobrenatural al adquirir la condición de hijos de Dios por el bautismo, al igual que los españoles. Que se promoviera el mestizaje entre nativos y europeos es otra muestra clara de la ausencia de racismo. En ningún caso los indígenas sufrieron la persecución y el exterminio que habrían de padecer después –ya a mediados del siglo XIX− con la conquista anglosajona del oeste americano.

            Ciertamente que algunas comunidades actuales de indígenas han tildado la acción de fray Junípero y de la Corona española de represora contra el modo de vida de sus ancestros. Es verdad que hubo episodios de violencia por ambas partes (tribus y ejército), pero la constante fue la de atraer a los aborígenes por el diálogo, el ejemplo de vida y la organización de las misiones. En este sentido, procuró seguirse el estilo pastoral de San Francisco de Asís (el respeto por toda criatura como obra de Dios) y de Ramón Llull (el argumento antes que la espada). La mención de alguna carta en la que el fraile mallorquín justificaba los azotes como método correctivo no puede elevarse a categoría, ya que se planteó como último recurso de acuerdo con la pedagogía de aquella época y que Los indios de California piden al Papa que frene la canonización ...ha perdurado hasta fechas relativamente recientes. La crítica a la conculcación del patrimonio nativo –su lengua y costumbres− parece más la manifestación de una de las corrientes ideológicas del indigenismo, radicada en el mito del buen salvaje de Rousseau (opuesto a toda civilización) y próxima al pensamiento marxista aplicado a la lucha de etnias o razas (blancos contra indios y viceversa), que una denuncia real del despojo de los usos nativos y de sus derechos. Un extremo que, como se ha visto, procuró ampararse desde los albores de la conquista americana por la Iglesia y las leyes de la Monarquía. Ésta, por su sentido innato de la continuidad en lo fundamental, permite explicar el reconocimiento de la familia real española a la obra de fray Junípero con la visita a su casa paterna y museo en la localidad mallorquina de Petra el pasado 10 de agosto de 2020.

            Sin embargo, que algunas autoridades civiles como la actual presidenta del Senado del Estado de California −Toni G. Atkins−, antigua alcaldesa de San Diego por el Partido Demócrata, hayan condescendido con el derribo de estatuas del fraile franciscano y apoyado las peticiones para retirar del capitolio las imágenes de Isabel la Católica y Cristóbal Colón, responde a un motivo claro: secundar el activismo de grupos ideológicos afines. Cabe recordar que la señora Atkins es una de las principales abanderadas del colectivo LGTB, cuya lucha por sus derechos civiles se ha equiparado a la de otros sectores históricamente marginados como los afroamericanos. En realidad, la senadora intenta aplicar en su ámbito de influencia la hoja de ruta trazada por la resolución aprobada en Ginebra en 2014 por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En ella se da carta de naturaleza a los llamados derechos de identidad de género y orientación sexual. Un planteamiento arraigado en la autosuficiencia radical del ser humano, que necesariamente se contrapone a la realidad objetiva de la naturaleza en la que se apoya el derecho natural, sostenido por la Iglesia y secundado en su tiempo por Isabel la Católica y la obra de la Monarquía hispánica en América. De ahí que para los promotores de la ideología de género, aprovechando la confusión generada por las reivindicaciones antirracistas, deban tomarse medidas para borrar la huella española La Misión de San Gabriel sufre enormes daños tras un incendio de ...y católica de los Estados Unidos. A este propósito se dirigen las agresiones a estatuas e iglesias de las misiones californianas[35], con el consiguiente perjuicio; también para un patrimonio declarado de la humanidad en 2003 por su alto valor histórico y artístico, muestra del barroco indígena de la segunda mitad del siglo XVIII[36].

            La erradicación de la herencia cristiana pretende acelerar el cambio cultural de nuestros días. Sin la objetividad de la ley natural, cuya visión antropológica reconoce la dignidad de toda persona por su naturaleza racional y libre −imagen de Dios creador cuando se eleva al plano suprasensible−, los derechos quedan al arbitrio del legislador. Paradójicamente, la experiencia de las últimas décadas demuestra que, bajo el espejismo de mayores libertades, se ha constreñido la libertad personal al propiciarse el capricho e intemperancia de la voluntad sobre la recta disposición de obrar conforme a las virtudes, humanas y sobrenaturales. De esta forma, se ha oscurecido paulatinamente la conciencia acerca de la dignidad integral de la persona humana. Los particulares se convierten así en piezas más fácilmente manejables por el poder político, a pesar de que adopte apariencias democráticas.

            En definitiva, la polémica generada es de orden ideológico, no histórico, aunque para ello tenga que manipularse la historia. Su contexto y documentación desmienten el discurso de quienes buscan falsearla.

[1] Esta postura respondió más a una cuestión socioeconómica que racial, pues era un lugar común en la época del liberalismo asociar la libertad individual a los títulos de propiedad (como también ocurría en Europa, donde apenas existía variedad racial). De hecho, el eminente educador afroamericano Booker T. Washington (1856-1915) abogó primeramente por medidas que permitieran la adquisición de poder económico por parte de la comunidad negra para que a posteriori lograra las ventajas políticas correspondientes. Véase «Libres al fin: el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos», Dpto. de Estado de los Estados Unidos, 2008, p. 21.

[2] Joan Faus, Pablo de Llano: «Tres muertos durante la jornada de caos desatada en Charlottesville por una manifestación racista», El País (13/08/2017).

[3] «Los activistas derriban la estatua de fray Junípero Serra en el Golden Park de San Francisco», ABC (22/06/2020).

[4] Pablo Scarpellini: «California aprueba retirar una estatua de Colón e Isabel la Católica de su capital», El Mundo (18/06/2020).

[5] Francisco Frías Valenzuela: Manual de Historia de Chile, Nascimiento, 1982, p. 36.

[6] Stanley J. Stein; Barbara H. Stein: El apogeo del Imperio. España y Nueva España en la era de Carlos III, 1759-1789, RBA, Barcelona, 2006, p. 70.

[7] Política, Libro I, cap. II y V.

[8] Política, Libro I, cap. II.

[9] Francisco Fernández Buey, «La controversia entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. Una revisión», Boletín Americanista, nº 42-43, 1992, p. 335.

[10] Silvino Zavala: Las instituciones jurídicas en la conquista de América, Porrúa, México, 1971, pp. 213, 215.

[11] Ibid., pp. 214-215.

[12] Idoya Zorroza: «La idea de dominio en el siglo XVI y sus repercusiones en Hispanoamérica» en Antonio Cañellas (coord.): América y la Hispanidad. Historia de un fenómeno cultural, Eunsa, Pamplona, 2011, p. 51.

[13] «En efecto, confesar es decir lo que tienes en tu corazón; si empero en el corazón tienes una cosa y dices otra, hablas, no confiesas. Porque se cree en Cristo con el corazón, cosa que nadie hace forzado». San Agustín de Hipona: Comentarios a San Juan, trat. 26, n. 2.

[14] Luis Suárez: «Amor, religión y diálogo en la obra de Ramón Llull», CIDESOC (23/12/2017).

[15] Véase esta influencia en Josep Amengual: «Fra Juníper Serra: pastoral missionera inspirada en l´estil de Ramon Llull i per l´Escola de Salamanca en temps de l´absolutisme», Revista Catalana de Teologia, 40/1, 2015, pp. 144-145.

[16] Fray Francisco Palou: Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del venerable padre fray Junípero Serra, Consell de Mallorca, Palma, 2013 (1ª ed. 1787), p. 86. Se variaba así el plan defensivo inicial en una zona rica en recursos y disputada desde antiguo por franceses y británicos. Los conflictos armados con las tribus nativas, reñidas también entre sí (apaches y comanches), precipitaron un cambio de táctica por parte de las autoridades españolas con una promoción más decidida de las misiones y del proceso de inculturación de los indígenas. Desde el punto de vista estratégico, se trataba de ganar aliados nativos para repeler los ataques de sus contrarios y acelerar la pacificación del territorio con el consiguiente dominio de la Monarquía. Véase Antoni Picazo: «El impacto de las guerras nativas en el norte de Nueva España», Illes i Imperis, 12, 2009, pp. 8-10.

[17] Gaspar Sabater: Junípero Serra. Colonizador de California, Editora Nacional, Madrid, 1944, p. 87. Véase también la imprescindible biografía del profesor Bartolomé Font Obrador: Fray Junípero Serra. Doctor de gentiles, Miquel Font, Palma, 1998, pp. 13-15.

[18] Término utilizado por el Padre Palou, contemporáneo y primer biógrafo de fray Junípero: op. cit, p. 180.

[19] Sobre este concepto, véase Vicente Rodríguez Casado: De la monarquía española del Barroco, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1955, pp. 120-122.

[20] Carta de fray Junípero Serra al virrey Antonio Mª Bucareli (13/03/1773) en Escritos de fray Junípero Serra (Edición preparada por el P. Salustiano Vicedo e introducida por el P. Jacinto Fernández-Largo), Tomo II, Petra, 1984, p. 92.

[21] Véase uno de estos ejemplos en Josep Francesc López Bonet: «Les Ordinacions d´en Jaume II per a l´establiment de noves viles a Mallorca (1300)», Estudis Balearics, nº 6, Palma, 1982.

[22] Carta de fray Junípero Serra al virrey Antonio Mª Bucareli (13/03/1773), op. cit, pp. 89, 93.

[23] Amengual: art. cit, p. 155.

[24] Carta de fray Junípero Serra al virrey Antonio Mª Bucareli (13/03/1773), op. cit, pp. 86-87.

[25] El texto del prelado afirmaba que «La crueldad es vicio opuesto a la clemencia y es una aspereza de ánimo que sin piedad castiga con exceso la culpa del inferior. Y la virtud de la clemencia obliga a todos los que tienen superioridad sobre otros, templando con piedad el rigor de la ley en el castigo». De ahí que en relación con los indios encareciera a un trato benevolente «porque sus culpas no tienen tanto de malicia como en otros, mas antes se disminuye por muchas cosas como son la simplicidad, ignorancia, embriaguez, pobreza y ser tan nuevos en la fe, que aún no han olvidado la gentilidad. Saco la conclusión y es que si el castigo excede a la culpa con grave daño del indio, es pecado mortal» Fragmento extraído del estudio de Bartolomé Font Obrador: «Fray Junípero Serra. De Doctor de Gentes a Doctor de Gentiles», Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana, 53, 1998 p. 239.

[26] Según refiere el Padre Palou, San Diego sufrió uno de los más violentos ataques de las tribus del lugar. El suceso tuvo su origen en la captación por parte de grupos hostiles de dos neófitos que se ausentaron de la misión sin licencia, valiéndose de ellos para divulgar la falsa noticia de que «los Padres [franciscanos] querían acabar con toda la gentilidad haciéndolos cristianos a la fuerza, para lo cual daban por prueba los muchos que en un día habían bautizado». Así las cosas, en el asalto fray Luis Jaume fue desnudado y «empezaron a darle golpes con las macanas y le descargaron innumerables flechas […] después de muerto, le machacaron la cara, la cabeza y demás cuerpo, de modo que desde los pies hasta la cabeza no se quedó parte sana más que las manos consagradas». Palou: op. cit, pp. 204-205.

[27] Carta de fray Junípero Serra al virrey Antonio Mª Bucareli (13/03/1773), op. cit, p. 100.

[28] Ibid., p. 82.

[29] Ibid., p. 85.

[30] Ibid., p. 86.

[31] «Al que así se case, se le mantenga de pie en la misión de su consorte, sin irlo remudando a otras; que se le dé por de pronto una bestia en que andar si no la tiene, y que, después de un año o algo más de servicio de su misión en el laborío de las tierras, se le den, de las del rey, un par de vacas y una mula […] y que a su tiempo podamos señalarles su pedazo de tierra que pueda sembrar por sí». Ibid., p. 100.

[32] Carta de fray Junípero Serra a fray Francisco Palou sobre la necesidad de dominar las lenguas indígenas (18/08/1772). Ibid.

[33] Véase, a título de ejemplo, la correspondencia de fray Junípero Serra con los Padres Juan Andrés, Rafael Verger, Francisco Palou o Francisco Pangua entre 1769 y 1774, en Escritos…, Tomos I y II.

[34] Para constatar la disposición colaboradora de los nativos, puede consultarse la relación del Padre Palou referida a la fundación de la misión de San Buenaventura en Los Ángeles en 1782. La violencia inicial ante la empresa misional en el recorrido del Canal de Santa Bárbara se trocó completamente cuando los misioneros, con la ayuda de los conocimientos lingüísticos de un neófito de la misión de San Gabriel, pudieron dar a conocer sus intenciones evangelizadoras. Los indios se prestaron entonces a construir la capilla y las casas de la misión. Al año siguiente se había formado una comunidad de 53 cristianos nuevos. Palou: op. cit., p. 265.

[35] Javier Ansorena: «Arde la histórica iglesia fundada por fray Junípero Serra en Los Ángeles en 1771», ABC (14/07/2020).

[36] El pasado 15 de julio de 2020, festividad de San Buenaventura en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica y coincidiendo con el fragor de la controversia, el Papa Francisco I erigió en basílica menor la misión de tal nombre que fundara fray Junípero Serra (proclamado santo en 2015). Véase Vida Nueva (16/07/2020).