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La acción de la mujer en la guerra

foto-sol por María del Sol Romano, filósofa

   La filósofa francesa Simone Weil (1909-1943)[1] vivió las dos guerras mundiales del siglo XX, pero una experiencia que le causó un granSimone Weil en la Columna Durruti | Pensamiento | El Viejo Topo impacto fue cuando participó en agosto de 1936 en la Guerra Civil española, al lado del bando republicano, en la columna Durruti. Esta experiencia fue para ella una importante fuente de reflexión[2], que la llevó posteriormente a pensar con mayor profundidad sobre la cuestión de la barbarie. Esto la inspiró también a elaborar un plan de acción para resistirse eficazmente a ella, concretamente tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

   En 1940 el ejército alemán ocupa París, por lo que Weil y su familia se dirigen a la zona no ocupada y se instalan en Marsella. En 1942 la filósofa Danza Ballet blog: Viva la Francia libre en el honor y la independencia!,  Charles De Gaulle.viaja con sus padres a Nueva York para ponerse a salvo del antisemitismo. Sin embargo, Weil no es indiferente al sufrimiento de sus semejantes y no puede permanecer cómodamente en la retaguardia. En realidad, ella aceptó partir con sus padres a América confiando en que desde allí podría desplazarse a Londres para participar activamente en la guerra y estar al lado de sus compatriotas de la resistencia liderada por el general De Gaulle.

   En una carta que escribe a Maurice Schumann desde Nueva York, le expresa lo difícil que le fue partir, pero que lo hizo “con la esperanza de tener una mayor y más efectiva participación en los esfuerzos, peligros yMaurice Schumann: indications bibliographiques - maurice-schumann sufrimientos de esta gran lucha”[3]. Como todos sus intentos para viajar a Londres fueron vanos, en esa misma carta le pide ayuda a Schumann diciéndole: “creo realmente que puedo ser útil. Y recurro a usted como camarada para que me saque de la situación moral tan dolorosa en la que me encuentro”[4]. Gracias al apoyo del político francés, Weil logra llegar a Londres en diciembre de 1942, su plan es poner en marcha su proyecto de formar un cuerpo de enfermeras de primera línea[5].

   En su proyecto, Weil dirige una mirada profunda al impacto que puede suscitar la presencia de la mujer en la guerra, pero no en cualquier lugar, sino en la zona de mayor riesgo. Esto no implica, sin embargo, Les infirmières de la Seconde Guerre mondiale 39-45 - Infirmier.netidentificarla como una feminista militante. Cuando la autora reflexiona, por ejemplo, sobre cuestiones como la opresión social y la barbarie, no se refiere a un género determinado, sino que piensa desde una perspectiva neutra y universal. El hecho de que, en comparación con el conjunto de su obra, proyecte formar un pequeño grupo integrado solamente por mujeres, es algo único y muy significativo.

   Para Weil, es esencial que las mujeres que conformaran este grupo tuvieran las cualidades apropiadas para realizar esta peligrosa misión. Asimismo, plantea que “no hay ninguna razón para considerar la vida de una mujer […] como más valiosa que la vida de un hombre; y con mayor razón si acepta el riesgo de muerte”[6]. No obstante, con esto no indica que estas mujeres hagan un sacrificio innecesario o suicida, sino que ellas, al igual que los hombres, son completamente capaces de comprometerse en una situación extrema y urgente, como es el caso de la guerra.

Les infirmières de la Première Guerre mondiale 14-18 - Infirmier.net

   Si bien Weil ve en este grupo de mujeres todo el potencial para estar al lado de los soldados, su función y sus propósitos son distintos. Ellas estarían desarmadas, pero su participación en el frente tendría varias ventajas desde el punto de vista material, psicológico, moral y espiritual. Se trata de un nuevo tipo de resistencia sin armas, sin violencia, sin fuerza bruta, en donde no se busca el exterminio de los enemigos, sino ser un símbolo de concordia, de consuelo, de humanidad, de compasión y de ternura.

[1] El presente texto es un extracto del artículo “Simone Weil: experiencia, reflexión y acción de una mujer en la guerra”, publicado en: Cuadernos de pensamiento, n. 34, 2021, pp. 145-163. DOI: https://doi.org/10.51743/cpe.258

[2] La experiencia que tiene Weil en la guerra de España será una importante fuente de reflexión sobre la guerra y la barbarie, aunque no la única. Por ejemplo, desde inicios de los años 30 hay escritos suyos sobre este tema, como es el caso de sus “Réflexions sur la guerre”. Véase S. Weil, Œuvres complètes, t. II, vol. 1, Gallimard, Paris, 1988, pp. 288-299.

[3] S. Weil, Écrits de Londres et dernières lettres, Gallimard, Paris, 1957, p. 186.

[4] S. Weil, Écrits de Londres et dernières lettres, p. 187.

[5] Weil aspiraba a ser miembro de este grupo de enfermeras, pero, cuando llega a Londres, no se le permite llevar a cabo su proyecto, sino que es enviada a la Direction de l’Intérieur de la Francia libre para trabajar como redactora, lo que le causa una terrible desilusión. Luego, “la alimentación insuficiente y el trabajo excesivo, junto con la pena, había finalmente dado lugar […] a una enfermedad”. S. Pétrement, La vie de Simone Weil, Fayard, Paris, 1973, p. 671. Esto es, Weil enferma de tuberculosis y muere de un fallo cardiaco el 24 de agosto de 1943.

[6] S. Weil, Œuvres complètes, t. IV, vol. 1, Gallimard, Paris, 2008, p. 404.

La belleza como alimento espiritual

 por María del Sol Romano, filósofa

            Para la filósofa Simone Weil (1909-1943) la belleza es «el misterio supremo de este mundo»,[1] «la única finalidad en este mundo»[2], «la imagen del bien»[3] y una de las «formas del amor implícito a Dios».[4] También es una auténtica fuente de alegría, pues, siguiendo a la autora, «la alegría pura es siempre alegría de lo bello»[5] y «mientras se tengan cosas como el mar, las montañas, el viento, el sol, las estrellas, la luna, el cielo, no se puede ser completamente desdichado»[6].

            La belleza es algo que apetece, que atrae, que se desea, pero paradójicamente es una realidad que no puede consumirse, devorarse o modificarse siguiendo los dictámenes de la voluntad humana. Ante esto, la filósofa francesa afirma que «la belleza promete siempre y jamás da nada; suscita un hambre, pero no hay en ella alimento para la parte del alma que intenta saciarse en este mundo, es un alimento solo para la parte del alma que mira».[7]

            Todo ello indica, por una parte, que el empeñarse en consumir la belleza con el fin de satisfacer un deseo puramente mundano puede conducir al mal moral. Como señala la autora, «los vicios, las depravaciones y los crímenes son casi siempre o incluso siempre en su esencia tentativas de comer la belleza, comer lo que solo hay que mirar»[8]. Pero, por otra parte, «la actitud inversa, mirar un fruto sin comerlo, debe ser lo que salva»[9].

            La belleza es, por tanto, «lo que se puede contemplar»[10] y, desde esta perspectiva, es «algo que se come; es un alimento»[11]. Es un alimento espiritual ante el que hay que mantener la distancia. Es lo que sacia sin tocar, es «un fruto que se mira sin tender la mano»[12]. De ahí que la distancia constituye para Simone Weil «el alma de lo bello»[13], así como la única manera de experimentar y recibir el alimento de la belleza.

            Cuando se contempla algo verdaderamente bello, todo el yo está en silencio y listo para recibir la belleza que viene del exterior. Se está entre la palabra de aquello que es bello y el silencio de las facultades que se preparan para recibir el alimento que les proporciona la belleza. Como apunta la autora, cuando se está frente a lo bello «todas las facultades del alma permanecen en silencio y se disponen para aprehender esa cosa perfectamente bella, cada una a su manera. La inteligencia entre otras; no encuentra nada que afirmar o negar, solo se alimenta»[14].

            La belleza, además de alimentar espiritualmente, mueve a quien la contempla a una transformación de sí y a un mejoramiento moral. Asimismo, revela el don de amor de Dios que deja su huella en este mundo. Esto es, «por amor, la materia recibe la huella de la Sabiduría divina y se vuelve bella». Lo anterior muestra, en definitiva, que la belleza comporta una unidad entre la naturaleza y la gracia, a la vez que es «la marca de un intercambio de amor entre el Creador y la creación»[15].

 

[1] S. Weil, “Collectivité-Personne-Impersonnel-Droit-Justice”, [1943], en Œuvres complètes, t. V vol. 1, Gallimard, Paris, p. 231. En adelante se usará la abreviatura OC, tomo, volumen y página.

[2] S. Weil, “Formes de l’amour implicite de Dieu”, [1942], OC, IV 1, p. 304.

[3] S. Weil, “Cahier VI”, [1942], OC, VI 2, p. 384.

[4] Para Simone Weil el “amor implícito a Dios” tiene tres objetos inmediatos o tres amores: “las ceremonias religiosas, la belleza del mundo y el prójimo”. S. Weil, “Formes de l’amour implicite de Dieu”, [1942], OC, IV 1, p. 286.

[5] Cf. S. Weil, “Cahier VII”, [1942], OC, VI 2, p. 485.

[6] S. Weil, “Lettres à Antonio”, [1941-42], en Cahiers Simone Weil, VII/3, septembre 1984, p. 203.

[7] S. Weil, “Collectivité-Personne-Impersonnel-Droit-Justice”, [1943], OC, V 1, p. 231.

[8] S. Weil, “Formes de l’amour implicite de Dieu”, [1942], OC, IV 1, p. 304.

[9] S. Weil, “Formes de l’amour implicite de Dieu”, [1942], OC, IV 1, p. 304.

[10] S. Weil, “Cahier IV”, [1941], OC, VI 2, p. 65.

[11] S. Weil, “L’Enracinement”, [1943], OC, V 2, p. 186.

[12] S. Weil, “Cahier VI”, [1942], OC, VI 2, p. 393.

[13] S. Weil, “Cahier XI”, [1942], OC, VI 3, p. 343.

[14] S. Weil, “Cahier VI”, [1942], OC, VI 2, p. 348.

[15] S. Weil, “Cahier XIV”, [1942], OC, VI 4, p. 182.