por Guillermo Arquero, historiador
La Edad Media es un periodo fundamental en la configuración de Occidente. El historiador británico Tom Holland llega a afirmar que, en verdad, no somos herederos de Grecia y Roma, sino de la Edad Media[1]. No hay que malinterpretar estas palabras: sin duda, Occidente es incomprensible sin la cultura grecolatina, pero lo que nos ha llegado de ésta es lo que se conservó y cultivó en el Medievo; fueron las personas de esta época las que no sólo copiaron los textos antiguos, sino que los seleccionaron, ordenaron y emplearon según sus criterios y valores. Es por ello, por ejemplo, que muchos filósofos de la posmodernidad (Nietzsche, Vattimo, Oñate y Zubía…) hayan tratado de recuperar el saber de Grecia “descontaminándolo” de la tradición cristiana multisecular, aunque cabe preguntarse en qué medida es una vuelta a los orígenes o una reinterpretación en clave de sus propios valores e inquietudes.

De griegos y romanos hemos heredado, entre otras muchas cosas, una valiosa tradición educativa, como suponen la paideia griega, las obras de Quintiliano, la institución escolar, etc. Sin embargo, fue en la Edad Media cuando se sistematizaron las instituciones y métodos de enseñanza que perduran hasta el día de hoy (la Universidad, el sistema de evaluación de conocimientos, la organización de las enseñanzas en cursos…), aunque aquélla es deudora de la Antigüedad clásica en muchas cuestiones. Quizá ya no seamos creyentes, a diferencia de, por ejemplo, los novicios de una escuela monástica medieval, pero muchos de los valores que allí se aprendían pueden ser rescatables para el tiempo actual. Si a eso añadimos la fe que muchos todavía profesamos, la pertinencia es aún mayor.
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Hoy en día se sigue defendiendo, en el campo cognoscitivo y educativo, la unidad de la tríada verdad-bien-belleza, si bien hay detractores desde posturas posmodernas (por ejemplo, Ernesto Castro), algo lógico en un tiempo en que estas tres ideas han perdido la solidez que antaño tuvieron. En este sentido, releer a los escolásticos medievales puede ayudarnos a reforzar esta interrelación para el desarrollo integral de la persona (como ser racional, ético y afectivo). Ya en la Hispania visigoda se exhortaba a los eclesiásticos a formarse bien en virtud de la estrecha relación entre la formación intelectual y la moral:
La ignorancia es la madre de cuantos errores existen, y debe evitarse, sobre todo, por los sacerdotes de Dios, quienes han asumido el deber de enseñar a los pueblos. En efecto, que se inste a los sacerdotes a leer las Santas Escrituras, como decía el apóstol Pablo a Timoteo: vuélcate en la lectura, en la exhortación, en la doctrina, permanece siempre en ellas. Por lo tanto, que los sacerdotes conozcan las Santas Escrituras y los cánones, para que todo su trabajo se fundamente en la predicación y la doctrina, y para que, a todos cuantos traten, edifiquen tanto con la ciencia de la fe como la disciplina de las obras[2].
Vemos aquí la idea socrática de la ignorancia como madre de todos los errores, aunque el cristianismo incidiría también en la importancia de la voluntad, herida por la concupiscencia. También hemos de apreciar del texto la idea de que los pastores de la Iglesia debían edificar a su grey tanto por la ciencia como por la disciplina. Este binomio entre entendimiento y voluntad nos remite al binomio entre verdad y bien, que en el aspecto estético nos lleva a la belleza, resultado del kósmos u orden armónico de las cosas y la bondad intrínseca de la creación de Dios. De esta manera, la verdad nos hace libres, pues conociendo el ser de las cosas podremos saber qué fines debemos alcanzar en la vida, y cómo conseguirlo.

Por lo tanto, en esta tradición cristiana medieval, la educación debe cumplir con el objetivo de enseñar la verdad (mediante conocimientos fiables y métodos rigurosos) y conocer el bien para vivirlo. En efecto, para enseñar el bien, según esta tradición, hay que vivir correctamente, de modo que cualquiera que desee preciarse de maestro deba conducirse con altura moral y ejemplaridad. Esta idea ya existía en la Antigüedad y se recogió en el Derecho Romano:
Es conveniente que los maestros de estudios y los doctores sobresalgan en primer lugar por sus costumbres, y en segundo por su facundia. Mas como yo mismo no puedo estar en cada una de las ciudades, mando, que el que quiera enseñar no se lance repentina y temerariamente a esta profesión, sino que aprobado a juicio del orden obtenga un decreto de los curiales, concurriendo el consentimiento de los mejores[3].
Como vemos, el profesor debe ser ejemplar en su modo de vida antes que en su ciencia, aunque ésta es también esencial. Esta idea estaría muy presente en la mente de los escolásticos medievales. Por citar solo un ejemplo, lo vemos en el Libro de las Confesiones de Martín Pérez (texto que hemos adaptado respecto al castellano medieval):
Pregunta, también, si fue negligente para con los discípulos en tres maneras: Si no les enseñó la ciencia como debía, sin considerar cómo podrían mejor aprovechar en aquello que les enseñaba, pues muchos no procuran sino leer muchas lecciones por acabar los libros; otros quieren leer lecciones oscuras y muy escondidas, quieren leer también por palabras afectadas y extrañas y no las entienden los escolares; otros quieren más holgar y leer poco para volver luego a casa y hacen muchas vagancias, y así pierden los escolares su tiempo, también con los que mucho leen a vanagloria, como con los que poco leen por pereza. La otra negligencia es si no los adoctrinó en buenas costumbres, quiero decir en servir a Dios, temerlo y guardar sus mandamientos. La otra negligencia es si no los apremió castigándolos con disciplina. En cualquier de estas maneras que el maestro fue negligente, dile que gran cuenta ha de dar a Dios, y muchas lágrimas necesitará para ganar perdón por tanto daño[4].
Hay en este texto elementos que al hombre de hoy pueda resultar ajeno o extraño, como la enseñanza de “servir a Dios y temerlo y guardar sus mandamientos” (aunque en los muchos centros escolares religiosos existentes hoy en día es un principio que tiene, o debería tener, vigencia). No obstante, también podemos traducir esto a la enseñanza de valores morales y formación ética de la persona
. El franciscano Juan de Gales exaltaba la filosofía como saber supremo, pues era “el arte de las artes, la disciplina de las disciplinas […] la filosofía es el conocimiento de las cosas humanas y divinas, con el empeño de vivir bien”[5]. De nuevo vemos que el saber debe llevar al “empeño de vivir bien” (studio bene vivendi). Así, Díaz de Montalvo consideraba que los estudiantes podían ser reprobados no solamente por la falta de conocimiento (propter defectum scientie) sino también por falta moral (propter defectum morum)[6].
Todo esto tiene su eco en el día de hoy en la enseñanza competencial, con el fomento de competencias que no se limitan al conocimiento objetivo de las materias, sino a la reflexión personal y el desarrollo de una actitud crítica y constructiva respecto de la realidad. Ciertamente, no parece deseable la imposición de una determinada forma de pensar y comportarse en el día de hoy, y quizá la educación actual deba centrarse en los aspectos de la instrucción y dejar a las familias el desarrollo moral de los jóvenes. No obstante, si el deseo de las familias se canaliza, por ejemplo, en la elección de un centro educativo con ciertos valores, encontramos aquí una recuperación del ideal educativo que no limita la formación de la persona a la adquisición de una serie de conocimientos útiles, sino a la formación en su integridad.
En este sentido, es interesante la distinción entre el saber útil y el saber necesario que hacían en el Medievo. Así para Antonino de Florencia, las artes del quadrivium (lo que hoy llamaríamos “ciencias
naturales”) eran útiles, pero la gramática (que en aquel entonces incluía el saber humanístico en general) era el conocimiento “necesario”, por lo que era una ciencia de la “piedad”[7] (es decir, que llevaba a la edificación de la persona). En un tiempo como el actual, en el que se suele confundir la verdad y el valor de algo con su utilidad cuasi inmediata, y se desecha fácilmente el cultivo del espíritu, estas ideas adquieren especial valor, pues a toda persona y a toda sociedad no le basta con un conocimiento útil y un desarrollo de lo material, sino que, para una verdadera prosperidad humana, han de cultivarse las facultades espirituales del ser humano (en eso consiste, en última instancia, la cultura o cultivo del alma).
En este sentido, en el Medievo también se tenía conciencia del valor de la educación para la prosperidad de la Nación. Así, Alfonso X el Sabio, en el último título de la II Partida, dedicado a los centros universitarios, comenzaba diciendo: “Y porque de los hombres sabios los reinos y las tierras se aprovechan y se guardan y guían por el consejo de
ellos, queremos al final de esta Partida hablar de los estudios”, algo que los compiladores de este código hubieron de tomar casi directamente del Privilegium Scholasticum de Federico I (“consideramos oportuno que aquellos lugares, desde los cuales las tierras son iluminadas por la ciencia para obedecer a Dios y a Nos, su ministro, sean amparados con nuestra alabanza y protección a los que obran bien, para que la vida de los súbditos sea formada, y para que los defendamos, con especial afecto, de toda injusticia”[8]).
Es por ello que los estudios universitarios fueron defendidos desde el punto de vista legal, porque se consideraba que contribuían con su presencia y acción, al bien común de la sociedad. Es bien sabido que la palabra universitas aludía, en un inicio, no al centro educativo en sí (el Studium Generale), sino a la congregación o corporación de los estudiantes y los maestros. Para el jurista Baldo degli Ubaldi, esta asociación en defensa de los intereses de los escolares era lícita porque está orientada “por naturaleza” (naturaliter) a la virtud, la prudencia y la justicia[9]. El ya citado Alfonso X, que siempre fue reacio a aceptar la formación de corporaciones dentro de su reino, sin embargo hacía una excepción con el caso de los estudiantes y maestros “porque ellos se juntan con intención de hacer bien”[10]. Frente a una mera lógica de mercado, por un lado, y una supeditación a los intereses ideológicos, por otro, el espíritu de la universidad debe mantener este ideal de la búsqueda de la verdad y del bien al servicio de la comunidad política como un rasgo esencial de la institución.
Esta cuestión del valor moral de la educación en el Medievo merecería mucha más extensión, pero esperamos que estas líneas sirvan para valorar la herencia recibida y tomar conciencia de la necesidad de no perder o (si se ha perdido) retomar la profunda dimensión ética de la educación, no ya sólo por lo que en ella se pueda enseñar, sino por su propia esencia y dimensión moral.
[1] Vid. “Tom Holland: «No somos herederos de Roma, sino de la Edad Media cristiana»”, artículo de César Cervera en ABC (05/03/2020), en www.abc.es, consultado en diciembre de 2024.
[2] Canon 25 del IV Concilio de Toledo (año 633 d.C.)
[3] Codex Iuris Civilis, Liber XI: Titulum XVIII (XIX).
[4] Martín Pérez, Libro de las Confesiones, Madrid: B.A.C., 2002, pp. 439-440.
[5] Juan de Gales, Summa Collationum, pars quinta, distinctio prima, cap. I
[6] Glosa de Alonso Díaz de Montalvo al título XXXI de la II Partida.
[7] Vid. Antonino de Florencia Summa theologica, pars tertia, titulus V, cap. I
[8] Friderici Secundi Romanorum Imperatoris, Jerusalem et Siciliae regis Historia diplomatica, vol. IV, parte I (1852), p. 408.
[9] Vid. Baldo de Perusio, Super quarto codicis Iustiniani libris commentaria, § Ne filius pro patre neque pater pro filio
[10] Código de las Siete Partidas: Partida II, Título XXXI, ley VI.
por Víctor Zorrilla, filósofo
dieran una solución distinta a la de Santo Tomás. En realidad, ellos no se plantearon ni se habrían planteado siquiera semejante problema. Aristóteles consideraba al comercio antinatural, innecesario e incompatible con la virtud, alegando, además, que no debía permitirse a jornaleros y campesinos entrar al ágora salvo que un magistrado los convocase. Así como el trabajo físico era asunto de esclavos, el comercio en la Grecia clásica era coto de extranjeros
vida cristiana
adquirían nuevas tierras. Los monasterios educaban a los talentos más aptos para desempeñar los cargos directivos y administrativos clave, seleccionándolos de entre su abundante y altamente motivado capital humano. Al final, los monasterios brindaron el modelo de negocio que habrían de seguir las grandes firmas y bancos italianos de la Edad Media, que fueron las primeras empresas capitalistas multinacionales de la historia
natural o una guerra, hay gran carestía de alimentos. Organizándose con otros mercaderes, él empaca trigo en costales o petacas, prepara a sus animales de carga y emprende el viaje. Como a sus compañeros, lo anima el deseo de aventura, el afán de lucrar, el impulso de socorrer al necesitado, la curiosidad del viaje. Poco a poco, sin embargo, los compañeros se van rezagando. Uno se demora visitando a un pariente. A otro le arredran las incomodidades y peligros del viaje. Otros más se entretienen en las tabernas. Nuestro protagonista, en cambio, duerme seis horas, se levanta de madrugada y se arma para defenderse de los salteadores. Despreciando las dificultades, y recordando al hijo enfermo que ha dejado en casa, emprende cada día el camino antes de despuntar el alba. Gracias a su diligencia y tesón, llega al destino justo a tiempo para salvar a un niño, un enfermo o un anciano que, de no recibir el alimento que él trae, habría muerto de inanición.
como Santo Tomás y muchos otros habitantes de la Europa medieval— de un régimen de libertad
pierda abiertamente y de repente. Resulta mucho más probable que ésta se erosione poco a poco entre brillantes promesas y expresiones de nobles ideales”
por Juan Antonio Gallardo, filósofo
presentó el vocablo Hispanidad como “una unidad de provenir”, con la que “incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que ha hecho el alma terrena y a la vez celeste de Hispania”. La lengua romance nacida en la región de Castilla, enriquecida y desarrollada en su proceso de crecimiento y expansión, acabaría por expresar toda una cultura y concepción de la realidad que José María Pemán vincularía al “hecho” idiomático español
adoptara estas dos acepciones de la palabra Hispanidad -1º: el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico, diseminados por Europa, América, África y Oceanía, 2º: el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos de estirpe y cultura hispánica”. La propuesta fue aceptada
civilizadora de España allende los mares
compilación de otros sucesivos publicados entre 1932 y 1933, surgiría la obra Defensa de la Hispanidad, reeditada en 1938, durante la Guerra Civil
con los primeros principios del conocimiento. Esta ordenación al fin último de la vida humana apunta a la Bondad Divina que nos atrae gratuitamente. De esta tendencia a la unificación sintética es confirmación y resultado aquel continuo recurso a lo que en la vida psico-moral es motor primero y norma suprema de todo sentimiento y afección, de toda determinación libre y de toda actividad práctica: el fin último de la vida humana
por Álvaro Sureda, historiador



por Luis Suárez, Real Academia de la Historia
el alejamiento de esta supuesta fuente con resultados que, muchas veces, precipitan divisiones y enfrentamientos. En este sentido, la idea de pacto que hemos abordado cede a la del pacto social, planteado en el siglo XVIII, expresado por la voluntad general ˗sinónimo de mayoritaria˗ como criterio de verdad, incluso en aspectos sustanciales. Es aquí donde se pierde su valor absoluto y decaen las certezas para un auténtico entendimiento y desarrollo de la comunidad política.
por Fernando Riofrío, filósofo
por María del Sol Romano, filósofa
una desagradable sensación de vacío y soledad. Por ello, como precisa Pascal, “nada es tan insoportable al hombre como estar en total reposo, sin pasiones, sin ocupaciones, sin diversiones, sin interés. Se da cuenta entonces de su nulidad, de su abandono, de su insuficiencia, de su dependencia, de su impotencia, de su vacío. Al momento saldrán del fondo de su alma el tedio, la negrura, la tristeza, la pena, el despecho, la desesperación” (Frag. 622).
por José Luis Orella, historiador
431 rebatió la teoría diofisita de que Cristo existió como dos personas distintas con naturaleza humana y divina, respectivamente. Esta pugna dio con la aparición de la iglesia nestoriana, herética, que procedió a expandirse por el Asia central. Veinte años después, en el concilio de Calcedonia, se respondía a la herejía contraria, el monofisismo, que defendía la existencia de una sola naturaleza en una persona. En esta ocasión, las iglesias que se separaron fueron la Armenia, Copta (Egipto), Etíope y la Siria. Esta separación tuvo éxito por la oposición de los cristianos árabes a las directrices provenientes de Bizancio. Sin embargo, cuando en 1054 Roma y Constantinopla se excomulgaron mutuamente y se materializó la división de los cristianos de occidente y oriente, los últimos formaron la Iglesia Ortodoxa, que mantiene los patriarcados históricos de Constantinopla, Alejandría, Antioquia y Jerusalén.
fueron divididos en protectorados entre las dos grandes potencias europeas. La presencia judía en la vieja Palestina se irá incrementando por la llegada de algunos judíos sionistas, que compraban tierras a los grandes propietarios árabes. Theodor Herzl inició la idea contraria a la asimilación y de crear un hogar nacional judío. Sin embargo, la mayor parte de los judíos europeos no siguieron aquellas ideas y eran contrarios al sionismo, fuesen laicos socialistas o religiosos. El antisemitismo del zarismo ruso propició una amplia emigración, pero que prefirió orientarse a los Estados Unidos y a la Argentina.
auxilio a los países vecinos. Mientras tanto, los judíos proclamaron el Estado de Israel, pidiendo ayuda a los EEUU y a los países europeos. En este momento es cuando se produce la Nabka, favorecida por la matanza de Deir Yassin, donde más de un centenar de árabes de la aldea fueron masacrados por pistoleros del Irgúm y Stern. Centenares de miles de árabes huyeron. En ese instante se levantaron los campos de refugiados, que aún subsisten. Una de sus consecuencias será el grave descenso de la población cristiana. En el momento del derrumbe del Imperio Otomano, los cristianos en Tierra Santa representaban en torno al 11 por ciento de la población. Actualmente no llegan al 2 por ciento. El descenso más significativo se produjo entre 1948-1949, cuando se creó el Estado de Israel y descendió del 8 al 2,3 por ciento por la Nabka. La construcción del Muro a partir de 2002 ha acelerado las salidas al extranjero. Las condiciones laborales se han complicado y el acceso a las celebraciones en Jerusalén son cada vez más difíciles. No sólo se producen salidas desde Cisjordania, en los últimos años también se han marchado de Gaza el 40 por ciento de los pocos cristianos que quedaban en la franja.
iniciaron la denominada Guerra de los Seis Días que fue la mayor derrota militar de los árabes, consiguiendo los israelíes su máxima expansión y unas fronteras naturales al ocupar Gaza, Cisjordania, el Sinaí, los Altos del Golán y Jerusalén Este. En 1973, los árabes volverán a intentar en la guerra del Yom Kippur retomar los territorios, pero volvieron a ser derrotados, aunque con graves bajas por parte israelí. La España gobernada por Franco se declaró a favor del derecho de los palestinos a tener un Estado propio y se prohibió a los estadounidenses el uso de las bases en España en apoyo de Israel.
década después, en los Acuerdos de Oslo, Israel aceptó una Autoridad Nacional Palestina en Gaza y Cisjordania y una desmilitarización progresiva. La época de los atentados de la OLP había pasado. En 1972 Septiembre Negro había asesinado a una decena de atletas del equipo olímpico israelí en los juegos en la ciudad de Múnich. Los secuestros de aviones, atentados a centros israelíes, fueron contestados por el Mossad con la eliminación de dirigentes de la OLP.
produjeron diferentes intifadas o revueltas que cambiaron la opinión pública a favor de los palestinos. La imagen de los terroristas aéreos asesinando personas inocentes fue sustituida por la de adolescentes que se enfrentaban con piedras a los blindados israelíes, que abatieron a centenares de ellos. En 1987 el jeque Ahmed Yasin, que militaba en los Hermanos Musulmanes, fundó Hamás; una cofradía religiosa que recibió apoyo de Israel para dividir a los palestinos políticamente. Sin embargo, Hamás organizó las Brigadas de Ezzeldin Al-Qassam, y emprendió hasta el 2005 una serie de atentados suicidas que ocasionaron más de 480 muertos israelíes.
al progreso científico. Muestra, por el contrario, cómo la ciencia moderna sólo pudo surgir en Europa occidental gracias la peculiar cosmovisión cristiana, la cual concibe a un Dios personal que, al crear el mundo, le imprime su racionalidad. Históricamente, algunas cosmovisiones religiosas, como la grecorromana, han considerado una multiplicidad de pequeños dioses —más bien, superhombres— incapaces de crear algo. Otras —como el taoísmo— han entendido a la divinidad como una esencia o principio impersonal y remoto. Todavía otras, como el Islam, han conocido a un Dios poderoso, pero arbitrario y caprichoso. De ahí que estas tradiciones cultivaran diversos saberes, mientras que la ciencia, en sentido estricto, únicamente haya surgido en Occidente. Muchas culturas practicaron la alquimia y la astrología, pero sólo en Europa estas se transformaron, respectivamente, en química y en astronomía.
de Aquino— como Entendimiento genera la convicción de que la creación se rige por leyes y principios racionales que pueden ser investigados y comprendidos. El primer paso del Itinerario del alma a Dios de San Buenaventura —otro gran escolástico del siglo XIII— consiste en descubrir las huellas de Dios en la naturaleza, que ha sido creada con armonía, orden, belleza y proporción. Un abismo media entre este tipo de concepciones religiosas medievales y las del Lejano Oriente, cuya mística suele promover el desapego y la desconexión respecto del mundo.
que la naturaleza es similar a un libro que debe ser leído y comprendido. Stark demuestra que las ideas modernas de estos autores no son —como se asumió en otro tiempo— una reacción en contra de la especulación escolástica de la Edad Media, sino más bien su maduración lógica y natural.
sino un fruto de la doctrina cristiana. Dios, siendo perfecto y sapientísimo, creó la naturaleza de acuerdo a principios inmutables. Usando sus potencias racionales y su capacidad de observación, el ser humano puede descubrir estos principios para honrar y amar más a Dios, al reconocerlo en las maravillas de su creación.
por Álvaro Sureda, historiador
políticas exteriores de los Reyes Católicos, en concreto con las uniones matrimoniales de sus hijos, se estuvo muy cerca de conseguir de nuevo la unificación de ambos territorios bajo un mismo monarca. Miguel de la Paz, nieto de los Católicos, será el destinado a ocupar el trono, pero con sólo dos años de edad morirá, haciendo que la unión no sea posible hasta más tarde en la persona de Felipe II.
llegó en 1578, cuando el monarca de Portugal, Sebastián, murió en una campaña suicida en Alcazarquivir. El soberano portugués intentó la conquista de Marruecos con el objetivo de convertir a los musulmanes al cristianismo. Sin embargo, la falta de experiencia, el calor abrasador y la falta de suministros, convirtieron la campaña en un desastre. No sólo se perdió al monarca, que no dejaba un heredero a la corona, sino que el gran número de nobles que fueron capturados hizo que la economía portuguesa se viera bastante resentida. “Fue sucedido por su tío-abuelo el cardenal Enrique, el último hijo legítimo superviviente de Manuel I; el reinado de este anciano epiléptico no podía pasar de ser un compás de espera, mientras el problema sucesorio seguía por resolver.”
comparación con los realizados por Felipe. Si bien algunos sectores de la sociedad lusa no querían saber nada de un monarca español en el trono portugués, otra parte considerable mostró un gran interés, sobre todo desde el punto de vista económico, por la idoneidad de su candidatura. Además, el empeño del cardenal Enrique por asegurar la liberación de la nobleza apresada tras Alcazarquivir significaba todavía una desprotección de las defensas lusas ante posibles amenazas exteriores. Una vez preparado el terreno al monarca Habsburgo sólo le quedaba esperar la defunción del cardenal. Un acontecimiento que ocurrirá en febrero del año 1580.
el cual se administraba todo el Imperio. Tal y como prometió, quizá por el temor a una oposición o porque creía que era mejor mantener un sistema descentralizado al tratarse de tan vastos territorios, Felipe conservó una administración distinta a los otros reinos españoles. Como cabía esperar, situará al frente de la administración a portugueses que sean más cercanos a su causa, como fue el caso de Moura.