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La Reforma de Lutero (I)

guillermo-fernando-arquero-caballero (2) por Guillermo Arquero, historiador

Introducción

     A día de hoy siguen muy arraigadas en la cultura colectiva ideas y tópicos sobre la Reforma y Contrarreforma que, como mínimo, deben ser matizadas. De hecho, en esta primera frase ya ha salido a lucir una de ellas, y es denominar “contrarreforma” (como algo reaccionario) a la reforma católica que, ya antes del advenimiento de Lutero, estaba teniendo lugar en Europa.

   En efecto, en el mismo mundo católico se ha asumido en buena medida la versión protestante de la historia, lo que hoy se da en llamar la “narrativa” o el “relato”. Ello se debe en gran medida al éxito de la propaganda protestante (más activa y eficaz desde el mismo siglo XVI) yMartín Lutero - Wikipedia, la enciclopedia libre la hegemonía del norte de Europa (y su extensión en Norteamérica) en la cultura occidental de los últimos siglos. También la Ilustración (que, para Tom Holland, sería a su vez un desafío para el protestantismo como éste lo había sido para el catolicismo[1]) ahondó en la percepción oscurantista del Medievo y la fe hegemónica de aquel periodo, el catolicismo.

       Si bien en los ámbitos académicos y entre las élites culturales de las diversas confesiones cristianas hay, actualmente, una visión más ajustada de lo que sucedió y un debate sosegado, la opinión pública parece ser más proclive a la visión protestante, pero no la más elaborada y crítica, sino la más burda, que hunde sus raíces en la propaganda desplegada en la Edad Moderna. Hasta muchos profesores y docentes (también del ámbito universitario) transmiten estas ideas erróneas, reforzando lo que se suele leer o escuchar en los medios de comunicación, el cine o la literatura. También, por el lado católico, se han transmitido apócrifas sobre Lutero o ideas erradas que también es preciso desterrar.

  Es por ello que conviene revisar los episodios o las  ideas más generalizadas sobre Martín Lutero y el inicio de la Reforma protestante, al menos para reconsiderar lo que normalmente se acepta como verdadero. En esta primera entrega trataremos la cuestión de las indulgencias.

¿Fue el problema de las indulgencias el origen de la Reforma?

       Podemos comenzar este apartado respondiendo a la pregunta que lo encabeza: las indulgencias no fueron la causa de la Reforma de Martín Lutero. Sin duda, la disputa originada en torno a ellas fue el detonante de lo que se desencadenó después, y cabe preguntarse si, en caso de que no se hubiese dado esta polémica entre Lutero y los representantes pontificios, el monje agustino nunca hubiese encabezado un movimiento que dividiría a la Cristiandad de manera irremediable. Pero la trascendencia del hecho radica en que, con sus 95 tesis, Lutero apuntaba mucho más alto, ya que la simple crítica al abuso de las Hace casi 500 años, Lutero y sus 95 tesis: su impacto en la Europa de hoy |  Periodistas en Españolindulgencias no era nada nuevo ni nada que fuese motivo de lo que vino más tarde. De hecho, la inmensa mayoría de los católicos coincidiría con Lutero en la crítica a los abusos que se pudieran cometer con la predicación de las indulgencias (aunque luego examinaremos si dichos abusos eran tales o tamaños) y el mismo Martín Lutero, a la altura de 1517, no negaba las indulgencias: en las tesis septuagésimo primera y septuagésimo segunda podemos leer: “quien habla contra la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y maldito. Más quien se preocupa por los excesos y demasías verbales de los predicadores de indulgencias, sea bendito”[2]. Por ello, debemos hacer una revisión crítica de la postura generalmente aceptada que condensa el historiador protestante Gottfried Fitzer en las siguientes palabras: “Esta indulgencia que, con la remisión de los pecados, venía a tocar el nervio principal de la vida cristiana, era un negocio de gran envergadura, a espaldas de la moral y que negaba las verdades de la fe de las Sagradas Escrituras. Lutero lo vio claramente cuando comenzó la ofensiva”[3]. Por de pronto, ya podemos ver que Lutero no decía en sus tesis que las indulgencias fuesen contra las verdades de fe.

      ¿Cuál era, entonces, el problema? Siguiendo con Fitzer, “las Noventa y cinco tesis reflejan todavía cierta inseguridad y, sin embargo, en muchos lugares surge el zarpazo del león”[4]. En efecto, la cuestión que preocupó a los teólogos católicos de aquel tiempo y a la Santa Sede no fue la protesta por una predicación indebida de las indulgencias. Esto ya estaba censurado en el mundo católico, como podemos apreciar en las palabras del franciscano del siglo XV Angelo da Chivasso en suAngelo de Chivasso - Carisma - Franciscanos Carisma - Província Franciscana  da Imaculada Conceição do Brasil - OFM célebre Summa (la cual, por cierto, Lutero mandaría arrojar al fuego en la purga de la biblioteca de Wittemberg pocos años después): “sobre la pena de los religiosos que proclaman o predican indulgencias indiscriminadamente (indulgentias indiscretas) pecan mortalmente […] bajo pena de condenación eterna (sub paena maledictionis aeternae)”[5]. El problema estaba en que, en las tesis, subyacían ideas de una mayor profundidad teológica que Lutero venía gestando al menos desde 1514. Sus tesis, sin ser explícitamente heréticas, lo eran implícitamente “porque directamente minaban la autoridad de las enseñanzas de la Iglesia”[6].

      Lutero había presentado siempre una personalidad atormentada. Basándonos en su propio testimonio, podemos hacernos una idea de cuánto debió de sufrir desde su juventud por los escrúpulos morales. Siendo ya monje, seguía angustiado por sentirse irremediablemente en pecado y abocado a la condenación eterna por un Dios que tomaba cuenta implacable de todas sus faltas. Sería en la época de la conocida como “experiencia de la torre” (Turmerlebnis) cuando llegó el consuelo para su alma, entendiendo que el cristiano se salvaría sólo por la fe en los méritos de Cristo. En última instancia, el ser humano estaba tan corrompido que no podía, por el ejercicio de su propia libertad (la conversión, los buenos actos, la penitencia…), aspirar a la salvación, y la justificación debía entenderse como la aplicación al corrompido pecador de los méritos de Cristo.

           La Iglesia Católica, en aquel entonces y ahora, predica que la gracia de Dios y la fe son imprescindibles para salvarse, pero se Erasmo de Róterdam - Wikipedia, la enciclopedia librerequiere también del buen ejercicio de la propia libertad para poder alcanzar la gloria eterna mediante las buenas obras y el rechazo de las tentaciones del mundo. Este problema de fondo (que analizaremos en otra entrega de esta serie) fue visto por Roma y, también, por Erasmo de Rotterdam, quien decidió escribir contra Lutero su obra De libero arbitrio (1524). Lutero le respondió con su De servo arbitrio (1526), donde dejó patente cuál era el verdadero origen de la reforma que había desencadenado:

Pero en ti alabo y declaro públicamente que, de todos, tú solo pareces haber llegado a la cuestión radical (rem ipsam), esto es, la causa última (summam caussae), y no me has fatigado con aquellas cuestiones sobre el Papado, el purgatorio, y cosas similares que son más frivolidades que causas, en las cuales hasta hoy todos, en vano, me han atacado con fiereza. Únicamente tú y solo tú has visto la cuestión fundamental (cardinem rerum) y atacaste a la yugular, por lo cual te doy gracias en virtud de tu intención, ya que en esta causa me ocupo con más entusiasmo, todo cuanto me permite el tiempo y el ocio. Si hubiesen hecho esto aquellos que hasta ahora me han atacado, y si lo hicieran hasta ahora los que sólo rechazan el nuevo espíritu y las nuevas revelaciones, tendríamos más paz y concordia y menos sediciones y divisiones[7].

      Salvo aquellos estudiosos que conocen todo este contexto histórico, es difícil encontrar entre el público general personas que entiendan este verdadero origen de la reforma luterana. Aquí nos limitaremos a mencionarla, con el fin de entender qué papel jugó la disputa de las indulgencias, un papel sobre todo circunstancial. Ya tendremos ocasión de profundizar, en futuros artículos, en estas raíces teológicas e históricas de la reforma emprendida de Lutero.

¿Clavó Lutero las 95 tesis en la puerta de la iglesia de Todos los Santos de Wittemberg?

     El problema de las indulgencias ha sido exhaustivamente tratado tanto por parte de los protestantes como de los católicos. Los primeros ven en las indulgencias una corrupción per se de la  doctrina cristiana, de manera que, como indica el obispo anglicano Thomas Schirrmacher “las indulgencias nacieron como un abuso”[8]. Los católicos, por el contrario, han visto en las indulgencias un instrumento de la misericordia divina que hunde sus raíces en la potestad que los apóstoles recibieron de Cristo y que ya en los tiempos primitivos se manifestó en las cartas de reconiliación que los confesores de la fe otorgaban para aquellos que habían apostatado o incurrido en graves pecados. Según la historiadora católica (conversa desde el protestantismo) Mary Moorman, Lutero no entendió que las indulgencias se fundamentan en la Alianza (Covenant/pactum) entre el pueblo cristiano y Dios, que requiere de la acción bidireccional: la de Dios que concede la gracia y la de los fieles que ejercitan su fe y hacen obras en respuesta a la misericordia divina. Lutero entendería que sólo había una dirección: la de Dios que justifica a los hombres, y de ahí la imposibilidad de las indulgencias[9].

500º aniversario de la publicación de 95 tesis por Martin Luther

      El debate teológico fue, ya desde 1517, muy complejo y excede con mucho lo que aquí nos interesa y la capacidad de quien escribe. Pero hemos visto que en aquel año Lutero no se manifestaba aún en contra de las indulgencias. De hecho, el evento que se ha elegido para establecer la fecha del comienzo de la Reforma (31 de octubre de 1517) es la iniciativa que tuvo Lutero de clavar en la iglesia de Todos los Santos de Wittemberg sus 95 tesis. Dicho evento se ha transmitido como un heroico gesto de desafío del monje agustino a la alta jerarquía y a la Santa Sede, tal como recoge el famoso cuadro de Ferdinand Pauwels de 1872 o, más recientemente, la película de 2003 Lutero, con la que la fundación Thrivent Financial for Lutherans trató de revalorizar la figura del reformador, que estaba incluso ya muy desacreditada entre los propios protestantes.

  Sin embargo, no existe evidencia histórica sólida de este acontecimiento, puesto que tal episodio se fundamenta en una noticia dada por Melachton años después de cuando supuestamente sucedió, y Lutero nunca hizo mención a ello. Muchos defienden hoy día que Lutero sí debió clavar sus tesis en la iglesia, pues era costumbre universitaria anunciar allí tesis teológicas con la intención de invitar a un debate entre maestros. Pero ni siquiera esto es seguro, y a lo sumo Lutero afirmó tiempo después que él invitó a debatir sobre el problema de las indulgencias y que nadie se dignó a hacerlo y se le censuró sin mediar palabra. Pero esto solo sería cierto si Lutero se refería a la carta que envió al arzobispo de Maguncia o al encuentro que tuvo con el cardenal Cayetano que lo invitó paternalmente (o quizá de forma condescendiente) a retractarse de sus ideas, ya que después Lutero tuvo ocasión de debatir con insignes teólogos hasta la saciedad.

    De lo que sí hay constancia histórica es de que Lutero envió una carta al arzobispo de Maguncia en aquel 31 de octubre de 1517, que según Fitzer acompañó de sus 95 tesis[10]. Dichas tesis serían llevadas a la imprenta y tuvieron un éxito inmediato, corriendo por el Sacro Imperio como la pólvora.

¿Qué hay de verdad en las denuncias de Lutero?

     Cuando he tratado con mis alumnos de la universidad este episodio histórico, he leído o escuchado en sus respuestas que Lutero se rebeló contra las indulgencias, que consistían en el perdón de los pecados que concedía el Papa a cambio de una suma de dinero, y en las representaciones de la predicación de las indulgencias (pictóricas, cinematográficas…) vemos pomposas y dramáticas escenografías de los predicadores atemorizando a la gente con el fuego del infierno y severos frailes impacientes por que los fieles depositen las monedas en el cofre.

   Sin duda, estas ideas e imágenes son fruto de la propaganda protestante que comenzó con el mismo Lutero, que en la carta al arzobispo, en los sermones y en sus charlas de sobremesa recordaba aquellas escenas que, sin embargo, jamás presenció, y ante lo que García Villoslada reflexiona: “Uno se pregunta: ¿Quién le refirió esas proposiciones malsonantes? ¿Cómo es que Lutero no dudó de la exactitud de la referencia ni trató de comprobarla llamando a testigosJohann Tetzel - Wikipedia, la enciclopedia libre autorizados antes de denunciar al predicador?”[11]. Este autor constata que alguna de las aseveraciones eran falsas (como veremos más adelante), y que otras eran una exageración “hiperbólica” de lo que habría dicho el principal predicador de las indulgencias, Johan Teztel. Y el problema es que mucho de lo que hemos aceptado como cierto viene de la pluma de Martín Lutero, acostumbrado a un estilo tajante y sin matices a la hora de defender la postura por la que se decantara en aquel momento.

      El episodio de las indulgencias alemanas de 1517 suele verse como un burdo recurso del Papa León X para financiar las obras de San Pedro y del arzobispo de Maguncia para pagar su nombramiento episcopal. En efecto, la iniciativa sí adoleció de un espíritu poco edificante, por decirlo de forma suave, ya que Alberto (miembro de la Biografia de León X [Juan de Médicis]poderosa familia de Brandeburgo) obtuvo del papa la dispensa para acumular cargos eclesiásticos pagando a la Santa Sede una alta suma, prestada por la familia Fugger. Las indulgencias se emplearían para saldar esa deuda (en el caso del arzobispo Alberto) y para costear la obra de San Pedro del Vaticano (en el caso del Papa). Según el historiador católico Iserloh (y haciéndose eco de otros célebres historiadores católicos) “la indulgencia […] se convirtió «en mercancía de un negocio en gran escala» (Lortz). Es ocioso afirmar o negar que aquí hubiera formalmente simonía (compra o venta deliberada de prebendas o beneficios espirituales). «El conjunto fue», como hemos de confesar avergonzados, «un escándalo consumado» (Meissinger)”[12]. Para el caso de España, Luis Suárez también se muestra crítico con el papa Inocencio VIII y sus negociaciones para conceder la bula Cruzada a los Reyes Católicos unas décadas antes[13].

     Ahora bien, ¿era por sí misma, la indulgencia un acto de simonía? Creo que la respuesta es no, pues más allá de los motivos inmediatos de su convocatoria, tanto el Papa León X como Alberto de Maguncia se preocuparon por que la predicación se diese con el máximo respeto a la fe y la moral cristianas, y no dejaba de haber una causa objetiva para la concesión de la bula (la fábrica de San Pedro). Sin embargo, la visión que ha perdurado en los siglos es la que ofreció Lutero en sus sermones, cartas y en su libro Wider Hans Worst (1541). Afirmaba allí que, en aquel año de 1517, él era un monje fogoso y entusiasta, y que no sabía “qué cosa fuese la indulgencia, como no lo sabía nadie”, y por ello comenzó a predicar “que había otras obras mejores y más seguras que el comprar: indulgencias”[14]. A continuación, indicaba cómo le llegaron “los abominables y espantosos artículos que Tetzel predicaba” para referirlos a continuación.  Ahí encontramos la famosa sentencia Sobald das Geld im Kasten klingt, die Seele aus dem Fegfeuer springt (“tan pronto como la moneda cae en la cesta, el alma salta del Purgatorio”), y otras ideas supuestamente predicadas por el mencionado Tetzel (un célebre fraile dominico, a quien se encomendó la predicación y gestión del cobro de las indulgencias) que cualquier ofensa sacrílega podría ser perdonada o  “que, si uno compra o paga una indulgencia o carta indulgencia, no es menester que tenga arrepentimiento, dolor ni penitencia por los pecados. Él vende también indulgencias para los pecados futuros”[15], y lanzaba la sospecha de que no sabía adónde iba a parar el dinero y que el arzobispo de Maguncia envió a Tetzel por ser un gran vocinglero (ein grosser Clamant).

    Pero esta caricatura presentada por Lutero no se corresponde, al menos, con lo dispuesto por el Papa y el propio arzobispo Alberto en una serie de documentos emitidos en 1516. León X, en su bula, dejaba bien claro que cualquier malversación del dinero obtenido por el pago de indulgencias supondría una excomunión ipso facto[16]. Asimismo, el obispo Giovannangelo Arcimboldi redactó unas instrucciones para losGiovanni Arcimboldi - Wikipedia, la enciclopedia libre comisionarios de la bula, detallando todas las condiciones necesarias para una debida predicación de las indulgencias. Dichas instrucciones serían asumidas y ampliadas por el arzobispo de Maguncia y trasladadas a los predicadores y confesores. Quizá a esto se refiera Lutero cuando afirmó que “salió entonces un librito muy lindo, adornado con las insignias del obispo de Magdeburgo, en el que se mandaba a los cuestores predicar algunos de estos artículos”[17]. Por “estos artículos” se refería a las  citadas afirmaciones tan escandalosas que Lutero ponía en boca de Tetzel.

   Esto lo decía Lutero en 1541. En 1517 su tono era más suave y condescendiente, cuando escribió al arzobispo de Maguncia lo siguiente:

No obstante, no me preocupa tanto el enorme griterío como deploro el falso sentido que el pueblo llano obtiene de ella, y que, sin embargo, ellos tanto recomiendan en todas partes, pues estos infelices creen que cuando compran indulgencias aseguran su salvación, e igualmente creen que las almas salen inmediatamente del purgatorio en cuanto han depositado el dinero en la caja. Y no es sólo eso: creen que los efectos de esta indulgencia son tan poderosos, que no existe ningún pecado que sea demasiado grande; dicen que si uno hubiese ofendido a la Virgen -si es que esto es posible-, también sería perdonado. Así mismo, piensan que con esta indulgencia el hombre queda libre y fuera de todo castigo y culpa […] Si el Señor siempre nos anunció lo difícil que es alcanzar la gloria, ¿cómo es que ahora los predicadores hacen que el pueblo confíe y no tema, sirviéndose de falsas fábulas y promesas de indulgencia, si ésta no proporciona bienaventuranza ni santidad, sino que únicamente exime del castigo exterior que antiguamente se acostumbraba a imponer según los cánones?[18]

     Lutero viene a lamentar la mala praxis de la predicación, pero sin haber escuchado de viva voz las predicaciones. Basta leer las instrucciones emitidas por Roma y Maguncia para ver que el testimonio de Lutero (no en lo que se refiera a lo que la gente podía entender, sino a lo que los predicadores exponían) es falsario, bien por ser enormemente exagerado, bien por decir lo contrario a lo que las instrucciones indicaban. Arcimboldi establece en el texto que se elijan buenos predicadores, bien formados doctrinalmente y de buenas costumbres, y que se atengan a lo descrito en las bulas y no se excedan en conceder perdones más allá de lo que la bula permite[19]. Indica también que los predicadores deben enseñar a los fieles sobre la verdad y eficacia de las indulgencias “pero solo de acuerdo al texto (textualiter) para proceder a los casos en los que pueden [los fieles] ser absueltos y dispensados”, lo que está muy lejos de lo que, según Lutero, afirmaba Tetzel.

      Arcimboldi también insistía en transmitir a los fieles la necesidad del arrepentimiento, la confesión y la enmienda de  vida para alcanzar las gracias de las indulgencias, más que “visitar las iglesias” adonde había que acudir para obtener la indulgencia[20], y que los confesores debían ser sumamente cuidadosos a la hora de examinar “la gravedad, la multiplicidad y la antigüedad de los crímenes confesados, y del estado, las facultades y las conciencias de ellos [los fieles]”[21]. Se advertíaAlberto de Brandeburgo, arzobispo de Magdeburgo y de Maguncia, * 1490 |  Geneall.net contra el cobro por celebrar la Eucaristía o escuchar confesión (pecado de simonía) y se ordenaba que los confesores jurasen que “procurarán escuchar las confesiones con la máxima delicadeza, examinando más la conciencia que la bolsa”, cuidando en ello que nadie, por la avaricia del lucro, permitiese confesiones “sin el debido examen de los pecados”[22]. Alberto de Maguncia, en una instrucción a los confesores (también datada en 1516), decía lo siguiente:

Que los vicecomisarios y confesores consideren atentamente y con diligencia que […] la facilidad del perdón da un incentivo para delinquir, por lo que estimen y ponderen con gran y solícito examen, deliberación, madurez y providencia los casos de las dispensas, conmutaciones y composiciones (dispensationum, commutationum, compositionum), y que se moderen en la contribución para obtener éstas de manera tan cuidadosa y discreta, que la autoridad de la Suprema Iglesia y el tesoro de la indulgencia no se envilezca a ojos del pueblos y que no se alivie a los ricos o se cargue a los pobres más allá de sus fuerzas[23]

        Otra crítica que Lutero hacía a la predicación de las indulgencias es que los comisionados se aprovechaban de la fe de los sencillos para sacarles el dinero. Pero en las instrucciones de Arcimboldi se dispone que  “los que no tienen dinero, suplan con oraciones y ayunos” [24] y obtengan de tal modo la indulgencia. Alberto de Maguncia insistía a los predicadores en que la gracia de Dios no podía tasarse (entendiéndose así las tasas emitidas por la Santa Sede una referencia para que, quien más tuviese, más contribuyese) y que “los que no tienen dinero, suplan su contribución con oraciones y ayunos, pues el reino de los cielos no debe undefinedestar más abierto para los ricos que para los pobres”[25]. En su instrucción para los confesores, Alberto de Maguncia desarrollaba aún más esta idea. Es un texto largo, pero merece la pena citarlo para ver el cuidado que se puso en la administración de las indulgencias y en eximir de los pagos ordinarios o de la peregrinación a los lugares donde se concedían las indulgencias a todos aquellos que no podían asumir dichas cargas:

Hasta tal punto el Reino de los Cielos está abierto por igual a pobres y ricos, poderosos y débiles, y como todo pueblo, que teme a Dios, es aceptado en aquél, declaramos  que son impedidos [es decir, los exentos de tener que cumplir con las condiciones normales de la indulgencia, como peregrinar a los centros establecidos o hacer los pagos ordinarios] todos los cautivos y retenidos con cadenas, las que están próximas a dar a luz o que están alimentando a su prole, aquellos a los que no les es posible ausentarse; también aquellos que por enemistades, combates y otros temores de muerte o peligro no pueden ni se atreven a acercarse a los lugares de las indulgencias; también las mujeres a las que no se lo permite el marido ni los hijos e hijas a los que no se lo permite la voluntad de sus padres; los ancianos, enfermos, los comprometidos por servicio divino o humano y, en general, todos aquellos a los que no se les permita peregrinar por ley o de hecho [….] los impedidos ofrezcan a Dios su buena voluntad, que será aceptada sin duda por lo hecho y ofrezcan de sus bienes cuanto pudiesen (con el consejo de los confesores) por tan santa obra, sin desconfiar de que puedan ser merecedores de las indulgencias, gracias y otras facultades como aquellos que, sin dificultad y libremente puedan acceder a los lugares de indulgencias[26].

     Por otro lado, tanto Arcimboldi como Alberto de Maguncia establecían que en los confesionales (listas de aquellos que recibían la indulgencia) sólo pudiese inscribirse a una persona por indulgencia, salvo en el caso de los  los matrimonios y familias, cuyos miembros todos podían beneficiarse de los privilegios de una sola indulgencia: “también queremos que en los confesionales solo se inscriba una persona, excepto si fuesen marido y mujer, que son dos en una sola carne, a los que también se puede añadir los hijos e hijas que se encuentren bajo su patria potestad y no tienen su propio peculio”[27].

         Por lo visto hasta ahora, vemos que si alguien no podía pagar la tasa ordinaria de la indulgencia, o si no podía acudir allá donde éstas se administraban, podía beneficiarse también por el ejercicio buenas acciones, que siempre eran predicadas como algo que antecedía a cualquier concesión de la bula, inválida si no era precedida de una confesión y enmienda de vida. Así, cuando Lutero predicaba que había que enseñar antes penitencia y buenas obras (cuyo valor, paradójicamente, negaría poco tiempo después) no hacía sino predicar lo establecido en las bulas e instrucciones.  Si Alberto de Maguncia y León X eran unos meros avariciosos simoníacos, dejaron de percibir mucho dinero con las detalladas disposiciones que promulgaron.

      Lutero también denostaba la pompa y el lujo con el que se movían los comisionados de la bula, a costa claro está de las limosnas de los fieles bienintencionados. Si los comisionados se aprovechaban de éstos no era en virtud de lo que se les había indicado, pues Alberto de Maguncia, en sus instrucciones repetía lo establecido por el prelado Arcimboldi: que los comisionados “deben abstenerse de gastos suntuosos e inútiles, para que no sean condenados por sus actos”[28].

       Algo en lo que sí podemos dar veracidad al testimonio de Lutero es en la famosa frase Sobald das Geld im Kasten klingt, die Seele aus dem Fegfeuer springt (“tan pronto como la moneda cae en la cesta, el alma salta del Purgatorio”) que Tetzel y sus predicadores supuestamente pronunciaban. Se le puede dar veracidad porque el Papa León X estableció que, para aplicar la indulgencia a un difunto, no era necesario que el contribuyente se arrepintiese de sus pecados y se confesase (Neque in hoc casu erit opus contribuentibus esse corde contritos et ore confessos) sino que en este caso bastaba que el contribuyente de la bula apoyase, con este gesto, “la gracia de la caridad en la que el difunto había muerto”[29]. A partir de esta enseñanza, Alberto de Maguncia instaba a los predicadores a exponer esta gracia eficaz de las indulgencias para la redención de almas del Purgatorio[30]. Es fácil que, para que el pueblo entendiese estas disquisiciones escolásticas, los predicadores llegaran a emplear expresiones como aquella de la que Lutero se hizo eco. También era veraz el monje agustino en un fragmento de la carta escrito al arzobispo Alberto:

A esto hay que añadir, reverendo padre en el Señor, que en la instrucción de los comisarios, que se ha publicado bajo vuestro nombre, padre reverendísimo -sin duda alguna, padre reverendísimo, sin vuestro conocimiento y deseo-, se dice que es una de las mayores gracias este don inapreciable de Dios, mediante el cual el hombre se reconcilia con Él y se anulan las penas del purgatorio. Y que tampoco es necesario el arrepentimiento en aquellos que hayan tomado indulgencias de alma y de penitencia[31].

       Aquí vemos asomar la disidencia teológica de Lutero y que, más allá de los posibles abusos de los predicadores, sería la verdadera causa de la sedición que luego se produciría.

Corolario

   Ante estas evidencias, el historiador y clérigo protestante Schirrmacher no parece aceptar la imagen tradicional de los comisionados y predicadores de las indulgencias, y se limita a decir que: “Martin Brecht [otro historiador evangélico] se dio cuenta, acertadamente, de que las instrucciones  relativas a las indulgencias de Alberto de Magdeburgo eran teológicamente correctas, pero añadió: «es innegable que el interés predominante eran las grandes gestiones financieras»”[32]. Pero aquí ya nos movemos en el campo de las valoraciones subjetivas, aunque no cabe negar, como antes dijimos, que el uso de las bulas (de indulgencia, de Cruzada…) fueron empleadas como un recurso de pingües ingresos económicos, y en esto los prelados dieron ocasión de escándalo a sus fieles. Pero es preciso insistir que un hecho de corrupción en el seno de la Iglesia no tenía fuerza suficiente para ser origen de un cisma de tamaña envergadura.

      Por otro lado, hemos visto que Lutero reprocharía a los predicadores de indulgencias que sus sermones incentivaban la inmoralidad. Pero también hemos podido constatar cómo contra este riesgo se advierte en los mismos documentos episcopales. Por otro lado, ¿acaso la famosa sentencia de Lutero Esto peccator et pecca fortiter, sed fortius fide et gaude in Christo, qui victor est peccati, mortis et mundi (“Sé pecador y peca fuertemente, pero aún más fuertemente confía y alégrate en Cristo, que es vencedor del pecado, la muerte y el mundo»), que escribió a Melanchton en 1521, no podría dar lugar también al conductas indeseables? Si bien Lutero no pretendía dar a entender eso, él mismo habría de lamentar, años después, “que el cristianismo no estaba alcanzando la pureza buscada y que su doctrina sobre la justificación y la libertad cristiana era entendida como libertinismo, como libertinaje moral”[33]. Y lo cierto es que la literalidad de sus palabras era más salvaje que lo que él supuestamente escuchó sobre Tetzel el cual, para defenderse, expuso sus propias tesis e el mismo 1517, y no incurre en aquello que Lutero ponía en su boca[34].

       Terminamos este artículo con una pregunta que enlaza con la próxima entrega: ¿Por qué Lutero nunca escuchó directamente a Johann Tetzel? Porque el duque Federico de Sajonia (el príncipe bajo cuya autoridad y protección se encontraba Lutero) impidió que las indulgencias se predicasen en su territorio. Pero no lo hizo por estar en contra de las mismas, sino porque éstas beneficiaban a Alberto de Magdeburgo, rival político de Federico. Como veremos en la próxima entrega, la cuestión política es esencial para entender la reforma de Lutero y desmentir algunos tópicos sobre la misma.

[1] Sobre la visión de este autor sobre el cristianismo en la historia de Occidente, el lector tiene a su disposición las siguientes entrevistas: “Tom Holland On How Christianity Has Shaped Western Morality” (https://www.youtube.com/watch?v=458Bz1GPto0&t=4s) y “Tom Holland: Deconstructing Enlightenment Faith and Looking for Canterbury” (https://www.youtube.com/watch?v=TJ3azTRrtvA).

[2] En tomo Obras de Martín Lutero, tomo I, edición a cargo de Béla Leskó y Heinz Joachim Held, versión española de Manuel Vallejo Díaz, Buenos Aires: Paidós, 1967, p. 13

[3] Fitzer, Gottfried, Lo que verdaderamente dijo Lutero, México: Aguilar, 1972, p. 12.

[4] Ibídem, p. 21.

[5] Angelo da Chivasso (Angelis de Clavasio), Summa Angelica de casibus conscientialibus, (con anotaciones de Iacoppo Ungarelli); Venecia, 1578, vol. 1, p. 640

[6] Armenio, Peter, V. (ed.), The History of the Church. Semester edition,  Chicago: Midwest Theological Forum, 2005, p. 242.

[7] De servo arbitrio Martini Lutheri ad Erasmum Roterodamum,  1526, pp. 355-356.

[8] Ver Schirrmacher, Thomas, Indulgences. A history of theology and reality of indulgences and purgatory. A protestant evaluation, Bonn, Verlag für Kultur und Wissenschaft/Culture and Science Publ., 2012 (segunda edición), p. 39.

[9] Ver, Moorman, Mary C., Indulgences. Luther, Catholicism, and the Imputation of Merit, Ohio, 2017, pp. 21 ss. El libro es un examen profundo desde la perspectiva teológica. Para una perspectiva más histórica ver la tertulia que la autora mantuvo con otros profesores católicos en https://www.youtube.com/watch?v=nViPK9EWn_k&t=670s

[10] Fitzer, Gottfried, Lo que verdaderamente dijo Lutero, p. 12.

[11] García-Villoslada, Ricardo, Martín Lutero, vol. 1, El fraile hambriento de Dios, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1973, pp. 322-323

[12] Ver Iserloh, E.; Glazik, J.; Jedin, H., Manual de Historia de la Iglesia, tomo 5, Reforma, Reforma Católica y Contrarreforma, Barcelona: Herder, 1972, p. 98.

[13] “Los intereses económicos desempeñaron una especie de protagonismo en las negociaciones llevadas a cabo por Francisco de Rojas y su equipo de diplomáticos. En los años 1485 y 1486, el Papa se mostró dispuesto a confirmar la bula de cruzada y descubrió en las indulgencias una especie de vehículo para incrementar su erario. No es inoportuno recordar que serán las indulgencias uno de los argumentos esenciales de la reforma luterana” (Suárez, Luis, Las guerras de Granada, Ariel, 2017, capítulo X)

[14] Citado y traducido por García-Villoslada, Ricardo, Martín Lutero, vol. 1, p. 321.

[15] Ibídem, p. 321.

[16] Leo X: breve Necessarie instaurationis (Roma, 2 de diciembre de 1514), en Jenks, Stuart (ed.), Documents on the Papal Plenary Indulgences 1300-1517 preached in the Regnum Teutonicum, Leiden/Boston: Brills, 2018, p. 672.

[17] En García-Villoslada, Ricardo, Martín Lutero, vol. 1, p. 321.

[18] Citado en Fitzer, Gottfried, Lo que verdaderamente dijo Lutero, pp. 15-16.

[19] Ver Jenks, Stuart (ed.), Documents on the Papal, p. 675.

[20] Ibídem, p. 680.

[21]  Ibídem, p. 678.

[22] Ibídem, p. 688.

[23] Ibídem, p. 750.

[24] Ibídem, p. 678-679.

[25] Ibídem, p. 718.

[26] Ibídem, p. 750-751.

[27] Ibídem, p. 720.

[28] Ibídem, p. 710.

[29] Ibídem, p. 681.

[30] Ibídem, p. 722.

[31] Citado en Fitzer, Gottfried, Lo que verdaderamente dijo Lutero, pp. 16-17.

[32]Schirrmacher, Thomas, Indulgencesç, p. 83.

[33] Ferrer, Joaquín; Blanco, Pablo, Lutero 500 años después. Breve historia y teología del protestantismo, Madrid: Rialp,  2017, p. 30.

[34] El documento original puede consultarse en la München, Bayerische Staatsbibliothek, Einbl. VII,31 (disponible online en https://www.digitale-sammlungen.de/en/view/bsb00102725?page=,1)

Esclavitud y humanismo en el Nuevo Mundo

foto-sol  por María del Sol Romano, filósofa

Pugna de intereses en América

    El primer obispo de Michoacán, jurista y humanista español Vasco Vázquez de Quiroga y Alonso de la Cárcel (c. 1470-1565) viajó al Nuevo Mundo en 1531 como oidor de la Segunda Real Audiencia[2], que ejercía y representaba el gobierno de la Corona. Poco antes, en 1529, se había reunido una Junta en España para resolver la conflictiva situación provocada por la Primera Audiencia presidida por Nuño de Guzmán enLa conquista de Nuño Beltrán de Guzmán alumno: Josue López Bernal el territorio de Nueva España. Los excesos y abusos cometidos contra los aborígenes precipitaron la destitución de sus miembros y el nombramiento de otros nuevos. Cuando Quiroga llegó a Nueva España halló una tierra herida por la codicia y el expolio de muchos de los primeros encomenderos, que sometían a esclavitud a los indígenas[3]. Quiroga tenía ante sí la ardua tarea de encontrar una solución a este grave problema. Quizá es a partir de ese primer contacto con la tragedia de la población cuando debió empezar a plantearse la idea de concentrar a los indios en pueblos donde pudieran reunirse, sobrevivir económicamente y autogobernarse, como bien indica Paz Serrano[4].

      Con la Segunda constitución de la Real Audiencia llegó también a la Nueva España la prohibición de la esclavitud. Una medida con la que se pretendían detener los atropellos cometidos de acuerdo con lo que en 1504 había testado la reina Isabel I de Castilla:

[…] suplico al Rey y mando a la Princesa, mi hija, no consientan ni den lugar a Isabel la católica, reina de Castilla. Grandes personajes - Educapequesque los indios vecinos y moradores de las dichas Islas y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, sino que manden que sean bien y justamente tratados; y que si algún agravio han recibido, que lo remedien y provean por manera que no se exceda en cosa alguna lo que por las letras apostólicas nos es infundido y mandado[5].

    Sin embargo, en 1534 la mayor parte de los encomenderos españoles, que estaban a favor de la esclavitud, alegaron ante el rey Carlos serias dificultades derivadas de la prohibición legal. Se revocó entonces la disposición inicial; aunque bajo ciertas condiciones y previsiones[6]:

Hemos sido informados por cartas y relaciones de muchas y principales personas, que de la aplicación de la Provisión del 2 agosto de 1530, que prohibía hacer esclavos de guerras justas y por otros motivos, se han seguido graves inconvenientes, como el seguirse más muertes de los naturales, el rebelarse los indios contra los cristianos y matarlos, el perderse haciendas y casas por no tener esclavos que las sustenten; y, al no poder comprar esclavos, éstos siguen idolatrando con sus antiguos señores, privándoles de hacerse cristianos con dueños españoles: y, en consecuencia, la tierra no se podrá Biografía de Carlos I de España - Carlos V de Alemania (Su vida, historia,  bio resumida)poblar y se perderá. A tenor de lo cual, platicado con nuestro Consejo de Indias, hemos decidido que los indios capturados en guerras justas puedan de nuevo ser reducidos a esclavitud, pero con estas condiciones: que las mujeres y los niños de catorce años abajo no puedan ser hechos esclavos; que los esclavos de Tierra Firme no puedan ser llevados a las islas; que la guerra no pueda ser iniciada sin el permiso del gobernador de la Provincia y de dos religiosos; que los indios así capturados se tengan como naborías libres hasta que las Audiencias den sentencia sobre si son esclavos o no; que, al ser informados que los caciques y principales indios hacen esclavos por causas injustas y livianas, hagan las autoridades averiguación de si lo han sido justamente a tenor de las leyes de nuestros reinos[7].

   Para esos encomenderos era necesaria una guerra justa para responder a la supuesta rebelión de los indios y, de esta manera, justificar la esclavitud. Varios religiosos y oidores se opusieron a la revocación. Entre ellos estaba Quiroga que, en 1535, escribe su obra Información en Derecho dirigida al Consejo de Indias.

      En este texto, el jurista español expresa su rechazo a quienes ocultan la verdad y persiguen sus propios intereses. Igualmente, se muestra dispuesto a no callar, sino a señalar la verdadera situación que viven los naturales y a tomar medidas al respecto, como también hiciera Bartolomé de las Casas - Wikipedia, la enciclopedia libreBartolomé de las Casas. Por ello, afirma Quiroga que “colorar y disimular lo malo y callar la verdad, yo no sé si es de prudentes y discretos; pero cierto sé que no es de mi condición, ni cosa que callando yo haya de disimular, aprobar ni consentir, mientras a hablar me obligare el cargo”[8]. En este mismo texto, Quiroga denuncia la admisión de la esclavitud de los indios bajo el pretexto de la guerra, porque, en realidad, lo que motivaba a muchos encomenderos era su codicia insaciable de riquezas y no de justicia.

La propuesta de Vasco de Quiroga

      Quiroga reacciona ante la violencia, la crueldad y la injusticia con que eran tratados los naturales. Sabía muy bien que las acciones de esos conquistadores eran contrarias al Evangelio, que había inspirado losMuere Vasco de Quiroga (14 marzo 1565) – España en la historia primeros documentos legales de la Corona española de conformidad con las bulas del Papa Alejandro VI de 1493. En consecuencia, advierte Quiroga: “si [los indios] estaban antes de la venida de los españoles en una tiranía puestos, opresos y tiranizados, ahora, después de venidos, los veo que están en ciento entre nosotros, debiendo ser todo al contrario, [de modo] que alabasen y conociesen a Dios en la libertad cristiana y saliesen de opresiones y tiranías”[9].

      Esto condujo a Quiroga a dedicar su vida y obra a la defensa de los indios y al reconocimiento de su dignidad. Pero la defensa de esta dignidad no se limitaba a palabras o escritos; el jurista español tenía un plan de acción, un proyecto concreto que asegurara y garantizara a los naturales una vida digna, que les permitiera arraigarse en una comunidad. Se trata de los pueblos-hospitales, una obra que fue pensada para prestar atención a grupos humanos considerados por el Oidor como indefensos y vulnerables: los huérfanos, los enfermos, los vagabundos o huidizos por temor a la esclavitud y a los trabajos forzados[10].

Ávila y Moreila hermanados por Vasco de Quiroga - Iglesia Española - COPE

      El jurista español veía en este proyecto un remedio para proteger a los indios de la injusticia causada por la codicia de algunos de sus compatriotas. Asimismo, lo concebía como un referente de las acciones a realizar y como un modelo a seguir[11], en la medida en que constituía una obligación moral y una oportunidad viable de resarcir el daño injustamente inferido, a decir de González Cruz[12]. Los pueblos-hospitales salvarían, por tanto, la conciencia de la Corona, cuya presencia en las Indias se fundaba en los documentos pontificios y su consiguiente obligación de evangelizar y civilizar a sus habitantes[13].

     Quiroga veía en su proyecto de pueblos-hospitales del Nuevo Mundo la ciudad ideal destinada a establecer un equilibrio entre lo espiritual y lo temporal. Por un lado, era el lugar para poner en práctica la organización política, social y económica a la que aspiraba otro humanista cristiano deTomás Moro - Wikipedia, la enciclopedia libre su tiempo, Tomás Moro, en su Utopía. Un intento, en definitiva, de recuperar las formas y el espíritu fraternal de las primeras comunidades cristianas. Esto se debió a que el jurista español observaba en el indio cualidades naturales que le conferían un carácter privilegiado para intentar reconstruir con ellos el ideal de la primitiva cristiandad[14]. Por ello, en su Carta al Consejo de Indias manifiesta que era necesario transmitir la doctrina cristiana a los indios:

[…] porque naturalmente tienen ynata de humylldad, obediencia y pobreza y menosprecio del mundo y desnudez, andando descalzos con el cabello largo syn cosa alguna en la cabeza […] a la manera que andaban los apóstoles[15].

       El pueblo-hospital era el lugar ideal para que los naturales pudieran perseverar en la fe cristiana y se mantuvieran alejados de un ambiente pagano, que tendía a propiciar la esclavitud. El pueblo-hospital era, pues, hogar, refugio, lugar de socialización y de trabajo; en fin, una escuela de la fe[16].

Balance

    Todo lo dicho hasta ahora podría interpretarse como una forma de justificar la conquista sin más. No obstante, el jurista y prelado español procuró conducirse según una recta conciencia ética y religiosa, como muestra su denuncia ante la barbarie y los abusos que observó como obispo y oidor de la Real Audiencia, condenando en todo momento las injusticias cometidas.

      Quiroga centró su atención principalmente en los más desfavorecidos, en las personas que, por naturaleza, eran dignas y libres y, sin embargo, no eran reconocidas en el espacio social y político. Se trataba de aquellos que estaban inmersos en un estado de servidumbre tanto antes como justo después de la llegada de los españoles.

   Ciertamente, la obra y actuación de Quiroga en la Real Audiencia, secundada por otras relaciones igualmente elevadas a la consideración del Consejo de Indias, permitieron la revocación de la Provisión dictada en 1534 por medio de las Nuevas Leyes y Ordenanzas de 1542, que prohibieron explícitamente la esclavitud de los aborígenes, conforme a la voluntad inicial manifestada por la Corona:

El Emperador reconoce públicamente que su principal preocupación ha sido la conservación y aumento de los indios, su conversión a la fe católica y buen tratamiento, como personas libres y vasallos nuestros como lo son: al tratarse de un asunto de gran trascendencia, lo ha encomendado al estudio y reflexión de personas de todos los estados, prelados, caballeros, religiosos y a los del Consejo de Indias, negocio que diversas veces había sido discutido y platicado ante el Emperador: éste estima que, al estar suficientemente maduro y para descargo de su real conciencia: ordena y manda que, de aquí en adelante, por ninguna causa de guerra ni otra alguna, aunque sea so título de rebelión, ni por rescate, ni de otra manera, no se puedan hacer esclavos indios algunos, y queremos que sean tratados como vasallos nuestros de la Corona de Castilla, pues lo son.

  Así, frente a esa estructura social que esclavizaba, excluía y desarraigaba a los indios, el proyecto de Quiroga se concretó en la construcción de una comunidad más justa, más humana, que fuera una fuente de arraigo, como luego iría desarrollándose en la América hispana debido a estos estímulos de raigambre cristiana.

[1] El presente texto es un extracto ampliado del artículo en francés “Simone Weil et Vasco de Quiroga. À propos du colonialisme et de l’enracinement”, publicado en: Cahiers Simone Weil, t. XLIII, n. 4, décembre 2020, pp. 373-389.

[2] En 1529, se reúne una junta en España para resolver una situación muy conflictiva en la Nueva España provocada por la Primera Audiencia. Esta última tenía la misión de representar a la Corona en la Nueva España y de gobernar. En vez de esto, sus miembros, que eran movidos por la codicia, se dedicaron a cometer una serie de injusticias y actos violentos particularmente contra los indios. Por esta razón, se decide establecer en 1530 la Segunda Audiencia, en la que Quiroga es nombrado “oidor”. Véase P. Serrano Gassent, Vasco de Quiroga: utopía y derecho en la conquista de América, Madrid, UNED-FCE, 2001, pp. 18-19.

[3] M. González Cruz, Teología de la misericordia, implícita en los escritos y en la praxis de Vasco de Quiroga (1470/1478-1565), Tlalpan, Universidad Pontificia de México, A. C., 2012, p. 11.

[4] P. Serrano Gassent, Vasco de Quiroga: utopía y derecho…, op. cit., p. 19.

[5] Véase L. Suárez, “Análisis del testamento de Isabel la Católica” en Cuadernos de Historia Moderna, nº 13, Editorial Complutense, 1992, p. 88.

[6] Véase P. Serrano Gassent, op. cit., p. 20.

[7] Provisión para todas las islas y tierras descubiertas (20 de febrero de 1534), en J. M Añoveros, “Carlos V y la abolición de la esclavitud de los indios”, Revista de Indias, nº 218, vol. LX, 2000, p. 72.

[8] V. de Quiroga, Información en derecho, México, SEP, 1985, p. 62.

[9] Op. cit., pp. 100-101.

[10] M. González Cruz, Teología de la misericordia…, op. cit., p. 119.

[11] Véase P. Serrano Gassent (ed), “Introducción”, V. de Quiroga, La Utopía en América, Madrid, Historia 16, 1992, p. 22.

[12] M. González Cruz, Teología de la misericordia…, op. cit., p. 120.

[13] P. Serrano Gassent, “Introducción”, La Utopía en América, op. cit., p. 22.

[14] P. Serrano Gassent, “Introducción”, La Utopía en América, op. cit., p. 7.

[15] V. de Quiroga, “Carta al consejo”, La Utopía en América, op. cit., pp. 57-58.

[16] Véase M. González Cruz, Teología de la misericordia…, op. cit., p. 122.

El relato anti-hispánico: impulso y difusión

Álvaro Sureda (2)  por Álvaro Sureda, historiador

   Este artículo continúa la serie inaugurada sobre la leyenda negra que consideró, en primer lugar, algunos aspectos relacionados con la Conquista de América. Nos disponemos ahora a explicar el origen y la difusión del relato antiespañol elucubrado por algunos españoles,  descifrando sus causas y las consecuencias del mismo.

   Con la unión de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón comienza a surgir en el sur de Europa una monarquía unificada que, con el paso del tiempo −sobre todo durante el reinado de Felipe II (1527-1598)− pasará a denominarse monarquía hispánica. Un territorio de una granBiografia de Felipe II extensión distribuido entre Europa occidental, África del norte, Asia y América[1]. Más allá de la capacidad mostrada por los primeros gobernantes españoles para regir tales territorio, fue inevitable la creación de un complejo sistema de administración con funcionarios insertos en sus órganos de gobierno. En el siglo XVII esta situación encontrará su punto álgido con la creación de los validos o privados del rey, que administrarán el Imperio en nombre de los monarcas.

   Esta configuración en la gobernanza de la monarquía incitaría las luchas de facciones nobiliarias por ocupar los altos puestos de la administración. Se trata de un fenómeno amplio, que traspasa el marco hispánico. Tal es el caso de otros gobiernos europeos como el de Richelieu y Mazarino en Francia o Cecil y Buckingham en el Reino de Inglaterra[2]. ​ Durante el gobierno de Felipe II uno de los principales funcionarios de estado fue Antonio Pérez. Aunque no llegó a ocupar el puesto de valido, su cargo como secretario del rey le brindó una posición de poder e influencia hasta que cayó en desgracia, siendo condenado al destierro.

   Este ostracismo supondrá un acontecimiento importante en la historia de España, puesto que dará inicio a la difusión de una serie de relatos que constituirán los fundamentos de la Leyenda Negra.

Juego de intereses y poder

   Antonio Pérez, hijo de Gonzalo Pérez, que también fue secretario de Felipe II, se postuló para ocupar el cargo de secretario a los 26 años de edad, tras la vacante en el puesto. Por entonces Antonio era ya un hombre atractivo —“gentilhombre de cuerpo y buen rostro”, le describe el cronista Cabrera de Córdoba—, extremadamente simpático y con Antonio Pérez del Hierro - Wikipedia, la enciclopedia librellamativo don de gentes. Antonio Pérez pretendió inmediatamente la Secretaría, pero Felipe II, pese a la estimación que le profesaba, decidió pensarlo y pospuso unos meses el nombramiento. Al parecer, según el mismo cronista, el rey tenía a Antonio por un “mozo derramado”, es decir, liviano o indiscreto; persona, en fin, en la que, pese a las simpatías que despertaba, era arriesgado confiar[3]. Sin embargo, acabaría obteniendo el cargo en 1567, pero con atribuciones atenuadas[4].

   Como ocurría en la inmensa mayoría de las cortes de la época, podía presenciarse la división de facciones a nivel político, siendo las más señaladas las agrupadas alrededor del duque de Alba y del príncipe de Éboli, respectivamente. Aunque el padre de Pérez era reconocido seguidor de la facción del duque, su hijo estará desde el principio alineado con el grupo de los Éboli, siendo el príncipe su principal protector. En el momento de su muerte, encontrará igualmente amparo en la esposa del difunto, Ana Mendoza y de la Cerda: la princesa de Éboli.

   Tanto el sistema de alianzas como los rasgos definidos por Cabrera jugarán un papel muy importante en el asunto que estamos tratando. De hecho, son el motivo principal de las acusaciones que recibirá Pérez y su posterior exilio en el extranjero. En 1576, la alianza Pérez-Éboli conseguirá el destierro del duque de Alba, pero a la vez dejará entrever sospechas de la relación entre ambos y la difusión de secretos deAna de Mendoza de la Cerda - Wikipedia, la enciclopedia libre Estado. Con motivo de la pretensión de Felipe II al trono portugués circulará por Madrid el rumor de que el secretario ha comentado datos importantes a la princesa, quien está interesada en la política portuguesa buscando el casamiento de una de sus hijas con el duque de Braganza[5].   Por otro lado, la estrecha relación que mantiene con Juan de Austria, sitúa a Pérez en una encrucijada porque, como es conocido, en ese momento las relaciones del rey con su hermanastro están presididas por la desconfianza.

   Con todo, la relación entre el rey y su secretario sólo se empañará con la aparición en Madrid de Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria. Escobedo, quien llega a la capital para presentar al rey los planes de Don Juan, empieza a ser sospechoso de portar otros mensajes que podrían ensombrecer la fama de Antonio Pérez. Se cree que aquél posee cierta información y capacidad para divulgar rumores acerca de esa estrecha relación con la princesa de Éboli. Por este motivo, el secretario del rey comienza a plantear al monarca que Verdinegro (apodo con el que se refieren a Escobedo) debe de ser la influencia negativa sobre don Juan de Austria, justificando así su eliminación. El 31 de marzo de 1578 será asesinado en un callejón de Madrid.

   Este acontecimiento es discutido por diferentes autores. Unos piensan que la implicación del rey es perfectamente demostrable, como en el caso de Escudero López[6]. Otros, sin embargo, creen que el rey no estaría involucrado; al menos por falta de pruebas, según ha sostenido Kamen[7], por ejemplo. Sea cual sea la implicación de Felipe II, este crimen marcará una cadena de episodios que tendrán una repercusión directa en la vida de Pérez.

La instrumentalización de un proceso

  A pesar de la protección inicial del rey, las tornas cambiarán rápidamente. El 9 de julio, estando el rey en Aranjuez, partirá Salón del Trono: EL CARDENAL GRANVELArápidamente a la capital con motivo de la pesquisa que se realizará al secretario y la princesa de Éboli, quienes además de ser investigados por el asunto de Escobedo, se les añade la acusación de realizar  amenazas contra la vida de Rodrigo Vázquez de Arce, encargado de la investigación del asesinato de Escobedo[8]. Finalmente, con la llegada del Cardenal Granvela, llamado por el rey para hacerse cargo de las funciones de Estado, se ordenaría el arresto de Pérez el día 28 de julio por la noche.

   En los próximos años el caso de Pérez quedaría en suspenso, al ser sustituido por otras circunstancias más apremiantes para la monarquía, como la invasión de Portugal. Aunque éste es uno de los sucesos más importantes, parece ser que la posesión de treinta cofres con documentos confidenciales del rey por parte del secretario[9] pudo albergar otro motivo de indisposición contra él. No obstante, éste conservó todavía cierta libertad de movimientos, pudiendo desplazarse entre sus casas de la capital y el campo, en las que cumplió la reclusión domiciliaria. Como él mismo dijo: “partió el rey para Portugal. Quedó Antonio Pérez en Madrid en aquella casa a manera de prisión. En su oficio no se hizo ninguna novedad. En este estado estuvo hasta 1585”[10].

   En ese año el rey dictó sentencia contra Pérez. La pena consistía en dos años de reclusión y diez años de destierro, además de la suspensión del cargo de Secretario de Estado durante ese tiempo[11]. Con todo, el secretario seguirá un periplo de viajes por diferentes localidades hasta que en febrero de 1590 el monarca emitirá un ultimátum. Después de haber sido torturado el reo emprenderá su huida a Aragón, donde la legislación del reino restringía la potestad del rey[12].

   Desde la llegada de Pérez el problema se irá acentuando. Como explica Escudero, los intentos del convicto por aplacar la situación en una carta en la que se muestra sumiso al rey, no impedirá que la Junta Real confirme la sentencia el 1 de julio de 1590:

Lo debían de condenar y condenaban en pena de muerte natural de horca y a que primero sea arrastrado por las calles públicas en la forma acostumbrada. Y después de muerto le sea cortada la cabeza con un cuchillo de hierro y acero y sea puesta en lugar público.

   El peligro condujo a que Pérez se defendiera con la publicación de una cédula de defensiones en la que acusaba al rey de ordenar la ejecución de Verdinegro. A partir de aquí surgirá la publicación del extenso Memorial de la causa de Pérez, que entonces se conocía como Librillo,  el cual fue publicado en Castilla y Aragón y más tarde en Pau (Francia), cuando Pérez se fugó[13].

   Con la circulación de dicho documento se propagó parte de la leyenda negra por Europa[14]. Si bien es cierto que en anteriores ocasiones se comenzaron a difundir rumores negativos contra la corona hispana a partir de la lectura de la Brevísima Relación de Bartolomé de las Casas o La apología de Guillermo de Orange[15]. En el caso de Antonio Pérez podemos encontrar uno de los primeros casos en los que un español contribuye a alimentar las falsedades sobre las que se asentará la Leyenda.

   Aunque en palabras de Ungerer los escritos de Pérez se fundamentan en el objetivo de criticar al rey, desde el exilio se identificará con los enemigos de Felipe II en Castilla y Aragón, determinándole a publicar sus obras[16]. Esos escritos irán rápidamente más allá de su primer propósito, llegando a desarrollar una propaganda antiespañola para hallar así el apoyo de las diferentes cortes europeas.

   Tras una estancia en Francia, donde decide apoyar a Enrique IV en su intención de invadir España, Antonio Pérez llegó a Londres como enviado del soberano galo. Allí procuró alentar la propaganda Blog de bibliofilia: RELACIONES DE ANTONIO PÉREZantiespañola pensando que sería un buen modo de hacer carrera y publicó sus famosas Relaciones en 1594 bajo el pseudónimo de Rafael y Azarías Peregrino. En Londres, Pérez actúa bajo un seudónimo que no engaña a nadie y finalmente en las ediciones francesas firma con su propio nombre[17]. Como explica María Elvira Roca, dicho texto tuvo un importante éxito, según lo demuestran la continuidad de sus ediciones (1598, 1615, 1624…) y su traducción al francés[18].

   Cuando Pérez llega a Inglaterra busca el apoyo de la “reina Virgen” (Isabel I). Pero al tratarse de unos escritos donde se aprecia un ataque personal a Felipe II, las autoridades inglesas no ven una prioridad a la hora de usarlos porque las relaciones con España atraviesan entonces un período de relativa paz[19]. Si desde un principio Pérez hubiera acudido a los holandeses habría obtenido más apoyo. En una situación en la que el príncipe de Orange siente la necesidad de obtener pruebas que sirvan no sólo para acusar a Felipe, sino para encontrar motivos que justifiquen los levantamientos en los Países Bajos, las obras de Pérez habrían tenido un impulso mayor. Las acusaciones directas que se hacen en el documento sobre el asesinato del príncipe Carlos por parte de su padre son un argumento de especial relevancia, que se identifica mucho con las acusaciones que había realizado previamente el príncipe de Orange en su Apología.

 Otros de los argumentos de incriminación y difamación que se encuentran en la obra del antiguo secretario tratan de describir a Felipe II con una serie de rasgos de tirano o asesino: «la tiranía es tan natural a Felipe como la risa al hombre» y que «no hace distinción de personas; las LA LEYENDA NEGRA ESPAÑOLA – LA ALCAZABAenvenena a todas sin temor de Dios ni vergüenza de los hombres».  Aunque, como hemos visto al principio, en Inglaterra sus afirmaciones no conocerán un apoyo inicial, algunos de los grupos nacionalistas que ven en la monarquía hispánica un peligro utilizarán algunos de estos argumentos para desarrollar una imagen hispanófoba. Como expone Ungerer, las Relaciones fueron traducidas al inglés y publicadas en 1715 en Londres, posiblemente bajo influencia del gobierno, en una época en la que Inglaterra seguía una política agresiva contra España[20].

   El caso más claro de propaganda antiespañola lo podemos observar en tiempos del rey Jacobo I de Inglaterra, sucesor al trono de Isabel I. Durante su reinado, en 1620, se iniciará una serie de fuertes agitaciones propagandísticas que tendrán que ver con la amistad que el rey profesaba al embajador español, en un momento donde se plantea la unión del príncipe de Gales con una infanta española. En un contexto donde los anglicanos deciden preservar sus políticas religiosas, el bando nacionalista-anglicano decide iniciar esta propaganda. Ésta se reproducirá durante la guerra de los Treinta Años y tendrá su punto álgido con  la Revolución Gloriosa de 1688 y la coronación de Guillermo de Orange en el trono inglés[21].

  En 1611 Antonio Pérez morirá en Francia sin apoyos y pobre. Sin embargo, en su testamento confesará su lealtad al rey −entonces, Felipe III− y al catolicismo. Años después se modificará la imagen de Pérez en España. Sus obras alcanzaron una cierta aceptación. Algo que podemos observar en la obra colectiva retrato de españoles ilustres (2)Retratos de Españoles Ilustres con un epítome de sus vidas, que comenzó a publicarse por folletos en 1791 con dedicatoria al conde de Floridablanca, ministro de Carlos IV. Antonio Pérez, por influencia de la línea crítica de la Ilustración contra el modelo sociopolítico español del Siglo de Oro, dejó de ser para muchos un espía traidor para convertirse en una víctima inocente del tétrico Felipe II[22].

Conclusión

  En definitiva, si bien podemos decir que la leyenda negra no fue iniciada por Antonio Pérez, es claro que sus escritos fueron aprovechados para atacar a España y a los españoles. Se recurrió a la hipérbole para convertir una venganza personal contra el rey en todo un proceso contra el sistema de ideas español. De esta manera se empañaría un período de la historia en la que España se muestra preponderante; no sólo como la principal potencia militar del mundo, sino como la principal defensora del catolicismo en Europa, inmersa en las guerras de religión. Quizá si se tuviera en cuenta la máxima vigésimo tercera en su versículo paralelo del libro bíblico de los Proverbios (adquiere la verdad y no la vendas: sabiduría, instrucción, discernimiento) la situación sería bien diferente.

NOTAS

[1] Durante el reinado de Felipe II, aunque no se mantendrá bajo su dominio el Sacro Imperio, que pasará a estar bajo el mando de su tío Fernando, a partir de 1580, tras la batalla de Alcántara, la corona portuguesa pasará a manos de los reyes españoles hasta 1640.

[2] García, Bernardo: Los validos, Akal, Madrid, 1997, pág. 4.

[3] Escudero López, José Antonio:  “Antonio Pérez”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico, en red,  http://dbe.rah.es/

[4] Cabe señalar, que con el nombramiento de Antonio Pérez, como secretario, se da por primera vez, una división del cargo, puesto que pasará a ser compartido con Gabriel de Zayas. El rey decide que cada uno se ocupe de diferentes partes del gobierno, siendo para Pérez, los asuntos de Italia y Zayas los asuntos del norte de Europa. Dicha partición supondrá en el futuro una cierta rivalidad por la intromisión entre ambos de tareas que originalmente no se corresponden con la división del trabajo.

[5] Kamen, Henry: Felipe de España, Siglo XXI Editores, 1997, Madrid, pág. 175.

[6] [] hoy pueden darse por seguras tres cosas: la complicidad política del Monarca con el crimen de Estado; las relaciones del secretario con la princesa (que, como dijo un testigo, “sabía secretos de Estado”), y la carencia de cualquier tipo de relación pasional entre el Rey y ella. En cuanto a la primera, la complicidad de Felipe II parece manifiesta, tanto por el hecho de que transcurrieran meses hasta iniciarse la investigación, como porque los jueces llegaron a preguntar a Pérez sobre “las causas que había habido para que Su Majestad diese su consentimiento a la muerte del Secretario Escobedo”, o por la tolerancia que se tuvo para que escaparan los asesinos contratados por Pérez. En todo caso, esa complicidad fue tácita, pues el secretario no pudo arrancar del Monarca una orden escrita de la ejecución. A su vez, las relaciones de Pérez con la Éboli parecen notorias, debiendo ella, cuando menos, estar al tanto de cuanto sucedía, hasta el punto de que Pazos, el presidente de Castilla, comunicó al Rey que “tenemos sospecha de que [ella] es la levadura de todo esto”. Las relaciones amorosas de Felipe II con la Éboli, en fin, no pasan de ser una lucubración melodramática. Escudero López: “Antonio Pérez”, art. cit.

[7] Los que creen que el Rey estaba implicado bien pueden sugerir que él mismo destruyó los documentos que lo comprometían, El único texto que al parecer involucra al rey es el de la Haya, en el que Marañón condía plenamente. Si descontamos esta fuente no verificable (es una copia), no hay forma de atribuir responsabilidades al Rey [] Hace falta un nuevo estudio sobre el caso Pérez-Escobedo.  Kamen: Felipe de Españaop. cit, pág. 173.

[8] Muro, Gaspar: Vida de la Princesa de Éboli, Madrid, 1877, pág. 119-124. Citado en  Kamen: Felipe…op cit, pág. 176

[9]  Ibid, pág. 301.

[10] Pérez, Antonio: Relaciones, París 1598, pág. 25.

[11] El rey decidirá finalmente separar los casos de Pérez y de Éboli, siendo el caso de la princesa el que se atenderá el primero y el otro acabará pendiente.

[12] Escudero López: “Antonio Pérez”, art. cit.

[13]Durante todo el tiempo que pasará en Aragón, los problemas que se irán produciendo serán de una extrema gravedad. Un ejemplo de ello serán las conocidas como “Turbaciones de Aragón”, las cuales convertidas en revueltas, llevarán a la intervención directa del ejército para entrar en Zaragoza y una serie de condenados a muerte por haberse opuesto directamente al rey.

[14] Escudero López: “Antonio Pérez”, art. cit.

[15] Es interesante la exposición que hace María Elvira Roca en su libro Imperiofobia y Leyenda negra, donde repasa todo el concepto de Leyenda negra y hace un estudio en profundidad de la Leyenda negra contra España entre otros.

[16] Ungerer, Gustav (1963). «Bibliographical notes on the works of Antonio Perez». Revista de Historia Jerónimo Zurita. Cuadernos 16-18.

[17]  Sobre las variaciones que Pérez va introduciendo según las circunstancias, véase Paloma Bravo, «Las Relaciones de Antonio Pérez, un texto en movimiento», en José Martínez Millán (coord.), Actas del Congreso Internacional «Felipe II (1527-1598): Europa y la Monarquía Católica» (Universidad Autónoma de Madrid, 20-23 de abril de 1998), Madrid: Parteluz, 1998, vol. 4, págs. 11-24. Citado en Roca, María Elvira: Imperiofobia y Leyenda Negra, Siruela, Madrid, 2016, pág. 266.

[18]  Roca: Imperiofobia…op. cit, pág. 266.

[19] Algunos autores como Roca, aventuran que es posible que las anteriores traiciones realizadas por Pérez, no fomentarán una credibilidad en el secretario por parte de Isabel, quién en general se mantuvo un poco al margen de él, aunque sí que hablaron en algunas ocasiones a lo largo de los dos años que Antonio pasará en la corte inglesa. Ibid, pág. 267.

[20]  Ungerer: art. cit.

[21] Roca: Imperiofobia…op. cit, pág. 269

[22] Ibid, pág. 268.

La conquista de América: unas reflexiones

victor-zorrilla (3)  por Víctor Zorrilla, filósofo

   Hace apenas dos meses Fernando del Pino Calvo-Sotelo publicó el artículo España, un país sin autoestima en su blog. Se trata de un escrito propositivo y polémico que me ha sugerido algunas reflexiones desde un tono personal y espontáneo al que, por otra parte, invita la lectura de aquellos párrafos.

    A nivel fáctico, es fácil constatar que, en general, el artículo es exacto en los datos históricos y las cuestiones de detalle. Donde se queda algo corto es en la propuesta general que le da sentido.

    El artículo toca un tema muy importante actualmente en España, el de la adecuada valoración de su historia. El asunto incide no solo en España sino en el conjunto del mundo hispánico. El autor parte del hecho de la relativa marginación de este mundo en el contexto más amplio de modernidad, dominado por las culturas francesa y —sobre todo en los dos últimos siglos— anglosajona. El problema es, pues, el del sitio de la cultura hispánica en el marco de la cultura occidental moderna.

    Desde las últimas décadas del siglo XVI, la propaganda de las otras potencias europeas incidió en el desprestigio y la marginación de España y de su historia. A partir de aquella época, además, la misma España se fue retrayendo de los principales debates intelectuales y La leyenda negra, la persistencia de los tópicos | Babelia | EL PAÍScientíficos. Ello se debió a varios factores, entre otros, la actitud un tanto militante o combativa con la que se concibió la ortodoxia doctrinal a partir del Concilio de Trento (1545-1563) (este concilio tuvo, por otro lado, una influencia benéfica imponderable en las misiones globales). En cuanto a la propaganda antiespañola, es bien sabido que la historia del colonialismo inglés, francés u holandés fue tan sórdida y brutal como cualquier otra, con la diferencia de que en estas potencias no hubo casi defensores de las poblaciones autóctonas sometidas.

    El artículo tiene el acierto de no aludir al mito de la Hispanidad, que tan ilustres proponentes ha tenido y tan caro ha sido a algunos sectores de la derecha española. Doscientos años de vida independiente han dado lugar a países muy diferentes a España y diferentes también entre sí. A los dos siglos de vida y desarrollo cultural independiente hay que agregar el antiespañolismo autóctono —no aprendido de ingleses ni franceses— sobre el que se fundan y proyectan las modernas repúblicas latinoamericanas.

    En cuanto al tono, el artículo puede parecer algo combativo o polémico, y lo es. Considerando que pasan por aceptables planteamientos tanto o más combativos, pero de signo ideológico opuesto, no veo razón para reprobar particularmente a este artículo. Me refiero a que, en medios yCrítica de 'La sombra de la leyenda negra' de La sombra de la leyenda negra  María José Villaverde y Francisco Castilla: España: modo de empleo |  Babelia | EL PAÍS redes, a veces se oyen —incluso he escuchado a alumnos— decir cosas del tipo: “la conquista fue un genocidio”, o: “los indígenas vivían en una utopía que estropearon los españoles” —proposiciones que, en su expresión, son igualmente combativas, con la relevante diferencia de que en su contenido son falsas. Como siempre en estos casos, las preconcepciones ideológicas suelen ofuscar la interpretación de los hechos; por eso es tan importante bajar a los detalles.

    Aunque viví cerca de seis años en España, llevo ya más de diez años de no estar allá, por lo que no me atrevo a calibrar la relevancia coyuntural del artículo para ese país. Es cierto que hay mucho sentimiento antiespañol exagerado, que obedece a motivos históricos sin relación directa con la conquista americana, como es el caso de los diversos “nacionalismos” (en Hispanoamérica les llamaríamos, y me parece que son propiamente, regionalismos). Sin duda, este es un factor coadyuvante en la baja autoestima que el autor atribuye a España, aunque no es el tema de su artículo. En estos casos, si acaso, la leyenda negra de la conquista solo es instrumentalizada a favor de un programa regionalista o nacionalista que poco o nada tiene que ver con la conquista misma.

    Independientemente de eso, hoy existe otro factor que ha contribuido a la perpetuación de la leyenda negra dentro y fuera de España, y es que la leyenda negra encaja bien con la actual ortodoxia de la corrección Maximiliano María Kolbe – Pensamiento y culturapolítica. Esta ortodoxia hace las veces de placebo para que el hombre-masa se sienta bien consigo mismo sin esforzarse, arriesgando nada y sin poner la mano en el fuego. Identificarse en las redes como “antirracista” o “antinazi” mientras se hace alarde de virtud usando “lenguaje inclusivo” está de moda y queda bien; así se obtienen muchos likes. Lo difícil era hacerlo en la Alemania de 1943. Sophie Scholl lo hizo y ya sabemos cómo le fue. Eso es tener valor. Maximiliano Kolbe sufrió una muerte espantosa en un campo de concentración para salvar a otra persona, sin que nadie le obligara a ello. Esa es la virtud heroica. Lo otro es hipocresía autocomplaciente.

    Por lo demás, como decía arriba, el artículo es relevante no solo para el público lector español (a quien se dirige principalmente) sino también para el hispanoamericano. En mi carrera académica de apenas una década en este hemisferio, pocas cosas me han llamado más la atención que la culpable ignorancia sobre la empresa española en América. Paradójicamente, esta ignorancia suele ser más acentuada y visible en los estudiantes que cursan estudios humanísticos —y en sus profesores—, mucho más ofuscados ideológicamente que los alumnos de otros grados. Si se parte de una visión simplista de la historia, que la divide en opresores y oprimidos, entonces ya solo es cuestión de buscar cuál es cuál, forzando la realidad de cualquier época a las categorías preestablecidas. Se cuenta que, cuando le preguntaron a Hegel: —Georg Wilhelm Friedrich Hegel - Wikipedia, la enciclopedia libreProfesor, y ¿qué pasa si la realidad no se ajusta a su teoría? —Peor para la realidad —contestó él. Así proceden frecuentemente los intelectuales cuando pretenden interpretar la historia. Sin embargo, las categorías conceptuales marxistas, desarrolladas para entender las sociedades industriales de Europa occidental en el siglo XIX, no necesariamente son adecuadas para estudiar la historia de otras sociedades en otras épocas.

    El autor hace una serie de comparaciones entre las culturas del Viejo y del Nuevo Mundo. Su ámbito cronológico y geográfico es amplísimo, pues abarca desde las pirámides de Egipto hasta las catedrales góticas. No creo que este sea el aspecto más importante del artículo. Sin embargo, como sospecho que a muchos lectores les despertará alguna reacción (a favor o en contra), me permito comentar lo siguiente.

  Algunos dirán: “no tiene sentido juzgar a los aztecas solo por los sacrificios humanos, el canibalismo o la tiranía que ejercieron. Tal juicio es burdo y sesgado; hay que valorar el panorama completo de la civilización azteca (o maya, incaica, etc.) en toda su riqueza y complejidad”.

    A esto, debe responderse: “De acuerdo, siempre y cuando se use ese mismo criterio para juzgar a la cultura española del siglo XVI”.

 Lo que no tiene sentido es juzgar a la cultura azteca por Nezahualcóyotl, o a los mayas por su calendario, y al mismo tiempo juzgar a la cultura europea del renacimiento —la más avanzada y sofisticada de su época— por los crímenes de la conquista. En este sentido, hay dos opciones: (a) aplicar un criterio riguroso y exigente a Nezahualcóyotl, Rey de Texcoco - Detalle del autor - Enciclopedia de la  Literatura en México - FLM - CONACULTAtodas las culturas consistentemente, o bien, (b) aplicar un criterio benevolente y caritativo a todas por igual. Lo que no vale es decir cosas como: “hay que situar los sacrificios humanos y el canibalismo en el contexto de su época y en el sistema de creencias de los aztecas, para entenderlos adecuadamente” (criterio benevolente), y, al mismo tiempo, afirmar: “el genocidio de la conquista fue obra de la arrogancia eurocéntrica, la implacable sed de oro y la rapacidad esclavista de los españoles” (criterio riguroso). Sin embargo, muchas personas que sostienen la primera proposición, sostienen simultáneamente proposiciones como la segunda, lo cual denota una grave inconsistencia en la aplicación del criterio de interpretación histórica. Como es bien sabido, los aztecas también fueron etnocéntricos —llamaban despectivamente chichimecas (“perros”) a los nómadas que vivían en Aridoamérica—, acaparadores y esclavistas.

   Muchos datos que menciona el autor, por ejemplo, sobre los aspectos técnicos de ambas civilizaciones —el uso de los metales, la rueda, las armas de fuego o la imprenta— son ampliamente conocidos y, en cuanto tales, no sujetos a interpretación. En el siglo XVI, nada había en el mundo comparable a la cultura europea del renacimiento, en ese y en muchos otros aspectos. Por otra parte, en cuanto a los aspectos morales o de organización política, no vale la pena discutirlos si no nos ponemos de acuerdo sobre cuál criterio vamos a usar —moralmente exigente y riguroso, o bien benevolente y contextualizado—, y lo aplicamos de forma consistente a todas las realidades históricas, tanto del Viejo como del Nuevo Mundo.

   Con todo, como decía, no me parece que este sea el aspecto crucial. Para el público hispanoamericano, lo relevante es el encuadre que el artículo propone. Se trata de revalorar a la cultura hispánica en el conjunto de la modernidad. Como insinuaba acertadamente Vasconcelos en La raza cósmica, no nos haremos cargo de nuestra herencia y nuestra historia mientras no caigamos en la cuenta de que los triunfos de las Navas de Tolosa y de Lepanto son nuestros, lo mismo que son nuestras las derrotas de la Armada Invencible y Trafalgar. La inmensa mayoría de la población latinoamericana participa de una herencia hispánica, occidental y cristiana en la que se encuentran subsumidos y asimilados, desde hace siglos, los elementos indígenas. Plantear el problema —como tradicionalmente se ha hecho, por ejemplo, en México— en términos del supuesto “trauma de la conquista” y del conflicto entre los indígenas y los invasores españoles ha dado lugar, como Vasconcelos ya había advertido, a “un regionalismo sin aliento universal” caracterizado por una “estrechez y miopía de campanario”.

La batalla de Lepanto: dos armadas frente a frente

 Además de superar este característico provincianismo de la intelectualidad mexicana, el mismo rigor histórico exige la ampliación de la perspectiva. Las cosas en el terreno casi siempre fueron más complejas de lo que ha hecho creer aquella demagogia facilona. Como se sabe —y el artículo de Fernando del Pino lo menciona—, los españoles contaron en muchas conquistas con aliados indígenas, que a veces conformaban la mayor parte, numéricamente hablando, del contingente conquistador. En este sentido, la conquista española la hicieron también los indígenas. Ello aplica tanto al conocido caso de los tlaxcaltecas en México como a las arduas y prolongadas guerras que se llevaron a cabo en las zonas fronterizas al norte de la Nueva España y al sur de Chile.

  La maniquea visión tradicional omite otro aspecto fundamental del proceso de conquista, a saber, la tremenda —y frecuentemente exitosa— oposición que ofrecieron algunos grupos autóctonos, sobre todo en las mencionadas guerras de frontera. Philip Powell, el historiador de la guerra chichimeca, califica a esta guerra, que se prolongó durante casiLeyenda Negra, La Un Invento Contra España : Powell, Philip: Amazon.es:  Libros toda la segunda mitad del siglo XVI, como una “segunda conquista”, mucho más ardua y larga que la primera (i.e. la caída de Tenochtitlán). Con todo, la guerra chichimeca palidece frente al interminable purgatorio español que fue la guerra de Arauco —el “Flandes indiano”, en el decir de la época—, cuya duración abarca los tres siglos del virreinato y se prolonga hasta el periodo independiente. Los indios de estas regiones fronterizas mostraron un tesón, una valentía y una capacidad de resistencia que merecieron ser inmortalizadas por los mismos escritores españoles en algunos de los últimos ejemplares de la tradición épica occidental: La Araucana, de Alonso de Ercilla; Arauco domado, de Pedro de Oña; el Purén indómito, de Diego Arias de Saavedra y el poema anónimo Las guerras de Chile. Extrañamente, los enérgicos y arrojados conquistadores españoles encontraron oponentes dignos de ellos no en las grandes civilizaciones andina y azteca —en las que infligieron una derrota fácil y relativamente rápida— sino en las agrestes zonas marginales habitadas por los fieros chichimecas y los indómitos mapuches.

   Si se observa, pues, el panorama completo atendiendo a sus matices, salta a la luz un escenario mucho más rico y complejo que el que ha ofrecido la patriotera perspectiva de la historia oficial (que, en México, ha pasado a ser ya del dominio público): un escenario donde las poblaciones autóctonas, lejos de ser meras víctimas pasivas de la violencia conquistadora, fueron agentes que, con creatividad e iniciativa, supieron muchas veces defenderse eficazmente y, en su caso, negociar, aliarse e integrarse en la hueste conquistadora.

   En vista de todo ello, resulta llamativo, como profesor, observar a estudiantes discutir acaloradamente sobre los crímenes de los conquistadores europeos de hace cinco siglos, denunciando de paso la supuesta destrucción de las culturas autóctonas, todo ello desde la comodidad y seguridad de un aula universitaria y en el contexto de una moderna democracia representativa —dos joyas irremplazables de la cultura occidental, de las cuales al menos la primera entró en América, como recuerda Fernando del Pino, por medio de la civilización hispánica—. En ello hay algo de cinismo y, por lo demás, poca originalidad: ya Bartolomé de las Casas - Wikipedia, la enciclopedia libreBartolomé de las Casas y muchos otros como él habían defendido a los indígenas, con la diferencia de que ellos lo hicieron en el fragor de la conquista y la encomienda, es decir, arriesgando sus vidas. A título de ejemplo, el obispo Antonio Valdivieso, dominico y colaborador de Las Casas, intentó aplicar en su diócesis de Nicaragua las Leyes Nuevas (1542), encaminadas a proteger a los indígenas de la explotación de los encomenderos. Ello lo enfrentó a los potentados de la región, que veían minados sus intereses. Al cabo, los hermanos Pedro y Hernando Contreras, confabulados con otros encomenderos, asesinaron a Valdivieso a puñaladas el 26 de febrero de 1549.

 Como se ve, no necesitábamos ideólogos —marxistas, deconstruccionistas ni de cualquier otra índole—: aquellos prohombres, empapados de auténtico espíritu evangélico, ya nos habían enseñado, de palabra y de obra, el deber de defender a los pobres y vulnerables. Puestos a hablar de indigenismos, resulta difícil concebir uno más congruente. Por su parte, los pueblos indígenas que hoy sobreviven son quizá —afortunadamente— los principales beneficiarios de la moderna doctrina de los derechos humanos, otro fruto invaluable de la tradición intelectual de Occidente, con raíces en el pensamiento medieval y la Escuela de Salamanca.

   En conclusión, es cierto que pocas gestas históricas pueden compararse con la empresa española en América en todos los aspectos: militar, estratégico, civilizador, misional, político… El hecho mismo de que esta empresa conjuntara todas estas facetas ya la hace excepcional. Como señaló Ortega en La rebelión de las masas, imperar es ordenar, o sea, dar quehacer, meter en un destino imponiendo una tarea con sentido,LA REBELION DE LAS MASAS | JOSE ORTEGA Y GASSET | Casa del Libro continuidad y trayectoria —en otras palabras, estructurar, organizar y elevar en función de un proyecto común. Eso lo han sabido hacer muy pocos pueblos en la historia. “Cuando los reyes construyen, tienen que hacer los carreteros”, dice el verso de Schiller. El problema de España actualmente no es tanto la interpretación de su historia, como supone el autor del artículo comentado, sino la desmoralización, es decir, la ausencia de una misión o un proyecto vital, es decir, de valores compartidos (eso sí lo insinúa) que le den dirección y sentido. La España del Siglo de Oro sí tenía un proyecto tal. Este proyecto, consistente en propagar la verdad cristiana por el orbe, elevando a los pueblos conforme a las exigencias evangélicas irrenunciables de justicia, verdad y paz, trasluce en los textos de la época como una idea recurrente, terca y obsesiva. El hecho de que se plantearan y tomaran en serio semejante proyecto, corriendo riesgos increíbles por realizarlo, atestigua la inmensa talla espiritual y moral de muchos de aquellos insignes personajes.

  Si España tuviera ahora un proyecto similar, sabría valorar su incomparable historia. Si en Hispanoamérica percibiéramos el valor y la importancia de haber participado en él, haríamos lo propio con la nuestra, que, en parte, es la misma. Así podríamos, quizá, superar nuestros complejos y traumas para lanzarnos confiadamente hacia el futuro.