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El relato anti-hispánico: impulso y difusión

Álvaro Sureda (2)  por Álvaro Sureda, historiador

   Este artículo continúa la serie inaugurada sobre la leyenda negra que consideró, en primer lugar, algunos aspectos relacionados con la Conquista de América. Nos disponemos ahora a explicar el origen y la difusión del relato antiespañol elucubrado por algunos españoles,  descifrando sus causas y las consecuencias del mismo.

   Con la unión de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón comienza a surgir en el sur de Europa una monarquía unificada que, con el paso del tiempo −sobre todo durante el reinado de Felipe II (1527-1598)− pasará a denominarse monarquía hispánica. Un territorio de una granBiografia de Felipe II extensión distribuido entre Europa occidental, África del norte, Asia y América[1]. Más allá de la capacidad mostrada por los primeros gobernantes españoles para regir tales territorio, fue inevitable la creación de un complejo sistema de administración con funcionarios insertos en sus órganos de gobierno. En el siglo XVII esta situación encontrará su punto álgido con la creación de los validos o privados del rey, que administrarán el Imperio en nombre de los monarcas.

   Esta configuración en la gobernanza de la monarquía incitaría las luchas de facciones nobiliarias por ocupar los altos puestos de la administración. Se trata de un fenómeno amplio, que traspasa el marco hispánico. Tal es el caso de otros gobiernos europeos como el de Richelieu y Mazarino en Francia o Cecil y Buckingham en el Reino de Inglaterra[2]. ​ Durante el gobierno de Felipe II uno de los principales funcionarios de estado fue Antonio Pérez. Aunque no llegó a ocupar el puesto de valido, su cargo como secretario del rey le brindó una posición de poder e influencia hasta que cayó en desgracia, siendo condenado al destierro.

   Este ostracismo supondrá un acontecimiento importante en la historia de España, puesto que dará inicio a la difusión de una serie de relatos que constituirán los fundamentos de la Leyenda Negra.

Juego de intereses y poder

   Antonio Pérez, hijo de Gonzalo Pérez, que también fue secretario de Felipe II, se postuló para ocupar el cargo de secretario a los 26 años de edad, tras la vacante en el puesto. Por entonces Antonio era ya un hombre atractivo —“gentilhombre de cuerpo y buen rostro”, le describe el cronista Cabrera de Córdoba—, extremadamente simpático y con Antonio Pérez del Hierro - Wikipedia, la enciclopedia librellamativo don de gentes. Antonio Pérez pretendió inmediatamente la Secretaría, pero Felipe II, pese a la estimación que le profesaba, decidió pensarlo y pospuso unos meses el nombramiento. Al parecer, según el mismo cronista, el rey tenía a Antonio por un “mozo derramado”, es decir, liviano o indiscreto; persona, en fin, en la que, pese a las simpatías que despertaba, era arriesgado confiar[3]. Sin embargo, acabaría obteniendo el cargo en 1567, pero con atribuciones atenuadas[4].

   Como ocurría en la inmensa mayoría de las cortes de la época, podía presenciarse la división de facciones a nivel político, siendo las más señaladas las agrupadas alrededor del duque de Alba y del príncipe de Éboli, respectivamente. Aunque el padre de Pérez era reconocido seguidor de la facción del duque, su hijo estará desde el principio alineado con el grupo de los Éboli, siendo el príncipe su principal protector. En el momento de su muerte, encontrará igualmente amparo en la esposa del difunto, Ana Mendoza y de la Cerda: la princesa de Éboli.

   Tanto el sistema de alianzas como los rasgos definidos por Cabrera jugarán un papel muy importante en el asunto que estamos tratando. De hecho, son el motivo principal de las acusaciones que recibirá Pérez y su posterior exilio en el extranjero. En 1576, la alianza Pérez-Éboli conseguirá el destierro del duque de Alba, pero a la vez dejará entrever sospechas de la relación entre ambos y la difusión de secretos deAna de Mendoza de la Cerda - Wikipedia, la enciclopedia libre Estado. Con motivo de la pretensión de Felipe II al trono portugués circulará por Madrid el rumor de que el secretario ha comentado datos importantes a la princesa, quien está interesada en la política portuguesa buscando el casamiento de una de sus hijas con el duque de Braganza[5].   Por otro lado, la estrecha relación que mantiene con Juan de Austria, sitúa a Pérez en una encrucijada porque, como es conocido, en ese momento las relaciones del rey con su hermanastro están presididas por la desconfianza.

   Con todo, la relación entre el rey y su secretario sólo se empañará con la aparición en Madrid de Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria. Escobedo, quien llega a la capital para presentar al rey los planes de Don Juan, empieza a ser sospechoso de portar otros mensajes que podrían ensombrecer la fama de Antonio Pérez. Se cree que aquél posee cierta información y capacidad para divulgar rumores acerca de esa estrecha relación con la princesa de Éboli. Por este motivo, el secretario del rey comienza a plantear al monarca que Verdinegro (apodo con el que se refieren a Escobedo) debe de ser la influencia negativa sobre don Juan de Austria, justificando así su eliminación. El 31 de marzo de 1578 será asesinado en un callejón de Madrid.

   Este acontecimiento es discutido por diferentes autores. Unos piensan que la implicación del rey es perfectamente demostrable, como en el caso de Escudero López[6]. Otros, sin embargo, creen que el rey no estaría involucrado; al menos por falta de pruebas, según ha sostenido Kamen[7], por ejemplo. Sea cual sea la implicación de Felipe II, este crimen marcará una cadena de episodios que tendrán una repercusión directa en la vida de Pérez.

La instrumentalización de un proceso

  A pesar de la protección inicial del rey, las tornas cambiarán rápidamente. El 9 de julio, estando el rey en Aranjuez, partirá Salón del Trono: EL CARDENAL GRANVELArápidamente a la capital con motivo de la pesquisa que se realizará al secretario y la princesa de Éboli, quienes además de ser investigados por el asunto de Escobedo, se les añade la acusación de realizar  amenazas contra la vida de Rodrigo Vázquez de Arce, encargado de la investigación del asesinato de Escobedo[8]. Finalmente, con la llegada del Cardenal Granvela, llamado por el rey para hacerse cargo de las funciones de Estado, se ordenaría el arresto de Pérez el día 28 de julio por la noche.

   En los próximos años el caso de Pérez quedaría en suspenso, al ser sustituido por otras circunstancias más apremiantes para la monarquía, como la invasión de Portugal. Aunque éste es uno de los sucesos más importantes, parece ser que la posesión de treinta cofres con documentos confidenciales del rey por parte del secretario[9] pudo albergar otro motivo de indisposición contra él. No obstante, éste conservó todavía cierta libertad de movimientos, pudiendo desplazarse entre sus casas de la capital y el campo, en las que cumplió la reclusión domiciliaria. Como él mismo dijo: “partió el rey para Portugal. Quedó Antonio Pérez en Madrid en aquella casa a manera de prisión. En su oficio no se hizo ninguna novedad. En este estado estuvo hasta 1585”[10].

   En ese año el rey dictó sentencia contra Pérez. La pena consistía en dos años de reclusión y diez años de destierro, además de la suspensión del cargo de Secretario de Estado durante ese tiempo[11]. Con todo, el secretario seguirá un periplo de viajes por diferentes localidades hasta que en febrero de 1590 el monarca emitirá un ultimátum. Después de haber sido torturado el reo emprenderá su huida a Aragón, donde la legislación del reino restringía la potestad del rey[12].

   Desde la llegada de Pérez el problema se irá acentuando. Como explica Escudero, los intentos del convicto por aplacar la situación en una carta en la que se muestra sumiso al rey, no impedirá que la Junta Real confirme la sentencia el 1 de julio de 1590:

Lo debían de condenar y condenaban en pena de muerte natural de horca y a que primero sea arrastrado por las calles públicas en la forma acostumbrada. Y después de muerto le sea cortada la cabeza con un cuchillo de hierro y acero y sea puesta en lugar público.

   El peligro condujo a que Pérez se defendiera con la publicación de una cédula de defensiones en la que acusaba al rey de ordenar la ejecución de Verdinegro. A partir de aquí surgirá la publicación del extenso Memorial de la causa de Pérez, que entonces se conocía como Librillo,  el cual fue publicado en Castilla y Aragón y más tarde en Pau (Francia), cuando Pérez se fugó[13].

   Con la circulación de dicho documento se propagó parte de la leyenda negra por Europa[14]. Si bien es cierto que en anteriores ocasiones se comenzaron a difundir rumores negativos contra la corona hispana a partir de la lectura de la Brevísima Relación de Bartolomé de las Casas o La apología de Guillermo de Orange[15]. En el caso de Antonio Pérez podemos encontrar uno de los primeros casos en los que un español contribuye a alimentar las falsedades sobre las que se asentará la Leyenda.

   Aunque en palabras de Ungerer los escritos de Pérez se fundamentan en el objetivo de criticar al rey, desde el exilio se identificará con los enemigos de Felipe II en Castilla y Aragón, determinándole a publicar sus obras[16]. Esos escritos irán rápidamente más allá de su primer propósito, llegando a desarrollar una propaganda antiespañola para hallar así el apoyo de las diferentes cortes europeas.

   Tras una estancia en Francia, donde decide apoyar a Enrique IV en su intención de invadir España, Antonio Pérez llegó a Londres como enviado del soberano galo. Allí procuró alentar la propaganda Blog de bibliofilia: RELACIONES DE ANTONIO PÉREZantiespañola pensando que sería un buen modo de hacer carrera y publicó sus famosas Relaciones en 1594 bajo el pseudónimo de Rafael y Azarías Peregrino. En Londres, Pérez actúa bajo un seudónimo que no engaña a nadie y finalmente en las ediciones francesas firma con su propio nombre[17]. Como explica María Elvira Roca, dicho texto tuvo un importante éxito, según lo demuestran la continuidad de sus ediciones (1598, 1615, 1624…) y su traducción al francés[18].

   Cuando Pérez llega a Inglaterra busca el apoyo de la “reina Virgen” (Isabel I). Pero al tratarse de unos escritos donde se aprecia un ataque personal a Felipe II, las autoridades inglesas no ven una prioridad a la hora de usarlos porque las relaciones con España atraviesan entonces un período de relativa paz[19]. Si desde un principio Pérez hubiera acudido a los holandeses habría obtenido más apoyo. En una situación en la que el príncipe de Orange siente la necesidad de obtener pruebas que sirvan no sólo para acusar a Felipe, sino para encontrar motivos que justifiquen los levantamientos en los Países Bajos, las obras de Pérez habrían tenido un impulso mayor. Las acusaciones directas que se hacen en el documento sobre el asesinato del príncipe Carlos por parte de su padre son un argumento de especial relevancia, que se identifica mucho con las acusaciones que había realizado previamente el príncipe de Orange en su Apología.

 Otros de los argumentos de incriminación y difamación que se encuentran en la obra del antiguo secretario tratan de describir a Felipe II con una serie de rasgos de tirano o asesino: «la tiranía es tan natural a Felipe como la risa al hombre» y que «no hace distinción de personas; las LA LEYENDA NEGRA ESPAÑOLA – LA ALCAZABAenvenena a todas sin temor de Dios ni vergüenza de los hombres».  Aunque, como hemos visto al principio, en Inglaterra sus afirmaciones no conocerán un apoyo inicial, algunos de los grupos nacionalistas que ven en la monarquía hispánica un peligro utilizarán algunos de estos argumentos para desarrollar una imagen hispanófoba. Como expone Ungerer, las Relaciones fueron traducidas al inglés y publicadas en 1715 en Londres, posiblemente bajo influencia del gobierno, en una época en la que Inglaterra seguía una política agresiva contra España[20].

   El caso más claro de propaganda antiespañola lo podemos observar en tiempos del rey Jacobo I de Inglaterra, sucesor al trono de Isabel I. Durante su reinado, en 1620, se iniciará una serie de fuertes agitaciones propagandísticas que tendrán que ver con la amistad que el rey profesaba al embajador español, en un momento donde se plantea la unión del príncipe de Gales con una infanta española. En un contexto donde los anglicanos deciden preservar sus políticas religiosas, el bando nacionalista-anglicano decide iniciar esta propaganda. Ésta se reproducirá durante la guerra de los Treinta Años y tendrá su punto álgido con  la Revolución Gloriosa de 1688 y la coronación de Guillermo de Orange en el trono inglés[21].

  En 1611 Antonio Pérez morirá en Francia sin apoyos y pobre. Sin embargo, en su testamento confesará su lealtad al rey −entonces, Felipe III− y al catolicismo. Años después se modificará la imagen de Pérez en España. Sus obras alcanzaron una cierta aceptación. Algo que podemos observar en la obra colectiva retrato de españoles ilustres (2)Retratos de Españoles Ilustres con un epítome de sus vidas, que comenzó a publicarse por folletos en 1791 con dedicatoria al conde de Floridablanca, ministro de Carlos IV. Antonio Pérez, por influencia de la línea crítica de la Ilustración contra el modelo sociopolítico español del Siglo de Oro, dejó de ser para muchos un espía traidor para convertirse en una víctima inocente del tétrico Felipe II[22].

Conclusión

  En definitiva, si bien podemos decir que la leyenda negra no fue iniciada por Antonio Pérez, es claro que sus escritos fueron aprovechados para atacar a España y a los españoles. Se recurrió a la hipérbole para convertir una venganza personal contra el rey en todo un proceso contra el sistema de ideas español. De esta manera se empañaría un período de la historia en la que España se muestra preponderante; no sólo como la principal potencia militar del mundo, sino como la principal defensora del catolicismo en Europa, inmersa en las guerras de religión. Quizá si se tuviera en cuenta la máxima vigésimo tercera en su versículo paralelo del libro bíblico de los Proverbios (adquiere la verdad y no la vendas: sabiduría, instrucción, discernimiento) la situación sería bien diferente.

NOTAS

[1] Durante el reinado de Felipe II, aunque no se mantendrá bajo su dominio el Sacro Imperio, que pasará a estar bajo el mando de su tío Fernando, a partir de 1580, tras la batalla de Alcántara, la corona portuguesa pasará a manos de los reyes españoles hasta 1640.

[2] García, Bernardo: Los validos, Akal, Madrid, 1997, pág. 4.

[3] Escudero López, José Antonio:  “Antonio Pérez”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico, en red,  http://dbe.rah.es/

[4] Cabe señalar, que con el nombramiento de Antonio Pérez, como secretario, se da por primera vez, una división del cargo, puesto que pasará a ser compartido con Gabriel de Zayas. El rey decide que cada uno se ocupe de diferentes partes del gobierno, siendo para Pérez, los asuntos de Italia y Zayas los asuntos del norte de Europa. Dicha partición supondrá en el futuro una cierta rivalidad por la intromisión entre ambos de tareas que originalmente no se corresponden con la división del trabajo.

[5] Kamen, Henry: Felipe de España, Siglo XXI Editores, 1997, Madrid, pág. 175.

[6] [] hoy pueden darse por seguras tres cosas: la complicidad política del Monarca con el crimen de Estado; las relaciones del secretario con la princesa (que, como dijo un testigo, “sabía secretos de Estado”), y la carencia de cualquier tipo de relación pasional entre el Rey y ella. En cuanto a la primera, la complicidad de Felipe II parece manifiesta, tanto por el hecho de que transcurrieran meses hasta iniciarse la investigación, como porque los jueces llegaron a preguntar a Pérez sobre “las causas que había habido para que Su Majestad diese su consentimiento a la muerte del Secretario Escobedo”, o por la tolerancia que se tuvo para que escaparan los asesinos contratados por Pérez. En todo caso, esa complicidad fue tácita, pues el secretario no pudo arrancar del Monarca una orden escrita de la ejecución. A su vez, las relaciones de Pérez con la Éboli parecen notorias, debiendo ella, cuando menos, estar al tanto de cuanto sucedía, hasta el punto de que Pazos, el presidente de Castilla, comunicó al Rey que “tenemos sospecha de que [ella] es la levadura de todo esto”. Las relaciones amorosas de Felipe II con la Éboli, en fin, no pasan de ser una lucubración melodramática. Escudero López: “Antonio Pérez”, art. cit.

[7] Los que creen que el Rey estaba implicado bien pueden sugerir que él mismo destruyó los documentos que lo comprometían, El único texto que al parecer involucra al rey es el de la Haya, en el que Marañón condía plenamente. Si descontamos esta fuente no verificable (es una copia), no hay forma de atribuir responsabilidades al Rey [] Hace falta un nuevo estudio sobre el caso Pérez-Escobedo.  Kamen: Felipe de Españaop. cit, pág. 173.

[8] Muro, Gaspar: Vida de la Princesa de Éboli, Madrid, 1877, pág. 119-124. Citado en  Kamen: Felipe…op cit, pág. 176

[9]  Ibid, pág. 301.

[10] Pérez, Antonio: Relaciones, París 1598, pág. 25.

[11] El rey decidirá finalmente separar los casos de Pérez y de Éboli, siendo el caso de la princesa el que se atenderá el primero y el otro acabará pendiente.

[12] Escudero López: “Antonio Pérez”, art. cit.

[13]Durante todo el tiempo que pasará en Aragón, los problemas que se irán produciendo serán de una extrema gravedad. Un ejemplo de ello serán las conocidas como “Turbaciones de Aragón”, las cuales convertidas en revueltas, llevarán a la intervención directa del ejército para entrar en Zaragoza y una serie de condenados a muerte por haberse opuesto directamente al rey.

[14] Escudero López: “Antonio Pérez”, art. cit.

[15] Es interesante la exposición que hace María Elvira Roca en su libro Imperiofobia y Leyenda negra, donde repasa todo el concepto de Leyenda negra y hace un estudio en profundidad de la Leyenda negra contra España entre otros.

[16] Ungerer, Gustav (1963). «Bibliographical notes on the works of Antonio Perez». Revista de Historia Jerónimo Zurita. Cuadernos 16-18.

[17]  Sobre las variaciones que Pérez va introduciendo según las circunstancias, véase Paloma Bravo, «Las Relaciones de Antonio Pérez, un texto en movimiento», en José Martínez Millán (coord.), Actas del Congreso Internacional «Felipe II (1527-1598): Europa y la Monarquía Católica» (Universidad Autónoma de Madrid, 20-23 de abril de 1998), Madrid: Parteluz, 1998, vol. 4, págs. 11-24. Citado en Roca, María Elvira: Imperiofobia y Leyenda Negra, Siruela, Madrid, 2016, pág. 266.

[18]  Roca: Imperiofobia…op. cit, pág. 266.

[19] Algunos autores como Roca, aventuran que es posible que las anteriores traiciones realizadas por Pérez, no fomentarán una credibilidad en el secretario por parte de Isabel, quién en general se mantuvo un poco al margen de él, aunque sí que hablaron en algunas ocasiones a lo largo de los dos años que Antonio pasará en la corte inglesa. Ibid, pág. 267.

[20]  Ungerer: art. cit.

[21] Roca: Imperiofobia…op. cit, pág. 269

[22] Ibid, pág. 268.