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Pascal: entre la diversión y el reposo

foto-sol  por María del Sol Romano, filósofa

   En sus Pensées el gran filósofo, científico y apologista de la fe cristiana Blaise Pascal (1623-1662) reflexiona sobre la condición humana yBlaise Pascal - Wikipedia, la enciclopedia libre considera un concepto propio de esta condición: la diversión [divertissement]. Etimológicamente, la palabra “diversión” se deriva del verbo latino divertere que significa, entre otras cosas, apartarse, separarse y retirarse[1]. Comúnmente, este término remite a pasatiempos, a actividades de ocio para pasar el rato o a diversos tipos de entretenimiento, cuya función es la de liberar, al menos por un momento, del aburrimiento, de las preocupaciones y fatigas de la vida cotidiana.

   La diversión, si bien es algo natural al ser humano, desde la perspectiva de Pascal es hacer un sinfín de actividades, estar en continuo movimiento, buscar distracciones –incluso en el tiempo dedicado al descanso– para evitar, principalmente, estar a solas con uno mismo y mirar la propia miseria. Como declara el autor, “toda la infelicidad de los hombres procede de una sola cosa que consiste en que no sabemos quedarnos tranquilos en un cuarto” (Frag. 136)[2]. Del mismo modo señala que “los hombres, no habiendo podido remediar la muerte, la miseria, la ignorancia, han ideado, para ser felices, no pensar en ellas” (Frag. 133). Puesto que, “a pesar de todas esas miserias quiere ser feliz, y no quiere otra cosa que ser feliz y no puede querer no serlo. ¿Pero cómo se las arreglará? Sería necesario para conseguirlo que se hiciese inmortal, pero al no poderlo ser, ha ideado no permitirse a sí mismo pensar en ello” (Frag. 134).

   Se pasa la vida entre una búsqueda del reposo y una huida de este por el aburrimiento que causa. Pero, en realidad, el reposo no solamente es insoportable por el tedio que origina, también es intolerable porque obliga a mirar la propia existencia. El estar a solas con uno mismo, en reposo, mirando dentro de sí, enfrenta a la propia fragilidad, provoca Cuál es el origen del término de 'reposo'?una desagradable sensación de vacío y soledad. Por ello, como precisa Pascal, “nada es tan insoportable al hombre como estar en total reposo, sin pasiones, sin ocupaciones, sin diversiones, sin interés. Se da cuenta entonces de su nulidad, de su abandono, de su insuficiencia, de su dependencia, de su impotencia, de su vacío. Al momento saldrán del fondo de su alma el tedio, la negrura, la tristeza, la pena, el despecho, la desesperación” (Frag. 622).

   Se huye hacia el exterior, se pasa de una actividad a otra, para evadir el pensamiento de la miseria de la condición humana. Se busca incansablemente la diversión como antídoto contra la tristeza y como fuente de felicidad. No obstante, la diversión es solamente una quimera, una apariencia de felicidad. Además de que no elimina la miseria, la alegría que ofrece es fugaz e ilusoria. Pascal sostiene que el ser humano recurre a la diversión para cubrir un vacío “que trata inútilmente de llenar con todo lo que le rodea, buscando cosas ausentes y la ayuda que no obtiene de las presentes, pero de lo que son todas incapaces” (Frag. 148).

Élder Bednar dijo que no habrá diversión en la otra vida, ¿y ahora qué  hacemos?

   De ahí que la diversión no da la felicidad porque, como indica el autor, “viene de otra parte y de fuera; y de esta suerte [quien la busca] es dependiente y por lo tanto, sujeto a ser turbado por mil accidentes que hacen inevitables las aflicciones” (Frag. 132). La diversión que parece ser un refugio para mantenerse a salvo del dolor, del sufrimiento y de la tristeza, paradójicamente –como lo hace notar Pascal–, “es la mayor de nuestras miserias. Porque eso es lo que nos impide principalmente pensar en nosotros y lo que nos hace perdernos insensiblemente” (Frag. 414).

  Es una miseria en el sentido en el que oculta la realidad, impide reflexionar sobre lo que uno es, ir dentro de sí y contemplar la propia interioridad. Esencialmente, la diversión aleja el pensamiento de Dios, fundamento de la vida y fuente de la verdadera felicidad. No permite ver que ese sentimiento de vacío, “ese abismo infinito”, como enfatiza Pascal, únicamente “puede ser llenado por un objeto infinito e inmutable, es decir, por el mismo Dios” (Frag. 148).

   Por consiguiente, la felicidad a la que todo ser humano aspira no está en la diversión, sino en el reposo, en el diálogo con la propia interioridad, concretamente, en dirigirse hacia el corazón. El corazón, afirma el filósofo francés, es “el que siente a Dios” (Frag. 424), es el lugarTratado del Recogimiento Interior - Iglesia en Almodóvar del Campo de contacto, de unión amorosa con Dios, quien –en palabras de Pascal– “es un Dios de amor y de consuelo; es un Dios que llena el alma y el corazón de aquellos a quienes posee; es un Dios que les hace sentir interiormente su miseria y su misericordia infinita; que se une al fondo de su alma; que la llena de humildad, de alegría, de confianza, de amor; que los hace incapaces de otro fin que Él mismo” (Frag. 449).

[1] Ver la voz “diverto” en el Nuevo diccionario Latino-Español etimológico de D. Raimundo de Miguel y el Marqués de Morante, publicado en 1867.

[2] Para este artículo se usará el volumen de obras de Blaise Pascal, traducidas por Carlos R. de Dampierre, edición de Gredos (Madrid), 2012. La traducción tiene de base la edición de Louis Lafuma: Pascal, Œuvres complètes, Paris: Éditions du Seuil, 1963. Los fragmentos de las Pensées de Pascal citados se numerarán de acuerdo con la edición de Gredos, que corresponde con la de Lafuma.

La belleza como alimento espiritual

 por María del Sol Romano, filósofa

            Para la filósofa Simone Weil (1909-1943) la belleza es «el misterio supremo de este mundo»,[1] «la única finalidad en este mundo»[2], «la imagen del bien»[3] y una de las «formas del amor implícito a Dios».[4] También es una auténtica fuente de alegría, pues, siguiendo a la autora, «la alegría pura es siempre alegría de lo bello»[5] y «mientras se tengan cosas como el mar, las montañas, el viento, el sol, las estrellas, la luna, el cielo, no se puede ser completamente desdichado»[6].

            La belleza es algo que apetece, que atrae, que se desea, pero paradójicamente es una realidad que no puede consumirse, devorarse o modificarse siguiendo los dictámenes de la voluntad humana. Ante esto, la filósofa francesa afirma que «la belleza promete siempre y jamás da nada; suscita un hambre, pero no hay en ella alimento para la parte del alma que intenta saciarse en este mundo, es un alimento solo para la parte del alma que mira».[7]

            Todo ello indica, por una parte, que el empeñarse en consumir la belleza con el fin de satisfacer un deseo puramente mundano puede conducir al mal moral. Como señala la autora, «los vicios, las depravaciones y los crímenes son casi siempre o incluso siempre en su esencia tentativas de comer la belleza, comer lo que solo hay que mirar»[8]. Pero, por otra parte, «la actitud inversa, mirar un fruto sin comerlo, debe ser lo que salva»[9].

            La belleza es, por tanto, «lo que se puede contemplar»[10] y, desde esta perspectiva, es «algo que se come; es un alimento»[11]. Es un alimento espiritual ante el que hay que mantener la distancia. Es lo que sacia sin tocar, es «un fruto que se mira sin tender la mano»[12]. De ahí que la distancia constituye para Simone Weil «el alma de lo bello»[13], así como la única manera de experimentar y recibir el alimento de la belleza.

            Cuando se contempla algo verdaderamente bello, todo el yo está en silencio y listo para recibir la belleza que viene del exterior. Se está entre la palabra de aquello que es bello y el silencio de las facultades que se preparan para recibir el alimento que les proporciona la belleza. Como apunta la autora, cuando se está frente a lo bello «todas las facultades del alma permanecen en silencio y se disponen para aprehender esa cosa perfectamente bella, cada una a su manera. La inteligencia entre otras; no encuentra nada que afirmar o negar, solo se alimenta»[14].

            La belleza, además de alimentar espiritualmente, mueve a quien la contempla a una transformación de sí y a un mejoramiento moral. Asimismo, revela el don de amor de Dios que deja su huella en este mundo. Esto es, «por amor, la materia recibe la huella de la Sabiduría divina y se vuelve bella». Lo anterior muestra, en definitiva, que la belleza comporta una unidad entre la naturaleza y la gracia, a la vez que es «la marca de un intercambio de amor entre el Creador y la creación»[15].

 

[1] S. Weil, “Collectivité-Personne-Impersonnel-Droit-Justice”, [1943], en Œuvres complètes, t. V vol. 1, Gallimard, Paris, p. 231. En adelante se usará la abreviatura OC, tomo, volumen y página.

[2] S. Weil, “Formes de l’amour implicite de Dieu”, [1942], OC, IV 1, p. 304.

[3] S. Weil, “Cahier VI”, [1942], OC, VI 2, p. 384.

[4] Para Simone Weil el “amor implícito a Dios” tiene tres objetos inmediatos o tres amores: “las ceremonias religiosas, la belleza del mundo y el prójimo”. S. Weil, “Formes de l’amour implicite de Dieu”, [1942], OC, IV 1, p. 286.

[5] Cf. S. Weil, “Cahier VII”, [1942], OC, VI 2, p. 485.

[6] S. Weil, “Lettres à Antonio”, [1941-42], en Cahiers Simone Weil, VII/3, septembre 1984, p. 203.

[7] S. Weil, “Collectivité-Personne-Impersonnel-Droit-Justice”, [1943], OC, V 1, p. 231.

[8] S. Weil, “Formes de l’amour implicite de Dieu”, [1942], OC, IV 1, p. 304.

[9] S. Weil, “Formes de l’amour implicite de Dieu”, [1942], OC, IV 1, p. 304.

[10] S. Weil, “Cahier IV”, [1941], OC, VI 2, p. 65.

[11] S. Weil, “L’Enracinement”, [1943], OC, V 2, p. 186.

[12] S. Weil, “Cahier VI”, [1942], OC, VI 2, p. 393.

[13] S. Weil, “Cahier XI”, [1942], OC, VI 3, p. 343.

[14] S. Weil, “Cahier VI”, [1942], OC, VI 2, p. 348.

[15] S. Weil, “Cahier XIV”, [1942], OC, VI 4, p. 182.