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Portugal en la monarquía hispánica

Álvaro Sureda (2) por Álvaro Sureda, historiador

Reinos paralelos

   A pesar del surgimiento como reino independiente en el año 1139, el reino de Portugal siempre ha tenido una gran unión con los demás reinos hispánicos, especialmente con Galicia, León y Castilla. Debido a su proximidad y al emparejamiento de la nobleza portuguesa con la castellana encontramos un gran número de enlaces matrimoniales, cuyo objetivo principal era el de establecer una paz duradera y de mutuo beneficio. Si bien en algunos momentos, como en los inicios, las disputas en la conquista de América o el intento de invasión del reino de Castilla para asentar en el trono a la reina Juana, apodada la Beltraneja, tuvieron sus tensiones, vemos que las buenas relaciones entre ambos reinos estuvieron bien asentadas. Algunos autores como Lynch no dudan en calificarlas de mutuo beneficio: “Luego de la primera competición por el Imperio, los dos países habían encontrado un modus vivendi por el que España se concentraba en América y Portugal en el Océano Índico. Así, sus economías imperiales fueron complementarias: Portugal, cuyo imperio era esencialmente comercial, necesitaba del oro y de la plata americanas para fines de cambio; España, por su parte, tenía que comprar pimienta, especias y sedas de las Indias Orientales portuguesas, de que estaba falta su propio Imperio”[1]. Por otro lado, gracias a lasBiografia de Los Reyes Católicos políticas exteriores de los Reyes Católicos, en concreto con las uniones matrimoniales de sus hijos, se estuvo muy cerca de conseguir de nuevo la unificación de ambos territorios bajo un mismo monarca. Miguel de la Paz, nieto de los Católicos, será el destinado a ocupar el trono, pero con sólo dos años de edad morirá, haciendo que la unión no sea posible hasta más tarde en la persona de Felipe II.

La cuestión hereditaria

   Aunque Felipe tuviera que recurrir a las armas, la posibilidad del gobierno se justificó en base a un poder de herencia. La oportunidad Retrato del rey Sebastián de Portugal por Cristobal de Morais. 1571-1574. Museo Nacional de Arte Antiguo, Lisboa.llegó en 1578, cuando el monarca de Portugal, Sebastián, murió en una campaña suicida en Alcazarquivir. El soberano portugués intentó la conquista de Marruecos con el objetivo de convertir a los musulmanes al cristianismo. Sin embargo, la falta de experiencia, el calor abrasador y la falta de suministros, convirtieron la campaña en un desastre. No sólo se perdió al monarca, que no dejaba un heredero a la corona, sino que el gran número de nobles que fueron capturados hizo que la economía portuguesa se viera bastante resentida. “Fue sucedido por su tío-abuelo el cardenal Enrique, el último hijo legítimo superviviente de Manuel I; el reinado de este anciano epiléptico no podía pasar de ser un compás de espera, mientras el problema sucesorio seguía por resolver.”[2] Kamen, citando a Danvila y Burguero, señala que el cardenal Enrique, que “tenía 67 años, estaba sordo, medio ciego, desdentado, senil y lo aquejaba la tuberculosis. Según informaba Moura, se hallaba medio muerto de miedo por la designación real”[3].

   Felipe, como hijo de la emperatriz Isabel, era quien tenía más opciones de ocupar el trono portugués, tras la muerte del cardenal. Sin embargo, eso no le convertía en el único candidato. Otras figuras importantes de los reinos europeos podían aspirar al trono. Algunos de ellos eran la duquesa de Braganza, Catalina de Médicis, reina madre de Francia, el Duque de Saboya, Ranucio Farnesio o Antonio, Prior de Crato, nieto ilegítimo del rey Manuel. Lynch afirma que para poder llevar a cabo dicha empresa y poder asegurarse la legitimidad del trono, Felipe recurrió a todo tipo de maniobras como echar mano de los “juristas y teólogos españoles para demostraran la justicia de su causa, por medio de sus agentes en Lisboa y de su nobleza en la frontera luso-española se dirigió al público portugués, en especial a la nobleza y a los procuradores de las Cortes, con una serie de mensajes que contenían una mezcla de adulación, promesas y amenazas y casi siempre una alusión al poder militar español. Envió a Lisboa a su especialista en asuntos portugueses Christovão de Moura, cuyo inteligente uso de la riqueza –sobre todo, de las promesas de dinero- logró agrupar a un partido hispanófilo. Felipe también se aprovechó de la colaboración de los jesuitas, que ejercían gran influencia en Portugal y no en último lugar sobre el cardenal Enrique”[4].

   Desde un principio la lucha por el trono quedó reducida a doña Catalina de Braganza, Felipe II y el Prior de Crato. La prioridad del derecho entre los dos primeros era dudosa y por tanto discutible; pues si la de Braganza era descendiente de don Manuel por línea masculina y Felipe II por línea femenina, en cambio, éste por ser varón podía alegar mejor derecho que doña Catalina. La pretensión del Prior de Crato jurídicamente no tenía ningún valor, pero la opinión popular sí le demostró simpatías[5].

   Por su parte, la posición que ocupaba la duquesa de Braganza fue malograda por la ineptitud de su esposo el duque, al que entregó la gestión del asunto y quien logró en breve tiempo granjearse antipatías y dilapidar los apoyos para la causa de su esposa[6]. De este modo podemos concluir que, a excepción de Antonio, ningún otro candidato hizo grandes esfuerzos en pro de la defensa de sus derechos, al menos en La vida privada de Felipe II | La cara oculta de un rey de Leyenda Negra…comparación con los realizados por Felipe. Si bien algunos sectores de la sociedad lusa no querían saber nada de un monarca español en el trono portugués, otra parte considerable mostró un gran interés, sobre todo desde el punto de vista económico, por la idoneidad de su candidatura. Además, el empeño del cardenal Enrique por asegurar la liberación de la nobleza apresada tras Alcazarquivir significaba todavía una desprotección de las defensas lusas ante posibles amenazas exteriores. Una vez preparado el terreno al monarca Habsburgo sólo le quedaba esperar la defunción del cardenal. Un acontecimiento que ocurrirá en febrero del año 1580.

El sistema polisinodial en Portugal

   Felipe II no contempló como única idea conquistar el territorio luso mediante una campaña bélica. Así se lo transmitió a su comisionado, don Cristóbal de Moura, en carta de 31 de enero de 1579, afirmando que «prefería la blandura y negociaciones a tener que apelar a las armas»[7], pero a pesar de ello, finalmente se optó por la vía belicosa.  La conquista del territorio portugués fue una operación bastante rápida. En el año 1580, tras sólo cuatro meses de campaña, el país se rendía a Felipe II.  Tras encargar la tarea de conquista al Duque de Alba y el Marqués de Santa Cruz, Antonio, Prior de Crato, uno de los pretendientes a la corona, huyó del país, haciendo que en abril de 1581 las Cortes de Tomar reconocieran a Felipe como rey de los portugueses. El éxito de la campaña es descrito por el propio Felipe con una expresión que recuerda a la famosa cita del dictador romano, Julio César: “Lo heredé, lo compré, lo conquisté”[8].

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   Aunque la conquista se puede reconocer como un aumento de poder por parte de la monarquía hispánica, si tenemos en cuenta que la vieja percepción de que a mayor cantidad de tierras mayor es el poder, desde el principio Felipe ya planteó que no sería una simple aglutinación y que cada estado mantendría sus características propias, porque la unión de las coronas en una sola persona no implicaba una fusión de reinos.  En palabras del propio Felipe: “El juntarse unos reinos y los otros, no se consigue por ser de un mismo dueño, pues, aunque lo son los de Aragón y estos, no por esto están juntos, sino tan apartados como lo era cuando eran de dueños diferentes”[9].

   Dicho sistema de gobierno es conocido como el sistema polisinodial. Un sistema de consejos que formaban la Monarquía Hispánica y desdeEscudo de Armas de Felipe II en una fachada de Malinas (Bélgica) | EL MÁS  LARGO VIAJE. BITÁCORA DE LUIS G. CHACÓN. el cual se administraba todo el Imperio. Tal y como prometió, quizá por el temor a una oposición o porque creía que era mejor mantener un sistema descentralizado al tratarse de tan vastos territorios, Felipe conservó una administración distinta a los otros reinos españoles. Como cabía esperar, situará al frente de la administración a portugueses que sean más cercanos a su causa, como fue el caso de Moura.

   Analizando el memorial de gracias concedidas por Felipe II a través de la patente presentada tras las Cortes de Tomar, se observa que las concesiones establecidas a un reino conquistado son más generosas de lo que cabía esperar en otros tipos de conquista y más para un monarca del siglo XVI. Además de conceder rápidamente el perdón real a los que habían apoyado de manera forzada a Antonio, Prior de Crato,[10] el 14 de julio de 1580 en Badajoz, en 1583 ya se recogía de manera impresa las concesiones de la patente de Tomar[11].

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  Algunos de los puntos recogidos reflejan este modelo de administración autónomo e independiente con respecto a los otros territorios de la corona española: sólo las Cortes portuguesas legislarán sobre asuntos portugueses, el cargo de Virrey dependerá siempre de un portugués o de algún miembro de la familia real; todos los cargos de carácter militar, eclesiástico o administrativo serían para los portugueses, las fuerzas de defensa del país quedaban en manos portuguesas, el comercio colonial quedaba como antes y se suprimían las aduanas entre Portugal y Castilla, además de evitar la implantación de impuestos castellanos. Quizá uno de los puntos más importantes es el capítulo 15 de la Patente, donde se hace referencia a la creación del Consejo de Portugal, ya que en él se especifica no sólo el número de miembros, sino cómo se seguirá manteniendo el uso del idioma portugués en las reuniones, o cómo será un órgano permanente siempre que el monarca no se encuentre en Portugal.

Que estando su Md o sus sucesores fuera de Portugal, en qualquier parte que sea, traigan siempre consigo una persona eclesiastica y un veedor de la hazienda y un secretario y un Chanciller mayor y dos desembargadores de palacio, los quales se llamaran consejo de Portugal, para que por ellos y con ellos se despachen todos los negocios del mismo Reyno. Y tan bien andaran en la Corte dos escrivanos de hazienda y dos de Camara para lo que fuere necessario en sus officios, y todo será hecho en lenguaje portugues, y las dichas personas seran porthugesas y quando su magestad o sus descendientes vinieran a Portugal venga con ellos el mismo consejo y officiales y sirvan demas de los otros de los mismos officios q ha de haver en el Reyno para  gobierno[12].

   A pesar de ser el monarca, con potestad de otorgar nombramientos a su merced, dichas medidas sólo fueron incumplidas en dos ocasiones. Como expone Lynch, citando a Peres: aparte de nombrar como virrey al archiduque Alberto de Austria y de restaurar en 1593 las aduanas entre Castilla y Portugal no se produjo ninguna otra violación directa del compromiso de 1582 hasta el reinado de Felipe IV.[13]

   Desde 1581 a 1583 Felipe pasará a fijar su residencia en la capital lusa. Con ello no sólo conseguirá un periodo de transición de poder pacífico, sino que buscó hacer ver a sus enemigos que ocupaba una posición nueva y que avanzaba en el combate por el Atlántico. Sólo unos años más tarde, los consejeros de Felipe (destacando el cardenal Granvela) le aconsejarán que resida de manera permanente en Lisboa, ya que desde allí podría encarar mejor las nuevas amenazadas del Atlántico. “Mientras Francia es arrasada por la guerra civil y el Turco queda seriamente debilitado por los ataques de Persia, el Gobierno actuará ventajosamente trasladándose a Portugal, pues desde allí puede acercarse a los recursos del Mediterráneo o del Atlántico para poner en marcha el ataque a Inglaterra y proseguir la pacificación de los Países Bajos”[14].

Archivo:Lisboa 1500-1510.jpg - Wikipedia, la enciclopedia libre

   Es cierto que con el asentamiento en 1583 de Felipe II de nuevo en Madrid el Consejo deberá trasladarse con el monarca. Por eso, aunque se siguió respetando las consultas sobre el reino luso con él, al encontrarse alejado del país, veremos un cierto envenenamiento en la Unión de Coronas que irá debilitándose hasta la revolución de 1640. A pesar de todo, el Consejo no quedará en desuso. Como señala Moreta citando a Luxán: “el funcionamiento del Consejo durante este periodo era el siguiente: las reuniones se deberían de realizar en una sala de palacio, fijándose dos horarios: uno de primavera-verano y otro de otoño-invierno. También se establecieron los días de la semana en los que se realizarían las reuniones: martes, jueves y sábado por tiempo de dos horas, teniendo en cuenta que en el caso de que se acumulara el trabajo, se podrían ampliar tanto los días como las horas de estas reuniones”[15].

  Todos los compromisos con el Consejo y los demás acuerdos establecidos en la Patente de Tomar fueron muy bien aceptados en las colonias portuguesas, donde no se presentó ninguna resistencia a la entronización de Felipe. Sólo en las islas Azores, donde estaba Antonio, Prior de Crato, se puso algún tipo de resistencia. Pero el envío de Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, infligió una dura derrota a los navíos franceses que apoyaban a Antonio frente a la isla de Terceira, haciendo que en 1583 se firmara un acuerdo por el cual se reconocía la hegemonía de España sobre el archipiélago.

[1] LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987. Pág. 398.

[2] Ibid. Pág. 399.

[3] DAVILA. A Y BURGUERO, Felipe II y la sucesión de Portugal, Madrid, 1956, pásg.23. Citado en KAMEN, H.,  Felipe de España, Siglo veintiuno de España editores, S.A, Madrid, 1997. Pág. 178

[4] LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987. Pág. 399- 400.

[5] RUBIO, J. M., Felipe II de España, rey de Portugal, cit., p. 13; RUMEU DE ARMAS, A., Los derechos de Felipe II al trono y conquista de Portugal según los teólogos españoles, cit., p. 14. Citado en MARTÍNEZ GONZÁLEZ, A. J, Derechos de Felipe II al trono de Portugal: relaciones del consistorio hispalense (1579-1580), RJUAM, n.º 33, 2016-I, pp. 211-232.

[6] MARTÍNEZ GONZÁLEZ, A. J., Derechos de Felipe II al trono de Portugal: relaciones del consistorio hispalense (1579-1580), RJUAM, n.º 33, 2016-I, pp. 211-232.

[7] Carta de 31 de enero de 1579. SALVÁ, M. y SÁINZ DE BARANDA, P., Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España (CODOIN), t. VI, Madrid (Imprenta Viuda de Calero), 1845, pág. 82. Citado en  MARTÍNEZ GONZÁLEZ, A. J., Derechos de Felipe II al trono de Portugal: relaciones del consistorio hispalense (1579-1580), RJUAM, n.º 33, 2016-I, pp. 211-232.

[8] LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987. Pág.401.

[9] Felipe a Osuna y Moura, 30 de junio de 1579, CODOIN, VI, 519-520, citado en KAMEN, H., Felipe de España, Siglo veintiuno de España editores, S.A, Madrid, 1997. Pág. 178

[10] La copia de la transcripción en portugués se encuentra en: MARQUESES DE PIDAL Y DE MIRAFLORES y SALVÁ, M., Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España (CODOIN), t. XXXV, Madrid (Imprenta de la Viuda de Calero), 1859, pp. 11 y 12

[11] Patente das Mercedes, gracias e privilegios, de que el rei Dom Philippe nosso senhor fez estes seus Regnos. E a diante vai outra Patente das respostas das Cortes de Tomar. Antonio Ribeiro impressor  del rey. 1583.

[12] Traducción al Castellano del capítulo 15 de la Patente de Tomar. Citado en MORETA PEDRAZ, Sergio. “Consejo de Portugal“. En: BRASILHIS Dictionary: Diccionario Biográfico y Temático de Brasil en la Monarquía Hispánica (1580-1640). Disponible en: https://brasilhisdictionary.usal.es/consejo-de-portugal-1/. Fecha de acceso: 15/12/2023.

[13] Sobre Portugal bajo dominio español, cf. D PERES, ed., Historia de Portugal (8 vols., Barcelos, 1928-1937), vol. V, pp.289-474. Citado en LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987. Pág.402.

[14] VAN DURME, op. Cit., pág. 370. Citado en LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987. Pág.404.

[15] LUXÁN MELÉNDEZ, S. (1988). La revolución de 1640 en Portugal, sus fundamentos sociales y sus caracteres nacionales. El Consejo de Portugal: 1580- 1640 (Tesis de doctorado). Universidad Complutense, Madrid. Citando en MORETA PEDRAZ, S. “Consejo de Portugal“. En: BRASILHIS Dictionary: Diccionario Biográfico y Temático de Brasil en la Monarquía Hispánica (1580-1640). Disponible en: https://brasilhisdictionary.usal.es/consejo-de-portugal-1/. Fecha de acceso: 15/12/2023.

Rebeliones populares en la España moderna

foto Cañellas (4)  por Antonio Cañellas, historiador

Vigencia de un aniversario

     Finalizamos este año rememorando el inicio en 1521 del movimiento popular de la Germanía en el antiguo reino de Mallorca durante la monarquía imperial de Carlos V. El alzamiento se sumó al protagonizado por los artesanos de la ciudad de Valencia en 1519, consecuencia de la crisis económica y financiera del siglo anterior. Un clima de descontento que también repercutió en Castilla con la sublevación de los comuneros.

     Como en otras circunstancias, de nuevo se acentuaron las tensiones en la sociedad, organizada de modo jerárquico y estamental según el valor atribuido a los oficios; esto es, a su servicio y función. De ahí la distinción entre el brazo privilegiado, reservado a la nobleza y al clero por su asistencia militar y religiosa, que lo eximía de pagar impuestos; y el brazo menor de los mercaderes, artesanos y campesinos, dedicados a los negocios materiales y labores manuales en quienes recaía la correspondiente carga tributaria.

La sociedad estamental en el siglo XVI – Comentarios de Historia del Arte

 El incremento de las contribuciones en medio de coyunturas económicas difíciles, agravadas por las exigencias de los prestamistas −muchos de ellos nobles− en el marco de una administración municipal endeudada y corrompida precipitaron un choque inevitable.

         Este enfrentamiento, que alberga otros factores a considerar, ha sido interpretado por los historiadores y analistas contemporáneos desde dos ópticas –conservadora y progresista− que lo han convertido en un tema vivo y actual. Ciertamente, para la primera, se trataría de movimientos subversivos, precursores incipientes de las revoluciones burguesas que arruinarían con su violencia y pasión cualquier principio válido de orden y autoridad. Por el contrario, para la segunda representarían el empuje de la conciencia popular democrática en liza por la justicia y sus derechos[1].

La herencia del poder monárquico

      En Castilla había cundido el malestar entre muchas ciudades ante el incremento de los poderes de la corona, que elevaban los costes de la maquinaria estatal. La sumisión de la nobleza a la autoridad de los reyes desde 1479 hubo de manifestarse en el control del espacio castellano. Por medio de los corregidores, la monarquía hizo valer su potestad ejecutiva y judicial en las ciudades, además de apropiarse de proyectos incoados por éstas como la Santa Hermandad. La Inquisición acabó LOS REYES CATÓLICOS Y LA CONCORDIA DE SEGOVIAconvirtiéndose de hecho en un tribunal contra la herejía religiosa en manos de la autoridad civil. La concentración del poder iba dejando atrás las limitaciones medievales con potestades más difusas, fraccionadas entre los señoríos nobiliarios, los eclesiásticos y las ciudades representadas en cortes o asambleas, que actuarían de contrapeso a la presión de la nobleza[2]. La alteración de este frágil modelo hubo de plasmarse con toda su crudeza en el siglo XV. Las tensiones entre la nobleza y la monarquía en su competición por el predominio afectaron a las ciudades, que tuvieron que redoblar sus esfuerzos fiscales para sostener la causa regia. La industria artesanal y el comercio eran fuentes de riqueza necesarias en el fortalecimiento de la monarquía.

Circunstancias adversas

    En Castilla y la Corona de Aragón la coyuntura se presentaba harto difícil. A la sucesión de malas cosechas, hambre y epidemias se sumaba el aumento de la presión fiscal sobre los grupos no privilegiados. La situación alcanzaría su punto álgido alrededor de 1520. Durante laFernando II de Aragón - Wikipedia, la enciclopedia libre regencia de Fernando el Católico su gobierno favoreció los intereses ganaderos reunidos en el concejo de la Mesta, que monopolizaba el comercio de la lana. El fomento de la exportación desde Burgos y Santander a los mercados de Flandes les enfrentó a los productores castellanos del interior; especialmente de Valladolid y Toledo. Y es que los beneficios derivados de la manufactura quedaban reservados a los fabricantes extranjeros en detrimento de la industria castellana.

     La regencia del cardenal Cisneros tras la muerte de Fernando en 1516 persistió en dicha política. El perjuicio ocasionado a los productores locales les animó a proponer la aplicación de la ley de 1462, que limitaba la exportación de la lana y la importación de aquellas manufacturas que pudieran fabricarse en Castilla. Una solución de carácter autárquico y proteccionista que, sin embargo, fue desoída, agravando la disputa entre los intereses burgueses del norte y del centro del reino.

    Cisneros tuvo que lidiar también con la reaparición de las luchas nobiliarias y la firme oposición a su preponderancia por parte de las Carlos V y Europaciudades. La proclamación de Carlos de Habsburgo (nieto de los reyes católicos) como monarca de las coronas de España por la corte de Bruselas respondía a una estrategia para reforzar su candidatura al frente del Sacro Imperio Romano Germánico. Había que convencer a los electores alemanes para que optaran por el nieto del emperador Maximiliano.

       En España muchos pensaron que el joven rey, afincado en Flandes, podría dar respuesta a sus expectativas de renovación. Era conocida su cercanía a los reformadores renacentistas como Erasmo de Rotterdam[3]. Pero pronto se descubrió que las preocupaciones inminentes de Carlos estaban más puestas en la alta política europea. La ocupación de los principales puestos del gobierno castellano por los consejeros flamencos del rey a su llegada a Valladolid y la exigencia de contribuciones extraordinarias a las Cortes de Castilla, Aragón y Cataluña para sufragar los dispendios de la coronación imperial causaron indignación. Ésta adquirió forma de afrenta en Valencia, donde el rey aplazó la convocatoria de sus Cortes[4]. Por lo demás, el reino de Mallorca fue de nuevo marginado al carecer de Cortes propias, suplidas por la asamblea del Gran i General Consell a la que correspondía la sola presentación de propuestas legislativas al monarca[5].

    La indolencia de Carlos que percibieron los reinos se generalizó con motivo de su viaje a la ceremonia de entronización imperial. Aunque las ciudades castellanas lideraron la protesta, también la nobleza se consideraba arrinconada por la élite flamenca. La marcha del rey precipitó los acontecimientos.

El estallido

    El incendio de Medina del Campo en medio de una acción represiva acabó por generalizar el levantamiento popular en Castilla en 1519. Toledo se había alzado en rebeldía liderando las demandas del resto de ciudades con presencia en las Cortes. Se exigió anular el servicio o contribución extraordinaria al rey y regresar al sistema fiscal del encabezamiento (concertar entre el monarca y las Cortes el cobro de impuestos por una cantidad y tiempo determinados mediante cuotas), reservar la gobernación del reino a castellanos en ausencia del rey y vetar las exportaciones de dinero[6].

Quiénes eran los comuneros?

   Paralelamente en Valencia los gremios se organizaron en Germanía o hermandad, acogiéndose a las disposiciones legales del emperador para armarse y repeler así más eficazmente las incursiones de los piratas turcos. Se trataba, por tanto, de un movimiento legal alentado desde la autoridad con un fin específico: la protección de los núcleos costeros. En este sentido, no es comparable al origen reivindicativo de los comuneros, aunque pronto adquiriera el mismo perfil. Dicho de otra manera: dos movimientos con distinto origen encontrados en un mismo destino.

     La constitución de la Germanía favoreció la toma de conciencia de la fuerza social del brazo menor, que pronto solicitó su presencia en el gobierno municipal, apartado por orden real desde 1283. La actitud receptiva del rey ante lo que juzgaba como lícitas demandas acabó variando ante el juego de intereses en el reino y la progresiva transformación del movimiento agermanado. La modificación en el procedimiento de elección impuesto por los artesanos en la ciudad de Valencia hasta copar la mayor parte de los cargos municipales irritó a la nobleza. El propio emperador lo valoró excesivo al quebrar el equilibrioGermanías - Wikipedia, la enciclopedia libre representativo. Con el ánimo de atraerse a la nobleza, todavía recelosa por haberse eludido ante las Cortes el juramento personal del rey, éste decidió anular las elecciones locales de mayo de 1520. Las acusaciones de la Germanía se dirigieron contra el virrey, por cuanto lo estimaban responsable de variar el buen ánimo mostrado inicialmente por el monarca. El palacio virreinal fue atacado. Con arreglo al espíritu de la caballería, Carlos V recomendó a su lugarteniente procurar un entendimiento[7] al tiempo que se movilizaba a la tropa por si éste fracasaba.

   Por aquel entonces los agermanados estaban determinados a controlar por entero el gobierno municipal con el fin de suprimir la ingente deuda pública que pesaba sobre ellos desde el siglo XV[8]. El desplazamiento de la nobleza del control de la Generalitat, órgano responsable de la recaudación de impuestos indirectos sobre las materias primas y el comercio, agravió –si cabe− al estamento perjudicado. La supresión de las imposiciones reales impidió cualquier avenencia con el virrey, a pesar de las declaraciones de la Germanía a favor del monarca. La configuración de dos bandos concluyó en guerra civil, cada vez más radicalizada entre artesanos y nobles.

El eco mediterráneo

   El fenómeno valenciano encontró su parangón en la isla de Mallorca, donde la situación era muy similar con una administración corrupta y endeudada, cuyos tributos en ascenso gravaban el trabajo de artesanos y campesinos. En 1391 y 1450 se habían producido grandes revueltas que no lograron resolver la crisis. Las conspiraciones empezaron al calor de los sucesos en Valencia.

   Sabedor de estas actividades secretas, el virrey ordenó el arresto de quienes tendrían un papel protagonista en la Germanía mallorquina. La protesta popular no se hizo esperar, precipitando la liberación de los encarcelados ante la pasividad de la nobleza, enemistada con el lugarteniente de Carlos V. El artesano Juan Crespí fue reconocido crespí (2)capitán del movimiento sin que pudiera fructificar un acuerdo con el virrey. Se decidió intervenir la Casa de la Consignación –controlada por los acreedores del gobierno municipal de la ciudad de Mallorca− para acabar con la deuda pública. La destitución del virrey –alegándose un antiguo privilegio real de 1344− aproximó a los agermanados a la ilegalidad. El puesto fue cubierto por el gobernador de la ciudad, Pedro de Pacs, que se mostró más condescendiente, autorizando reuniones en las villas rurales para que participaran en la pretendida reforma financiera. Se consiguió saldar algunos créditos, pero la apelación de ciertos prestamistas al rey ante el perjuicio ocasionado por la intervención de sus pensiones avivó la lucha[9].

      El apoyo de Carlos V al virrey, depuesto y refugiado en Ibiza en 1521, fue clave para posicionar definitivamente a los implicados. Pesaba mucho el desorden y la falta de autoridad en la que se estaba sumiendo Valencia y el emperador no deseaba otro tanto en el reino insular. Desde entonces se vio minada la autoridad de Crespí, vistas las reticencias de algunos artesanos y caballeros que con él habían colaborado en favor del saneamiento fiscal. El gobernador Pacs renunció al cargo por lealtad al emperador refugiándose en el castillo de Bellver con otros nobles. La ruptura fue total. La fortaleza fue asaltada por los agermanados más radicales con el asesinato de sus moradores[10].

Castillo de Bellver (Mallorca) | Sitios de España

   Entre los dirigentes del movimiento se abrió un debate ante la gravedad de los hechos: acudir al rey para negociar o mostrar hostilidad. Se decidió apostar por la solución de máximos y así forzar al rey a aceptar sus demandas. Juanot Colom pasó a encabezar la Germanía imponiendo su gobierno personal en un contexto de guerra abierta y de terror contra el enemigo. La autoridad real podía quedar en entredicho. Se recurrió por ello a la fuerza en un momento de alteración generalizada en el Imperio, también con el surgimiento del luteranismo en Alemania. La fidelidad al emperador de la villa costera de Alcúdia –la única fortificada en el área rural− facilitó el desembarco del estandarte imperial al mando del antiguo virrey en octubre de 1522. Los combatesJOANOT COLOM DEGOLLAT (cada dia) AL SEU POBLE - Etziba Balutxo… se prolongaron un año hasta la completa sumisión de la Germanía. Colom, inculpado de crímenes horrendos, fue decapitado y su cuerpo descuartizado. Su cabeza se colocó a modo de advertencia en una jaula situada en lo alto de una de las puertas de acceso a la muralla de la ciudad de Mallorca. Sólo fue retirada en 1820 con el arranque del trienio liberal. La acción confirmó la identificación de los postulados revolucionarios liberales con la Germanía, que fue tomada por los más extremos como su antecedente remoto.

Corolario

  Batidos los tres frentes (Castilla, Valencia y Mallorca) se confirmó el poder político de la monarquía y el predominio social de la nobleza, estrechamente aliada con el rey para asegurar su supervivencia. El pacto resultó imposible debido al enquistamiento de intereses en disputa desde hacía siglos. El cambio de dinastía no pudo superar tamañas rivalidades. A pesar de las miras del emperador por contribuir al enderezamiento de sus reinos, rectificando algunas de las decisiones iniciales más impopulares, éstas no contemplaban en su gobernanza la sustitución de la nobleza por otros estamentos. Antes de esta sacudida que derivó en revolución, por cuanto quiso imponerse el brazo menor al privilegiado, cual acaeció con los episodios revolucionarios de 1789 en Francia, se había planteado ¿cómo resolver los problemas candentes sin caer en maximalismos irreconciliables en los que se impusiera una solución unilateral? Sólo en épocas recientes y después de cambios estructurales de importancia pudo habilitarse en España ese antiguo espíritu de pacto que ahora convendría preservar.

[1] Sobre estas dos apreciaciones, que llegan hasta nuestros días para legitimar o desmontar ciertos proyectos políticos, véase la antirrevolucionaria de José María Quadrado: En Juanot Colom (1870) o la crítica con aquel proceso en el estudio sobre las Germanías de Álvaro Santamaría, recogido en el tomo VI de la Historia de Mallorca, coordinada por José Mascaró Passarius (1978); y la progresista de Pedro de Alcántara Peña: Consideraciones sobre el levantamiento de los comuneros de Mallorca llamados agermanats (1870) o la más reciente de Guillem Morro: Les revoltes populars a Mallorca (2020).

[2] Ismael Sánchez Bella: Génesis del Estado moderno en España, Estudio General de Navarra, Pamplona, 1956, pp. 13-14.

[3] Manuel Fernández Álvarez: Carlos V, el césar y el hombre, Espasa, Madrid, 2006, p. 58.

[4] Ricard García Cárcel: La revolta de les Germanies, Institut Alfons el Magnànim, València, 1981, p. 33.

[5] Román Piña: El derecho histórico del reino de Mallorca, Cort, Palma, 1993, p. 207.

[6] Joseph Pérez: Los comuneros, RBA, Barcelona, 2006, p. 53.

[7] Parece que éste fue un proceder habitual del emperador en la dirección de los negocios públicos, según refiere Manuel Fernández Álvarez: Carlos V…op. cit., p. 186.

[8] Eulàlia Duran: Les Germanies als Països Catalans, Curial, Barcelona, 1982, p. 163.

[9] Josep Juan Vidal: Els agermanats, Ajuntament de Palma, 1985, p. 69.

[10] Gaspar Sabater: El castillo de Bellver. Su arte y su historia, Ayuntamiento de Palma, 1962, pp. 62-63.