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Aportaciones portuguesas al Imperio Hispánico

Álvaro Sureda por Álvaro Sureda, historiador

 Como ya explicamos en un artículo anterior, de la entronización de Felipe de Habsburgo como rey de Portugal en 1581 por las Cortes de Tomar se sucedieron varias consecuencias para el engrandecimiento del Imperio de la Monarquía Católica. Aquí desgranaremos los puntos principales en el desarrollo de aquella unión plural de reinos.

Felipe II, Coronado como rey de Portugal – 31 Enero Tercios

Aspectos económicos

  Oliveira Marques señala que entre los beneficios económicos obtenidos por esas coronas destaca el desvío del tráfico marítimo de Amberes a Sevilla. Había surgido la necesidad de suministrar cantidades de plata necesarias para el comercio que España podía aportar. También la coordinación de las rutas de conexión entre Méjico y China a través de Manila, que hasta el momento sólo habían sido monopolio portugués.

Sevilla siglo XVI

   La unión favoreció una mayor posibilidad de negocios con comerciantes españoles que poseían un mercado muy extenso. La desaparición de las aduanas entre Castilla y Portugal en 1593 para la importación de trigo perseguía el suministro de un producto básico en los puertos secos. Además, los navíos portugueses actuarían de intermediarios de los españoles en sus relaciones con los europeos con el aumento de inversiones de capital financiero en los negocios recíprocos. Esto contribuiría a un fortalecimiento de los sistemas financieros de ambas coronas en un periodo de gran inestabilidad económica en Europa por los cambios de precios, que repercutirán en el sector público con un aumento del déficit[1].

Aspectos demográficos

  Aunque no se produjeron cambios a gran escala, en algunos puntos concretos de los nuevos territorios la aparición de matrimonios mixtos será de una especial relevancia. Como señala Schaub, citando a María Herminia Morais Mesquita, se cuentan 485 matrimonios entre sujetos españoles y mujeres naturales de las islas Terceiras o de la Corona de Portugal, registrados en los libros parroquiales de la isla, entre 1583 y 1640. Unos números que no cuentan los hijos nacidos, pero que para la población de las islas es un cambio significativo[2].

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Aspectos militares

 España necesitó más a Portugal para su seguridad contra una intervención extranjera en la parte más débil de la Península, casi de la misma forma que Inglaterra de Irlanda[3]. No será hasta pasado el tiempo cuando, finalmente, Portugal termine algo más perjudicado al tener que afrontar el reto de los enemigos heredados de España. Será sobre todo con los holandeses con quienes habrán de litigar en la defensa del monopolio de las Indias Orientales, que acabará perdiendo. Fue la prioridad española en la defensa de los distintos frentes del Imperio occidental lo que precipitó aquel resultado y no tanto un abandono premeditado del Oriente. De hecho, las inversiones establecidas para la defensa de Portugal fueron concienzudas, al menos durante el gobierno de Felipe II. Como señala Schaub, “a partir de los últimos años del siglo XVI, a petición del rey Felipe II, se emprende la obra importante de edificación de una fortaleza en el Monte de Brasil, la península que domina la bahía Angra do Heroísmo. Esto se hace para vigilar la ciudad, sin duda, pero sobre todo para proteger las flotas que hacen etapa en el archipiélago, en tiempos de repetidos ataques de corsarios ingleses, holandeses, franceses, berberiscos y turcos.”[4] Una fortaleza de la cual la Corona de Castilla se hizo cargo de su defensa[5]

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Aspectos religiosos

  A nivel religioso, la política de los Habsburgo continuó la corriente establecida por la casa de Avis ya unos años antes. Dichas políticas se centrarán especialmente en el proceso de reforma que, al igual que en Castilla, se estaba produciendo en las órdenes religiosas. “A través del cardenal Alberto, virrey de Portugal (1583-1594), la corona buscó un mayor control de las estructuras de gobierno de las congregaciones, aunque el proyecto de una «unión de las órdenes» no fue más allá del caso de los jerónimos, cuyos monasterios fueron incorporados a la congregación castellana en 1595. Debe referirse también que durante el siglo XVI se establecieron en Portugal nuevos institutos, como los carmelitas descalzos, en 1581, o los cartujos, en 1587, además de la Compañía de Jesús; ésta última a petición de Juan III. La rápida implantación en Portugal de los padres jesuitas se debió, en gran medida, a la protección de otros miembros de la familia real, como los infantes don Luis y don Enrique”[6].

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   Por otro lado, como el resto de las monarquías europeas, los intentos de que la Iglesia apoyara la financiación de la corona eran comunes. Sin embargo, como señala Silva: “en Portugal, la Iglesia tuvo más éxito que en la vecina Castilla para evitar las contribuciones al erario regio, incluso después de que Felipe II hubiera alcanzado el trono portugués en 1580. En realidad, con el objetivo de garantizar que Roma y el clero portugués apoyaran su legitimidad como rey, Felipe II evitó tomar cualquier medida que suscitara la oposición de los eclesiásticos. Por eso, tras las Cortes de Tomar en 1581, el clero tuvo garantizada la conservación de sus privilegios, sobre todo los fiscales. Felipe II, por lo tanto, dio continuidad a la política religiosa de la dinastía Avis, tanto en lo que se refiere a las relaciones con la Iglesia como en la aplicación de las reformas preconizadas por Trento, como ya se ha dicho antes a propósito de las órdenes regulares”[7].

Conclusión

 En definitiva, podemos decir que la incorporación de la corona portuguesa por parte de Felipe II, sin estar exenta de algunas complicaciones, fue un periodo de prosperidad para ambos reinos. No obstante, con el paso de los años las relaciones entre las coronas se irán agrietando. Durante el gobierno de Felipe II predominó el respeto mutuo, sirviendo al crecimiento de España y Portugal en los aspectos citados. Un punto que pudiera haber devenido diferente si no se hubiera sellado y cumplido la Patente de Tomar. El compromiso se erigió en el eje central de la unión de los reinos bajo un mismo gobernante, pero preservando la autonomía institucional de cada uno según el sistema polisinodial del Imperio.

[1] A. H. de OLIVEIRA MARQUES, Historia de Portugal. De los tiempos más antiguos hasta el gobierno de Pinheiro de Azevedo, trad. de Milton Sabinca a partir de la 8ª edición en portugués, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1983. Visto en VELARDE FUERTES, J. “Desencuentro y encuentro de las economías portuguesa y española” en Revista Asturiana de Economía, nº 25, 299-327, 2002, p. 301.

[2] MORAIS MESQUITA, M. H, As gentes de Angra no século XVII, pp. 99-103. Citado en SCHAUB. J.F., “Archipiélago marítimo y archipiélago político: Las Azores bajo el dominio de los Austrias (1581-1640)” en CARDIN. F, FREIRE COSTA. L., SOARES DA CUNHA, M. (coord.), Portugal na monarquia Hispanica: Dinamicas de integraçao e de conflicto, Lisboa, 2013, p. 82.

[3] LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987, p. 404.

[4] SCHAUB. J.F., “Archipiélago marítimo y archipiélago político: Las Azores bajo el dominio de los Austrias (1581-1640)” en CARDIN. F, FREIRE COSTA. L., SOARES DA CUNHA, M Portugal na monarquia Hispanica… op. cit, p. 82

[5] Ibid., p. 85.

[6] SILVA, H. R. d. 2018. Corona e Iglesia en Portugal en el siglo xvi: ¿Un frágil equilibrio de poderes? In BOEGLIN, M., FERNÁNDEZ TERRICABRAS, I., & KAHN, D. (Eds.), Reforma y disidencia religiosa: La recepción de las doctrinas reformadas en la península ibérica en el siglo XVI. Casa de Velázquez, Madrid, p. 81.

[7] Ibid., p. 90

Portugal en la monarquía hispánica

Álvaro Sureda (2) por Álvaro Sureda, historiador

Reinos paralelos

   A pesar del surgimiento como reino independiente en el año 1139, el reino de Portugal siempre ha tenido una gran unión con los demás reinos hispánicos, especialmente con Galicia, León y Castilla. Debido a su proximidad y al emparejamiento de la nobleza portuguesa con la castellana encontramos un gran número de enlaces matrimoniales, cuyo objetivo principal era el de establecer una paz duradera y de mutuo beneficio. Si bien en algunos momentos, como en los inicios, las disputas en la conquista de América o el intento de invasión del reino de Castilla para asentar en el trono a la reina Juana, apodada la Beltraneja, tuvieron sus tensiones, vemos que las buenas relaciones entre ambos reinos estuvieron bien asentadas. Algunos autores como Lynch no dudan en calificarlas de mutuo beneficio: “Luego de la primera competición por el Imperio, los dos países habían encontrado un modus vivendi por el que España se concentraba en América y Portugal en el Océano Índico. Así, sus economías imperiales fueron complementarias: Portugal, cuyo imperio era esencialmente comercial, necesitaba del oro y de la plata americanas para fines de cambio; España, por su parte, tenía que comprar pimienta, especias y sedas de las Indias Orientales portuguesas, de que estaba falta su propio Imperio”[1]. Por otro lado, gracias a lasBiografia de Los Reyes Católicos políticas exteriores de los Reyes Católicos, en concreto con las uniones matrimoniales de sus hijos, se estuvo muy cerca de conseguir de nuevo la unificación de ambos territorios bajo un mismo monarca. Miguel de la Paz, nieto de los Católicos, será el destinado a ocupar el trono, pero con sólo dos años de edad morirá, haciendo que la unión no sea posible hasta más tarde en la persona de Felipe II.

La cuestión hereditaria

   Aunque Felipe tuviera que recurrir a las armas, la posibilidad del gobierno se justificó en base a un poder de herencia. La oportunidad Retrato del rey Sebastián de Portugal por Cristobal de Morais. 1571-1574. Museo Nacional de Arte Antiguo, Lisboa.llegó en 1578, cuando el monarca de Portugal, Sebastián, murió en una campaña suicida en Alcazarquivir. El soberano portugués intentó la conquista de Marruecos con el objetivo de convertir a los musulmanes al cristianismo. Sin embargo, la falta de experiencia, el calor abrasador y la falta de suministros, convirtieron la campaña en un desastre. No sólo se perdió al monarca, que no dejaba un heredero a la corona, sino que el gran número de nobles que fueron capturados hizo que la economía portuguesa se viera bastante resentida. “Fue sucedido por su tío-abuelo el cardenal Enrique, el último hijo legítimo superviviente de Manuel I; el reinado de este anciano epiléptico no podía pasar de ser un compás de espera, mientras el problema sucesorio seguía por resolver.”[2] Kamen, citando a Danvila y Burguero, señala que el cardenal Enrique, que “tenía 67 años, estaba sordo, medio ciego, desdentado, senil y lo aquejaba la tuberculosis. Según informaba Moura, se hallaba medio muerto de miedo por la designación real”[3].

   Felipe, como hijo de la emperatriz Isabel, era quien tenía más opciones de ocupar el trono portugués, tras la muerte del cardenal. Sin embargo, eso no le convertía en el único candidato. Otras figuras importantes de los reinos europeos podían aspirar al trono. Algunos de ellos eran la duquesa de Braganza, Catalina de Médicis, reina madre de Francia, el Duque de Saboya, Ranucio Farnesio o Antonio, Prior de Crato, nieto ilegítimo del rey Manuel. Lynch afirma que para poder llevar a cabo dicha empresa y poder asegurarse la legitimidad del trono, Felipe recurrió a todo tipo de maniobras como echar mano de los “juristas y teólogos españoles para demostraran la justicia de su causa, por medio de sus agentes en Lisboa y de su nobleza en la frontera luso-española se dirigió al público portugués, en especial a la nobleza y a los procuradores de las Cortes, con una serie de mensajes que contenían una mezcla de adulación, promesas y amenazas y casi siempre una alusión al poder militar español. Envió a Lisboa a su especialista en asuntos portugueses Christovão de Moura, cuyo inteligente uso de la riqueza –sobre todo, de las promesas de dinero- logró agrupar a un partido hispanófilo. Felipe también se aprovechó de la colaboración de los jesuitas, que ejercían gran influencia en Portugal y no en último lugar sobre el cardenal Enrique”[4].

   Desde un principio la lucha por el trono quedó reducida a doña Catalina de Braganza, Felipe II y el Prior de Crato. La prioridad del derecho entre los dos primeros era dudosa y por tanto discutible; pues si la de Braganza era descendiente de don Manuel por línea masculina y Felipe II por línea femenina, en cambio, éste por ser varón podía alegar mejor derecho que doña Catalina. La pretensión del Prior de Crato jurídicamente no tenía ningún valor, pero la opinión popular sí le demostró simpatías[5].

   Por su parte, la posición que ocupaba la duquesa de Braganza fue malograda por la ineptitud de su esposo el duque, al que entregó la gestión del asunto y quien logró en breve tiempo granjearse antipatías y dilapidar los apoyos para la causa de su esposa[6]. De este modo podemos concluir que, a excepción de Antonio, ningún otro candidato hizo grandes esfuerzos en pro de la defensa de sus derechos, al menos en La vida privada de Felipe II | La cara oculta de un rey de Leyenda Negra…comparación con los realizados por Felipe. Si bien algunos sectores de la sociedad lusa no querían saber nada de un monarca español en el trono portugués, otra parte considerable mostró un gran interés, sobre todo desde el punto de vista económico, por la idoneidad de su candidatura. Además, el empeño del cardenal Enrique por asegurar la liberación de la nobleza apresada tras Alcazarquivir significaba todavía una desprotección de las defensas lusas ante posibles amenazas exteriores. Una vez preparado el terreno al monarca Habsburgo sólo le quedaba esperar la defunción del cardenal. Un acontecimiento que ocurrirá en febrero del año 1580.

El sistema polisinodial en Portugal

   Felipe II no contempló como única idea conquistar el territorio luso mediante una campaña bélica. Así se lo transmitió a su comisionado, don Cristóbal de Moura, en carta de 31 de enero de 1579, afirmando que «prefería la blandura y negociaciones a tener que apelar a las armas»[7], pero a pesar de ello, finalmente se optó por la vía belicosa.  La conquista del territorio portugués fue una operación bastante rápida. En el año 1580, tras sólo cuatro meses de campaña, el país se rendía a Felipe II.  Tras encargar la tarea de conquista al Duque de Alba y el Marqués de Santa Cruz, Antonio, Prior de Crato, uno de los pretendientes a la corona, huyó del país, haciendo que en abril de 1581 las Cortes de Tomar reconocieran a Felipe como rey de los portugueses. El éxito de la campaña es descrito por el propio Felipe con una expresión que recuerda a la famosa cita del dictador romano, Julio César: “Lo heredé, lo compré, lo conquisté”[8].

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   Aunque la conquista se puede reconocer como un aumento de poder por parte de la monarquía hispánica, si tenemos en cuenta que la vieja percepción de que a mayor cantidad de tierras mayor es el poder, desde el principio Felipe ya planteó que no sería una simple aglutinación y que cada estado mantendría sus características propias, porque la unión de las coronas en una sola persona no implicaba una fusión de reinos.  En palabras del propio Felipe: “El juntarse unos reinos y los otros, no se consigue por ser de un mismo dueño, pues, aunque lo son los de Aragón y estos, no por esto están juntos, sino tan apartados como lo era cuando eran de dueños diferentes”[9].

   Dicho sistema de gobierno es conocido como el sistema polisinodial. Un sistema de consejos que formaban la Monarquía Hispánica y desdeEscudo de Armas de Felipe II en una fachada de Malinas (Bélgica) | EL MÁS  LARGO VIAJE. BITÁCORA DE LUIS G. CHACÓN. el cual se administraba todo el Imperio. Tal y como prometió, quizá por el temor a una oposición o porque creía que era mejor mantener un sistema descentralizado al tratarse de tan vastos territorios, Felipe conservó una administración distinta a los otros reinos españoles. Como cabía esperar, situará al frente de la administración a portugueses que sean más cercanos a su causa, como fue el caso de Moura.

   Analizando el memorial de gracias concedidas por Felipe II a través de la patente presentada tras las Cortes de Tomar, se observa que las concesiones establecidas a un reino conquistado son más generosas de lo que cabía esperar en otros tipos de conquista y más para un monarca del siglo XVI. Además de conceder rápidamente el perdón real a los que habían apoyado de manera forzada a Antonio, Prior de Crato,[10] el 14 de julio de 1580 en Badajoz, en 1583 ya se recogía de manera impresa las concesiones de la patente de Tomar[11].

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  Algunos de los puntos recogidos reflejan este modelo de administración autónomo e independiente con respecto a los otros territorios de la corona española: sólo las Cortes portuguesas legislarán sobre asuntos portugueses, el cargo de Virrey dependerá siempre de un portugués o de algún miembro de la familia real; todos los cargos de carácter militar, eclesiástico o administrativo serían para los portugueses, las fuerzas de defensa del país quedaban en manos portuguesas, el comercio colonial quedaba como antes y se suprimían las aduanas entre Portugal y Castilla, además de evitar la implantación de impuestos castellanos. Quizá uno de los puntos más importantes es el capítulo 15 de la Patente, donde se hace referencia a la creación del Consejo de Portugal, ya que en él se especifica no sólo el número de miembros, sino cómo se seguirá manteniendo el uso del idioma portugués en las reuniones, o cómo será un órgano permanente siempre que el monarca no se encuentre en Portugal.

Que estando su Md o sus sucesores fuera de Portugal, en qualquier parte que sea, traigan siempre consigo una persona eclesiastica y un veedor de la hazienda y un secretario y un Chanciller mayor y dos desembargadores de palacio, los quales se llamaran consejo de Portugal, para que por ellos y con ellos se despachen todos los negocios del mismo Reyno. Y tan bien andaran en la Corte dos escrivanos de hazienda y dos de Camara para lo que fuere necessario en sus officios, y todo será hecho en lenguaje portugues, y las dichas personas seran porthugesas y quando su magestad o sus descendientes vinieran a Portugal venga con ellos el mismo consejo y officiales y sirvan demas de los otros de los mismos officios q ha de haver en el Reyno para  gobierno[12].

   A pesar de ser el monarca, con potestad de otorgar nombramientos a su merced, dichas medidas sólo fueron incumplidas en dos ocasiones. Como expone Lynch, citando a Peres: aparte de nombrar como virrey al archiduque Alberto de Austria y de restaurar en 1593 las aduanas entre Castilla y Portugal no se produjo ninguna otra violación directa del compromiso de 1582 hasta el reinado de Felipe IV.[13]

   Desde 1581 a 1583 Felipe pasará a fijar su residencia en la capital lusa. Con ello no sólo conseguirá un periodo de transición de poder pacífico, sino que buscó hacer ver a sus enemigos que ocupaba una posición nueva y que avanzaba en el combate por el Atlántico. Sólo unos años más tarde, los consejeros de Felipe (destacando el cardenal Granvela) le aconsejarán que resida de manera permanente en Lisboa, ya que desde allí podría encarar mejor las nuevas amenazadas del Atlántico. “Mientras Francia es arrasada por la guerra civil y el Turco queda seriamente debilitado por los ataques de Persia, el Gobierno actuará ventajosamente trasladándose a Portugal, pues desde allí puede acercarse a los recursos del Mediterráneo o del Atlántico para poner en marcha el ataque a Inglaterra y proseguir la pacificación de los Países Bajos”[14].

Archivo:Lisboa 1500-1510.jpg - Wikipedia, la enciclopedia libre

   Es cierto que con el asentamiento en 1583 de Felipe II de nuevo en Madrid el Consejo deberá trasladarse con el monarca. Por eso, aunque se siguió respetando las consultas sobre el reino luso con él, al encontrarse alejado del país, veremos un cierto envenenamiento en la Unión de Coronas que irá debilitándose hasta la revolución de 1640. A pesar de todo, el Consejo no quedará en desuso. Como señala Moreta citando a Luxán: “el funcionamiento del Consejo durante este periodo era el siguiente: las reuniones se deberían de realizar en una sala de palacio, fijándose dos horarios: uno de primavera-verano y otro de otoño-invierno. También se establecieron los días de la semana en los que se realizarían las reuniones: martes, jueves y sábado por tiempo de dos horas, teniendo en cuenta que en el caso de que se acumulara el trabajo, se podrían ampliar tanto los días como las horas de estas reuniones”[15].

  Todos los compromisos con el Consejo y los demás acuerdos establecidos en la Patente de Tomar fueron muy bien aceptados en las colonias portuguesas, donde no se presentó ninguna resistencia a la entronización de Felipe. Sólo en las islas Azores, donde estaba Antonio, Prior de Crato, se puso algún tipo de resistencia. Pero el envío de Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, infligió una dura derrota a los navíos franceses que apoyaban a Antonio frente a la isla de Terceira, haciendo que en 1583 se firmara un acuerdo por el cual se reconocía la hegemonía de España sobre el archipiélago.

[1] LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987. Pág. 398.

[2] Ibid. Pág. 399.

[3] DAVILA. A Y BURGUERO, Felipe II y la sucesión de Portugal, Madrid, 1956, pásg.23. Citado en KAMEN, H.,  Felipe de España, Siglo veintiuno de España editores, S.A, Madrid, 1997. Pág. 178

[4] LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987. Pág. 399- 400.

[5] RUBIO, J. M., Felipe II de España, rey de Portugal, cit., p. 13; RUMEU DE ARMAS, A., Los derechos de Felipe II al trono y conquista de Portugal según los teólogos españoles, cit., p. 14. Citado en MARTÍNEZ GONZÁLEZ, A. J, Derechos de Felipe II al trono de Portugal: relaciones del consistorio hispalense (1579-1580), RJUAM, n.º 33, 2016-I, pp. 211-232.

[6] MARTÍNEZ GONZÁLEZ, A. J., Derechos de Felipe II al trono de Portugal: relaciones del consistorio hispalense (1579-1580), RJUAM, n.º 33, 2016-I, pp. 211-232.

[7] Carta de 31 de enero de 1579. SALVÁ, M. y SÁINZ DE BARANDA, P., Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España (CODOIN), t. VI, Madrid (Imprenta Viuda de Calero), 1845, pág. 82. Citado en  MARTÍNEZ GONZÁLEZ, A. J., Derechos de Felipe II al trono de Portugal: relaciones del consistorio hispalense (1579-1580), RJUAM, n.º 33, 2016-I, pp. 211-232.

[8] LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987. Pág.401.

[9] Felipe a Osuna y Moura, 30 de junio de 1579, CODOIN, VI, 519-520, citado en KAMEN, H., Felipe de España, Siglo veintiuno de España editores, S.A, Madrid, 1997. Pág. 178

[10] La copia de la transcripción en portugués se encuentra en: MARQUESES DE PIDAL Y DE MIRAFLORES y SALVÁ, M., Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España (CODOIN), t. XXXV, Madrid (Imprenta de la Viuda de Calero), 1859, pp. 11 y 12

[11] Patente das Mercedes, gracias e privilegios, de que el rei Dom Philippe nosso senhor fez estes seus Regnos. E a diante vai outra Patente das respostas das Cortes de Tomar. Antonio Ribeiro impressor  del rey. 1583.

[12] Traducción al Castellano del capítulo 15 de la Patente de Tomar. Citado en MORETA PEDRAZ, Sergio. “Consejo de Portugal“. En: BRASILHIS Dictionary: Diccionario Biográfico y Temático de Brasil en la Monarquía Hispánica (1580-1640). Disponible en: https://brasilhisdictionary.usal.es/consejo-de-portugal-1/. Fecha de acceso: 15/12/2023.

[13] Sobre Portugal bajo dominio español, cf. D PERES, ed., Historia de Portugal (8 vols., Barcelos, 1928-1937), vol. V, pp.289-474. Citado en LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987. Pág.402.

[14] VAN DURME, op. Cit., pág. 370. Citado en LYNCH, J., España bajo los Austrias 1. Imperio y absolutismo (1516-1598). Historia, Ciencia y Sociedad, Barcelona, 1987. Pág.404.

[15] LUXÁN MELÉNDEZ, S. (1988). La revolución de 1640 en Portugal, sus fundamentos sociales y sus caracteres nacionales. El Consejo de Portugal: 1580- 1640 (Tesis de doctorado). Universidad Complutense, Madrid. Citando en MORETA PEDRAZ, S. “Consejo de Portugal“. En: BRASILHIS Dictionary: Diccionario Biográfico y Temático de Brasil en la Monarquía Hispánica (1580-1640). Disponible en: https://brasilhisdictionary.usal.es/consejo-de-portugal-1/. Fecha de acceso: 15/12/2023.

El relato anti-hispánico: impulso y difusión

Álvaro Sureda (2)  por Álvaro Sureda, historiador

   Este artículo continúa la serie inaugurada sobre la leyenda negra que consideró, en primer lugar, algunos aspectos relacionados con la Conquista de América. Nos disponemos ahora a explicar el origen y la difusión del relato antiespañol elucubrado por algunos españoles,  descifrando sus causas y las consecuencias del mismo.

   Con la unión de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón comienza a surgir en el sur de Europa una monarquía unificada que, con el paso del tiempo −sobre todo durante el reinado de Felipe II (1527-1598)− pasará a denominarse monarquía hispánica. Un territorio de una granBiografia de Felipe II extensión distribuido entre Europa occidental, África del norte, Asia y América[1]. Más allá de la capacidad mostrada por los primeros gobernantes españoles para regir tales territorio, fue inevitable la creación de un complejo sistema de administración con funcionarios insertos en sus órganos de gobierno. En el siglo XVII esta situación encontrará su punto álgido con la creación de los validos o privados del rey, que administrarán el Imperio en nombre de los monarcas.

   Esta configuración en la gobernanza de la monarquía incitaría las luchas de facciones nobiliarias por ocupar los altos puestos de la administración. Se trata de un fenómeno amplio, que traspasa el marco hispánico. Tal es el caso de otros gobiernos europeos como el de Richelieu y Mazarino en Francia o Cecil y Buckingham en el Reino de Inglaterra[2]. ​ Durante el gobierno de Felipe II uno de los principales funcionarios de estado fue Antonio Pérez. Aunque no llegó a ocupar el puesto de valido, su cargo como secretario del rey le brindó una posición de poder e influencia hasta que cayó en desgracia, siendo condenado al destierro.

   Este ostracismo supondrá un acontecimiento importante en la historia de España, puesto que dará inicio a la difusión de una serie de relatos que constituirán los fundamentos de la Leyenda Negra.

Juego de intereses y poder

   Antonio Pérez, hijo de Gonzalo Pérez, que también fue secretario de Felipe II, se postuló para ocupar el cargo de secretario a los 26 años de edad, tras la vacante en el puesto. Por entonces Antonio era ya un hombre atractivo —“gentilhombre de cuerpo y buen rostro”, le describe el cronista Cabrera de Córdoba—, extremadamente simpático y con Antonio Pérez del Hierro - Wikipedia, la enciclopedia librellamativo don de gentes. Antonio Pérez pretendió inmediatamente la Secretaría, pero Felipe II, pese a la estimación que le profesaba, decidió pensarlo y pospuso unos meses el nombramiento. Al parecer, según el mismo cronista, el rey tenía a Antonio por un “mozo derramado”, es decir, liviano o indiscreto; persona, en fin, en la que, pese a las simpatías que despertaba, era arriesgado confiar[3]. Sin embargo, acabaría obteniendo el cargo en 1567, pero con atribuciones atenuadas[4].

   Como ocurría en la inmensa mayoría de las cortes de la época, podía presenciarse la división de facciones a nivel político, siendo las más señaladas las agrupadas alrededor del duque de Alba y del príncipe de Éboli, respectivamente. Aunque el padre de Pérez era reconocido seguidor de la facción del duque, su hijo estará desde el principio alineado con el grupo de los Éboli, siendo el príncipe su principal protector. En el momento de su muerte, encontrará igualmente amparo en la esposa del difunto, Ana Mendoza y de la Cerda: la princesa de Éboli.

   Tanto el sistema de alianzas como los rasgos definidos por Cabrera jugarán un papel muy importante en el asunto que estamos tratando. De hecho, son el motivo principal de las acusaciones que recibirá Pérez y su posterior exilio en el extranjero. En 1576, la alianza Pérez-Éboli conseguirá el destierro del duque de Alba, pero a la vez dejará entrever sospechas de la relación entre ambos y la difusión de secretos deAna de Mendoza de la Cerda - Wikipedia, la enciclopedia libre Estado. Con motivo de la pretensión de Felipe II al trono portugués circulará por Madrid el rumor de que el secretario ha comentado datos importantes a la princesa, quien está interesada en la política portuguesa buscando el casamiento de una de sus hijas con el duque de Braganza[5].   Por otro lado, la estrecha relación que mantiene con Juan de Austria, sitúa a Pérez en una encrucijada porque, como es conocido, en ese momento las relaciones del rey con su hermanastro están presididas por la desconfianza.

   Con todo, la relación entre el rey y su secretario sólo se empañará con la aparición en Madrid de Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria. Escobedo, quien llega a la capital para presentar al rey los planes de Don Juan, empieza a ser sospechoso de portar otros mensajes que podrían ensombrecer la fama de Antonio Pérez. Se cree que aquél posee cierta información y capacidad para divulgar rumores acerca de esa estrecha relación con la princesa de Éboli. Por este motivo, el secretario del rey comienza a plantear al monarca que Verdinegro (apodo con el que se refieren a Escobedo) debe de ser la influencia negativa sobre don Juan de Austria, justificando así su eliminación. El 31 de marzo de 1578 será asesinado en un callejón de Madrid.

   Este acontecimiento es discutido por diferentes autores. Unos piensan que la implicación del rey es perfectamente demostrable, como en el caso de Escudero López[6]. Otros, sin embargo, creen que el rey no estaría involucrado; al menos por falta de pruebas, según ha sostenido Kamen[7], por ejemplo. Sea cual sea la implicación de Felipe II, este crimen marcará una cadena de episodios que tendrán una repercusión directa en la vida de Pérez.

La instrumentalización de un proceso

  A pesar de la protección inicial del rey, las tornas cambiarán rápidamente. El 9 de julio, estando el rey en Aranjuez, partirá Salón del Trono: EL CARDENAL GRANVELArápidamente a la capital con motivo de la pesquisa que se realizará al secretario y la princesa de Éboli, quienes además de ser investigados por el asunto de Escobedo, se les añade la acusación de realizar  amenazas contra la vida de Rodrigo Vázquez de Arce, encargado de la investigación del asesinato de Escobedo[8]. Finalmente, con la llegada del Cardenal Granvela, llamado por el rey para hacerse cargo de las funciones de Estado, se ordenaría el arresto de Pérez el día 28 de julio por la noche.

   En los próximos años el caso de Pérez quedaría en suspenso, al ser sustituido por otras circunstancias más apremiantes para la monarquía, como la invasión de Portugal. Aunque éste es uno de los sucesos más importantes, parece ser que la posesión de treinta cofres con documentos confidenciales del rey por parte del secretario[9] pudo albergar otro motivo de indisposición contra él. No obstante, éste conservó todavía cierta libertad de movimientos, pudiendo desplazarse entre sus casas de la capital y el campo, en las que cumplió la reclusión domiciliaria. Como él mismo dijo: “partió el rey para Portugal. Quedó Antonio Pérez en Madrid en aquella casa a manera de prisión. En su oficio no se hizo ninguna novedad. En este estado estuvo hasta 1585”[10].

   En ese año el rey dictó sentencia contra Pérez. La pena consistía en dos años de reclusión y diez años de destierro, además de la suspensión del cargo de Secretario de Estado durante ese tiempo[11]. Con todo, el secretario seguirá un periplo de viajes por diferentes localidades hasta que en febrero de 1590 el monarca emitirá un ultimátum. Después de haber sido torturado el reo emprenderá su huida a Aragón, donde la legislación del reino restringía la potestad del rey[12].

   Desde la llegada de Pérez el problema se irá acentuando. Como explica Escudero, los intentos del convicto por aplacar la situación en una carta en la que se muestra sumiso al rey, no impedirá que la Junta Real confirme la sentencia el 1 de julio de 1590:

Lo debían de condenar y condenaban en pena de muerte natural de horca y a que primero sea arrastrado por las calles públicas en la forma acostumbrada. Y después de muerto le sea cortada la cabeza con un cuchillo de hierro y acero y sea puesta en lugar público.

   El peligro condujo a que Pérez se defendiera con la publicación de una cédula de defensiones en la que acusaba al rey de ordenar la ejecución de Verdinegro. A partir de aquí surgirá la publicación del extenso Memorial de la causa de Pérez, que entonces se conocía como Librillo,  el cual fue publicado en Castilla y Aragón y más tarde en Pau (Francia), cuando Pérez se fugó[13].

   Con la circulación de dicho documento se propagó parte de la leyenda negra por Europa[14]. Si bien es cierto que en anteriores ocasiones se comenzaron a difundir rumores negativos contra la corona hispana a partir de la lectura de la Brevísima Relación de Bartolomé de las Casas o La apología de Guillermo de Orange[15]. En el caso de Antonio Pérez podemos encontrar uno de los primeros casos en los que un español contribuye a alimentar las falsedades sobre las que se asentará la Leyenda.

   Aunque en palabras de Ungerer los escritos de Pérez se fundamentan en el objetivo de criticar al rey, desde el exilio se identificará con los enemigos de Felipe II en Castilla y Aragón, determinándole a publicar sus obras[16]. Esos escritos irán rápidamente más allá de su primer propósito, llegando a desarrollar una propaganda antiespañola para hallar así el apoyo de las diferentes cortes europeas.

   Tras una estancia en Francia, donde decide apoyar a Enrique IV en su intención de invadir España, Antonio Pérez llegó a Londres como enviado del soberano galo. Allí procuró alentar la propaganda Blog de bibliofilia: RELACIONES DE ANTONIO PÉREZantiespañola pensando que sería un buen modo de hacer carrera y publicó sus famosas Relaciones en 1594 bajo el pseudónimo de Rafael y Azarías Peregrino. En Londres, Pérez actúa bajo un seudónimo que no engaña a nadie y finalmente en las ediciones francesas firma con su propio nombre[17]. Como explica María Elvira Roca, dicho texto tuvo un importante éxito, según lo demuestran la continuidad de sus ediciones (1598, 1615, 1624…) y su traducción al francés[18].

   Cuando Pérez llega a Inglaterra busca el apoyo de la “reina Virgen” (Isabel I). Pero al tratarse de unos escritos donde se aprecia un ataque personal a Felipe II, las autoridades inglesas no ven una prioridad a la hora de usarlos porque las relaciones con España atraviesan entonces un período de relativa paz[19]. Si desde un principio Pérez hubiera acudido a los holandeses habría obtenido más apoyo. En una situación en la que el príncipe de Orange siente la necesidad de obtener pruebas que sirvan no sólo para acusar a Felipe, sino para encontrar motivos que justifiquen los levantamientos en los Países Bajos, las obras de Pérez habrían tenido un impulso mayor. Las acusaciones directas que se hacen en el documento sobre el asesinato del príncipe Carlos por parte de su padre son un argumento de especial relevancia, que se identifica mucho con las acusaciones que había realizado previamente el príncipe de Orange en su Apología.

 Otros de los argumentos de incriminación y difamación que se encuentran en la obra del antiguo secretario tratan de describir a Felipe II con una serie de rasgos de tirano o asesino: «la tiranía es tan natural a Felipe como la risa al hombre» y que «no hace distinción de personas; las LA LEYENDA NEGRA ESPAÑOLA – LA ALCAZABAenvenena a todas sin temor de Dios ni vergüenza de los hombres».  Aunque, como hemos visto al principio, en Inglaterra sus afirmaciones no conocerán un apoyo inicial, algunos de los grupos nacionalistas que ven en la monarquía hispánica un peligro utilizarán algunos de estos argumentos para desarrollar una imagen hispanófoba. Como expone Ungerer, las Relaciones fueron traducidas al inglés y publicadas en 1715 en Londres, posiblemente bajo influencia del gobierno, en una época en la que Inglaterra seguía una política agresiva contra España[20].

   El caso más claro de propaganda antiespañola lo podemos observar en tiempos del rey Jacobo I de Inglaterra, sucesor al trono de Isabel I. Durante su reinado, en 1620, se iniciará una serie de fuertes agitaciones propagandísticas que tendrán que ver con la amistad que el rey profesaba al embajador español, en un momento donde se plantea la unión del príncipe de Gales con una infanta española. En un contexto donde los anglicanos deciden preservar sus políticas religiosas, el bando nacionalista-anglicano decide iniciar esta propaganda. Ésta se reproducirá durante la guerra de los Treinta Años y tendrá su punto álgido con  la Revolución Gloriosa de 1688 y la coronación de Guillermo de Orange en el trono inglés[21].

  En 1611 Antonio Pérez morirá en Francia sin apoyos y pobre. Sin embargo, en su testamento confesará su lealtad al rey −entonces, Felipe III− y al catolicismo. Años después se modificará la imagen de Pérez en España. Sus obras alcanzaron una cierta aceptación. Algo que podemos observar en la obra colectiva retrato de españoles ilustres (2)Retratos de Españoles Ilustres con un epítome de sus vidas, que comenzó a publicarse por folletos en 1791 con dedicatoria al conde de Floridablanca, ministro de Carlos IV. Antonio Pérez, por influencia de la línea crítica de la Ilustración contra el modelo sociopolítico español del Siglo de Oro, dejó de ser para muchos un espía traidor para convertirse en una víctima inocente del tétrico Felipe II[22].

Conclusión

  En definitiva, si bien podemos decir que la leyenda negra no fue iniciada por Antonio Pérez, es claro que sus escritos fueron aprovechados para atacar a España y a los españoles. Se recurrió a la hipérbole para convertir una venganza personal contra el rey en todo un proceso contra el sistema de ideas español. De esta manera se empañaría un período de la historia en la que España se muestra preponderante; no sólo como la principal potencia militar del mundo, sino como la principal defensora del catolicismo en Europa, inmersa en las guerras de religión. Quizá si se tuviera en cuenta la máxima vigésimo tercera en su versículo paralelo del libro bíblico de los Proverbios (adquiere la verdad y no la vendas: sabiduría, instrucción, discernimiento) la situación sería bien diferente.

NOTAS

[1] Durante el reinado de Felipe II, aunque no se mantendrá bajo su dominio el Sacro Imperio, que pasará a estar bajo el mando de su tío Fernando, a partir de 1580, tras la batalla de Alcántara, la corona portuguesa pasará a manos de los reyes españoles hasta 1640.

[2] García, Bernardo: Los validos, Akal, Madrid, 1997, pág. 4.

[3] Escudero López, José Antonio:  “Antonio Pérez”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico, en red,  http://dbe.rah.es/

[4] Cabe señalar, que con el nombramiento de Antonio Pérez, como secretario, se da por primera vez, una división del cargo, puesto que pasará a ser compartido con Gabriel de Zayas. El rey decide que cada uno se ocupe de diferentes partes del gobierno, siendo para Pérez, los asuntos de Italia y Zayas los asuntos del norte de Europa. Dicha partición supondrá en el futuro una cierta rivalidad por la intromisión entre ambos de tareas que originalmente no se corresponden con la división del trabajo.

[5] Kamen, Henry: Felipe de España, Siglo XXI Editores, 1997, Madrid, pág. 175.

[6] [] hoy pueden darse por seguras tres cosas: la complicidad política del Monarca con el crimen de Estado; las relaciones del secretario con la princesa (que, como dijo un testigo, “sabía secretos de Estado”), y la carencia de cualquier tipo de relación pasional entre el Rey y ella. En cuanto a la primera, la complicidad de Felipe II parece manifiesta, tanto por el hecho de que transcurrieran meses hasta iniciarse la investigación, como porque los jueces llegaron a preguntar a Pérez sobre “las causas que había habido para que Su Majestad diese su consentimiento a la muerte del Secretario Escobedo”, o por la tolerancia que se tuvo para que escaparan los asesinos contratados por Pérez. En todo caso, esa complicidad fue tácita, pues el secretario no pudo arrancar del Monarca una orden escrita de la ejecución. A su vez, las relaciones de Pérez con la Éboli parecen notorias, debiendo ella, cuando menos, estar al tanto de cuanto sucedía, hasta el punto de que Pazos, el presidente de Castilla, comunicó al Rey que “tenemos sospecha de que [ella] es la levadura de todo esto”. Las relaciones amorosas de Felipe II con la Éboli, en fin, no pasan de ser una lucubración melodramática. Escudero López: “Antonio Pérez”, art. cit.

[7] Los que creen que el Rey estaba implicado bien pueden sugerir que él mismo destruyó los documentos que lo comprometían, El único texto que al parecer involucra al rey es el de la Haya, en el que Marañón condía plenamente. Si descontamos esta fuente no verificable (es una copia), no hay forma de atribuir responsabilidades al Rey [] Hace falta un nuevo estudio sobre el caso Pérez-Escobedo.  Kamen: Felipe de Españaop. cit, pág. 173.

[8] Muro, Gaspar: Vida de la Princesa de Éboli, Madrid, 1877, pág. 119-124. Citado en  Kamen: Felipe…op cit, pág. 176

[9]  Ibid, pág. 301.

[10] Pérez, Antonio: Relaciones, París 1598, pág. 25.

[11] El rey decidirá finalmente separar los casos de Pérez y de Éboli, siendo el caso de la princesa el que se atenderá el primero y el otro acabará pendiente.

[12] Escudero López: “Antonio Pérez”, art. cit.

[13]Durante todo el tiempo que pasará en Aragón, los problemas que se irán produciendo serán de una extrema gravedad. Un ejemplo de ello serán las conocidas como “Turbaciones de Aragón”, las cuales convertidas en revueltas, llevarán a la intervención directa del ejército para entrar en Zaragoza y una serie de condenados a muerte por haberse opuesto directamente al rey.

[14] Escudero López: “Antonio Pérez”, art. cit.

[15] Es interesante la exposición que hace María Elvira Roca en su libro Imperiofobia y Leyenda negra, donde repasa todo el concepto de Leyenda negra y hace un estudio en profundidad de la Leyenda negra contra España entre otros.

[16] Ungerer, Gustav (1963). «Bibliographical notes on the works of Antonio Perez». Revista de Historia Jerónimo Zurita. Cuadernos 16-18.

[17]  Sobre las variaciones que Pérez va introduciendo según las circunstancias, véase Paloma Bravo, «Las Relaciones de Antonio Pérez, un texto en movimiento», en José Martínez Millán (coord.), Actas del Congreso Internacional «Felipe II (1527-1598): Europa y la Monarquía Católica» (Universidad Autónoma de Madrid, 20-23 de abril de 1998), Madrid: Parteluz, 1998, vol. 4, págs. 11-24. Citado en Roca, María Elvira: Imperiofobia y Leyenda Negra, Siruela, Madrid, 2016, pág. 266.

[18]  Roca: Imperiofobia…op. cit, pág. 266.

[19] Algunos autores como Roca, aventuran que es posible que las anteriores traiciones realizadas por Pérez, no fomentarán una credibilidad en el secretario por parte de Isabel, quién en general se mantuvo un poco al margen de él, aunque sí que hablaron en algunas ocasiones a lo largo de los dos años que Antonio pasará en la corte inglesa. Ibid, pág. 267.

[20]  Ungerer: art. cit.

[21] Roca: Imperiofobia…op. cit, pág. 269

[22] Ibid, pág. 268.