por José Luis Orella, historiador
Hungría es un país de vieja existencia desde sus inicios como reino cristiano en el siglo X. Todavía habría que esperar hasta enero de 1522 para ver a una princesa española, María de Habsburgo, hermana de Carlos V, casada con el rey Luis II de Hungría, quien murió cuatro años después defendiendo su reino de la invasión turca. Desde entonces, Hungría ha tenido que defender su soberanía, también frente a las intromisiones del emperador austriaco. El Imperio dual que nació en 1867 con Francisco José, salvó al Imperio de su desaparición y posibilitó el resurgir de la identidad nacional magiar, que fue derrotada, pero no extinguida en 1848. Tras la Primera Guerra Mundial, y el Tratado de Trianon, surgió la actual Hungría, mutilada de más de la mitad de su territorio histórico, y con un tercio de su población étnica formando minorías en sus países vecinos. Fue una historia de supervivencia, pasando de la traumática experiencia de la república de los soviets, a la regencia del almirante Miklós Horthy; de aquí al protectorado nazi de los cruces flechadas y, finalmente, al sometimiento comunista de la República Popular del stalinista Mátyás Rákosi. El nuevo régimen ejecutó a 2.000 personas y encarceló a otras 100.000 personas. El hecho más relevante fue el proceso contra el cardenal Jozsef Mindszenty, detenido en diciembre de 1948. El 23 de octubre de 1956, en Budapest, 155.000 manifestantes quisieron homenajear a los militares húngaros eliminados por los rusos en 1848, destruyendo una enorme estatua de Stalin e iniciando una rebelión que catapultó al país entre los principales rotativos de la prensa internacional. El precio de la revuelta fue de 229 personas ejecutadas, 3.000 muertos en combate, 211.000 exiliados, 26.000 procesados, 26.621 condenados y 13.000 internados en campos de concentración. Estos hechos son los que forjaron el espíritu de resistencia magiar. Cuando el comunismo húngaro cayó y retornó la democracia al país danubiano, de entre la intelectualidad opositora destacó un estudiante de Derecho de la Universidad Eötvös Loránd (ELTE) de Budapest, Viktor Orbán. El joven veinteañero fundó con otros jóvenes la Federación de Jóvenes Demócratas en 1988 (Fidesz), que defendía un discurso democrático, europeísta y anticomunista. Después de una estancia en la Universidad de Oxford, en 1993 Orbán fue elegido presidente del partido. En 1998 el joven político ganó las elecciones y consiguió la adhesión de Hungría a la Unión Europea y la OTAN. En aquel mandato apostó por la reducción de impuestos, ayudar a las pequeñas y medianas empresas y reforzar la protección social de los más débiles. También respaldó la concesión de la nacionalidad húngara a las personas de etnia magiar en el extranjero, siempre que pudieran probar su descendencia de húngaros y su conocimiento del idioma. Entre el 2002 y el 2010 fue el jefe de la oposición a los gobiernos socialistas, retornando al poder en el inicio de la actual década con una aplastante mayoría absoluta en el parlamento. Orbán obtuvo el 52,73% de los votos. Durante estos dos últimos mandatos se reformó la ley electoral, reduciendo el número de parlamentarios de 386 a 199, y también la constitución, ya que la existente tenía origen en la comunista de 1949, que fue dictada por los asesores soviéticos. La nueva constitución magiar recobró la tradición cristiana que ha estado presente en la historia del pueblo húngaro.
Los resultados electorales tan positivos de Fidesz-MPSz lo convertía en uno de los más sólidos del Grupo Popular Europeo hasta su reciente expulsión. En cualquier caso, su actual alianza electoral con el Partido Cristiano Demócrata (KDNP, Kereszténydemokrata Néppárt) le ayuda a retener un electorado de centro sin competencia. Por otro lado, ha ido sumando a los democristianos otras tradiciones políticas. En el 2011 se disolvía el Foro Democrático Húngaro (MDF Magyar Demokrata Fórum) que había representado el mundo conservador, nacionalista y anticomunista durante la transición, absorbiendo no sólo a su electorado, sino también su discurso político. Dos años después, otra sigla histórica de la reciente historia democrática, la Alianza de los Demócratas Libres (SZDSZ, Szabad Demokraták Szövetsége), que compartía el mensaje liberal con Fidesz, desapareció en el 2013 por sus malos resultados. Estos hechos han favorecido a una figura como Viktor Orbán, histórico disidente contra el comunismo, que ha ido sumando a sus siglas a sus antiguos compañeros de protesta. En frente suyo una oposición plural y dividida dibuja opciones diferentes. El Partido Socialista Húngaro (MSZP, Magyar Szocialista Párt) heredero de la tradición comunista y descabezado por la colaboración con la policía política de algunos de sus dirigentes; el movimiento Jobbik, nacionalista y nostálgico de la idea de la Gran Hungría y el partido Verde, son los portavoces de una visión crítica del ejecutivo de Fidesz.
Sin embargo, el mapa actual de Hungría nos aclara muchos interrogantes. A nivel interno, el trato a las minorías históricas se ve reflejado en la celebración del Año de la Conmemoración del Holocausto Húngaro en el 2014, donde se destacó la importante contribución judía al país. Del mismo modo, la declaración del 19 de enero como día del recuerdo para los alemanes étnicos detenidos y deportados de Hungría: sesenta y cinco mil conciudadanos fueron enviados a campos de trabajos forzados en Siberia. En el momento actual, las escuelas alemanas se han multiplicado por cinco, y el número de sus estudiantes se ha triplicado. La comunidad húngara alemana ha crecido hasta doscientas mil personas. Con respecto a los gitanos, una comunidad que vive en situación de pobreza, se ha aumentado en un 50 % el número de sus jóvenes que acceden a la educación superior.
En cuanto a los datos económicos del país, la situación heredada de la administración socialista fue de un profundo endeudamiento por el alto déficit público y, a nivel social, por el compromiso de préstamos en moneda extranjera contraído por muchos particulares. Desde el 2010 los créditos en divisas foráneas casi se han eliminado, el consumo está aumentando y las tasas de interés han caído drásticamente. El déficit del gobierno fue del 1,9 por ciento del PIB y la relación deuda/PIB va declinando. Según los datos del crecimiento del PIB de la Oficina Central de Estadística húngara, la economía húngara creció un 4 % en el 2017; un dato que no se había alcanzado en los últimos doce años. Esta mejora de la economía ha redundado en un aumento salarial del 12.8 %, que supone un 54 % superior a lo que se cobraba de media en 2010. Del millón de puestos de trabajo prometidos en el 2010 por el Fidesz, se han creado 736.000, reduciendo el desempleo a un mínimo histórico del 3,8 %. La población ha aumentado en setenta mil personas por el incremento demográfico. Los matrimonios han aumentado un 46 % por la mejor situación laboral. Los magiares han dejado de emigrar y la necesidad de mano de obra está atrayendo a ucranianos y balcánicos en gran número. Con respecto a la fuerte presencia internacional desde la privatización tras la caída del comunismo, más de la mitad de los medios de comunicación son propiedad de capital magiar y del mismo modo las entidades bancarias, eliminando el problema del endeudamiento en otra moneda.
A nivel exterior, el gobierno magiar es proeuropeo y es favorable a tener una fuerza de defensa común, pero es fiel al espíritu fundacional europeo nacido en el Tratado e Roma de 1957 y que fue defendido por los presidentes De Gaulle y Adenauer, estableciendo una Europa basada en una alianza de naciones libres que tienen en común su herencia cristiana. El 78% de los magiares son favorables a defender la cultura y tradición cristiana de su nación. En una decisión difícil por la presión de la Unión Europea sobre la política de llegada de refugiados, el gobierno realizó en el 2016 un referéndum que daba respaldo social a la decisión del gobierno de reforzar el control de fronteras del país ante la llegada masiva de millones de refugiados. El ejecutivo se mostró favorable a revertir competencias a los Estados soberanos para un control más democrático y eficaz de la gestión. Este punto de vista coincide con el resto de los miembros del grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, Eslovaquia y República Checa) que es la región que más ha crecido económicamente de la Unión Europea y que más ha reducido los niveles de pobreza; además de conjurar hasta la fecha todo intento de atentado yihadista. Palabras como Patria, familia, trabajo, y sentido común siguen formando parte de su vocabulario político. Estas naciones coinciden en la recuperación de su libertad en 1989, en el deseo de vivir su democracia política y en defender la herencia cultural de sus antepasados.
El respaldo que sus diásporas tuvieron durante la guerra fría por los Estados Unidos hace que en política exterior Hungría tenga buenas relaciones con la primera potencia del mundo, formando parte de la OTAN desde 1999; pero también con Rusia, garante de energía barata para su economía, como es el convenio firmado para la construcción de una central nuclear. También ha estrechado relaciones con países como Israel, Singapur o China, de fuerte crecimiento económico y con los cuales mantiene acuerdos de cooperación estables. El potencial turístico magiar y la protección de su rico legado cultural han convertido Hungría en un país atractivo, puerta de entrada a la región centroeuropea.
Sin embargo, la actual política migratoria de la UE ha provocado una situación problemática con el país danubiano. Como se ha dicho, en una decisión difícil por la presión de la Unión Europea sobre la política de llegada de refugiados, el gobierno realizó en el 2016 un referéndum que daba respaldo social a la decisión del gobierno de reforzar el control de las fronteras. No obstante, en septiembre de 2018, con 448 votos a favor, 197 en contra y 48 abstenciones, el parlamento europeo daba cobertura a las instituciones europeas para que activasen por primera vez el artículo 7 contra Hungría, un estado miembro de la UE. El informe elaborado por una europarlamentaria holandesa, Judith Sargentini, cuya formación proviene del viejo Partido Comunista, que en 1956 animó la intervención militar soviética en Hungría. A pesar de todo, el veto polaco sirvió para evitar la necesaria unanimidad de todos los países miembros. En marzo el Partido Popular Europeo decidía a dos meses de las elecciones europeas, suspender el estado de miembro del Fidesz.
Estamos ante dos visiones distintas de Europa: la de aquellos países leales al espíritu fundacional de 1957 y la de quienes han renunciado al mismo por patrones ideológicos opuestos. Esta mutación, gestada en los años setenta del siglo pasado, ha ido agravando las tensiones entre muchos Estados, además de acelerar una burocratización de las instituciones europeas que ha contribuido al rechazo de muchos ciudadanos. De ahí la actual crisis de la Unión Europea, resultado de una desnaturalización vinculada a los cambios experimentados por las sociedades de la Europa occidental.