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La conciencia del gobernante

foto Cañellas (4)  por Antonio Cañellas, historiador

Propósito de una efeméride                                                   [article en français, ici]

   El 31 de julio se cumplió el 30 aniversario de la muerte repentina del rey Balduino de Bélgica a los 62 años de edad en su residencia vacacional de Villa Astrida, en Motril (España), convertida ahora en casa-museo. Allí se celebró un homenaje al que asistió su sobrino don Felipe, actual monarca de los belgas, y en el que también participó la reina emérita de España, doña Sofía.

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   Perteneciente a la dinastía Sajonia-Coburgo, Balduino accedió al trono en 1951. Confirmada la abdicación de su padre, Leopoldo III, el joven monarca y el gobierno tuvieron que encarar la reconstrucción nacional después de la Segunda Guerra Mundial.

  En 1960, al tiempo que contrajo matrimonio con la aristócrata española, Fabiola de Mora y Aragón, afrontaría la independencia del Congo en medio del proceso internacional de descolonización. Su papel también resultó determinante para preservar la unidad de los belgas.

   Sin embargo, probablemente sea más conocido por la insólita postura adoptada ante la tramitación de la ley que despenalizaría el aborto en Bélgica en 1990. La negativa a sancionar una norma que constitucionalmente correspondía al monarca provocó una crisis institucional sin precedentes. Su función se limitaba a corroborar lo dispuesto por las asambleas, sin contemplar siquiera hipotéticas cuestiones de conciencia.

   A partir del análisis del contexto y la relación histórica de los hechos, nos platearemos si el responsable público debe entregarse a las decisiones de una mayoría, abjurando de su propia conciencia, o corresponder −según el principio de la obediencia debida− a las resoluciones dictadas por la norma legal.

Un contexto agitado

   Con la revolución cultural de 1968 se pusieron en tela de juicio los principios que, injertados en la savia del cristianismo, habían reanimado las sociedades europeas de Occidente después de la Segunda Guerra Mundial. Fue la generación nacida tras el conflicto, criada en un período Mao Zedong - Biografía, quién es y qué hizo | 2021 | Economipediade paz en el que surgiría el Estado del bienestar, la que precipitaría un cambio de paradigma. La revuelta de los universitarios estuvo envalentonada por los grandes teóricos de la revolución, de inspiración marxista, en medio de un mundo polarizado entre comunistas y capitalistas. Desde China, Mao-Tse-Tung programó una transformación radical que eliminara la ideología burguesa, que creía todavía presente en el marxismo[1]. En Europa, la fórmula italiana del eurocomunismo cobró un vigor especial. La sutil infiltración de los presupuestos marxistas dentro de las estructuras de la sociedad civil, sobre todo en el ámbito cultural y educativo, aceleró por ósmosis el cambio de las mentalidades[2]. La implementación del programa queAntonio Gramsci y el periodismo elucubró Antonio Gramsci sobre una concepción humanista basada en el inmanentismo absoluto (teoría en la que el individuo determina por sí mismo y de manera radicalmente autónoma la licitud de sus actos, con independencia de categorías morales objetivas) redundaría en la supuesta liberación del hombre, desligándolo de cualquier dimensión religiosa o metafísica[3]. La conciencia no se presenta entonces como núcleo íntimo y racional de discernimiento ético, de conformidad con el orden moral inherente a la naturaleza creada, sino como fuente generadora de su ética particular.

   A esta autopercepción contribuyó la conjugación del psicoanálisis de Freud con las tesis de Marx. De aquí resultaron unas teorías de enorme relevancia en ese contexto de rebeldía generalizada, también en el campo femenino y de la sexualidad. Para Herbert Marcuse, la libertad humana radicaría en la pulsión del instinto sexual que la sociedad burguesa habría orientado hacia la producción capitalista. La felicidad consistiría, pues, en deshacer esa subordinación superando cualquier género de convencionalismos que asfixiaran la libre expresión del placer sexual. Observer picture archive: My clothes and I, by Simone de Beauvoir, 20 March  1960 | Photography | The GuardianPor su parte, en su obra El segundo sexo (reeditada desde 1949), Simone de Beauvoir extrapoló la lucha de clases sociales del marxismo a la lucha entre sexos. La mujer, equivalente a la clase obrera oprimida, debía despojarse del yugo patriarcal. El aborto voluntario se presentaba así como una afirmación de la individualidad femenina, desligada de la maternidad y de los condicionamientos socioculturales impuestos por el varón[4].

   Las consecuencias de toda esta convulsión terminaron calando en la política parlamentaria de Europa. Al apelar al inmanentismo absoluto se avivó una de las cepas ideológicas del liberalismo, presentado como progresista, común con la que sostenía el socialismo. La estrategia comunista de atraer a la intelectualidad burguesa mediante la persuasión en aquellos puntos coincidentes sobre la política y el desarrollo material, perseguía la adecuación de una plataforma que facilitara la conquista de las sociedades occidentales[5].

   Los cambios legislativos sobre el aborto son una muestra clara de lo explicado hasta aquí. El Reino Unido inauguró en el oeste europeo una serie cronológica que desde 1968 despenalizaría la interrupción del embarazo en varios supuestos[6]. Francia se incorporaría al proceso en 1975; la República Federal de Alemania en 1976; Italia en 1978[7], al igual que en Luxemburgo, donde el Gran Duque (cuñado del rey Balduino) sancionaría la ley conforme a los preceptos constitucionales; Países Bajos entre 1981 y 1984; y España (tierra natal de la reina Fabiola) en 1985.

La situación belga

   Esta creciente homologación legislativa en el seno de la CEE previno al rey de los belgas ante la inminencia de lo que consideraba un embate en toda regla. La primera tentativa llegó en 1986. Dos Gebruik ethiek niet als pasmunt | De Standaard Mobilesenadores: Roger Lallemand y Lucienne Herman-Michielsens, del partido socialista y liberal, respectivamente, depositaron una propuesta de ley favorable al aborto. Sin embargo, la complejidad de la política belga para conformar el gobierno paralizó momentáneamente aquella iniciativa. Era una cuestión de tiempo. La alianza ideológica de aquellos partidos sobre los supuestos del humanismo inmanentista despejaría los trámites legislativos. En junio de 1989 pudo constituirse una comisión senatorial que abriría el correspondiente debate. La correlación de fuerzas parlamentarias dejó al Partido Social-Cristiano del Primer Ministro Wilfried Martens Martens en minoría frente a los partidarios de la proposición, que salió adelante en noviembre. Debía pasar ahora el examen de la Cámara de Representantes. Mientras tanto, el rey, conocido por sus convicciones cristianas, y a quien correspondía el poder ejecutivo regulado por la Constitución (art. 29) con el nombramiento y separación de los ministros (art. 63), previa consulta con los actores políticos implicados, empezó una ronda de contactos expresando su malestar e intentando persuadir de la injusticia del proyecto[8]. Son reveladoras las notas tomadas de su oración personal en diciembre de aquel año:

El cerco se cierra cada vez más en torno al aborto… Señor, todo esto me obliga a no buscar apoyo más que en Ti. Guíame, Señor. Concédeme la gracia de estar dispuesto a morir por seguirte. Cada vez me doy cuenta de que cualquiera que sea la actitud que exijas de mí significará una especie de muerte. Me he embarcado solo, con mi conciencia y Dios[9].

   Parece obvio que el monarca se percataba de una dificultad que, llegado el momento, o bien le exigiría suscribir la ley del aborto en contra de su conciencia; o bien renunciar al amparo o refrendo del gobierno (art. 64) asumiendo en soledad su decisión con todas las consecuencias.

  En el mensaje televisado de Navidad el rey resolvió expresar públicamente y sin ambages su posición. Para ello acudió a argumentos de autoridad con la cita textual de la Declaración de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas:

«El niño, por su falta de madurez física e intelectual, necesita una protección especial, un cuidado especial, en particular una protección legal adecuada antes y después de su nacimiento». Esta es una declaración importante −añadió− que no se puede ignorar[10].

Il y a 25 ans, la Belgique n'avait plus de roi

   De este modo, con su lectura solemne quería apelar al derecho internacional. El documento se apoyaba, además, en las directrices básicas del derecho natural. Es indudable que las palabras del rey presuponían la racionalidad de la naturaleza, de la que dimanaría el derecho innato de todo ser humano, erigido en principio elemental de la justicia[11]. Se percibe aquí el pálpito del magisterio católico que, al proclamar la doble naturaleza de Cristo, divina y humana, sublima ésta última confiriéndole una dignidad intrínseca e inalienable, de la que sería portador todo ser humano desde su concepción y con independencia de sus cualidades (físicas o Recordando a Juan Pablo II, el Papa de los niños (Videos)intelectuales). De aquí la ilicitud del aborto, como recordarían las enseñanzas del Papa Pablo VI y Juan Pablo II[12]. Esta visión antropológica complementaba la sostenida por Hipócrates en la antigua Grecia. Como médico-filósofo reclamó el cuidado integral de todo paciente «preservándole de todo daño e injusticia». Las resoluciones contrarias a la vida humana como el suicidio farmacológico o el aborto quedaban consiguientemente excluidas de la deontología médica[13].

Conciencia y política

   La llamada de atención del rey no impidió que la Cámara de representantes aprobara la proposición de ley el 29 de marzo de 1990. Esa misma jornada el monarca tomó la determinación de no sancionar el proyecto. A la luz de su conciencia moral, esa era la opción más SONUMA | Les archives audiovisuelles : Baudouin et la moraleacorde con el bien y la dignidad de los concebidos. Así lo había mostrado la acción social de la fundación que portaba su nombre con la asistencia de las madres gestantes en situaciones difíciles e incluso dramáticas. La posición del rey no significaba, por tanto, una insensibilidad hacia los graves problemas que pudieran sufrir las mujeres embarazadas. Así lo comunicó al primer ministro Martens en una carta que le entregó en la audiencia que celebrarían a la mañana siguiente.

      En sus líneas, el monarca también interpretó que el artículo 26 de la Constitución entrañaba una responsabilidad para él −aunque atenuada por el refrendo legal exigido de un ministro− como tercera rama del poder legislativo. Su conciencia le imposibilitaba admitir la validez de una norma que enjuiciaba contraria al derecho natural (el amparo de la vida de los más débiles, en este caso) sobre el que debía fundamentarse la legislación civil. Ésta prescribía que la interrupción voluntaria del embarazo debía realizarse antes de la decimosegunda semana después de la concepción (art. 2. 1. a). Después de este plazo de libre disposición, podría seguir practicándose el aborto legal bajo los supuestos de peligro para la salud de la madre; y en caso de una afección grave e incurable para el feto en el momento del diagnóstico (art. 2. 4). La objeción del rey al proyecto en general se singularizó de modo especial en este puntoBalduino discapacitados mediante una lacónica interpelación: ¿Han pensado ustedes cómo será percibido semejante mensaje por los minusválidos y sus familias? La dignidad inherente que el rey Balduino apreciaba en la condición humana chocaba con dicha propuesta. Para él se trataba de un impedimento insalvable de conciencia, que quiso reivindicar como un derecho humano y ciudadano contemplado en la Constitución: ¿Es normal que yo sea el único ciudadano belga obligado a actuar contra su conciencia en un asunto esencial? ¿La libertad de conciencia vale para todos, menos para el rey?[14]

  En opinión de Roger Lallemand (coautor de la proposición que despenalizaba el aborto), la ambigüedad de la Constitución sobre el papel del Jefe del Estado había permitido que, en este caso, la objeción de conciencia revirtiera en una suerte de veto del rey que el ordenamiento jurídico no le reconocía en absoluto. Al menos desde 1949 la doctrina constitucional del acto debido exigía la ratificación ministerial de todas las actuaciones del rey con tal de no dejar descubierta a la Corona. De lo contrario, existía un peligro cierto de incoherencia del régimen. La publicitación de posibles juicios éticos del rey podía comprometer la legitimidad de un acto del parlamento como depositario legal de la soberanía del pueblo belga[15].

   A la vista de este inconveniente, el monarca aceptó la sugerencia del primer ministro Martens de incluir un párrafo al documento original en el que manifestaba su deseo de evitar cualquier obstrucción al normal funcionamiento de las instituciones democráticas. Se intentaba abrir así una brecha que permitiera, de algún modo, salvar la situación[16]. Balduino concluyó su misiva invitando al gobierno y al parlamento a buscar una solución jurídica que pueda conciliar el derecho del rey a no obrar contra su conciencia y la necesidad del buen funcionamiento de la democracia parlamentaria[17]. En este sentido, el monarca actuó lealmente hacia las demás instituciones del Estado advirtiendo el error en el que, según su parecer, estaban incurriendo. Por esta misma razón, el rey Balduino no se supeditaría a una obediencia ciega o autómata (la que, en principio, debía constitucionalmente el Jefe del Estado a las Cámaras legislativas) sin preguntarse primero por la justicia y moralidad de sus decisiones, según había prescrito la tradición jurídica ligada a la escolástica. Así las cosas, el rey no optó por abdicar, Le roi Baudouin et son ami rwandais Habyarimanacomo a veces se ha dicho; aunque tampoco descartó que la situación terminara forzando su renuncia con tal de impedir el naufragio definitivo de la monarquía[18]. Tampoco parecía que dicha medida fuera a resolver el problema, que irremisiblemente habría de heredar el sucesor al trono (comprometido por la firme actitud de Balduino). Una disolución anticipada de las cámaras adelantando las elecciones no aseguraba una victoria aplastante del Partido Social-Cristiano en el difícil tablero político belga. Los sondeos tan sólo le proporcionaban una ligera ventaja, sin fuerza para desechar aquel proyecto de ley. Una reforma constitucional que permitiera la abstención del rey en la sanción de algunas leyes resultaba inadmisible para los socialistas.

    Finalmente se reinterpretó el artículo 82 de la Constitución, que fijaba el mecanismo de regencia en caso de que el rey se encontrara física o psíquicamente imposibilitado para reinar. Balduino aceptó la solución por carta el 3 de abril. Dos días más tarde las cámaras lo aprobaron y el gobierno, como órgano regente, sancionó y promulgó la ley. Automáticamente cesó el impedimento del monarca, que recuperó sus funciones de Estado.

Conclusión

   Si bien la determinación del rey Balduino mereció los elogios de la Iglesia Católica[19] y de algunos sectores de la opinión pública, también generó algunos dilemas de conciencia entre varios dirigentes políticos. El primer ministro Martens, por ejemplo, se lamentó de haber tenido que sancionar la ley del aborto como miembro de la regencia cuando días antes, en el parlamento, había votado en contra. Como otros, se justificaría apelando a la responsabilidad política. La continuidad de la Corona, en Wilfried Martens: Belgian PM held nation togethertanto que garantía imprescindible para la unidad de los belgas, demandaría ceder en un mal –a priori legalmente corregible− con tal de evitar traumas políticos mayores como la desintegración territorial del país. Este móvil no deja de enmarcarse dentro del sentido moderno de la razón de Estado (la justificación de su permanencia más allá de criterios éticos) en medio de un clima cultural hipertrofiado. Si el sistema democrático tiene como primer esfuerzo el de crear una estructura social justa, esto es, fundada en las bases éticas del derecho[20], cabe preguntarse si hay justicia y derecho cuando un grupo -la mayoría, en esta circunstancia- aplasta con pretendidas leyes a otro (en este caso, el de los seres humanos vulnerables que están por nacer). La manipulación del lenguaje, mediante una reinterpretación inmanentista de las grandes declaraciones sobre los derechos del hombre, corrobora esa tendencia gramsciana a subvertir, por completo y desde dentro, su contenido.

    La cuestión de fondo estriba en saber si hay en la naturaleza un orden generador del derecho y que, además, precede a cualquier decisión de la mayoría, debiendo ser respetado por ella[21]. Únicamente sobre la demostración racional de la inmutabilidad moral puede confirmarse esta premisa, originando una conciencia de servicio y obligación[22]. Si atendemos a los argumentos desgranados, esta inteligibilidad descargapredispondría a una aceptación de las realidades metafísicas. La Revelación cristiana vendría a completar el desarrollo de la conciencia, al dotarla de una superior capacidad para interpretar y aplicar juiciosamente la objetividad de la norma moral en cada circunstancia. De esta coherencia resulta la actitud del rey Balduino, más allá de la opinión mayoritaria de la sociedad o de los partidos políticos que, por sí misma, evidencia que no puede erigirse en criterio ético que obligue en conciencia.

[1] Mao-Tse-Tung, Citas del presidente Mao, Pekín, 1967, pp. 7-9.

[2] Augusto del Noce, Italia y el eurocomunismo: una estrategia para Occidente, Editorial Magisterio Español, Madrid, 1977, pp. 91-92.

[3] Rafael Gómez Pérez, Gramsci. El comunismo latino, Eunsa, Pamplona, 1977, pp. 154-155.

[4] Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1962, pp. 53-55.

[5] El caso de Italia es muy ilustrativo al respecto. Como bien indica Rafael Gómez Pérez, la maniobra del Partido Comunista por alcanzar un compromiso histórico en la gobernación del país abrigada el propósito de difundir una cultura laicista que acelerara la descristianización de la sociedad para configurarla a su ideario; op. cit., pp. 172-173.

[6] Posteriormente, la mayoría de las legislaciones europeas han adoptado sistemas de plazos en el período de gestación para la práctica libre del aborto.

[7] Ya en el referéndum de 1974 sobre la revocación de la ley del divorcio promulgada por la Cámara de Diputados en 1970, el líder democristiano Amintore Fanfani advirtió a los votantes que si aquella ley no se derogaba quedaría expedito el camino para la aprobación del aborto, como de hecho ocurrió. Véase Maurizio Crippa, «Fanfani, Pasolini e storie cattoliche», Il Foglio (13/05/2014).

[8] José-Alain Fralon, Baudouin. L´homme que ne voulait pas être roi, Fayard, Paris, 2001, pp. 350-351.

[9] L. J Suenens, Balduino. El secreto del rey, Espasa-Calpe, Madrid, 1995, p. 124.

[10] Fragmento extraído del documental Baudouin. Entre le coeur et la raison (épisode 3). RTBF. CANVAS, 2013 (la traducción es nuestra). Véase también, José-Alain Fralon, op. cit., p. 352.

[11] El filósofo Julián Marías ha querido explicar esta realidad antropológica desde el uso espontáneo y elemental de la lengua: «El nacimiento de un niño es una radical innovación de la realidad: la aparición de una realidad nueva […]. El hijo es siempre alguien. No un qué, sino un quién, alguien a quien se dice , que dirá en su momento, yo [ambos son pronombres que indican una realidad personal, nunca una cosa u objeto]. Y este quién es irreductible a todo y a todos […]. Es un tercero absolutamente nuevo, que se añade al padre y a la madre […] ese quién que hará que sean tres los que antes eran dos […]. Esto es lo que se impone a la evidencia sin teorías, lo que reflejan los usos del lenguaje». Julián Marías, Sobre el cristianismo, Planeta, Barcelona, 1997, pp. 103-104.

[12] Pablo VI, «Humanae vitae», nº 14 (25/07/1968); Juan Pablo II, «Familiaris consortio», nº 30 (22/11/1981) en Fernando Guerrero (dir.), El magisterio pontificio contemporáneo, tomo II, BAC, Madrid, 1992, pp. 297; 333-334.

[13] Remitimos al Juramento hipocrático, Planeta-De Agostini, Madrid, 1995, pp. 11-12.

[14] L. J Suenens, op. cit., p. 133.

[15] Sobre este debate remitimos a José María Sánchez García, «Monarquía parlamentaria y objeción de conciencia. El caso del rey de los belgas» en Anuario de derecho eclesiástico del Estado, nº 9, 1993, pp. 306, 309-310.

[16] José-Alain Fralon, op. cit., p. 356.

[17] José María Salaverri, Balduino. De profesión: rey de los belgas, Edibesa, Madrid, 2000,  p. 133.

[18] Algún dirigente socialista y federalista flamenco vio en aquella circunstancia una oportunidad para desembarazarse de la monarquía y abrir un proceso constituyente que proclamara una república organizada según sus idearios políticos.

[19] «Te damos gracias, Madre de la Gracia Divina, por el rey Balduino, por su fe inquebrantable y por el ejemplo de vida que dejó a sus compatriotas y a toda Europa. Te damos gracias por su enérgica defensa de los derechos de Dios y del hombre, y en particular del derecho del niño no nacido a la vida». Palabras de Juan Pablo II después de la oración del Regina Coeli el 4 de junio de 1995 con motivo de su viaje apostólico a Bruselas. El 29 de septiembre de 2024 el Papa Francisco anunció el inicio del proceso de beatificación del rey Balduino en su viaje apostólico a Bélgica. Comenzó oficialmente en Roma el 21 de diciembre de ese mismo año.

[20] José Ortega y Gasset, «Democracia morbosa», El espectador, Salvat, Madrid, 1969, p. 70.

[21] Joseph Ratzinger, «Poder y derecho» en Jürgen Habermas y Joseph Ratzinger, Dialéctica de la secularización, Encuentro, Madrid, 2006, pp. 54-55.

[22] José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, Espasa-Calpe, Madrid, 2007, p. 250.